Cuando Alfonso Rueda, el sucesor de Alberto Núñez Feijóo al frente de la Xunta, decidió hacer caso a quienes le aconsejaban adelantar las elecciones autonómicas gallegas, hacía ocho días que los pellets habían sido vistos, por primera vez, en los arenales de Galicia. Su Gobierno ya sabía entonces lo que estaba pasando, porque, más allá de la llegada visible de los microplásticos, notificada en varias ocasiones al servicio de emergencias, el día anterior la Delegación del Gobierno se había puesto en contacto con ellos para advertirles de que el origen del problema podía ser un contenedor con 26 toneladas de minúsculas bolitas destinadas a fabricar productos plásticos que un carguero había perdido el 8 de diciembre frente a la localidad portuguesa de Viana do Castelo, prácticamente en el límite de la frontera con España. Pero no le dio importancia. Ni medioambiental ni política.
Rueda, trabajando en perfecta coordinación con Feijóo y su equipo más cercano de colaboradores de la calle Génova, decidió anticipar las elecciones para intentar que la controversia en torno a la amnistía, que polariza la política española desde hace meses, compensase el escaso tirón de su candidatura.
Todo iba bien. El primer vídeo de campaña —Rueda a los mandos de un autobús— fue todo un éxito de público y crítica, y las primeras encuestas confirmaron poco después la ventaja del PP, en una posición inmejorable para repetir mayoría absoluta. Todo un reto, sobre todo porque esta vez en el cartel no está Feijóo, protagonista de las últimas tres victorias, aunque su presencia en Galicia será constante de aquí al día de la votación, el próximo 18 de febrero.
Cambio en la conversación
La llegada de los plásticos, sin embargo, ha cambiado la conversación. En vez de tener en el centro del debate el supuesto trato de privilegio otorgado a Cataluña y a los dirigentes independentistas, una estrategia de éxito para aparecer ante la opinión pública como los únicos defensores de los intereses de Galicia, Rueda se ha tenido que enfrentar a una crisis medioambiental para la que no estaba preparado. Y en la que ha repetido el manual de errores de Manuel Fraga durante la catástrofe del Prestige: primero negar el problema y después minimizarlo, para acabar cambiando de criterio sobre la marcha y terminar culpando a otros del problema y de su propia incapacidad para afrontarlo.
El ensayista y analista político Antón Baamonde cree que la situación “cambia porque pone al PP a la defensiva y distorsiona su campaña. Y, al mismo tiempo, anima al votante de izquierda y confirma que Rueda es gris e incompetente”. Pero que “de ahí se derive un cambio político, es otra cosa”.
En su opinión, la gran diferencia de esta campaña en comparación con otras anteriores es que “el PSOE parece estar implicado, que va a competir de verdad, porque es una especie de segunda vuelta del 23J”.
La mala gestión del problema interfiere en el enfoque que estaba dando a la campaña el Partido Popular, ratifica el escritor y ensayista Manuel Martínez Barreiro. “Sobre todo porque quita el foco” a otros temas que serían utilizados electoralmente. No solo la amnistía, también “las dificultades del gobierno de coalición”. “Esto hace que haya un foco político con un primer plano más doméstico y gallego y que, por tanto, no les favorece”.
Una oportunidad
A eso se aferran los estados mayores del BNG y del PSdeG-PSOE, convencidos de que su única posibilidad de impedir una mayoría absoluta del PP pasa por la movilización de los suyos. Y los promotores de la candidatura de Sumar. En elecciones generales o municipales, la mayoría de los votantes eligen papeletas de la izquierda pero, cuando llegan las autonómicas, muchos de ellos prefieren quedarse en casa. Los dos partidos ven en la inacción de la Xunta y la incapacidad aparente con la que Rueda está afrontando el problema —un día lo minimiza y al día siguiente, para señalar al Gobierno central, sostiene que es de enorme gravedad— una oportunidad de convencer a esa parte de los electores de que el próximo 18 de febrero vayan a las urnas.
Es justo lo que el PP quería evitar. Porque su mayoría absoluta depende, en gran parte, de ese comportamiento dual de los votantes gallegos, que solo se rompió en 2005, precisamente después de que otro gobierno conservador, entonces presidido por Manuel Fraga pero ya con Feijóo en el Gobierno, fuese incapaz de enfrentar la llegada de chapapote a las costas gallegas.
De ahí el nerviosismo palpable en las filas conservadoras. En el PP siguen confiando en la victoria, pero son conscientes de lo que Barreiro llama “la memoria histórica“ del Prestige y las consecuencias que tuvo para ellos. Los errores que están cometiendo, sostiene este analista, “se parecen bastante: esquivar responsabilidades, culpar a otros, actuar tarde, no ser especialmente operativos…“ “Hay una memoria ciudadana referenciada al Prestige, que se activa“. Porque “están volviendo a ofrecer ante una parte de la opinión pública errores muy similares a los que cometieron” con aquella catástrofe, hace ahora 21 años.
Barreiro apunta un tercer motivo de preocupación para el PP: las causas ecologistas son un factor de movilización, especialmente de la población más joven. Y eso tiene consecuencias en términos de redes sociales y puede acabar activando “un segmento (del electorado) que, políticamente, tiene cierta tendencia abstencionista”. Un grupo de edad que suele adoptar “una posición más crítica” y al que lo que está pasando les “puede llevar a las urnas”, así como también a los que tienen “dudas de qué hacer”. La causa ecologista, recuerda, es sobre todo de ámbito urbano. Y en las ciudades los electores tradicionalmente optan por posiciones “progresistas” o “nacionalistas”.
La burbuja mediática gallega
Los microplásticos están teniendo otro efecto que, al menos de momento, desnuda al PP gallego: se han convertido en un asunto de interés en toda España, con ecos que llegan desde otros países de Europa. Y eso dificulta el tradicional control que la Xunta ejerce sobre los medios de comunicación —los públicos y la mayoría de los privados—. Estar “en la agenda del Estado“ hace que los medios “de ámbito estatal estén más presentes“ y eso “visibiliza más las costuras de la posición política del PP”, desde la “falta de iniciativa“ a la estrategia de “jugar a contra” e intentar culpabilizar al Gobierno de España.
Baamonde también cree que el eco fuera de Galicia del problema de los microplásticos limita el efecto burbuja del ecosistema informativo de la comunidad gallega. “El bypass de los medios extragallegos es súper importante porque crea competencia y moviliza al electorado de izquierda que no vota en las autonómicas”, un grupo que los socialistas cifran en unas 80.000 personas.
“Lo que presumiblemente iba a ser una campaña plana, relativamente tranquila, muy cortocircuitada por, digamos, un periodo político no lectivo, creo que se activa”. Porque, “si hay un tema donde se retrata lo que hizo el PP en el pasado”, es este. Y eso deteriora la imagen de Rueda. “Si la oposición lo hace razonablemente bien, la imagen de Galicia como isla de estabilidad se convierte, en realidad, en la imagen de una isla de inactividad, una isla de inmovilismo. Y esto, si son un poco listos, PSOE y BNG pueden aprovecharlo”.
No obstante, advierte Baamonde llamando a la prudencia, aunque una derrota del PP “no es imposible, es muy difícil. Es como una jugada de billar. Y que se presente Podemos no ayuda. Si Sumar no suma, si no saca diputados por A Coruña y Pontevedra y se pierden esos votos, es complicado” que el PP pierda la mayoría absoluta.
Luís Álvarez Pousa, profesor y director de la revista Tempos Novos, es algo más escéptico. Buen conocedor del control que la Xunta ejerce sobre la información que se publica y se difunde en Galicia, Pousa cree que la repercusión electoral de los microplásticos “va a depender de cómo evolucione en los próximos días la llegada de los pellets a las playas. Y de que, en ese caso, se incremente el número de voluntarios y el eco que pueda acabar teniendo en ese contexto la manifestación que se está organizando” de la mano de pescadores y organizaciones de defensa de la naturaleza para el domingo 21 de enero.
“Otra cosa distinta”, concede, en línea con los demás analistas consultados por infoLIbre, “es lo que puede traer todo esto en lo referido al enfoque que el PP le va a dar a la campaña, porque lo del antisanchismo descarriló y no van a tener más remedio que aterrizar en la temática gallega”.
El elemento “emocional”
Hay un último elemento que es “emocional”, en opinión de Barreiro. La campaña ha empezado con el PP en mayoría absoluta, pero en tendencia a la baja. “Hay un factor de desgaste que lo que hace es extender la idea de que hay partido”. Pensar que “la cosa está más abierta, puede tener efectos. Basta que la gente crea que algo puede tener efectos para que los tenga”. Baamonde piensa lo mismo: “Si hay la sensación de que no está decidido, hay esperanza”.
De momento, la guerra política abierta en torno a los pellets no baja de intensidad. Este viernes, los medios aéreos y marítimos del Gobierno de España que diariamente buscan en el agua no hallaron señales del vertido.
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Hasta la mañana del viernes, el operativo desplegado por la Xunta había retirado el equivalente a 70,7 sacos de las playas, así como 1.197 kilos de plásticos de otra índole. En el contenedor que cayó al mar viajaban más de mil sacos, con un total de 26 toneladas de microplásticos.
La vicepresidenta de la Xunta y conselleira de Medio Ambiente, Ángeles Vázquez, detrás de la cual ha comenzado a parapetarse Rueda para evitar el desgaste que está provocando esta situación, compareció este viernes en la Diputación Permanente del Parlamento de Galicia para acusar al Gobierno de España del problema por no avisar, según ella, a tiempo de ponerle remedio. Y pasando por alto que su Gobierno no hizo nada durante semanas.
El Ministerio de Transportes, cuyos medios aéreos y marítimos trabajan a diario desde el 13 de diciembre para intentar localizar bolsas de microplásticos o pellets a la deriva, a pesar de lo cual la Xunta les acusa de no hacer ese trabajo de vigilancia, recordó este viernes que la Xunta también dispone de medios aéreos y marítimos y se preguntó si los está utilizando. Se trata, en concreto, de dos helicópteros con base en Vigo y Celeiro (Lugo) y de una flota de cinco barcos y 19 embarcaciones.
Cuando Alfonso Rueda, el sucesor de Alberto Núñez Feijóo al frente de la Xunta, decidió hacer caso a quienes le aconsejaban adelantar las elecciones autonómicas gallegas, hacía ocho días que los pellets habían sido vistos, por primera vez, en los arenales de Galicia. Su Gobierno ya sabía entonces lo que estaba pasando, porque, más allá de la llegada visible de los microplásticos, notificada en varias ocasiones al servicio de emergencias, el día anterior la Delegación del Gobierno se había puesto en contacto con ellos para advertirles de que el origen del problema podía ser un contenedor con 26 toneladas de minúsculas bolitas destinadas a fabricar productos plásticos que un carguero había perdido el 8 de diciembre frente a la localidad portuguesa de Viana do Castelo, prácticamente en el límite de la frontera con España. Pero no le dio importancia. Ni medioambiental ni política.