Miguel Sebastián: “La política en España ha mejorado, y mucho, gracias a Podemos y Ciudadanos”

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Ibon Uría

Miguel Sebastián (Madrid, 1957) tiene nuevo libro: La falsa bonanza (Ediciones Península). Un volumen donde el exministro del PSOE analiza los años previos al estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis económica, y refuta lo que califica de "leyenda urbana": que el PP gestiona bien la economía. "¡Y no, son un desastre", exclamó ya en un acto de presentación celebrado el pasado martes, donde compareció rodeado de otros seis integrantes de los gabinetes socialistas, del propio Zapatero, y de Pedro Sánchez.

Licenciado en Económicas y profesor en la Complutense, Sebastián fue director del Servicio de Estudios de BBVA y de ahí saltó a la Oficina Económica del presidente Zapatero. Fracasó en su intento de alcanzar la Alcaldía de Madrid en 2007 pero, poco después –aunque anunció que dejaba la política–, fue repescado como ministro de Industria, cargo que ocupó entre 2008 y 2011. Ahora admite el error de no haber visto venir la crisis y de no haber anticipado, "ni mucho menos", la magnitud de la misma, aunque subraya este no es un libro sobre la crisis.

El texto, comenta su autor, analiza cómo hemos llegado hasta aquí y da consejos para evitar que la historia se repita. Lo cierto es que no elude la crítica hacia la gestión de los socialistas en el poder, aunque la matiza. Defiende los recortes del Zapatero de 2010 y dice que plantear antes esos sacrificios no habría sido posible. Sostiene que en el pasado nos creímos los amos del mundo, censura las frases grandilocuentes como el "España va bien" o aquella de "los bancos españoles son los más solventes del mundo", y apunta a la economía sumergida como uno de los grandes problemas. "El tiempo –concluye– no tardaría en bajarnos los humos".

La gestación, los desequilibrios

Pregunta: Así que incluso antes de la crisis, España no iba bien.

Respuesta: En 1997, cuando Aznar dijo la frase por primera vez, probablemente era correcta. Estábamos reduciendo la deuda pública, la privada estaba muy baja, la economía estaba saneada, se estaba reduciendo el desempleo, la economía estaba empezando a crecer o ya crecía y se habían corregido desequilibrios como el de la balanza de pagos. Claro que no los corrigió Aznar, sino que se corrigieron en la última etapa del Gobierno de Felipe González, tras el estallido de la crisis del 92. Sin embargo, a partir de 1998, seguramente a partir de la entrada en el euro, se producen desequilibrios que se resumen en dos: la deuda privada y el déficit exterior, que es la deuda externa.

P: Una época que protagonizó, entre otros, Rodrigo Rato, el mejor ministro de Economía para el PP.

R: Hasta hace bien poco repitieron eso mismo, ahora ya parece que no tanto.

P: ¿Qué opina de Rato?

R: Además de todo el daño económico que ha hecho, uno de los productos indeseable de aquella falsa bonanza es la cantidad de corrupción que ha generado. Lo que me sorprende, porque yo no me lo esperaba, es que Rato fuera protagonista de esto. Yo creía que había sido únicamente quien lo había permitido, pero que haya sido protagonista personal me ha sorprendido. De lo que pasó, y aunque muchos de los temas judicializados tienen que ver con su etapa en Bankia, me parece políticamente más grave lo que pasó cuando era vicepresidente, que presuntamente tuviera un trato de favor de un banco al frente del cual había puesto a un amigo.

La burbuja, los excesos

P: Y después del PP, el PSOE. A toro pasado es siempre más fácil hablar pero, ¿por qué no se pinchó la burbuja?

R: Con las burbujas hay tres problemas: el diagnóstico, las herramientas y el coste político. El primero es cómo estar seguro de que hay una burbuja o no. Newton se arruinó en una burbuja y era uno de los hombres más inteligentes del mundo, así que no debe ser tan fácil. La prima de riesgo, el paro o el PIB se miden, pero una burbuja es una construcción teórica. Después, suponiendo que estemos de acuerdo en el diagnóstico, tenemos un problema de herramientas. La clásica es que el banco central suba los tipos de interés, pero el Banco Central Europeo (BCE) no sólo no los subió, sino que los bajó entre 1999 y 2006, y alimentó la burbuja. Y el tercer problema es el coste político.

P: ¿Qué medidas se pudieron tomar entonces?

R: Podríamos haber hecho cosas y hago autocrítica: a nadie se nos ocurrieron. Por ejemplo, la dación en pago. La dación en pago la tendríamos que haber puesto en 2004, o bueno, en realidad siempre, pero a partir de 2004 deberíamos haberla permitido. La dación en pago hubiera frenado la burbuja, pero se hubieran dado menos créditos y más caros. Y vuelvo al coste político: habría sido tremendamente impopular. O imaginémonos el loan to value, que significa limitar el porcentaje del importe de la casa que se puede pedir para una préstamo: impopular. O impedir determinados proyectos inmobiliarios de Comunidades Autónomas: tremendamente impopular, y quien sabe si incluso ilegal ante el TC.

P: Nadie quería parar aquello. 

R: Es difícil si no tienes un banco central que suba los intereses. De la burbuja no sólo vivían los bancos y el sector inmobiliario, estaban las eléctricas, telefónicas, fabricantes de muebles, decoradores, registradores, arquitectos, el sector de la madera, las ferreterías… muchísima gente que estaba viviendo de la burbuja. Pinchar la burbuja si no hay un diagnóstico clarísimo y una determinación del conjunto de la sociedad de que es lo tenemos que hacer, es políticamente imposible. El político siempre piensa en que arree el siguiente.

P: ¿Qué papel pudo jugar el Banco de España en ese momento?

R: Ya hemos dicho que es muy difícil pinchar una burbuja, así que lo mejor es que no se cree. Y para eso hay que hablar de ella, pero necesitas una institución independiente que te diga "ojo, se está creando una burbuja". ¿Lo podía haber hecho el Banco de España? Sí, perfectamente, pero no lo hizo. Aún estoy esperando la autocrítica del Banco de España, espero que algún día la haga.

P: ¿Habría que recortar el AVE?

R: Yo soy fan del tren, pero fundamentalmente de los servicios de Cercanías y del transporte ferroviario de mercancías. El transporte de viajeros en alta velocidad es muy caro. Yo no digo que haya que pagar la inversión con la explotación de la infraestructura, pero que la gestión de la línea debe ser rentable. Eso ocurre en la línea Madrid-Barcelona, que ha sido un éxito, la de Madrid-Sevilla también funciona bien, pero del resto tengo mis dudas de que esas líneas sean rentables y de que se deban poner en marcha. Si vas a perder dinero todos los años, no tiene ningún sentido económico. Además, invertir tanto en AVE significa renunciar a otras actividades. ¿Merece la pena? 

P: Así que cree que nos vinimos un poco arriba planificando…

R: Totalmente, y no sólo con eso. En España decimos eso de "hemos construido más vivienda que franceses y los alemanes juntos" y, en vez de decir que algo falla, nos hacemos los chulos. Es muy del discurso del político español y creo que hay que hacer autocrítica.

P: ¿Fueron las renovables otro exceso?

R: Las renovables en sí no son malas, pero hubo excesos. El decreto de 2007 fue un desastre. Se pensó en instalar 400MW y acabamos instalando 3000MW a un coste muy elevado, porque no esperamos a los avances tecnológicos que abarataron los paneles. Al final le hemos subido la luz a los particulares y a la industria, que ha pagado con su competitividad parte de las facturas de las renovables

El despertar, la crisis, las reformas

P: ¿Es justa la percepción generalizada de los Gobiernos de Zapatero?

R: No lo es. Hubo aciertos y se hicieron cosas bastante bien. En materia de nuevas tecnologías nos convertimos en un país por encima de la media europea, por ejemplo, hicimos una gran apuesta que la gente jamás nos ha reconocido. Hicimos cosas bien, aunque cometimos errores. Creo que el balance con el que salimos fue malo porque tuvimos la mala suerte de que nos tocó la crisis financiera internacional, que en España fue grave porque nos pilló con un gran lastre de deuda.

P: Dice que es una leyenda urbana que el PP gestione bien la economía. ¿Se está gestando otro mito en torno a las reformas de los conservadores en esta legislatura?

R: Si comparas la lista de reformas pendientes con la de hace 10 o 15 años, es la misma. ¿Esto que quiere decir? Que o el PP no ha hecho ninguna reforma o que las ha hecho mal. Todos los retos están pendientes: el mercado de trabajo, la bancarización, la desindustrialización, la baja productividad, el déficit crónico por cuenta corriente, el endeudamiento, la insuficiencia de capital humano, la insuficiencia de capital tecnológico... todo eso sigue estando igual. Cuando dicen que han hecho reformas me gustaría saber cuál. 

Dicen que han hecho una reforma fiscal, pero subieron los impuestos una barbaridad y ahora los han bajado a última hora para ganar votos. Dicen que han hecho una reforma energética, pero lo que han hecho es montar un caos en la factura eléctrica mayor que el que ya había, que era considerable, y además cargarse el sector de las renovables, ¿vaya reforma, no? Dicen que han hecho una reforma financiera, pero ha sido impuesta desde fuera, no la han hecho ellos. Y en materia de pensiones, han hecho algo peor de lo que hicimos nosotros: me parece mucho más justo retrasar la edad de jubilación que condenar a los pensionistas a perder poder adquisitivo. No deberíamos aceptar el discurso de las reformas, pero lo han vendido muy bien. 

P: ¿Qué señales de alarma ve en la economía española hoy día?

R: Empieza a haber señales que no me gustan: en el mercado de trabajo, empeora la precariedad. Antes la precariedad era temporalidad. Ahora hay indefinidos insatisfechos, a quienes les gustaría tener más horas de contrato. El contrato parcial es para la gente que quiere compatibilizar empleo y vida personal o familiar, no se trata de hacer un contrato barato para las empresas y que tenga fastidiado al trabajador. Ese modelo de tiempo parcial no es lo que queríamos. Eso es sólo un ejemplo, pero hay más: tenemos pendiente buscar mecanismos de financiación de las empresas que no pasen por los bancos. Tenemos también insuficiencia de capital humano, lagunas de capital tecnológico, un tamaño empresarial pequeño, un sistema fiscal complejo, injusto y que recauda poco con tipos muy altos... Muchos problemas por abordar.

P: Parece una buena lista de deberes para el próximo presidente.

R:Pedro Sánchez me ha dicho que comparte la lista, aunque no sé si las recetas. Claro que es un buen primer paso. Comparemos eso con el discurso de quien dice que hemos hecho muchas reformas. Con esa gente es muy difícil hablar. Con una persona que te dice "yo comparto la lista" ya hemos dado un paso de gigante.

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P: Desde que abandonó el Gobierno han cambiado muchas cosas y han aparecido nuevos actores. ¿Qué opina del programa económico de Ciudadanos y Podemos?

R: 

En La falsa bonanza alabo la valentía de Ciudadanos al decir que el AVE es una barbabaridad y al proponer reducirlo y racionalizarlo. Hay otras propuestas en el ámbito fiscal que no me gustan. De Podemos, como todavía no se sabe… Las primeras cosas que dijeron no me gustaron, y ahora me empiezan a gustar un poco más, pero es muy pronto, ya veremos exactamente qué proponen. E igual con el PSOE: estamos esperando a ver qué propone. Me siento con total libertad para hacer una evaluación crítica de lo que haga el PSOE, pero si asume el discurso de que hay que modernizar el país, tiene muchas posibilidades de ganar y hacer un buen papel.  Volviendo a Ciudadanos y Podemos soy optimista, porque estoy seguro de que van a hacer aportaciones buenas a la economía como ya lo han hecho a la política. Porque la política en España ha mejorado, y mucho, gracias a estos dos partidos. La competencia es siempre lo mejor que hay.

Miguel Sebastián (Madrid, 1957) tiene nuevo libro: La falsa bonanza (Ediciones Península). Un volumen donde el exministro del PSOE analiza los años previos al estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis económica, y refuta lo que califica de "leyenda urbana": que el PP gestiona bien la economía. "¡Y no, son un desastre", exclamó ya en un acto de presentación celebrado el pasado martes, donde compareció rodeado de otros seis integrantes de los gabinetes socialistas, del propio Zapatero, y de Pedro Sánchez.

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