A partir de este domingo 9 de mayo, con la caída del estado de alarma, España entró en otra fase de la lucha contra la pandemia. Pero los especialistas creen que se trata de una discusión más jurídica y administrativa que sanitaria, dado que muchas indicaciones son las mismas. Muchas comunidades han aprovechado, impulsadas por la incertidumbre de si los tribunales autonómicos aprobarán o no sus medidas, relajar restricciones que amparaba el decreto del Gobierno central como el cierre de fronteras o el toque de queda. Otras han quitado limitaciones que entraban antes y entran ahora en su competencia, como las de aforo en determinados comercios. Por lo tanto, la responsabilidad individual vuelve a colocarse en el foco, aunque nunca se había ido. Podemos recitar la receta de carrerilla: mascarilla, distancia física, higiene de manos. Todo el mundo se la sabe, aunque no todo el mundo la cumpla: la noche del sábado al domingo fue escenario de aglomeraciones al exterior celebrando el fin del toque de queda. Muchos, sin mascarilla.
Pero más de un año después de aquel fatídico marzo, la Salud Pública llama a ir más allá. Haciendo una apuesta decidida por los exteriores aprovechando la primavera, explicando mucho mejor los entornos de riesgo y animando a disfrutar de los de peligro ínfimo; y recordando que es necesario mantener la "tensión" para ganar esta última batalla contra el covid, censurando comportamientos inapropiados pero sin sacar el dedo acusador a las primeras de cambio. Las administraciones buscan derrotar definitivamente la pandemia, pero también deben tener en cuenta, creen los expertos, que España lleva más de un año en plena restricción de libertades. Hay que ofrecer alternativas seguras, no solo señalar las inseguras.
¿El lío de decisiones políticas y jurídicas ante el fin del estado de alarma puede contribuir a la fatiga pandémica? El epidemiólogo y especialista en Salud Pública Pedro Gullón cree que sí, pero que en cierta manera no queda otro remedio. Porque, hagas lo que hagas, el cansancio es inevitable. "Es muy difícil de combatir ante una población que está extremadamente agotada" de vivir bajo el yugo del covid. Su colega Mario Fontán opina lo mismo: "Me cuesta creer que cualquier cosa que se haga no aumente la fatiga pandémica". Reconocen que, en cierta manera, se puede recuperar la sensación de injusticia ya vivida en Semana Santa ante unas restricciones que están vigentes en zonas con cifras de nueva normalidad y que desaparecen por orden judicial en otras con alta incidencia: es el caso del toque de queda en Euskadi y en Comunitat Valenciana.
Fontán apunta a que la descoordinación tiene sus desventajas, pero que la alternativa no puede ser apostar por medidas que limitan derechos fundamentales sin una reflexión que justifique, ante el juez y ante la opinión pública, la decisión de restringir la libertad. "No podemos creer que ciertas decisiones son fáciles de tomar. Hay que entrar en este tema teniendo en cuenta todos los matices".
Ambos expertos coinciden en el amplio margen que tienen las comunidades autónomas para seguir controlando la pandemia sin un estado de alarma que solo garantizaba la viabilidad de medidas muy concretas que tampoco eran, en opinión de los epidemiólogos, la panacea. El cierre de fronteras permite a la administración regional preocuparse solo de la transmisión que se produce en sus dominios, sin tener que estar pendiente de flujos de viajeros externos: y el toque de queda prohíbe la circulación nocturna para evitar concentraciones de ocio legal e ilegal. Para compensar lo primero no hay mucha alternativa, para lo segundo sí. "Puedes restringir la circulación o puedes hacer que ningún comercio esté abierto. A veces no es tan importante que la gente no pueda circular sino que no tenga alternativas de socialización en lugares peligrosos". En esencia: las actuaciones más eficaces para cortar contagios indiscriminados, la clausura de interiores, sigue en mano de las autonomías. También tienen potestad de sobra para evitar aglomeraciones que, a pesar de ser al aire libre, no son seguras si no se acompaña de un uso estricto de la mascarilla. Pero no puede ser lo único.
Gullón propone, porque mejor tarde que nunca, poner en valor el documento aprobado por el Consejo Interterritorial titulado Actuaciones de respuesta coordinada para el control de la transmisión de COVID-19; más conocido como el semáforo covid. En este texto, consensuado por las autonomías, se establecen medidas recomendadas –nunca obligatorias– a acometer cuando se sobrepasan ciertos baremos relacionados con la incidencia, la trazabilidad, el número de positivos por test realizados o la presión hospitalaria. Al estar realizado por técnicos, darle más publicidad y justificar las decisiones en base al documento puede reducir la fatiga, considera el epidemiólogo: se elimina la presunta arbitrariedad. "Son argumentos que un juez puede comprar, y partir de esa ruta común ayudaríua mucho a evitar la sensación de que cada uno hace lo que quiere. Ofrece la posibilidad de introducir acciones que están contrastadas científicamente".
Entre la "tensión" y el "paternalismo"
Tanto Gullón como Fontán temen que la desescalada y las alusiones a la responsabilidad puedan desembocar en una "culpabilización individual", señalando al ciudadano como el único causante de un nuevo baile de cifras. "Creo que vamos a volver al papel de Pepito Grillo de la salud pública, que solo vale para mandar restricciones. Hay que pensar en una salud pública que construya una mejor vida. No consiste solo en decir que no puedes hacer lo que sea. Tenemos que estar vigilantes, pero tenemos que hacerlo desde un punto de vista positivo". La comunicación no puede basarse en todo lo que no hay que hacer –que es necesario–, sino también en lo que sí podemos y debemos hacer, aunque conlleve un riesgo mínimo. Como, por ejemplo, quedar en parques: por nuestra salud mental y nuestras necesidades de sociabilización. No podemos estar todo el rato en casa.
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"Es fácil crear dicursos desde un marco de una salud pública reactiva, pero el espíritu de la salud pública, y que necestamos especialmente ahora en este contexto, es el de ser una salud pública activa y propositiva que plantee maneras colectivas de vivir vidas que merezcan la pena ser vividas", añade Fontán, que critica el "paternalismo" de ciertos posicionamientos, asumiendo que el ciudadano solo funciona en pandemia mediante la orden. El especialista cree que hay que mantener cierta "tensión", porque aún quedan colectivos vulnerables sin vacunar o con una sola dosis y un nuevo aumento de la transmisión puede poner sus vidas en riesgo. Y no solo por lo estrictamente pandémico. "Ciertas medidas pueden seguir siendo necesarias para cuidar al sistema sanitario" que, a pesar de la estabilización de los datos, sigue con Unidades de Cuidados Intensivos al límite y con la Atención Primaria sobrepasada por la falta de manos para tratar todas las enfermedades que no son covid. Pero eso no puede ser excusa para regañar a todas horas, en vez de proponer.
En mayo, con la mayoría de los mayores de 60 años vacunados, se profundizará una tendencia que ya se observa: la incidencia puede subir, por los contagios en jóvenes sin inmunizar, pero no tiene por qué traducirse en un agravamiento de la crisis sanitaria al no repercutir en las cifras de hospitalizados o fallecidos, recuerda Fontán. Una enfermedad que afecta de manera leve a la gran mayoría no protagoniza el mismo escenario que durante la primera ola. Aun así, hay que seguir, porque faltan días para ese escenario y un crecimiento de los contagios en tramos etarios más a salvo puede desembocar en una enfermedad grave para otros.
Entre el equilibrio al que llaman los expertos se pueden colar medidas imaginativas para potenciar el exterior, que fomentan la actividad en vez de restringirla. "La apertura del ocio nocturno puede esperar a cambio de una alternativa. Como, por ejemplo, festivales al aire libre que contraten a todos los trabajadores de ese sector que se quedan fuera", propone Gullón. Pero tras más de un año de crisis sanitaria, es escéptico. "Seguramente veremos antes la apertura de las discotecas". De hecho, Ciudadanos ya ha propuesto en Madrid la vuelta del ocio nocturno para evitar aglomeraciones en la calle, una medida con poco sentido epidemiológico al ser mucho más seguro el aire libre. En estos debates, poco tiene que ver el estado de alarma.