Las guerras de Feijóo (y de sus antepasados) Jesús Maraña

Ya está. Todo se ha consumado, como se decía en alguna parte de la Biblia. Desde el 28 de mayo de 2023, cuando el PP pactó con Vox el gobierno valenciano de coalición, no teníamos ninguna duda. Incluso cuando no mucho más tarde la ultraderecha rompió el acuerdo, sabíamos que esa ruptura no era más que un paripé. Sabíamos que el PP de Carlos Mazón y Vox seguían siendo esos amiguitos del alma que acuñó Francisco Camps en sus tiempos de amor apasionado con el Bigotes y la Gürtel. Sólo se trataba de esperar el momento en que aquella relación que, a ojos enrabietados de Feijóo, le jorobó la presidencia del Gobierno, regresara a sus cauces naturales de cordial entendimiento. Y ya está. Todo se ha consumado. El lunes 17 de marzo, en plena euforia fallera, regresó Mazón de su escondite secreto donde andaba desaparecido y con todo el aplomo del mundo nombró a Santiago Abascal presidente de la Generalitat Valenciana.
El tiempo de Mazón se ha acabado. Ninguna duda en ninguna parte. Y aún menos entre los suyos. Se trataba de esperar el momento oportuno para ponerlo de patitas en la calle. Pero eso no era fácil. Para nada lo era. No hay repuesto en las filas del PP valenciano. Menudos lumbreras se sientan en su bancada de las Corts. Y defenestrar al presidente “noqueado” era reconocer que el partido, no sólo Mazón, era el responsable de la tragedia que vivimos aquel fatídico 29 de octubre del año pasado. La estrategia era esperar que el tiempo lo borrara todo. La huella de las víctimas mortales, el dolor de quienes las sobrevivieron, el terrorífico paisaje que las aguas dejaron tras la barrancada. Como tantas otras veces, la seguridad en las filas del PP de que el tiempo lo cura todo y de que cuando llegara el olvido las cosas volverían a la normalidad, esa normalidad que para ellos no es otra que bailar a la chita callando sobre la tierra calma de la desmemoria.
Ya va para la sexta anunciada manifestación en València exigiendo la dimisión del presidente del Consell. Será el sábado 29 de marzo, justamente cuando se cumplen cinco meses de la maldita dana. Mientras tanto, el PP se ha inflado a contar mentiras, a cambiar las versiones de por qué no estaba Mazón donde debió estar el día del horror. La última versión ha salido del Palau de la Generalitat coincidiendo con la fiesta de las Fallas. No ha aparecido en ningún momento en el balcón del Ayuntamiento de València, que es el sitio donde se hacen visibles personalidades de la política, de la cultura, de la economía… Y aquí la última versión de las ausencias clamorosas de Mazón en todos los eventos públicos: el presidente no estaba para fiestas y andaba entregado en cuerpo y alma a la “reconstrucción”. La palabra mágica desde que compareció en las Corts y dijo que se quedaría de presidente hasta que culminara su entrega a la recuperación de los desastres de la Dana. Desde entonces anda desaparecido. No puede salir a la calle porque la gente le recuerda a gritos que por qué no estaba, y dónde, dando la cara mientras cientos de muertos y desaparecidos ocupaban el cauce loco de la torrentera.
La dimisión estaba cantada. Pero el PP no sabía cómo llevarla a cabo. Todo era cuestión de tiempo, decía o pensaba Feijóo. Mientras tanto, Mazón tenía un solo objetivo: apurar los cuatro años de mandato. Y no para trabajar codo con codo en la reconstrucción que tanto predicaban él y su partido. El motivo era mucho más sencillo: si llega al final de la legislatura, en 2027, su vida será un chollo de campeonato: se embolsará 75.000 euros anuales durante los siguientes quince años. Y dispondrá de coche oficial, chófer, personal de asesoramiento y despacho. Esa es la famosa “reconstrucción” a la que está dedicado Mazón en cuerpo y alma desde que se despidió de la calle hace cinco meses. Y ahora llega la última hazaña del nada honorable presidente de la indignidad. El pacto con Vox para aprobar los presupuestos de 2025. Los amiguitos del alma se abrazan y cantan victoria sobre las huellas de una tragedia que no vamos a olvidar aunque ellos quieran.
Fueron Mazón y Abascal los primeros en pactar un gobierno de coalición. Fue la cosa tan rápida que a Feijóo le arruinó el brindis desde el balcón de la madrileña calle Génova la noche del 23 de julio de 2023. Ahora han vuelto aquellos abrazos yo diría —hoy con más razón que nunca— que entre las dos ultraderechas. En una comparecencia que avergüenza a la más mínima cultura democrática, Mazón fue desbrozando el pasado lunes el territorio del acuerdo: nada de cambio climático aunque los suyos en Europa digan lo contrario, nada de dinero para las organizaciones que se ocupan de los problemas sociales de la gente, nada para la recuperación de la Memoria Democrática, nada para la normalización lingüística… y todo para combatir a sangre y fuego la llegada de inmigrantes. Siempre he pensado, y más en los últimos tiempos, que las diferencias entre el PP y Vox no eran de gran envergadura, que Abascal sale de las costillas de Aznar y Primo de Rivera, que Feijóo no era lo que se decía cuando desembarcó en Madrid porque Díaz Ayuso le había señalado a Pablo Casado la puerta de salida y en ese partido lo que dice Díaz Ayuso va en la Villa y Corte a la misa grande de todos los domingos.
El pasado lunes se confundieron en un solo cuerpo y una mente única Mazón y Abascal. Hablaba el de Vox por la boca entusiasta del aparecido. La aprobación de los presupuestos era lo de menos
El pasado lunes se confundieron en un solo cuerpo y una mente única Mazón y Abascal. Hablaba el de Vox por la boca entusiasta del aparecido. La aprobación de los presupuestos era lo de menos. Lo de más era que Mazón daba un paso hacia los 75.000 euros durante quince años (o al menos eso creen él y la boca pequeña de Feijóo y Borja Sémper) y Abascal se coronaba públicamente como el primer presidente de Vox de una comunidad autónoma. A partir de ahora será Vox quien dictará lo que ha de hacer o no hacer el Gobierno valenciano. No hará falta que vuelvan a pactar un gobierno de coalición como en 2023. Amarrado en su despacho del Palau, echando cuentas de la pasta que le espera si aguanta estos dos años, Mazón será ahora un presidente cautivo por partida doble. Por un lado, las consignas diarias de Abascal para que nadie en el PP se olvide de quién es el jefe. Y, por el otro, lo tendrá igual o peor: seguirá sin poder salir a la calle en estos dos años. La tragedia del 29 de octubre no la vamos a olvidar tan fácilmente como creen Feijóo y sus cantores. Por eso no van a parar las manifestaciones para exigirle que se vaya a casa y deje tranquila la ya de por sí intranquila memoria del horror, un horror que a él le importó un pito entonces y le sigue importando un pito cinco meses después de aquellos días. Voces que seguirán gritándole que las víctimas de aquella barrancada le exigen memoria, justicia y reparación. Aunque él piense, en el colmo de su indecencia y su cinismo patológico, que 75.000 euros anuales durante quince años bien valen tener que aguantar los gritos de la calle y la memoria estridente de las víctimas de la Dana.
Otra cosa será por dónde vayan los caminos de la Justicia. De momento su condición de aforado (otro motivo para su mantenimiento en el cargo) lo deja tranquilo. Pero entrar en chirona —o al menos sentarse en el banquillo de los acusados— no es un futuro descartable por su irresponsabilidad en la nefasta gestión de la tragedia que provocó 228 víctimas mortales y la destrucción de un paisaje que tardará años en reconstruirse. Lo que es seguro, desde el pasado lunes, es que será Abascal quien discuta con Feijóo lo que hacer o no hacer en el gobierno valenciano. Y también, cómo no, qué hacer o no hacer con el “expresidente” Mazón. ¡Qué gentuza, joder, qué gentuza!
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Alfons Cervera es escritor. Su último libro es 'El boxeador', editado por Piel de Zapa.
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