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Ocho años del 15M: qué queda del movimiento social que hizo saltar por los aires el tablero político del bipartidismo

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De fondo se encontraba la conocida como primavera árabe y una de las mayores crisis económicas y financieras de todos los tiempos gestionada por una clase política que se desacreditaba día a día. La indignación crecía y se contagiaba a través de Internet y las redes sociales. Y un día la chispa prendió. Era 15 de mayo de 2011 y comenzaba un movimiento que, ya desde el primer momento, parecía que haría historia. Lo que comenzó con una manifestación convocada en Madrid por la plataforma Democracia Real Ya acabó como quizá nunca habrían imaginado los organizadores: con una acampada en la Puerta del Sol a la que siguieron otras tantas réplicas en las principales ciudades españolas. "Que no, que no, que no nos representan", "no hay pan para tanto chorizo", "¿y a esos mercados quién los ha votado?"... Esos fueron algunos de los lemas que por aquella primavera se escuchaban en las calles. Pero no fueron meros eslóganes. Aunque las acampadas se levantaron y el movimiento se diseminó, marcaron una época y, sobre todo, a una generación. De hecho, desde ese momento el tablero político español cambió para siempre. "Supuso un antes y un después en los movimientos sociales y en la cultura política de este país", afirma Ramón Adell Argilés, profesor titular de Sociología en la UNED.

Durante los días que siguieron al 15M —como se bautizó al movimiento— se habló de cientos de miles de personas en las calles. Eran, según decían, "los de abajo", e iban a por "los de arriba". Una pretendida transversalidad que se trasladó a la realidad con la ausencia de una lista de objetivos marcados o de fines políticos y sociales concretos. "El 15M no planteó una serie de reivindicaciones. Era un malestar difuso y distinto en cada plaza", recuerda Cristina Monge, politóloga y profesora asociada de Sociología en la Universidad de Zaragoza. Por eso precisamente se les denominó también como indignados, porque luchaban contra todo un sistema del que se sentían víctimas y al que acusaban de fraude. "Lo llaman democracia y no lo es", denunciaban en las manifestaciones. 

Eran los años del bipartidismo encarnado por la alternancia en el poder entre el PP y el PSOE. No se sentían partícipes de ese sistema y querían cambiarlo. Y lo hicieron. Según los expertos consultados por infoLibre, el mayor logro del 15M no fue la consecución de medidas políticas concretas, sino la reconfiguración del tablero político. Ese año los conservadores de Mariano Rajoy ganaron las elecciones por mayoría absoluta, pero cuatro años después, en 2015, el predominio de los dos grandes partidos en el Congreso de los Diputados desapareció. Había nacido Podemos y Ciudadanos, un partido que hasta entonces sólo había tenido influencia real en Cataluña había conseguido extenderse por el resto de España. Este 28 de abril, de hecho, se comprobó que el cambio en el sistema se ha consolidado: no ha habido mayorías absolutas y estas dos formaciones han conseguido 99 de los 350 asientos en la Cámara Baja (57 de Cs y 42 de Unidas Podemos).

 

Imagen de archivo de una manifestación del 15M en la Puerta del Sol de Madrid. | EP

Un sistema de partidos que "saltó por los aires"

Según todas las fuentes consultadas, el mayor legado que dejó el 15M fue el fin del bipartidismo. "Una de las primeras cosas que provocó el movimiento fue que el sistema de partidos que se había originado con la Transición en el 78 saltara por los aires", explica Monge. La transversalidad que presumían los manifestantes en las plazas, de este modo, se transformó en la creación de un nuevo partido y en la fuerza que adquirió otro cuya influencia, hasta entonces, había sido autonómica. "Por un lado emergió Podemos, que recoge el espíritu del 15M —continúa—. Por otro, en el ámbito de la derecha hay algunos electores que ven en Ciudadanos una especie de renovación del mundo conservador. Sin el 15M hubiera sido difícil que el partido hubiera dado el paso que dio". 

El ensayista y filósofo Daniel Innerarity lo ve de forma similar. El 15M "ha propiciado la creación de nuevos agentes políticos" y eso, según dice, "siempre enriquece". Por lo menos, evidencia que "las opciones estaban demasiado simplificadas". No obstante, según explica, el hecho de que surgieran dos partidos con fuerza a nivel nacional y con orientaciones ideológicas tan separadas rompe la idea de movimiento transversal que tanto se encargaron de proclamar desde las plazas —una idea de la que precisamente se apoderó Podemos, cuyo principal mensaje en sus primeros años consistió en luchar contra "la casta" (o "los de arriba")—. "Se ha visto que la distinción entre izquierda y derecha que intentaban romper está viva porque del 15M nació una izquierda y una derecha", explica. 

Pero no sólo fue el sistema de partidos, sino también el funcionamiento interno de los mismos. Según Monge, otra demanda del movimiento "tenía que ver con la crítica al funcionamiento" de las formaciones. De ahí que las nuevas nacieran "con una pretensión de tener una dinámica y una organización interna mucho más democrática". Y eso fue positivo, dice, "porque condicionó al resto de partidos a replantearse" cómo funcionaban. "Parece que procesos como las primarias están completamente instaladas, pero en realidad comenzó a hablarse de ellas a partir de aquel momento", explica. 

"Un éxito del 15M es que consiguió que se creara otra forma de ver la política y una cierta reflexión en las instituciones y en los partidos clásicos", añade Adell Argilés. Estos, no obstante, según opina el profesor, no han cambiado demasiado. "Por un lado han aprendido y cambiado un poco pero, por otro, se han blindado a las nuevas formas de hacer que les ponen en peligro", dice. 

Kerman Calvo, profesor de la Universidad de Salamanca, discrepa. Los indignados "buscaban un cambio en la forma de hacer las cosas y su legado hay que buscarlo ahí, en cómo han cambiado la forma de entender el activismo y la política". Ahora, después de ese estallido, los dos ámbitos son mucho más participativos, opina. "El compromiso con la inclusividad, con la participación y con la transversalidad es el principal logro del 15M", añade. 

Participación, transparencia y medios de comunicación

Monge coincide con Calvo. La participación ciudadana, desde el 15M, se disparó. Uno de los lemas principales de los indignados era "lo llaman democracia y no lo es". Y es que no se sentían parte del sistema. Porque ni la ley electoral les parecía adecuada —porque históricamente ha perjudicado a partidos pequeños como IU y UPyD— ni sentían que, una vez pasadas las elecciones, se contara con ellos. "El 15M supuso un cambio importantísimo en la clase política, que se dio cuenta de que necesitaba empezar a abrir procesos de participación efectivos", explica la politóloga. Pero todavía nos encontramos, según dice, en el momento de "ensayo y error". "Hay muchos gobiernos autonómicos que han legislado en este sentido y han puesto en marcha laboratorios de participación conscientes de la necesidad de abrir la política. ¿Se puede decir entonces que se ha solucionado el problema de la participación y la transparencia? En absoluto, pero el proceso está en marcha", celebra.

"Todo ese discurso de la participación, la transparencia y el open gobernment que parece algo ya que está a la orden del día comenzó a surgir con fuerza en este momento", sentencia. 

 

Imagen de archivo de una manifestación del 15M ante el Congreso de los Diputados. | EP

No obstante, no todo acabó en la política. Al igual que los partidos, los medios de comunicación también eran algo a reformar. "Los indignados sitúan a los medios como parte del establishmentindignadosestablishment. Por eso sus críticas no van sólo contra los partidos, sino también contra ellos", recuerda Monge. Y es que el momento de crisis económica que también afectó al periodismo y la fuerte irrupción de las tecnologías de la información y la comunicación (las conocidas como TIC)  provocó también una especie de desafección mediática. Una desafección que, al igual que ocurrió con la política, "mejoró" el sistema. "Muchos medios comenzaron a tener más desarrollo y visibilidad", añade. 

¿Y lo social?

Los indignados querían un cambio de sistema. Político y mediático, pero también social. Entre los muchos lemas que en aquella primavera inundaron las plazas se podían leer proclamas contra la precariedad. "Violencia es cobrar 600 euros", "Manos arriba, esto es un contrato", "Sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo"... En 2011, cuando comenzó todo, España ya llevaba tres años sumida en la crisis económica. Y los manifestantes también pedían que se revertieran sus consecuencias. No obstante, la precariedad continuó y ahora, ocho años después, la desigualdad ya está instalada. Es "la principal herencia que nos ha dejado la crisis", según Monge.

La situación económica ya no es la misma. Los indicadores macroeconómicos llevan años anunciando que España por fin ha salido de la crisis. Pero distintas organizaciones han insistido en numerosas ocasiones en que las economías familiares no lo han hecho. Por eso, según los expertos consultados, el reclamo social del 15M es, a su vez, el que menos éxito ha tenido. "Querían revertir las políticas de austeridad y cambiar las dinámicas de política económica que teníamos desde el año 2008. Era un movimiento que quería recuperar el Estado del Bienestar y lo público. Y en eso sí han fracasado", asegura Calvo. "Los problemas con la vivienda, por ejemplo, no han desaparecido, pero sí la atención mediática y colectiva", lamenta. 

Según Innerarity, el problema es que "se ha perdido demasiado tiempo en la gesticulación y en la estetización". "Por aquel entonces, mi gran temor o, más bien, mi gran inquietud era pensar que todo se quedara en un gesto improductivo que tuviera pocos efectos en la política real. Y así ha sido", afirma. Y es que el sistema utópico que se deseaba desde la Puerta del Sol tuvo que "aterrizar" en la realidad. Hasta los propios manifestantes demostraban que lo sabían cuando portaban pancartas con el mensaje "nuestros sueños no caben en vuestras urnas". "Como eslogan está muy bien, pero hay que traducirlo en una manera de hacer política, en cómo pactar con los adversarios. Ellos tenían la idea de asaltar los cielos, pero se ha visto que la política es más prosaica porque tiene que ver con la construcción de acuerdos", añade Innerarity. 

"No me decepciona demasiado", dice. "Me ha parecido interesante ver con simpatía y distancia cómo se iba produciendo un aterrizaje en una realidad que ya con este movimiento se ha modificado", expresa. Y es que los mensajes del 15M han cambiado sustancialmente. Según recuerda el filósofo y ensayista, de demonizar la Constitución y criticar el "régimen del 78" se ha pasado a reivindicar la Carta Magna y a hablar de "mayorías de gobierno". "Los que hemos reflexionado sobre política siempre estamos deseando que haya factores que irrumpan y desordenen todo, pero estamos siempre atentos a la duración de esos momentos y a su caducidad y envejecimiento", concluye. 

Ese cambio constitucional, precisamente, ha sido otro de los fracasos del 15M, según Adell Argilés. "Había reivindicaciones profundas de cambio en la Constitución y en el sistema electoral, pero no han prosperado porque no hay capacidad. Un movimiento social difícilmente puede convertirse en constitucionalista porque no tiene los consensos necesarios", sentencia. 

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Pero no toda la influencia del 15M ha desaparecido. Según explica Adell Argilés, aun quedan "algunas reminiscencias". "Podríamos decir que tenemos especializaciones temáticas como, por ejemplo, todo el movimiento de la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) y contra los desahucios", dice. Como lo que fue, no obstante, no queda mucho. "Si se hubiera mantenido como movimiento social se habría convertido en un lobby o en un grupo de presión colectivo, pero pasó a ser un partido político", concluye, en referencia a Podemos. 

 

Imagen de la placa instalada por el Ayuntamiento de Madrid en la Puerta del Sol a modo de homenaje al 15-M. | EP

De fondo se encontraba la conocida como primavera árabe y una de las mayores crisis económicas y financieras de todos los tiempos gestionada por una clase política que se desacreditaba día a día. La indignación crecía y se contagiaba a través de Internet y las redes sociales. Y un día la chispa prendió. Era 15 de mayo de 2011 y comenzaba un movimiento que, ya desde el primer momento, parecía que haría historia. Lo que comenzó con una manifestación convocada en Madrid por la plataforma Democracia Real Ya acabó como quizá nunca habrían imaginado los organizadores: con una acampada en la Puerta del Sol a la que siguieron otras tantas réplicas en las principales ciudades españolas. "Que no, que no, que no nos representan", "no hay pan para tanto chorizo", "¿y a esos mercados quién los ha votado?"... Esos fueron algunos de los lemas que por aquella primavera se escuchaban en las calles. Pero no fueron meros eslóganes. Aunque las acampadas se levantaron y el movimiento se diseminó, marcaron una época y, sobre todo, a una generación. De hecho, desde ese momento el tablero político español cambió para siempre. "Supuso un antes y un después en los movimientos sociales y en la cultura política de este país", afirma Ramón Adell Argilés, profesor titular de Sociología en la UNED.

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