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Migraciones climáticas: el gran desafío humanitario del siglo

En la breve novela de ficción climática Hajira, de Francisco Serrano (Episkaia, 2018), se plantea una España futura azotada por los efectos del cambio climático. No solo dibuja una dramática subida del mar: también una sociedad extremadamente desigual, dividida entre una élite que acapara los pocos recursos que quedan y una mayoría que trata de sobrevivir. En un momento determinado del relato, Serrano propone un escenario con toda la costa noroeste de Europa repleta de miles de barcos varados, que en su momento viajaban cargados de migrantes que intentaron, sin éxito, acceder al continente. La imagen prevé un futuro que no es tan remoto, ni tan improbable, como pueda parecer en un principio. Se trata de uno de los efectos potencialmente más desestabilizadores del cambio climático: las migraciones climáticas.

Las migraciones climáticas son tan fáciles de entender como difíciles de cuantificar. Cuando el cambio climático reseca la tierra y convierte en baldíos los campos, suben las temperaturas hasta lo inaguantable o se reducen al mínimo los recursos hídricos. La gente se ve obligada a abandonar sus casas y su forma de vivir para buscar un futuro mejor. Ha pasado siempre, pasa y seguirá pasando: pero el mayor reto medioambiental de nuestra era lo agravará.

Las cifras con respecto a los migrantes climáticos varían según el análisis de un organismo a otro. A las dificultades de hacer una estimación a largo plazo se le suman las complejidades de un fenómeno como la migración, que puede desencadenarse por múltiples factores y depende de las tensiones geopolíticas, la violencia… incluso de los hábitos de vida y la cultura de las infinitas comunidades sobre el planeta. La mayoría de estudios que han tratado el fenómeno hablan de unos 200 millones de desplazados para 2050, pero otros elevan la cifra hasta los 1.200 millones. Los refugiados –reconocidos internacionalmente como tal– llegaron en 2018 a la cifra récord de 25 millones. Si los movimientos de población de la actualidad ya despiertan reacciones y pulsiones xenófobas en el Norte global, cabe preguntarse qué pasará si el número de desplazados aumenta dramáticamente. Y cabe preguntarse qué podemos hacer para evitarlo.

Ante la urgencia de comunicar y hacer entender el problema, el Congreso Internacional de Periodismo de Migraciones, celebrado durante este jueves y viernes en Mérida, incluyó una ponencia sobre migraciones climáticas, centrándose en cómo el oficio debe cambiar el discurso migratorio para concienciar y llamar a la acción. La mesa fue presentada por Inma Alonso, perteneciente a la organización Ayuda en Acción, que junto a Entreculturas y Ecodes integran un proyecto de difusión de las migraciones climáticas, “un problema hoy invisible” y desconocido para la opinión pública, consideran. Alonso incidió en que el cambio climático es un problema “social”, que más allá de su impacto sobre la biodiversidad, afecta a las personas y a sus comunidades. "A mayor impacto del cambio climático, mayor pobreza, mayor desigualdad y, por tanto, mayor migración y desplazamiento. Esta ecuación es así en cualquier país del mundo. El cambio climático es un reto global”, aseguró.

Por su parte, el editor de la revista Ballena Blanca y responsable de Sostenibilidad en la Fundación Alternativas, Clemente Álvarez, señaló que, desgraciadamente, las migraciones climáticas solo son visibles cuando se trata de eventos extremos, repentinos y devastadores, como huracanes o graves tormentas tropicales. Aun así, también hay que informar, señalando causas y consecuencias y con medios con gran vocación de servicio público. El periodista explicó cómo, al frente de la redacción del medio americano Univisión, impulsó un dispositivo de información de última hora ante el paso del huracán María en Puerto Rico, que dejó la isla devastada y sin servicios de telecomunicaciones. Los redactores se repartieron las provincias a cubrir y, poco a poco, fueron surtiendo de noticias a los familiares de los afectados que vivían en el extranjero. La cobertura, reflexionó, debería ser igual de eficaz y completa cuando se trata de fenómenos lentos y graduales, pero igualmente dañinos.

Migraciones desiguales

El doctor en Análisis Social por la Universidad Carlos III de Madrid y especialista en el estudio de las dimensiones sociales y políticas del cambio climático Jesús Marcos fue el encargado de elaborar el capítulo de migraciones climáticas para el informe sobre sostenibilidad de la Fundación Alternativas. El experto elabora un completo análisis de las migraciones climáticas desde el origen. El investigador explica cómo se ha evitado el término refugiados para no darle al fenómeno la carga de derechos que tiene un refugiado clásico, que huye de las guerras, y aplazar la toma de medidas al respecto. Pero lo que ha llamado la atención es su aviso de que estas migraciones no solo se producirán entre continentes y países, también dentro de los Estados. Entre regiones españolas, por ejemplo.

Según el análisis, estas migraciones tendrán un factor determinante: la pobreza y la desigualdad. Los más desfavorecidos serán los que tendrán más dificultades, porque la tierra ya no dará para cultivar por un proceso de desertificación, porque simplemente no pueden viajar y establecerse en un lugar menos asolado por la subida de temperaturas, porque tienen menos posibilidades. "Al igual que en Estados Unidos algunas de las regiones más pobres podrían sufrir las mayores pérdidas económicas, esta situación tiene ciertas similitudes con España, dado que somos un país especialmente expuesto a los impactos del cambio climático", expone. El cambio climático afectará directamente a todo el sector primario, el turismo, el mercado inmobiliario, la industria, la generación de electricidad… y Marcos teme que esos inmensos cambios afecten a los menos pudientes y no solo tengan que desplazarse, sino que, al final, acaben pagando los de siempre.

El doctor asegura que la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la máxima referencia internacional en la materia, nunca ha abordado los aspectos humanos del reto global por encima de los económicos y de los financieros. Se trata de algo reconocido por la propia presidenta del órgano, Patricia Espinoza, que aseguró que las migraciones climáticas habían tenido muy poca presencia en la pasada cumbre del clima de Bonn. Pero hay que empezar a hacerlo ya. "Factores de riesgo que pueden vincularse con procesos de movilidad humana y que deberían poner en alerta a autoridades, instituciones y sociedad en general no nos faltan", alerta. Si no, considera, nos dirigimos a una sociedad donde los ricos disfruten de aire limpio, tierras fértiles y todas las facilidades, mientras que los pobres vaguen por una tierra devastada, un escenario que dibujan algunas obras distópicas de clima ficción. Para evitarlo, la "transición justa" hacia un modelo de sociedades descarbonizadas es vital.

Dos grandes retos

En el fenómeno de las migraciones climáticas hay dos grandes retos. El primero es comunicarlo, y en ese ámbito tienen sentido iniciativas como las jornadas de estos días. Es una dificultad común al amplio espectro del cambio climático: es algo intangible, complejo, que afecta poco a poco y que, a pesar de que ya se están notando sus efectos, se aborda como un peligro futuro. Es vital llevarlo a la agenda pública, a los grandes debates y a las líneas de acción políticas.

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El segundo gran reto es el del reconocimiento legal e internacional. En las conversaciones que tuvieron lugar este verano entre los Estados de la Unión Europea para abordar la “crisis” migratoria, se propuso, a la hora de intentar contener a las personas en busca de un futuro mejor, diferenciar entre refugiados de guerra y migrantes económicos. Y a los segundos, deportarlos, y cuanto antes mejor. El reconocimiento del fenómeno de las migraciones climáticas implica protección y derechos. Y ese es el camino a seguir, aseguró en el congreso la socióloga y columnista de infoLibre Cristina Monge, que incidió en la importancia de hacer presión para lograr, al menos, que se empiece a plantear el tema en los grandes foros climáticos.

La doctora en Ciencias Ambientales Beatriz Felipe asegura, en su tesis, que la complejidad innegable de las migraciones climáticas ha sido utilizada para negar derechos. ”La dificultad a la hora de aislar las causas climáticas y de identificar claramente a los migrantes climáticos respecto a otros migrantes ha sido empleada como excusa para no reconocer a estas personas y, por consiguiente, no adoptar políticas de protección”, afirma. En el Congreso de Periodismo de Migraciones de Mérida, una asistente levantó la mano para preguntar por qué se pone el acento en las causas del desplazamiento, “como si tuvieran que estar siempre buscando explicaciones”. No se trata, por tanto, de discriminar: sino de ampliar derechos ante lo que viene.

 

En la breve novela de ficción climática Hajira, de Francisco Serrano (Episkaia, 2018), se plantea una España futura azotada por los efectos del cambio climático. No solo dibuja una dramática subida del mar: también una sociedad extremadamente desigual, dividida entre una élite que acapara los pocos recursos que quedan y una mayoría que trata de sobrevivir. En un momento determinado del relato, Serrano propone un escenario con toda la costa noroeste de Europa repleta de miles de barcos varados, que en su momento viajaban cargados de migrantes que intentaron, sin éxito, acceder al continente. La imagen prevé un futuro que no es tan remoto, ni tan improbable, como pueda parecer en un principio. Se trata de uno de los efectos potencialmente más desestabilizadores del cambio climático: las migraciones climáticas.

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