Una democracia conquistada Daniel Bernabé
¿50 años sin Franco?
“Hoy dista mucho de ayer. ¡Ayer es Nunca jamás!”. Antonio Machado
Se anuncian desde el gobierno de coalición no sé cuántas cosas para conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Franco. En realidad, la versión oficial no es ésa. La versión oficial es que desde la muerte del dictador, España entra en la fase de la libertad. De ahí, el título de la conmemoración: España en libertad. No soy muy amigo de este tipo de eventos. Demasiadas veces el sello institucional estrecha el abanico de posibilidades. Y sobre todo, limita las dimensiones del lenguaje. No sé si se acuerdan: aquella Libertad sin ira que martilleó nuestros oídos y los dejó sordos para no oír los tiros que sonaban en los descampados, en los despachos laboralistas, en las iglesias donde se celebraban asambleas obreras, en las calles que se llenaban de manifestaciones para gritar bien alto que la violencia fascista no había desaparecido con la muerte de Franco.
No sé qué decirles. Me viene a la cabeza José Bono, cuando era ministro de Defensa en el gobierno de Rodríguez Zapatero. Año 2004, el Día de las Fuerzas Armadas. Un veterano de la División Azul y otro que luchó defendiendo la República desfilaron juntos portando entre los dos las flores de la reconciliación. Miedo me da eso de la reconciliación. Las palabras vuelan hoy más confusas que nunca. Domina el lenguaje y el mundo caerá rendido a tus pies. He dicho muchas veces lo que escribe el historiador Francisco Espinosa Maestre: “El franquismo no sólo se apropió de la historia y de la memoria sino que también corrompió las palabras”. Ojo con las palabras siempre y en especial a lo largo de este año memorialista. Ojo con el gato por liebre. El frasco donde todo cabe y al agitarse qué queda de ese todo. Las flores que portaban los dos elegidos por el ministro Bono se marchitaron antes de llegar a ninguna reconciliación. Los ingredientes del guiso estaban mustios antes de encender la cocina. La historia no se construye con sentimentalismos sino con la verdad de los hechos, con el papel certificado que jugaron sus protagonistas, con la necesidad de que las heridas no sean moneda de cambio para cerrarlas de la manera que sea.
Eso de las heridas es ya una enrocada cantinela en la trinchera de las derechas. Y va a seguir siéndolo más que nunca en estos doce meses. Todo lo que no sea seguir con el franquismo es para esas derechas reabrir las heridas de la guerra. Hablan de las heridas de la guerra. No hablan de las heridas de la dictadura franquista. La dictadura franquista les gusta. Les ha gustado siempre. No sólo a Vox. Le ha gustado siempre al PP. Los dos partidos vienen de ahí, de ese tronco común. Y ahí siguen. Lo que dice Núñez Feijóo estos días en que se anuncian las celebraciones, unas celebraciones que a mi entender habrían de ser más de historia que de memoria: “Ellos, a la España con Franco, porque ya son pasado como él. Y nosotros, a la España sin Sánchez, que es la de España con futuro. Ellos con su amargura a volver a los años 40, 50, 60 y 70. ¡Qué pereza dan!”. Se le ven las patitas fachas al gallego. No lo pueden evitar él y los suyos. Lo llevan grabado en su ADN. La democracia les provoca sarpullidos. Aquí saco la palabra mágica: democracia. Ojo también con las exageraciones: la nuestra es, en palabras de Pedro Sánchez, “una de las democracias más plenas del mundo”. Ojo con las exageraciones. A veces, demasiadas veces, nos puede la exageración, como dicen los tópicos que en València suena con más armonía y empaque una mascletá fallera en la Plaza del Ayuntamiento que la Novena de Beethoven.
Me preocupa que un país al que le robaron la historia y la memoria durante cuarenta años y buena parte de los que siguieron a partir de 1975 no esté a la altura que una “democracia tan plena” se merece
Otra palabra que apunta a no sé cuántas interpretaciones: Transición. ¿Qué lugar ocupará en el programa conmemorativo? ¿Seguiremos con lo de que es inmejorable, pacífica, modélica…? ¿Seguirá siendo un homenaje a la monarquía como si la monarquía no hubiera sido impuesta por Franco y metida de tapadillo en la Constitución, olvidando, además, el papel que jugó el rey el 23F? ¿Seguiremos escondiendo a las más de seiscientas víctimas de esos años, muchas de ellas a manos de la policía y la extrema derecha en una complicidad criminal bendecida por la democracia? Recuerden que muchos de los más crueles policías torturadores del franquismo fueron ascendidos en el escalafón por los gobiernos de Felipe González. Y una pregunta que considero importante: ¿pesará más a la hora del recuento la Ley de Amnistía de 1977 que la Ley de Memoria Democrática de 2022? Aquí no tengo dudas a la hora de la respuesta: sí. Y los jerifaltes franquistas seguirán sin ser juzgados. Y más interrogantes: ¿habrá manera de que el alumnado de Enseñanza Secundaria llegue a conocer el período de la historia que abarca desde la Segunda República hasta ahora mismo?
No sé cuántas veces aparecerá la palabra República en la anunciada conmemoración. Me temo que no muchas. Como tampoco aparecerán los nombres de los partidos políticos de izquierdas que, desde su escasez de medios y una entrega militante a prueba de tiempo y de cansancio, dieron la tabarra para que el franquismo fuera puesto en la picota de la desaparición. Sin esos partidos no se pueden entender mucho de lo que fue el último franquismo y sobre todo la Transición a la democracia. Me acuerdo de lo que fueron esos partidos cuando leo lo que dice Díaz Ayuso sobre la decisión de conmemorar los 50 años de la muerte de Franco: “el gobierno ha decidido quemar las calles y provocar violencia con grupos muy minoritarios…”. Precisamente fueron sus admirados grupos fascistas los que convirtieron las calles de la Transición en un campo de batalla regado por asesinatos a destajo. Todos tenemos en nuestra memoria alguna muerte amiga en esos años. Y qué rabia comprobar que muchos de aquellos asesinos nunca fueron condenados, que algunos de los que sí lo fueron se fugaron fácilmente a dictaduras extranjeras y al regreso llevaron una vida como la de los nazis en la España del franquismo. Llamativo es el caso de Emilio Hellín, militante del partido ultraderechista Fuerza Nueva, condenado a 43 años de cárcel por el secuestro y asesinato en 1980 de Yolanda González, joven militante del Partido Socialista de los Trabajadores. A los siete años se fugó a Paraguay y, al ser detenido por la Interpol y devuelto a España, cumplió seis años de condena. ¡¿Qué bien, no?! Se cambió el nombre y ahora goza de un “gran prestigio” como perito judicial en casos de corrupción y realiza la tira de trabajos para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Por eso, un detalle a tener en cuenta: aquí no hemos vivido 50 años sin Franco. Para nada. Esa bestia parda tan admirada por el PP y Vox ha estado muy presente en nuestra vida desde aquel 20 de noviembre de 1975. Las políticas de memoria no han existido o han sido tibias a más no poder. La Ley de Memoria Democrática de 2022 mejoró la de 2007, pero su desarrollo e implantación siguen siendo una incógnita. De hecho, muchas de las exhumaciones de fosas comunes son paralizadas por jueces que no ven con buenos ojos esos trabajos que vienen de una exigencia insoslayable: verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición para las víctimas.
No sé qué dará de sí el programa dispuesto por el Gobierno para la celebración España en libertad. Ojalá que a nadie se le ocurra inventar una canción. Pero con tonadilla o sin ella, me preocupa que un país al que le robaron la historia y la memoria durante cuarenta años y buena parte de los que siguieron a partir de 1975 no esté a la altura que una “democracia tan plena” se merece. Y que tenga razón Antonio Machado con sus versos: “Y todo en la memoria se perdía / como una pompa de jabón al viento”. De momento, una noticia que puede significar mucho en mis dudas sobre la conmemoración anunciada: el rey no puede asistir a la inauguración. Dicen que por motivos de agenda. Pero sí que participará en la visita institucional a los campos nazis de Auschwitz y Mauthausen para mostrar, según el gobierno, “el importante papel que jugó la monarquía en la Transición”. Como si no hubiera campos de concentración en España para rendirles una visita. Como si no los hubiera. No quiero ser el quejica persistente que todo lo ve a oscuras. Pero es que son ya demasiados los sueños de tanta gente que fueron impunemente traicionados. A lo mejor con las mejores intenciones, es posible Pero con los mismos resultados de frustración que acompañaron tantas esperanzas en que los últimos cincuenta años este país dejara de vivir, pero de verdad y no de boquilla, con la sombra y el peso de Franco en las espaldas, y con el silencio vergonzoso de lo que fueron la historia y la memoria de la Segunda República y de quienes defendieron su indiscutible legitimidad hasta la muerte.
Ojalá el año de España en libertad no sea de nuevo una frustración y podamos decir que la sombra de un pasado de indignidad y de indecencia ha sido enrunada definitivamente por la democracia. Ojalá digo. Ojalá.
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Alfons Cervera es escritor. Su último libro es 'El boxeador', editado por Piel de Zapa.
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