El camino hacia la ruptura del Partit del Socialistes de Catalunya (PSC) ya parece no tener vuelta atrás. Unos (la dirección) y otros (el heterogéneo y minoritario sector crítico) lo tienen asumido. No hay interlocución ni intentos de acercamiento. El divorcio es total, así que sólo queda ponerle fecha a la escisión, y todo indica que se producirá en muy poco tiempo, apenas pasadas las elecciones europeas del 25 de mayo. La ejecutiva, en manos de Pere Navarro, dice tener "interiorizada" la fractura. "Nos sabe mal, pero estamos tranquilos, no preocupados. No es nada nuevo. Si se quieren ir, que se vayan", admite Antoni Balmón, número dos del partido.
Que la ruptura no es una fabulación sin fundamento lo evidencian los últimos pronunciamientos, este mismo fin de semana. Y son meros ejemplos. Ya se empieza "a ver como posible" la escisión de los críticos, dijo la exconsellera Montserrat Tura en Catalunya Ràdio el pasado sábado. Ese mismo día, Manuel Royes, exalcalde de Terrassa y expresidente de la Diputación de Barcelona, exigió un congreso extraordinario tras las europeas para así poder elegir a una nueva dirección. El domingo, el exconseller de Obras Públicas en los Gobiernos tripartitos y presidente dimisionario del PSC en Girona, Joaquim Nadal, cargaba sin ambages en una entrevista en El Punt Avui contra la ejecutiva de Navarro, de la que, decía, "no se puede esperar nada bueno". Todos ellos pesos pesados y nombres más que reconocibles dentro del partido.
"En mes, mes y medio se decidirá algo, porque ya se acaba el tiempo. La gente se inclina más por la ruptura, aunque hay división de opiniones porque duele. Esto es triste, pero cada vez los dos discursos, el de la dirección y el nuestro, son más incompatibles. Nos estamos haciendo daño mutuamente", confiaba una representante de Agrupament, una de las corrientes críticas, que lideran la diputada y exconsellera Marina Geli y el alcalde de Lleida, Àngel Ros. "Sí, la ruptura es el escenario que se percibe como más inevitable. Hemos llegado a este punto por decantación, casi, sin muchas ganas. Pero es mi partido el que me ha obligado a escoger", añade, con consternación, otra dirigente, no adscrita a ningún grupo crítico organizado.
La división entre la dirección y la minoría se ha ido acrecentando en los últimos meses. El punto de inflexión hay que buscarlo en el Consell Nacional –el máximo órgano de poder del PSC–, el pasado noviembre, cuando los socialistas decidieron, por un 83%, bajarse del tren soberanista y rechazar desde entonces en el Parlament y en el Congreso toda propuesta sobre la consulta que no estuviera pactada con el Gobierno central. Los críticos, pese a verse derrotados, no desistieron. Y, en la votación crucial del pasado 16 de enero, cuando la Cámara catalana exigió a Madrid el traspaso de la potestad para convocar referendos, lo demostraron: tres diputados –Marina Geli, de Agrupament, y Joan Ignasi Elena y Núria Ventura, de la corriente Avancem– apoyaron la proposición de ley contra el mandato de la cúpula. Ros, en cambio, dejó su escaño 24 horas antes. Una quinta diputada, Rocío Martínez-Sampere, mostró públicamente su discrepancia pero no rompió la disciplina de voto. La dirección pidió su acta a los díscolos y, como no estos no se la dieron, se les abrió un expediente en la Comisión de Garantías, expediente que aún sigue en barbecho, a la espera de que pasen las europeas del 25-M.
Dimisión en bloque en Girona
La semana pasada, diez miembros de la ejecutiva del PSC de Girona –entre ellos, su presidente, Joaquim Nadal– anunciaron su marcha, pasos seguidos por otros nueve dirigentes meses atrás. Los dimisionarios exigieron un congreso extraordinario, pero el primer secretario de la federación, Juli Fernández, dejó claro que no lo habría. La crisis en Girona, uno de los territorios más soberanistas del PSC, no hacía más que manifestar la escalada de tensión interna. Un escenario de alto voltaje que, según todas las partes, irá creciendo en las próximas semanas. Por varios factores. Uno, el congreso del partido en Barcelona, el 5 de mayo, que encumbrará al ganador de las primarias abiertas de la ciudad, el oficialista Jaume Collboni, que los críticos miran con atención por si da señales de integración. Dos, las europeas, que la minoría anticipa que concluirán de forma catastrófica –el PSC ha ganado todos los comicios a la Eurocámara, y con holgura, excepto los de 1994–. Tres, la resolución del expediente a los tres parlamentarios díscolos, que se espera para el 29 de mayo. Y cuatro, la confección de las candidaturas municipales. Los críticos advierten de que hay "concejales y alcaldes" no quieren comparecer en las locales de 2015 bajo las siglas del PSC. No dan cifras de cuántos serían, sólo un genérico "muchos". En Nicaragua, la sede del PSC, dicen no tener constancia de ese movimiento por la base.
Ante esa tesitura, ¿cómo efectuar la salida? ¿Qué fórmula se baraja? Aquí la respuesta no está clara. En buena medida porque los críticos conforman un sector heterogéneo, que cobija distintas sensibilidades y sin un mando único. Todas las fuentes consultadas dan por sentado que los dirigentes de Avancem –en cuya cabeza se alza Joan Ignasi Elena, exalcalde de Vilanova i la Geltrú (Barcelona)– son los más proclives a la ruptura total. Otros, como los jefes de Agrupament, se muestran más prudentes y prefieren, llegado el caso, dar vida a una marca blanca con la que concurrir a las municipales de mayo de 2015. Pero la cúpula del PSC tiene claro que esa alternativa "bucólica" no es posible. No cabe, de ningún modo, porque "ya existe una marca blanca", como recordaba ayer Balmón, en declaraciones a infoLibre, y se llama Progrés Municipal (PM). En pasados comicios, en localidades de la Cataluña interior, donde se mira con recelo las siglas PSC, o donde quienes lideran la candidatura son independientes, se utiliza esa denominación o la de la coalición PSC-PM.
La marca blanca es Progrés Municipal
"No vamos a crear otra marca blanca porque ya tenemos una, que es PM, y es de la dirección, y ellos no se pueden apoderar de estas siglas. Si quieren ir a municipales por su cuenta, tendrán que ir con otro nombre", abundan fuentes próximas a Navarro.
Entre los críticos, de hecho, hay quienes estiman que no cabe una ruptura pactadaruptura pactada. Que ese no es un escenario "realista". "O estás en un sitio o estás en otro. Si nos vemos con fuerzas, montaremos otra cosa. Pero no hemos querido hasta ahora. Hay muchos sentimientos. Es nuestro partido. Son nuestras siglas. Hemos ganado, perdido, gobernado. Es nuestra vida. Lo que vemos es que quien se escinde de la historia del PSC es la dirección actual", manifiesta una exponente de este sector. Esta es una acusación muy escuchada entre la minoría soberanista. No sólo reprueban el rumbo que imprimió el Consell Nacional y el alejamiento de la hoja de ruta catalanista, se quejan también de que el partido, con Navarro al frente, "se ha empequeñecido", ha perdido "vitalidad", se ha dejado "pluralidad" y "apertura" en el camino, y echan de menos los tiempos de la "transversalidad" que predicaron desde su refundación, en 1978, algunos de sus fundadores, como Joan Raventós y Raimon Obiols. Críticas que la cúpula rechaza con vigor: para el estado mayor del partido, son los disidentes los que emponzoñan el clima interno con sus frecuentes declaraciones públicas, con las que cargan las tintas contra el primer secretario, y con sus amenazas reiteradas de ruptura. A ellos les afean "no asumir las decisiones legítimas tomadas por amplia mayoría en los órganos de dirección".
Un congreso extraordinario, la alternativa que indicaba Manuel Royes, antecesor del propio Navarro en la alcaldía de Terrassa, está asimismo obturada, a ojos de la dirección. "Para nada está en nuestros planes", responde categórico Balmón. Como añade una dirigente de esta línea oficial, tampoco serviría de mucho, porque el sector nucleado hoy en torno a Navarro volvería a vencer, porque se asienta sobre una sólida mayoría que fluctúa "entre el 75% y el 85%" del PSC. Como mucho, apunta, los disidentes podrían tener la cabeza del primer secretario si las europeas son un desastre, pero el gobierno de la organización no volvería a los más catalanistas.
Es bastante probable que no todo el sector disidente actúe en bloque. Para empezar, Ros fue ratificado el pasado sábado como candidato a la alcaldía de Lleida por el PSC. Y junto a él, fueron confirmados otros 75 aspirantes, entre ellos los de grandes ciudades como Josep Fèlix Ballesteros, de Tarragona; Núria Marin, de L'Hospitalet de Llobregat; Núria Parlón, de Santa Coloma de Gramenet; Josep Monràs, de Mollet del Vallès; o Josep Marigó, de Blanes. Los oficialistas observan que entorpece su estrategia conjunta su distinto perfil y falta de estructura. "Son un conjunto de egos, pero no mueven a soldaditos, a las bases, no mueven electorado. Montan pollos para tirar de gente e intentar armarse de razones", indica un miembro del aparato barcelonés, la federación más potente. "Formarán un partido de jefes, de cuadros", ratifica Balmón.
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No a secundar a Maragall
Los críticos, según aseguraban ayer varios de sus miembros, no piensan emigrar a Nova Esquerra Catalana (NECat), la formación creada en 2012 por el exconseller Ernest Maragall. Este ahora acude a las europeas como número dos de ERC. "Hay independentistas en el PSC, pero no todos lo son, y no queremos ser la marca blanca de ERC", rubrica una dirigente de Agrupament. "Que estemos a favor de la consulta no quiere decir que creamos que la independencia será un camino de rosas. Creemos que el sentimiento de desprecio a Cataluña está tan enraizado en la sociedad catalana que hace falta que se pregunte a la gente. Pero no estamos con CiU ni con ERC. No somos nacionalistas", sostiene otra.
Los responsables próximos a Navarro hablan de "hartazgo", de "cansancio" por la "deslealtad" de unos críticos que, cuando gobernaban el PSC, "tampoco eran ejemplo de apertura". Hay quien opina, no osbstante, que también la dirección se ha excedido en algunas declaraciones, como las de Balmón el año pasado, cuando calificó a la minoría de "profesionales de la polvareda" e invitó a sus jefes a marcharse. Que faltó fair play, que "nadie ha estado en su sitio". "Un grupo de la dirección defiende que es mejor que se vayan, que así se conseguiría paz interna, que ocurriría como con ERC hace años, cuando se le escindió una parte, liderada por Joan Carretero, que acabó en Reagrupament, y luego logró recuperarse electoralmente, ilustra un joven dirigente. Pero otra parte cree que hay que procurar mantener la unidad, superar el bache juntos. Aunque esa posibilidad parece escaparse cada día. "Que hagan lo que quieran. Nosotros estamos centrados en las europeas", remacha Balmón.
El camino hacia la ruptura del Partit del Socialistes de Catalunya (PSC) ya parece no tener vuelta atrás. Unos (la dirección) y otros (el heterogéneo y minoritario sector crítico) lo tienen asumido. No hay interlocución ni intentos de acercamiento. El divorcio es total, así que sólo queda ponerle fecha a la escisión, y todo indica que se producirá en muy poco tiempo, apenas pasadas las elecciones europeas del 25 de mayo. La ejecutiva, en manos de Pere Navarro, dice tener "interiorizada" la fractura. "Nos sabe mal, pero estamos tranquilos, no preocupados. No es nada nuevo. Si se quieren ir, que se vayan", admite Antoni Balmón, número dos del partido.