Gallardón defiende la Ley del Aborto y sus compañeros se dedican a hablar de la herencia recibida

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J. R.

El PP, el mismo partido que ha devuelto a la primera línea de fuego el aborto por su decisión de sacar adelante la ley más restrictiva de la democracia, es el mismo partido que desde hace semanas intenta tapar (sin éxito) las fisuras internas y el mismo partido que quería que su Convención Nacional, su acto mayor en Valladolid a mitad de legislatura, rehuyera del tema como de la peste. Y casi lo consiguió. Dirigentes y ministros lo obviaron. Salvo Alberto Ruiz-Gallardón, el titular de Justicia y padre de la contrarreforma. Lo hizo por la tarde, en uno de los sucesivos foros de diálogo que sirvieron de pasarela para que los cuadros conservadores vendieran la gestión del Ejecutivo. Su mensaje, respuesta a la multitudinaria manifestación en Madrid a favor del derecho de la mujer a decidir libremente su maternidad y en la que miles de personas pidieron su dimisión, fue explícito: no cederá, por mucho que haya "insultos" o descalificaciones a su proyecto. 

Gallardón fue casi el único que se saltó un guión rígido, marcado por los gestos de autoexaltación del PP, las proclamas a la unidad, los anuncios inconcretos y, sobre todo, las abundantísimas críticas a los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero. El PP echó de nuevo mano del sobado discurso de la herencia recibida, y de qué manera. 

"Máximo respeto" por la manifestación de este sábado en Madrid, dijo, pero al PP sólo le orienta "el voto en la urna" que el partido cosechó en las generales de 2011, respondió a los periodistas, informa Europa Press. Previamente, en el foro de diálogo de la convención, había asegurado a sus compañeros: "Tenéis mi palabra y mi compromiso personal de que no habrá ni un insulto ni un grito ni una descalificación que a este ministro le vaya hacer abdicar de cumplir el compromiso que adquirí con el presidente del Gobierno y con todos vosotros de dar cumplimiento a nuestro programa electoral y regular los derechos de las mujeres, pero también los derechos de los concebidos y no nacidos". "Estamos estudiando, hablando con insistencia, lo vamos a hacer nosotros y entre nosotros acordándolo como siempre hemos hecho las cosas", abundó Gallardón, para quien su Ley del Aborto no es un asunto "de moral ni de conveniencia electoral", sino de "la defensa de los derechos fundamentales". 

Gallardón, pues, se mantiene en sus trece, pese a que su anteproyecto ha soliviantado a la mayor parte de la oposición y ha abierto enormes grietas en el seno del PP, parte de cuyos dirigentes se han manifestado contrarios a que ni siquiera se contemple el supuesto de interrupción voluntaria del embarazo por malformación. El ministro ya ha proclamado en varias ocasiones que no reculará y que cuenta con el apoyo del presidente, Mariano Rajoy, y "del Gobierno en pleno". Una estrategia clara para resaltar que no está solo. 

El tabú del rescate desaparece

El ministro se saltó el guión porque el PP no quería hablar de aborto. Ni siquiera el díscolo José Antonio Monago, el barón rojo, quiso entrar al trapo. Incluso en la comida que mantuvo el presidente con sus barones se orillaron los temas polémicos como este o la ausencia de José María Aznar y Jaime Mayor Oreja, informa Europa Press. No se habló de problemas "que no existen", ilustró el líder de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo.

En el plenario y en los diálogos montados por el PP en su convención –un escaparate para sus dirigentes pero espacio de debate, poco–, emergió sin embargo el discurso de la herencia recibida, el que más le interesaba vender junto con el de la recuperación. Todos los cuadros y ministros se emplearon a fondo en dibujar la España negra que habían dejado los socialistas y en cómo la habían sacado de ese pozo las medidas del Ejecutivo. Uno de los más expresivos –por la extensión de su discurso– fue Carlos Floriano, vicesecretario de Organización, quien se explayó en cómo hace dos años existía una "pérdida de credibilidad internacional, nadie prestaba a algunas administraciones y la intervención de la economía española era una realidad posible". 

De hecho, no ha habido tapujos en mencionar una palabra que hace un año era un auténtico anatema, "rescate". Rajoy se negó a emplear ese término tras el auxilio financiero de la Unión Europea, y él mismo y sus ministros intentaban huir de la expresión en los meses en los que la tensión estaba al máximo y la prima de riesgo, por las nubes. Así, la vicepresidenta recordó –como había hecho ayer viernes en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros– que no hace tanto todo el mundo preguntaba al Gobierno cuándo pediría el rescate, y subrayó cómo el "esfuerzo" hecho por los españoles para evitarlo valió la pena. O sea, los sacrificios han servido como muro de contención imprescindible para sortear la intervención de España. El mismo argumento que, por cierto, utilizó Zapatero para reivindicar la necesidad de los ajustes y que expone en su libro El dilema

Luis de Guindos, siguiendo el patrón dramático de Soraya Sáenz de Santamaría, destacó cómo el país había pasado de ser un enfermo que se desangraba a borbotones y estar al borde de la intervención a ser un paciente sin hemorragia y en la "senda de la prosperidad". 

Sobre corrupción: "Hemos cometido errores"

Un leitmotiv empleado por De Guindos y constantemente reiterado varios dirigentes, "España ha vuelto", sirvió para verbalizar ese optimismo indisimulado del PP, ansioso de vender buenas noticias y los efectos de sus reformas, olvidando los mordiscos propinados al Estado del bienestar. Ese "España ha vuelto" parecía más bien un remake del grito "¡El PSOE ha vuelto!" con el que Alfredo Pérez Rubalcaba clausuró la Conferencia Política del PSOE en noviembre y que funcionó como poderoso ancla para levantar el ánimo del partido. 

En esa dinámica de venta de la recuperación ocupó un lugar protagonista la rebaja de impuestos, mil veces anunciada por el Ejecutivo. Rajoy, en un encuentro con los jóvenes de Nuevas Generaciones, avanzó que habrá a partir de 2015 "bajadas sucesivas de impuestos", que se prolongarán a lo largo de los siguientes años. Claro que para eso haría falta que el PP ganase las siguientes generales. "Podemos ser moderadamente optimistas. Hemos dado la vuelta a la cosa", subrayó. 

El titular de Hacienda, a su vez, había reivindicado la voluntad del Ejecutivo de "bajar los impuestos para estimular la creación de empleo". Cristóbal Montoro negó que se vaya relajar la presión fiscal en 2015 porque es año electoral, sino porque ha cambiado el escenario económico. El ministro adelantó que el IVA se va a quedar "donde está", aunque sí se rebajará el IRPF para quien tiene menos renta. No hay cifra ninguna aún, pero este domingo Rajoy podría dar algún detalle más de su reforma impositiva en la clausura de la Convención Nacional. 

La corrupción, como había ocurrido en la apertura, ayer viernes, apenas afloró. El vicesecretario de Estudios y Programas, Esteban González Pons, sí reconoció, no obstante, que el PP ha "cometido errores". "Entiendo lo que habéis sentido todos nuestros afiliados, y por eso, con humildad, hemos pedido perdón y tomado medidas. No volverá a ocurrir". 

"Estamos contigo, Arantza"

ETA, en cambio, sí que estuvo muy presente durante toda la jornada. Más en concreto, sus víctimas. El PP no ha parado de lanzar mensajes de apoyo a ellas, sobreactuando, consciente de que ahí tiene una vía de agua importante (que explica la irrupción de Vox) y una fuente de fricción continua. En el plenario, este sábado intervino Manuel Giménez Larraz, hijo del asesinado Manuel Giménez Abad. Y se proyectó un vídeo de recuerdo y homenaje a las víctimas, en el que aparecían Mari Mar Blanco o Pilar Elías, viuda de Ramón Baglietto. Ninguna de ellas habló en directo. Tampoco podía hacerlo, porque faltó a la Convención, Jaime Mayor, ya descartado para las europeas. El vicesecretario general de Política Autonómica, Javier Arenas, mostró un respaldo directo a la dirección del PP vasco frente al ala dura del partido. "De la misma forma" que el PP estuvo con los anteriores presidentes de los conservadores de Euskadi (Antonio Basagoiti, María San Gil, Carlos Iturgaiz y Jaime Mayor), "hoy estamos contigo, con las mismas consecuencias", le dijo a Arantza Quiroga. 

El descontento del ala dura, no obstante, se coló a través de una entrevista en la Cope a Esperanza Aguirre. La presidenta del PP madrileño aseguró, rotunda: "ETA sigue viva, ETA no ha sido derrotada, por mucho que haya gentes en mi partido que creen que sí".

El PP, el mismo partido que ha devuelto a la primera línea de fuego el aborto por su decisión de sacar adelante la ley más restrictiva de la democracia, es el mismo partido que desde hace semanas intenta tapar (sin éxito) las fisuras internas y el mismo partido que quería que su Convención Nacional, su acto mayor en Valladolid a mitad de legislatura, rehuyera del tema como de la peste. Y casi lo consiguió. Dirigentes y ministros lo obviaron. Salvo Alberto Ruiz-Gallardón, el titular de Justicia y padre de la contrarreforma. Lo hizo por la tarde, en uno de los sucesivos foros de diálogo que sirvieron de pasarela para que los cuadros conservadores vendieran la gestión del Ejecutivo. Su mensaje, respuesta a la multitudinaria manifestación en Madrid a favor del derecho de la mujer a decidir libremente su maternidad y en la que miles de personas pidieron su dimisión, fue explícito: no cederá, por mucho que haya "insultos" o descalificaciones a su proyecto. 

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