La primera moción de censura exitosa de la democracia española ha tomado por sorpresa a todos los partidos políticos. La llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa ha supuesto un golpe en el centro del tablero de juego que obliga a todos los participantes a redefinir sus estrategias y a buscar la posición más favorable desde la que enfrentar las próximas elecciones.
La tregua electoral, que comenzó en 2016 —en junio fueron las últimas generales y en septiembre las autonómicas en Galicia—, se está disipando. Andalucía ya está, en la práctica, en precampaña —votarán en marzo de 2019, a menos que Susana Díaz decida adelantar la convocatoria—. En menos de un año —el 26 de mayo— tendrá lugar el superdomingo electoral en el que los españoles tendrán que renovar los ayuntamientos, las asambleas legislativas de trece comunidades y el Parlamento Europeo. Y, en algún momento entre esa fecha y el verano de 2020, Pedro Sánchez tendrá que cumplir su compromiso de adelantar las elecciones generales.
La carambola socialista
Cuando regresó a la Secretaria General del PSOE, en mayo de 2017, Pedro Sánchez y sus colaboradores se fijaron el objetivo de ganar ls elecciones generales de 2020. Para conseguirlo, dibujaron una hoja de ruta que pasaba por definir una agenda social y una propuesta de diálogo territorial con las que empezar a reconstruir la deteriorada imagen del partido, muy dañada después de meses de luchas intestinas y en sus horas más bajas en respaldo popular.
Pedro Sánchez, en el acto de toma de posesión como presidente.
Con la primera pretendían devolver a su partido la identidad de izquierdas que, en su opinión, el PSOE había perdido al haber facilitado la investidura de Mariano Rajoy, y disputar ese terreno de juego a Unidos Podemos, su rival en la pugna por la hegemonía progresista en España. Con la segunda, Sánchez buscaba hacer valer la condición del PSOE como el único partido de ámbito estatal capaz de dar sentido a la España plural y, a través de ella, recomponer los vínculos entre Cataluña y el resto de España.
Para llevar a cabo semejante tarea, sin embargo, Sánchez necesitaba tiempo. Su intención, desde el principio, fue ganar en el Congreso la batalla de la iniciativa de la izquierda, así como la capacidad de atraer voluntades que hiciesen posible conseguir la masa crítica suficiente para poner en marcha una solución política en Cataluña. Un camino largo, que se propuso recorrer en tres años, que acaba de quedar desbaratado por su imprevista llegada a la Presidencia del Gobierno. El PSOE cumple tres objetivos: gana el Gobierno, envía al PP a la oposición y descoloca a Cs
El PSOE tiene ahora que redefinir sus objetivos. La llegada a la Moncloa le brinda la oportunidad de plantear las próximas elecciones desde una posición completamente diferente. Como confesó el portavoz del partido, Óscar Puente, en una entrevista publicada este sábado por el Diario de Valladolid, la moción de censura les ha permitido conseguir, de una tacada, tres objetivos: alcanzar el Gobierno en nombre de la responsabilidad ante los votantes de izquierdas, mandar al PP a la oposición “a regenerarse“ y “retratar” el “oportunismo” de Ciudadanos.
La moción de censura permite a Sánchez y a su Gobierno construir un escenario favorable a los objetivos del PSOE: visibilizar a su líder como alternativa a Mariano Rajoy después de meses de retroceso constante en las encuestas y de enormes dificultades para combatir el auge de Albert Rivera y Ciudadanos y tratar de demostrar que es posible sacar adelante una agenda social —en lo económico pero también en el ámbito de los derechos civiles— a pesar de la fragmentación política del Congreso. Sánchez quiere tiempo para, a partir de esos dos pilares, construir una victoria en las próximas elecciones generales, convencido de que la era de las mayorías absolutas ha terminado y que el futuro será para quienes entiendan que es necesario negociar y llegar a acuerdos.
La nueva estrategia del PSOE, ya como partido en el Gobierno, pasa por eso: demostrar que puede ser el eje de acuerdos políticos en el ámbito social y territorial.
La orfandad del PP
La hoja de ruta del PP es, sin lugar a dudas, la que más se ha visto trastocada con el cambio de Gobierno. El partido de Mariano Rajoy fue el más votado en las elecciones de 2015 y 2016, pero obtuvo los peores porcentajes de apoyo popular de su historia desde que José María Aznar rompió el techo electoral de Manuel Fraga.
Mariano Rajoy abandona el hemiciclo del Congreso tras la perder la moción de censura.
Rajoy siempre había dicho que su intención era agotar la legislatura y confiaba en poder hacerlo, sobre todos después de haber conseguido sacar adelante, con la ayuda de Ciudadanos y del PNV, el proyecto de Presupuestos generales para este año. Demorando la convocatoria electoral al otoño de 2019 o incluso a 2020, el expresidente esperaba tener tiempo suficiente para hacer frente a la amenaza creciente del partido de Albert Rivera —todas las encuestas sostienen que el partido naranja se alimenta de un flujo constante de votantes del PP desencantados— y consolidar una mejora de la situación económica que pudiese traducir en rebajas de impuestos y mejoras sociales, lo que su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ahora en funciones, definió en su día como “zanahorias” electorales para ganar en las urnas.
A lo primero que están obligados, tras su forzada e inesperada reubicación en el Congreso de partido de gobierno a principal fuerza de oposición, es a resolver su liderazgo. Los dirigentes consultados por infoLibre, conscientes de la necesidad de evitar una guerra sucesoria, están de acuerdo en que Mariano Rajoy, que aún es el presidente del PP, pilote los cambios.
El PP tiene que empezar a preparar ya las candidaturas para las municipales y autonómicas de 2019 y pensar en las generales, para las que ha perdido la ventaja de convocarlas a voluntad, porque ahora es Pedro Sánchez quien tiene esa facultad.
Rajoy pondrá en marcha el cambio de estrategia este martes en el Comité Ejecutivo Nacional del PP
Rajoy pondrá en marcha el cambio de estrategia este martes en el Comité Ejecutivo Nacional del PP. La mayoría de los dirigentes del partido creen que habrá una sucesión ordenada al frente del partido, quizá convocando un congreso extraordinario, y que renunciará a su escaño para facilitar la reordenación del grupo parlamentario, el mas numeroso del Congreso y que ahora tiene que ocuparse de la tarea de controlar al nuevo Gobierno.
La eventual designación de un nuevo portavoz, distinto de Rafael Hernando, puede dar pistas sobre la sucesión. Pero con toda probabilidad Rajoy intentará evitar una pugna entre María Dolores de Cospedal, secretaria general, y Soraya Sáenz de Santamaría, que en pocos días volverá a ser diputada rasa tras perder la Vicepresidencia del Gobierno.
Prudencia aparte, el relevo en el PP no puede demorarse demasiado, porque necesita además marcar distancias con el pasado. Las condenas por corrupción —las que ya han sido dictadas y las que previsiblemente se avecinan— son una factura muy elevada para un partido que debe afrontar un calendario electoral comprometido, en el que por primera vez tiene un competidor emergente en su terreno de juego —Ciudadanos—, que además está ansioso por sustituir al PP como partido hegemónico de la derecha.
Todos en el Congreso dan por seguro que el PP, muy herido tras perder el Gobierno, pondrá en marcha un durísimo marcaje a Pedro Sánchez en materia económica y territorial, muy en línea con la que Rajoy llevó a cabo contra José Luis Rodríguez Zapatero, cuya llegada a la Presidencia también consideraron irregular —se produjo tras los atentados terroristas del 11M—. Tampoco hay dudas sobre cuál será el segundo objetivo del partido de Rajoy: batir a Ciudadanos. No sólo para frenar el trasvase de votos del PP a la formación naranja sino para tratar de desmontar la imagen de su líder, al que se han visto obligados a soportar para formar mayorías en el Congreso pero a quien consideran poco fiable y culpan de haber propiciado el clima político que hizo posible la moción de censura.
Durante estos meses Ciudadanos ha intentado ser la oposición al Gobierno. Pero “ahora regresamos nosotros”, declaró a infoLibre un dirigente del PP. “Van a tener que mojarse y eso lo llevan fatal”.
La “competición virtuosa”
De las cuatro fuerzas políticas mayoritarias en el Congreso quizá sea la de Pablo Iglesias la que, en teoría, menos cambios debe introducir en su estrategia tras la llegada a la Moncloa de Pedro Sánchez. La formación morada lleva toda la legislatura proponiendo al PSOE lo que ha acabado haciendo: una acumulación de fuerzas para desplazar a la derecha del poder.
Pablo Iglesias, en la tribuna del Congreso.
Durante los días previos a la votación en el Congreso, llamó la atención la forma en que Podemos gestionó sus demandas al PSOE, muy diferentes de la de 2016, cuando su prioridad era batir electoralmente a los socialistas.
La situación creada tras el triunfo de la moción de censura es el escenario ideal para la puesta en práctica de lo que Íñigo Errejón, el candidato de Podemos a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, propone: que las dos principales fuerzas de la izquierda entablen una “competición virtuosa” que les lleve a hegemonizar el discurso público sin renunciar a sus diferentes proyectos.
La tesis de Errejón es que las dos principales fuerzas de la izquierda están condenadas a entenderse; de lo contrario las dos acabarán superadas por la derecha. En un artículo publicado en el diario El País antes de que la sentencia del caso Gürtel llevase al PSOE a dar el paso de presentar la moción de censura, el dirigente de Podemos alertaba de que “el cerco mutuo al que las fuerzas progresistas se han venido sometiendo ha agotado a amplios sectores sociales, les ha desgastado y les ha alejado del país real, regalando la iniciativa a las fuerzas conservadoras, que hoy cabalgan un clima social que parece serles más propicio”.
Y proponía seguir su ejemplo, porque PP y Cs —al menos hasta ahora— estaban manteniendo una “competición virtuosa” que combina una “puja al alza por ver quién ofrece propuestas más conservadoras, mientras comparten agenda y acuerdos estratégicos”. Una competición no exenta de fricciones “pero lejos de desgastar” ha hecho aumentar el peso de la derecha en el arco político “y ha escorado en sentido conservador a la sociedad española”.
Claro que esa es la propuesta de Errejón, cuyo sector es minoritario en Podemos. Está por ver si, a la vista del nuevo escenario, la facción hegemónica, liderada por Pablo Iglesias, decide ponerla en práctica.
Podemos quiere hacer valer su peso en las mayorías que debe tejer Sánchez
Su grupo parlamentario cuenta con 67 diputados —71 se si se tiene en cuenta a sus socios de Compromís, ubicados en el Mixto—. Son apenas 14 menos que el PSOE. Basándose en esa sencilla cuenta, y aunque no ha querido poner en riesgo la moción exigiendo puestos en el nuevo Gobierno, Podemos sí quiere hacer valer su peso en las mayorías que debe tejer Sánchez para sacar adelante sus proyectos. El propio Pablo Iglesias, en el debate de la moción, pidió al ahora nuevo presidente la firma de un acuerdo que haga común la hoja de ruta que el nuevo Gobierno va a tratar de transitar de aquí a la convocatoria de elecciones generales.
Ambas formaciones ya exploraron ese camino el pasado verano, una vez que Sánchez regresó al puente de la nave socialista. Y aunque la coordinación entre ambas formaciones no dio frutos —la crisis catalana acabó condicionando la mayor parte de los debates— en Podemos esperan hacer valer su voz para sacar adelante la agenda social que, con diferentes grados de coincidencia, comparten con el PSOE, y así empezar a devolver a los ciudadanos la factura de la crisis que el PP les ha hecho pagar. De hecho, los grupos que respaldaron la moción de censura ya han votado antes a favor de derogar reformas del PP en materia de pensiones, educación o mercado laboral.
en fuera de juego
La formación naranja se las prometía muy felices después de convertirse en la primera fuerza política catalana en las elecciones del 21 de diciembre. Este resultado no tuvo ninguna consecuencia práctica —los independentistas sigue teniendo el control del Parlament y desde este fin de semana también de la Generalitat—, pero les sirvió para poner despegar en las encuestas encuestasen casi toda España y crecer en expectativas de voto hasta el punto de dar por hecho que si hoy se celebrasen elecciones estarían en situación de formar Gobierno.
Albert Rivera, en rueda de prensa en el Congreso.
Las tendencias demoscópicas fueron lo que motivaron a su líder, Albert Rivera, a poner en marcha una estrategia de distanciamiento progresivo del PP y de Mariano Rajoy, de quien han sido principal soporte desde que comenzó la legislatura. Cs se ha mostrado cada vez más crítico con la aplicación del artículo 155 en Cataluña y llegó incluso a dar por finalizado su respaldo al Gobierno en esta materia. En opinión de Rivera, Rajoy debió ser mucho más duro, intervenir los medios de comunicación y la escuela pública y haber sido mucho más estricto en la supervisión del dinero que gastaba la Generalitat.
Hace pocos días, como parte de esta estrategia y con la vista puesta en las elecciones del año próximo, Ciudadanos presentó una plataforma para atraer los votos del nacionalismo español que con tanto éxito supo seducir en Cataluña y con los que espera seguir creciendo a costa del PP, al que Rivera enfrentaba desde hacía semanas en el Congreso como si fuera el líder de la oposición en vez de su principal aliado.
El discurso de “unir a los españoles en torno a un nuevo proyecto de España que mira al futuro” por encima de las ideologías es habitual de Ciudadanos. Emula al presidente de Francia, Emmanuel Macron, que también insiste en no definirse ni de izquierdas ni de derechas. La tesis que Rivera quiere instalar en la opinión pública es sencilla: “El sistema bipartidista entre conservadores y socialistas ha quedado obsoleto“ gracias a su partido.
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Cs necesitaba que el PP siguiese desgastándose en el Gobierno y que Sánchez no tuviese a su alcance una manera de remontar
Esta estrategia quedó seriamente dañada el viernes. Para mantenerla, Ciudadanos necesitaba dos cosas: que el PP siguiese desgastándose en el Gobierno y que Pedro Sánchez no tuviese a su alcance una manera de remontar. Por eso Rivera intentó esta semana, sin éxito, que la sentencia de la Gürtel condujese a elecciones anticipadas y no a un Gobierno alternativo a la derecha. Las encuestas le son propicias ahora, pero nadie sabe qué puede pasar dentro de unos meses: hace menos de un año, Cs era la cuarta formación en los estudios de intención de voto del CIS.
La formación naranja deberá reescribir el camino que se había trazado para llevar a Rivera a la Moncloa. Ahora tiene que competir con un PP libre de ataduras, con ganas de hacerle frente y mucho mejor situado para protagonizar la oposición a Sánchez. Y con un PSOE al que la moción de censura ha entregado el Gobierno, la mejor herramienta conocida para ganar elecciones.
La primera moción de censura exitosa de la democracia española ha tomado por sorpresa a todos los partidos políticos. La llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa ha supuesto un golpe en el centro del tablero de juego que obliga a todos los participantes a redefinir sus estrategias y a buscar la posición más favorable desde la que enfrentar las próximas elecciones.