El futuro de Cataluña

"No arreglaremos en dos años lo que se jodió en diez": Sánchez y Aragonès intentan poner las bases de un diálogo duradero

Pedro Sánchez y Pere Aragonès se saludan en un acto en Barcelona.

El 29 de junio es la festividad de San Pedro y Sant Pere y ese día, el martes que viene, se han citado en la Moncloa el presidente del Gobierno y el de la Generalitat. La cita, fijada a las cinco de la tarde, inaugurará oficialmente la nueva etapa política que se espera poder abrir a partir de ahora en Cataluña. Una etapa sin líderes independentistas en la cárcel por primera vez en casi cuatro años. Pero en la que, según reconocen en el propio Gobierno central, “el conflicto político continúa intacto” y, por tanto, también las desconfianzas y las dificultades.

Por eso, Pedro Sánchez y Pere Aragonès son realistas. Sus expectativas para este primer encuentro, agendado justo una semana después de que el Gobierno haya culminado el proceso de los indultos, no son especialmente ambiciosas. La intención es convertir la reunión en una especie de “intercambio de garantías”, algo parecido a la conjura de dos personas que se juegan también su futuro político en la complejísima partida catalana. Con la idea de que, al menos, el diálogo que se inicia sea duradero.

Ambos mandatarios son plenamente conscientes de los “enemigos” propios y ajenos con los que cuentan para afrontar ese diálogo. Para Sánchez, una derecha enfurecida y decidida a no dar cuartel ni en el Congreso, ni en la calle, ni en los tribunales hasta hacer caer al Gobierno a cuenta de los indultos. Para Aragonès, el independentismo más radical que no tiene intención alguna de facilitarle las cosas a pesar de que, una parte del mismo, conforme su propio Govern.

Así que los dos saben que son muchos quienes esperan ansiosos sus respectivas derrotas políticas. Y quizás ese sea el mejor punto de partida que puedan encontrar a corto plazo para alcanzar una confianza mutua: el convencimiento de que un fracaso en la apuesta por el diálogo, y más aún si es rápido y estruendoso, perjudica al prójimo tanto como a sí mismo.

La misión más urgente es, por tanto, que no se acaben pronto los temas de conversación. “Si uno se sienta y pide la autodeterminación y el otro le dice que no, el diálogo dura diez segundos”, apunta una ministra del Gobierno, que añade: “Tenemos que conseguir salir de eso, hablar de cosas viables”. Lo previsto para esta cita es que Sánchez y Aragonès pongan las bases de la mesa de diálogo que, previsiblemente y a pesar de que ERC preferiría convocar de inmediato, se retomará justo después del verano, tal y como adelantó infoLibre el pasado mes de mayo.

Las intenciones del Gobierno

En Moncloa querrían contar pronto con un gesto del independentismo que respaldara la arriesgadísima apuesta política del Gobierno central para sacar de la cárcel a los líderes condenados. Un gesto que fuese, por ejemplo, en la línea de la carta publicada por Oriol Junqueras desde la cárcel y en la que daba por descartado el horizonte de la unilateralidad.

Sin embargo, Sánchez conoce las dificultades que también implica para ERC escenificar esa ruptura con el procés. “Es un cambio de rasante para ellos, tienen que recolocarse y conseguir que lo entienda su gente porque hay quien ya los está llamando traidores”, admite un ministro en consonancia con lo que cuenta un alto dirigente independentista: “Los más hiperventilados llaman traidores incluso a quienes se han pasado tres años y medio en la cárcel por aceptar los indultos”, revela. Por eso, en el Gobierno tendrán paciencia y no extrañaría que ese gesto tardase ahora más de lo deseable. En ese contexto enmarcan la liturgia de la salida de prisión de los líderes del procés e incluso contemplan que ERC pueda subir el tono en las próximas semanas. Y lo normalizan afirmando que “decir pueden decir lo que quieran, faltaría más. Pero lo importante es lo que hagan y en eso es evidente que no se pueden salir del marco constitucional”, analiza una fuente del Gobierno. Un mensaje que intensificará Moncloa de ahora en adelante si el independentismo enarbola pronto la exigencia de la autodeterminación.

Aún así, las intensas conversaciones a todos los niveles mantenidas con ERC desde hace meses hacen que exista confianza en que el camino que se emprende con los indultos tiene sentido y, antes o después, dará sus frutos. Y también se tiene la convicción de que la apuesta de los republicanos por dejar de lado la unilateralidad y no repetir episodios como los de 2017 es sincera. “No tenemos garantía de nada, pero tenemos confianza”, explica una ministra.

Se asume en el equipo de Pedro Sánchez que desde Junts per Catalunya y desde el entorno de Puigdemont todas las energías estarán puestas en “presionar y atrapar a ERC” para conseguir que la vía del diálogo descarrile. Una tensión política que en el Gobierno lleva a pensar que incluso la legislatura en Cataluña podría tener sobresaltos en el medio plazo. Creen en Madrid que a ERC no se le pasa por la cabeza un adelanto electoral ni aunque las cosas fuesen mal con sus socios de Govern. Pero no resulta descabellada la idea de que ese Govern se rompa más pronto que tarde. Y nadie se atreve a descartar la posibilidad de que ERC entonces pudiera continuar la legislatura con un apoyo externo del PSC.

La visión de ERC

Cuando a la dirección de ERC se le insinúa que, tras los indultos, ahora les toca a ellos mover ficha responden que es lo que llevan haciendo desde la moción de censura que echó a Mariano Rajoy de la Moncloa para dar paso a Pedro Sánchez. “Hemos apoyado una moción de censura, una investidura y unos presupuestos con nuestros compañeros en la cárcel. Nadie puede decir que nosotros no hemos movido ficha”, explica un dirigente republicano.

Niegan desde el entorno de Pere Aragonès que a partir de ahora se vayan a ver obligados a “sobreactuar” por la presión de sus socios. Sin embargo, reconocen que el relato creado ya por los más “hiperventilados” es el de que ahora ERC le dirá “a todo que sí” al PSOE. Y avisan: “Vamos a demostrar que no”.

Sobre cómo lograr salir del laberinto que supone exigir la autodeterminación a alguien que no está dispuesto a ello y aún así poder seguir hablando, los republicanos razonan que “el tiempo del lenguaje bélico con términos como ‘exigir’, ‘arrodillarse’ o ‘línea roja’ ya ha pasado. Ha pasado para la gente y debe pasar también para los políticos”. Aunque insisten en que “nuestra propuesta sigue siendo la misma: amnistía y referéndum. Ahora lo que queremos es escuchar las suyas”.

La mesa de diálogo

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En el encuentro del día de sus santos, Pedro Sánchez y Pere Aragonès deberán dejar establecida una hoja de ruta sobre la reactivación de la mesa de diálogo. Lo importante, coinciden ambas partes, es conseguir que eche a andar y que se mantenga en el tiempo. Porque nadie espera que el conflicto político engendrado durante al menos una década se pueda desanudar así como así a las primeras de cambio. “Hay que asumir que no se podrá solucionar en dos años lo que se jodió durante diez”, reconoce una fuente del Gobierno.

El propio presidente asumió esta semana en el Congreso que “los indultos no van a solucionar las cosas” y le pidió a los independentistas “trabajar por el reencuentro”. En su cita con el president de la Generalitat, Sánchez volverá a poner sobre la mesa precisamente su “Agenda para el Reencuentro”, un documento de cuatro folios y cuarenta y cuatro medidas que ya le entregó a Torra hace un año y en el que se abordan asuntos como la reforma de la financiación autonómica, la mejora y gestión de las infraestructuras o la inversión en políticas sociales.

Ninguna de las partes tiene ni idea sobre cómo saldrá el experimento. “Será muy difícil, pero lo que no podemos hacer es no hacer nada”, concluye una ministra.

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