Lola García, autora de 'El Naufragio': “En algún momento se tendrá que votar en Cataluña alguna solución”

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Fernando Varela

Vendrán otras travesías. Lola García (Badalona, 1967), una de las periodistas que mejor conoce los acontecimientos del procés independentista catalán, no se resigna al pesimismo que parece haberse impuesto en tantos sitios y cree que todavía hay espacio para recomponer en un conflicto en el que las voces que se escuchan son las que menos están dispuestas a ceder. García es directora adjunta de La Vanguardia y acaba de publicar El naufragio (Península, 2018), una “deconstrucción del sueño independentista”.

Pregunta: Describe el resultado del procés como un naufragio. ¿Hay suficiente botes salvavidas o esto va a acabar como el Titanic?procésTitanic?

Respuesta: Es un naufragio compartido entre los líderes soberanistas y el Gobierno de Rajoy: el barco se hunde porque los dos le hacen demasiados agujeros. Yo sí creo que hay botes salvavidas, siempre los hay en política, pero va a ser complicado reconstruir puentes, explicar a todo el mundo en qué situación nos encontramos, cuál es la estrategia a seguir a partir de ahora, recomponer los partidos… Eso va a ser complicadísimo. Pero en el libro también digo que vendrán otros a hacer nuevas travesías; esto no se acaba nunca.

P.: En el libro habla de 2012 como el año clave, el momento en el que Artur Mas decidió abrazar la causa independentista. ¿Hubo oportunidad de evitar el conflicto antes de esa fecha?

R.: Oportunidades hubo muchas. Yo pongo el foco en 2012 porque tengo que acotarlo a un tiempo determinado y entonces pensaba que lo que se ha llamado el proceso en sí podemos decir que empieza en 2012. Es un proyecto político y una movilización política, las dos cosas, sostenidas en todo este tiempo. Pero el conflicto catalán, evidentemente, no empieza en 2012, tiene muchas décadas. El germen de todo esto podría estar por ejemplo en 2010 o incluso mucho antes, yo creo que incluso antes, mucha gente pone la sentencia del Tribunal Constitucional como el momento clave. Pero yo creo que los problemas y el desencaje empiezan antes.

P.: Esa es quizá la gota que colma el vaso del problema…

R.: Sí, yo creo que sí, que hay una tormenta perfecta a partir de 2012 que tiene que ver con cosas que también pasan en nuestro entorno como la crisis económica, la globalización, la falta de perspectivas por parte de mucha gente, las nuevas formas de hacer política, el desgaste de los pactos de la transición… con un montón de cosas. Con todo eso añadido tienes un conflicto desde hace tiempo que es ese intento de Cataluña de sentirse bien dentro de España que no acaba de cuajar y no acaba de encontrarse una fórmula que satisfaga a todos.

  “Las personas que han dado el paso hacia la independencia difícilmente van a volver atrás”

P.: Hay una parte de la población catalana que ha abrazado el independentismo muy recientemente. ¿Tiene marcha atrás esa conversión?

R.: Sentimentalmente es difícil. Las personas que han dado ese paso no creo que vayan a dar un paso atrás. Pero uno se puede sentir republicano y pensar que en un momento dado esa no es la prioridad, que hay otras cuestiones más importantes o que en ese momento la monarquía que hay no le provoca tanto rechazo como para ponerlo en el primer plano de su agenda política. Eso sí que puede pasar. Y para que eso pase tiene que haber propuestas, respuestas, y tiene que haber otras vías para canalizarlo. Ahora, sentimentalmente, es difícil que alguien que ha dado ese paso vuelva hacia atrás. A lo largo del tiempo ya veremos, pero en esta generación, en este momento, en los próximos años yo creo que eso es complicado. También puede haber gente que en un momento dado, en unas elecciones considere que no quiere tensar más la cuerda y no opte por un voto independentista aunque sentimentalmente se sienta independentista. Yo creo que los comportamientos políticos fluctúan, pero sobre la base de un sentimiento que creo que no varía.

P.: ¿La sociedad está tan rota como nos la pintan algunos políticos?

R.: La verdad es que cuando he hablado con gente de fuera de Cataluña aparece más rota de lo que está. Pero también es cierto que cuando parte del independentismo asegura que no hay ningún tipo de fractura social parece una visión muy simple. Es un tema sentimentalmente tan potente que se acaba inmiscuyendo en muchos ámbitos de la vida cotidiana de la gente. Y como además tenemos la situación de los presos, y eso conlleva una cierta protesta y escenografía, se pueden producir roces. Yo creo sinceramente que los roces se producen más inducidos por la política y por pequeños grupos que buscan que salten chispas que por parte del común de la gente. No creo que haya un problema de convivencia grave, pero sí hay una división social.

P.: ¿De verdad Puigdemont no avisó a Junqueras de su huida de España como revela en el libro? El expresident dice que no es verdad…

R.: Que Junqueras sabía que en algún momento eso podía producirse sí que es cierto, porque no es algo que se plantee el último día y a última hora. Es verdad que en algunas de las reuniones de lo que se llamaba el estado mayor, el núcleo dirigente del proceso independentista de los últimos años ese tema había salido, la posibilidad de marcharse a Bélgica. E incluso se habían hecho consultas con abogados. Es decir, que eso estaba sobre la mesa, sí. Que Puigdemont lo comentó con otros consellers de Esquerra, incluso algunos como Toni Comin se fueron con él, pues también. Pero que tuviera una conversación directa con Junqueras para decírselo, a mí desde luego no me consta. En ese último período las relaciones entre los dos son bastante difíciles. Y Puigdemont considera a Junqueras el responsable de que no se convocaran elecciones. Él cree que, de haber tenido el respaldo de Junqueras, podría haber convocado elecciones y se hubiese ahorrado el 155 y algunas de las cuestiones que pasaron. Puigdemont hace responsable a Junqueras porque no le dio apoyo suficiente, porque dejó que Marta Rovira le mostrara lo mal que lo iba a pasar como traidor si convocaba elecciones… En fin: considera que ahí el vicepresidente no estuvo a la altura y no le respaldó en ese momento crítico.

P.: Ese día, en el que Puigdemont iba a convocar elecciones y cambió de opinión, parece una de las jornadas más singulares de todo el proceso. Al menos en parte, en esas horas críticas, las redes sociales contribuyen a empujar al president a seguir adelante. ¿Hasta qué punto las redes sociales fueron un factor de distorsión?

R.: Lo que ocurre es que esta crisis política se produce en un momento en el que la política ha hecho muchos cambios, va a una velocidad trepidante, increíble. No hay tiempo prácticamente para pensar las cosas, madurarlas y tomar las decisiones. Las redes sociales forman parte de eso y si a nosotros como ciudadanos normales nos influyen, a los políticos también. Yo no diría que Puigdemont tomó la decisión en función de las redes sociales, aunque tuvieron influencia —es un gran defensor de las redes sociales, las sigue y es un tuitero activista—. No creo que fuera el único elemento. Hubo también varias personas de su partido que le dijeron que se darían de baja. Hubo dos consellers, Rull y Turull, que también le dijeron que no podría prácticamente ni salir a al calle si hacía eso. Había una manifestación en la plaza de Sant Jaume en esos momentos que le estaba acusando de traición… Y yo creo que hay un factor que es determinante y es que cree que Rajoy va igualmente a aplicar el 155 aunque él convoque elecciones, tal es la desconfianza que se tienen. Son dos personas que prácticamente no se conocen, aunque hayan tenido un par de encuentros, pero se conocen poco. Y yo creo que él está convencido de que se va a aplicar igualmente el 155 y actúa ante el riesgo de quedar como un traidor, de desobedecer a su íntimo convencimiento de declarar una independencia que siempre había formado parte de su esencia vital. No tener el apoyo de su socio y pensar que Esquerra va a acusarle también de traición y aprovechar que convoca elecciones para acusarle de echarse atrás, si a eso le añades encima que crees que no vas a conseguir que el 155 no se aplique, tienes un cuadro completo del que las redes sociales son una parte. Influyen, pero no lo son todo.

P.: ¿Es viable una solución que no pase por votar?

R.: El presidente Pedro Sánchez lo dijo el otro día, que la solución pasaba por votar y probablemente es así. En algún momento se tendrá que votar alguna solución. Si eso es un referéndum sobre la independencia o sobre otro tipo de propuesta —o sobre las dos cosas al mismo tiempo—, lo veremos. Hasta ahora el independentismo ha basado su estrategia en pedir el referéndum de independencia como si solamente existiera esa fórmula para votar. Como al otro lado no había nada, no había ninguna propuesta, esa era la única. Ahora lo que se está planteando al otro lado es votar, sí, pero sobre otra cosa. Lo que pasa es que, de momento, es tan indefinido que todavía no acaba de cuajar. ¿Ventajas e inconvenientes de las dos? Pues, probablemente, votar un referéndum de independencia es mucho más claro y mas nítido, todo el mundo sabe a qué atenerse. Pero el inconveniente es que es una sociedad muy dividida, al 50%. Es una solución extrema: ahí vas a tener a la mitad de la sociedad descontenta seguro.

P.: Hace falta entonces votar pero sobre una propuesta capaz de construir una mayoría más amplia.

R.: Claro. Eso tampoco satisfará probablemente al 30 por ciento o algo más de la población que pueda ser más independentista y que solamente quiera la solución de la independencia, pero a lo mejor sí complace a un 60%. Depende de qué propuesta se ponga encima de la mesa pero yo sí que creo que la solución pasa por una votación.

  “El independentismo ha basado su unilateralidad en el silencio del otro lado; tiene que haber otra respuesta”

P.: Con todo lo que ha pasado, ¿cree que es posible una repetición de un intento unilateral?

R.: Puede volver a ocurrir. Es un escenario menos probable, pero posible. Lo peor de esta situación es que yo creo que el Gobierno de turno en la Moncloa tiene que ser muy consciente de que desde luego metiendo gente en la cárcel no va a conseguir solucionar el problema. No digo que no tenga que haber un juicio, pero si mañana se decidiera volver a la vía unilateral y en lugar de meter a 20 personas en prisión meten a 50, no creo que vayamos a solucionar nada. Lo que hay es que evitar que se produzca esa unilateralidad y, por tanto, nos ahorraremos la segunda parte. Creo que puede ocurrir en la medida en que no se tome en serio y no se dibujen escenarios de futuro para posibles propuestas. El independentismo ha basado su unilateralidad en el silencio del otro lado, en la apatía del otro lado. Eso es lo que creo que no puede ocurrir: tiene que haber otra respuesta. Y tiene que haber también un proceso dentro de Cataluña de intentar buscar mas consensos. Es difícil ponerte de acuerdo con el Gobierno de España si dentro de Cataluña tampoco consigues tender puentes hacia la otra mitad del escenario político.

P.: Supongo que no ayuda a esos consensos que la derecha trate de construir un relato en el que una parte del problema son los medios públicos y la escuela catalana.

R.: No creo que ayude en absoluto. Lo que hace es crear tensión, inflamar más los ánimos, que ya bastante inflamados están. Creo además que es una posición un poco cínica, sobre todo por parte del PP, que forma parte del naufragio. No consiguió solucionar, ni siquiera encauzar, el conflicto por ningún sitio durante los años que estuvo en el poder. Y ahora, aparte de pedir mano dura hacia el independentismo, ¿cuál es su propuesta? Yo no la veo por ninguna parte. El PP no es proactivo, es sólo reactivo: “Hay unos señores que quieren la independencia y no les voy a dejar moverse para ningún sitio”. Podemos tener 20 personas en prisión, a lo mejor 50 o 100. ¿Esa es la única solución? Me gustaría que además de ser muy duros con el independentismo propusieran algo a esta sociedad porque seguir igual no creo que sea una propuesta.

P.: Se dice que en las guerras la primera víctima es la verdad. Auque no haya una guerra, ¿la primera víctima ha sido la verdad, también en Cataluña?

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R.: Me da mucha tristeza que a los periodistas, y entre nosotros incluso, pretendamos incluso ponernos una etiqueta para simplificar y poder decir que este periodista es independentista y este no lo es. Esto es simplificar la realidad o incluso algo peor. Decir que es equidistante es como un pecado mortal. Eso sí me produce pena, porque antes tú podías pensar que tal periodista tenía un sesgo ideológico hacia este lado o hacia otro, pero no había esa visión tan tremenda. Eso invalida todos tus trabajos y sí que me da pena, porque nos hacemos un flaco favor incluso a nosotros mismos.

Ahora bien, en cuanto a los medios, yo no he tenido grandes dificultades en ir explicando lo que he ido explicando, más allá de las dificultades que pueda tener cualquier persona que vive inmersa en un conflicto de estas características. La verdad es que en mi medio yo me he sentido muy cómoda. Creo que cada medio se ha comportado honestamente con su línea editorial, ha explicado lo que ha creído que estaba pasando. Aquí hay diarios con una línea editorial más independentista o menos. O nada. Cada uno ha explicado el proceso tal y como lo ha ido observando. Sí que creo que no hemos explicado bien cómo se veía desde Madrid, desde otros puntos de España, y creo que eso también ha ocurrido en los medios que sobre todo vienen de Madrid.

Lo que pasa es que en el caso de la prensa de Madrid durante mucho tiempo no creyó que esto tuviera la suficiente relevancia. Hay como una especie de desembarco final, en el último momento, cuando esto adquiere unas dimensiones muy considerables. A nosotros nos ha faltado información de Madrid y en Madrid ha faltado información de lo que estaba ocurriendo verdaderamente aquí. Eso sí que puedo ponerlo en el debe de todos los periodistas.

Vendrán otras travesías. Lola García (Badalona, 1967), una de las periodistas que mejor conoce los acontecimientos del procés independentista catalán, no se resigna al pesimismo que parece haberse impuesto en tantos sitios y cree que todavía hay espacio para recomponer en un conflicto en el que las voces que se escuchan son las que menos están dispuestas a ceder. García es directora adjunta de La Vanguardia y acaba de publicar El naufragio (Península, 2018), una “deconstrucción del sueño independentista”.

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