El barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de abril de 2015 resulta, observado con la perspectiva que da el tiempo, interesante para entender el ciclo político. Ciudadanos pasó del 3,1% de estimación de voto en enero al 13,8% en abril. Un salto de 10,7 puntos, un auténtico fenómeno. Aquel enero las fuerzas políticas estatales de ámbito progresista (PSOE, Podemos e IU) habían alcanzado el 51,3% de estimación de voto, frente al 30,4% de los partidos conservadores, dejando fuera a UPyD, que de inmediato se iba a despeñar ante el auge de Ciudadanos. Eso son 20,9 puntos de diferencia a favor de la izquierda. Mucho. Pero la cosa empezó a cambiar. Los deseos expresados en el verano de 2014 por el presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu, que hacía votos por el surgimiento de "una especie de Podemos de derechas", se hicieron realidad. La fuerzas progresistas con proyecto estatal (PSOE, Podemos-confluencias e IU) y las conservadoras (PP y Ciudadanos) han ido desde entonces alternándose en cabeza en las sucesivas encuestas oficiales. Pero, poco a poco, la derecha ha ido imponiéndose y abriendo hueco. Hasta llegar a la fotografía actual, cuando PP (26,3) y Ciudadanos (20,7) suman 4,9 puntos más que PSOE (23,1) y Unidos Podemos (19). Concretamente, 47 puntos a la derecha, por 42,1 a la izquierda.
Los partidos nacionalistas tampoco salen al rescate de la izquierda. ¿Por qué? La crisis catalana ha supuesto un cambio en la gobernabilidad que, hasta la fecha, ha complicado especialmente el acceso al gobierno a la izquierda. Por ejemplo, tras las elecciones de 2015 las opciones de Pedro Sánchez de llegar a la Moncloa con una alianza de izquierdas se toparon con el procés. Cuando pactó con Cs, el no fue de Podemos. Desde aquellas elecciones ha cambiado el signo. En 2016 los partidos conservadores de ámbito estatal ya fueron más votados que sus contrarios. En la última cita electoral, las autonómicas en Cataluña, las dos listas más votadas, Cs y Junts Per Catalunya, se sitúan en el espectro liberal-conservador. Desde julio hasta aquí, el bloque PP-Cs ha subido de 43,3 a 47 puntos y el bloque PSOE-Unidos Podemos ha bajado de 45,2 a 42,1. Es verdad que el PP cae con más fuerza que el PSOE, pero se compensa de sobra por la diferencia entre el auge de Ciudadanos y la pérdida de espacio de Podemos y sus aliados.
Si dividiéramos el tetrapartidismo en dos bipartidismos, el de los viejos (PP-PSOE) y el de los nuevos (Podemos-Ciudadanos), en ambos lidera la formación conservadora. Luego, en cada bloque se produce una pugna por la primacía. En la izquierda, ya apenas se compara al PSOE con el Pasok, y sí en cambio a Podemos con la IU de Julio Anguita. Las opciones de gobierno que ahora maneja el PSOE –si esta tendencia se mantiene– apuntan más a una posible victoria corta que le permita reclamar el apoyo de Ciudadanos que a una fórmula a la portuguesa. La gran novedad es que el partido de Albert Rivera aspira ya sin complejos a ser primera fuerza política, pretensión poco verosímil para la formación de Pablo Iglesias. Por primera vez, está realmente en cuestión la preeminencia del PP en el espectro conservador, un fenómeno que se produce precisamente cuando se dibujan tendencias conservadoras en el conjunto de la sociedad.
La derecha –observan politólogos y sociólogos– marca la agenda. Sitúa en el centro del debate político el impuesto de sucesiones y la Junta de Andalucía, el mayor espacio del poder institucional del PSOE, lo acaba reduciendo al mínimo tras perder la batalla de la opinión pública, como admiten en privado sus propios dirigentes autonómicos. Frente a la clásica reivindicación progresista de una reforma constitucional en sentido federal, se levanta con similar fuerza un cuestionamiento de las bondades de la descentralización y el Estado autonómico, acusado de excesos en todos los órdenes. Ahora el gran tema político, y desde luego protagonista de los informativos de la televisión pública, es la prisión permanente revisable. Los temas que auparon a Podemos –pobreza, desahucios, corrupción, desigualdad...– están en segundo plano. La calle apenas se mueve.
¿Cómo han llegado los partidos de izquierdas que aspiran a colocar a un presidente en la Moncloa a esta situación de pérdida de empuje electoral e iniciativa política? ¿Cuáles son, analizando el mapa político y el calendario a corto y medio plazo, sus expectativas? infoLibre aborda la cuestión con seis analistas, académicos e investigadores.
Una mayoría de izquierdas "muy, muy difícil"
"¿Una mayoría de izquierdas? Es muy difícil, muy, muy difícil", responde el sociólogo Narciso Michavila a la pregunta sobre las posibilidades de un Gobierno "a la portuguesa" en España. Las causas son variadas. "Cataluña es parte del problema, pero no sólo", añade Michavila, especialista en análisis electoral y presidente de la consultora GAD3. "Podemos llegó a 5 millones de votos como fuerza transversal, pero ya no lo es. La estrategia electoral correcta es la de [Iñigo] Errejón y [Carolina] Bescansa, pero han ido sólo con la baza ideológica y han perdido espacio. Además se ha sumado Cataluña", apunta. El principal problema de Podemos sería entonces el cambio de agenda. "En los años 12, 13 y 14, que es cuando irrumpe Podemos, el debate se centraba en la crisis, la austeridad, la reforma laboral... Ahora no. Podemos sigue hablando del artículo 135, de los desahucios, de la pobreza, pero el ambiente ha cambiado. No tiene nada que ver con el de hace cuatro años. Ahora hemos vuelto a problemas más posmodernos. Estamos con la igualdad, con la unidad de España....", explica Michavila.
El debate territorial siempre es complicado para las opciones progresistas, que se mueven en propuestas alejadas del blanco y negro en un tema muy emocional. Pero además el procés acarrea un problema añadido para la izquierda. "Si miras los resultados de las generales de 2015, lo lógico es que hubiera gobernado la izquierda", señala Michavila. Pero no. Porque uno de los rasgos distintivos del presente ciclo político es un "cambio de la gobernabilidad", añade. "ERC ya no está por la gobernabilidad. Cómo iba a estarlo, si no está ni por España", señala. La izquierda difícilmente puede contar con fuerzas nacionalistas para alcanzar el poder, porque la traducción política de cualquier apoyo sería que el gobierno nace controlado por algún tipo de proyecto secesionista.
No hay escenarios fáciles para las fuerzas progresistas. Y además la agenda política no acompaña. A juicio de Michavila, PSOE y Podemos no sólo tienen un problema por ser incapaces de determinar los grandes temas alrededor de los cuales gire el debate público, sino que además "no están sabiendo leer" las posibilidades que ofrecen los debates que el PP es capaz de colocar en el centro del tablero. "Por ejemplo, sobre la prisión permanente revisable se dice que no hace falta porque España es un país seguro, con lo cual le estás haciendo un favor al Gobierno", señala. Michavila ve al PSOE y Podemos ante la prisión permanente revisable como veía al PP ante el matrimonio entre personas del mismo sexo. Oponiéndose, pero con incomodidad.
El panorama para la izquierda en general y para Podemos en particular es sombrío, según el análisis de Michavila. Pero el partido aún no se ha jugado. Y el sociólogo ve al PSOE, pese a todo, en disposición de poder sacar un buen resultado si juega con habilidad las cartas que le han tocado en suerte. Con Podemos descolgado, hay tres partidos que podrían ser el más votado y el PSOE es uno de ellos. La explicación según la cual hay un bloque de izquierdas-progresista mayoritario frente al bloque de derechas-conservador es simplificadora. "Es un error meter a Ciudadanos en el bloque de centro-derecha sin más. Le ha robado un millón de votos al PP, pero también 600.000 a PSOE y Podemos. Una vez que Podemos afloja, Ciudadanos puede formar mayoría tanto con el PP como con el PSOE", explica Michavila. Pedro Sánchez, aunque su socio teóricamente más próximo haya caído por debajo del 20%, aún puede ser presidente con el apoyo de Ciudadanos si logra remontar los 3,2 puntos que le saca el PP y ganar las elecciones, aunque sea por la mínima.
Un escenario parecido al actual le permitiría al PSOE además invocar el voto útil, el arma con el que históricamente ha machacado las expectativas de Izquierda Unida. Además hay factores, señala Michavila, que juegan a su favor. El más importante es que "su contrincante, el PP, no para de bajar". En la actual coyuntura, Michavila cree que los socialistas tienen buenas perspectivas para ser en 2019 el partido más votado en las municipales, algo que no ocurre desde 2003. Sería un tanto para Sánchez, tanto puertas adentro como afuera. "Tras las municipales van a cambiar muchas cosas", dice Michavila.
Falta de empuje para la necesaria 'perestroika'
Autor de La perestroika de Felipe VI, Jaime Miquel cree que la democracia española vive un momento crítico en el que las fuerzas progresistas tienen una opción de conquistar el liderazgo político, aunque para ello deben dar un paso al frente y creer en sí mismas. Da sus últimos coletazos –afirma– "el posfranquismo" y agoniza la "España uninacional, que es de la única que nos han hablado, la de Rajoy y Susana Díaz". "Es una situación terminal. Todo es el toro de Tordesillas. Todo se cae, de puro viejo. El problema es que no se ha hecho nunca una pedagogía de la convivencia plurinacional, que es la salida. Hay que empezar a decir que la plurinacionalidad es un concepto identitario español. No es romper España, sino todo lo contrario. En cambio, Rajoy se agarra a la Constitución española como Moisés a las tablas", describe Miquel.
A su juicio, es urgente un cambio político que vaya más allá de retoques superficiales. "El PP está anquilosado e inmóvil. El Partido Socialista es lo único que tiene el sistema para darle la vuelta a la situación, porque, si no, la alternativa es más neoliberalismo uninacional, que es lo que propone Albert Rivera", señala. Según Miquel, esta propuesta "unidimensional" no logra frenar el proceso de tensión territorial. "Sánchez, con su victoria gracias a la militancia, era un diamante en bruto. Derrotó a todo el sistema. A los poderes reales, a los lobis, a los medios. Pero luego ha aparcado su idea plurinacional y ha puesto su organización al servicio del Estado para cerrar la crisis secesionista", señala.
Miquel ve al PSOE "pegadito al PP", con miedo a sufrir en relación con Cataluña el mismo castigo que ha sufrido Podemos. Al partido morado, cuando defendió su propuesta de referéndum, le dijeron "¡apártate, que tú no sabes!", y aún sigue apartado, según la explicación de Miquel. "El PSOE ha calibrado el estado de opinión pública y los equilibrios internos del partido y "se ha decidido a defender el llamado orden constitucional, con lo cual no sufre mucho desgaste, pero no aporta nada". Esta quietud, según este análisis, no implica que no haya opción de una victoria electoral, pero sí excluye un cambio político que lleve a España a la perestroika que defiende este autor. "Ahora mismo la izquierda está más desmovilizada que la derecha", afirma.
El diagnóstico sobre la izquierda de Miquel, investigador del comportamiento electoral y de la opinión pública, no es en absoluto benévolo. Cree que la "socialdemocracia se ha quedado sin espacio y sin programa, anquilosada". Ve a las fuerzas progresistas "sin capacidad para liderar las reformas profundas que España necesita con urgencia", entre ellas una "profunda reforma constitucional que termine con el pacto del 78". No son capaces de combatir –según Miquel– el abrumador dominio de la derecha de la agenda política, ni de contrarrestar su dominio de los medios, sobre todo televisivos. Ni siquiera reacciona ante la "tremenda batalla" que se ha empezado a librar en la derecha, añade.
Según el razonamiento de Miquel, la izquierda "tiene en su mano liderar el momento político", pero no está aprovechando la opción. Y cree que si deja pasar este tren quien se puede llevar el gato al agua es Rivera. "En Francia, la crisis de representatividad de los partidos se ha superado con Macron, un movimiento ad hoc adaptado a la realidad neoliberal que define bastante bien el espacio de Ciudadanos", señala. La clave va a estar –otra vez– en Cataluña. Mientras el factor territorial siga "sobredimensionado" y la izquierda no sea capaz de explicar su propuesta alternativa a la España "uninacional", a Rivera le continuará funcionando un discurso "dirigido a esas clases medias que piden orden, seguridad y Constitución mientras aplauden a un rey autoritario que no tiene sentido en la Unión Europea del siglo XXI". "A corto plazo esto puede resolver algo, ya veremos. A largo plazo, no", concluye Miquel.
Una agenda dominada por la derecha
¿Dónde está la clave del momento político? Manuel Jiménez, profesor de Sociología de la Universidad Pablo de Olavide, lo resume con una obviedad: "Auge de Ciudadanos, declive de Podemos". Esto dibuja una mayoría conservadora si atendemos a los partidos de ámbito estatal. "Ciudadanos se ha ubicado en el mejor jardín de votos posible. Hay una idea en ciencia política que dice: la volatilidad está confinada ideológicamente. Cuando uno cambia de voto, no se va muy lejos", señala Jiménez. Al percibirse Podemos como un partido más escorado, capta menos descontentos del PSOE, según este análisis. El PP, que tradicionalmente había contado con la ventaja de no tener alternativa conservadora, se encuentra ahora con Cs, que roba prácticamente de todos por ubicarse en el centro. El engorde del partido naranja dificulta una mayoría de izquierdas.
La crisis catalana presenta además "grandes dificultades" para los partidos progresistas de ámbito estatal, "tanto para lidiar con sus estructuras organizativas, como para enfrentarse a rivales potentes en la izquierda en las distintas comunidades", señala Jiménez. Cataluña, el tradicional filón del PP para galvanizar a sus bases, ahora sonríe a Ciudadanos. "El PP es el partido que marca la agenda. Con Cataluña, su tema ganador, se ha encontrado un efecto no buscado, beneficiar mucho más a Ciudadanos", explica. Esto no significa que el partido de Rajoy no mande en la agenda. Cataluña, que además polariza el ambiente político y lo empapa de un tono duro y propenso al dramatismo, sigue siendo su tema, como lo han sido el impuesto de sucesiones o la prisión permanente revisable. "Son temas ganadores de la derecha que el PP ha colocado como ha querido. A mí me sorprende cómo los telediarios se han convertido en continuos sucesos, todo temas relacionados con la seguridad, que ignoran las causas de la violencia o, en el caso del debate penal, no dicen nada sobre la reinserción", reflexiona el profesor de la Pablo de Olavide. "Todo se resume en: 'Castigar al culpable, sí o no'". Ahí las explicaciones más o menos elaboradas que intenta dar la izquierda se diluyen, a pesar de contar –en el caso del debate penal– con el apoyo de la mayoría de juristas y expertos consultados en los artículos de fondo sobre la cuestión.
La memoria del electorado progresista
Antonio Alaminos coincide en que la necesidad de mayor elaboración de los mensajes por parte de la izquierda para explicar sus propuestas lastra sus expectativas. Por ejemplo, en Cataluña. A juicio del catedrático de Sociología de la Universidad de Alicante y analista electoral, el procés "ha debilitado profundamente a Unidos Podemos". "Eran coherentes, pero había que explicarlo mucho", señala Alaminos, que ve a Podemos tocado tanto organizativa como ideológicamente. Según Alaminos, la situación hace totalmente descartable que Podemos y sus aliados lleguen a las urnas con opciones de victoria. "Pablo Iglesias se centrará en minimizar pérdidas", afirma.
¿Y el PSOE? El partido de Sánchez, opina Alaminos, "se ve frenado en la recuperación tras la gesta orgánica" del secretario general. "Pero sobrevive bien, puede llegar fuerte a las generales. Por extraño que parezca, hay escenarios probables en los que gana en minoría el PSOE con opciones de pacto. Depende del daño de Ciudadanos al PP y del desmoronamiento de Podemos", explica el investigador.
Ésa es la expectativa de la izquierda: una victoria, aunque sea corta; un pacto, aunque sea frágil. Se acaba el tiempo para conformar un proyecto claramente ganador. ¿Por qué, a pesar de la lentitud de la recuperación económica, de conocerse graves casos de corrupción que afectan al PP, la izquierda no levanta una alternativa que se presente como opción ganadora? Responde Alaminos: "Se tiende a pensar que los electorados no tienen memoria. Y sí la tienen. En la izquierda pesa demasiado la memoria reciente de los fracasos: Zapatero, el infantilismo de Podemos, el exceso de cálculo de IU. La desorientación ideológica que han mostrado es dramática. [El electorado de izquierdas] tardará en movilizarse y lo hará, de hacerlo, en el último momento. Eso si los partidos de izquierda dejan de moverse y desorientar al electorado".
Los límites de un 'plan Anguita'
Javier González, secretario del Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Sociología, tiene una duda sobre Ciudadanos, si logrará superar el hándicap de sus escasa implantación en las circunscripciones pequeñas, y una certeza sobre Podemos: "Podemos ya tocó techo. No va a alcanzar más votos de los que ya obtuvo. Le pasa lo mismo que a la Izquierda Unida de Julio Anguita, porque tiene el mismo perfil de votante y un techo parecido", señala. Según González, el techo que aparece cuando se abandona la estrategia de la transversalidad limita las posibilidades de la izquierda, porque en cambio en la derecha el nuevo actor, Cs, aún no ha descubierto dónde está su límite, mientras que el PP sí que parece tener un suelo que en ningún caso estaría por debajo del 20%.
"La partida está muy abierta y el panorama revuelto. Lo que está claro es que las mayorías absolutas se han terminado", señala. Ve imposible una mayoría absoluta en la suma de PSOE más Podemos y sus aliados, aunque tampoco cree que la derecha la tenga a mano, a pesar de su "mayor habilidad en el manejo del marketing para colocar los temas sobre los que se habla encima de la mesa". Eso sí, a la hora de alcanzar el poder los conservadores tienen la ventaja de poder formar más fácilmente alianzas con el nacionalismo. "Recordemos que para investir a Rajoy no estuvo sólo Ciudadanos, ¿eh? Se olvida, pero fue necesario el PNV", expone. El PSOE lo validó con su abstención, asumiendo un coste político altísimo, incluyendo una de las mayores crisis internas de su historia. El PP recompensó el apoyo del PNV con acuerdos económicos con el Gobierno de Euskadi. ¿Podrían los socialistas hacer algo así? ¿Qué diría el PP? ¿Y Ciudadanos?
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El efecto paralizante de Cataluña
Es imposible hablar de la izquierda sin hacerlo de la derecha. Y ahí, en la derecha, está ocurriendo "algo nuevo" que queda reflejado en los datos del último CIS. "Cs está creciendo sobre todo en el espacio ideológico de la derecha, entre 6 y 10 [en una escala en la que 0 es la extrema izquierda y 10 la extrema derecha]. Lo nuevo es que en las posiciones 6 y 7 ha conseguido que el PP deje de ser hegemónico", explica Luis Navarro Ardoy, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Pablo de Olavide y miembro del grupo de investigación Demospain. La vía de Ciudadanos para penetrar en la bolsa de los que se pensaba votantes irreductibles del PP es Cataluña, la misma que mantiene a la izquierda replegada y a la defensiva. "El PSOE da la sensación de haber aprendido la lección de esconderse cuando en los debates entra la cuestión identitaria. Recuerdan a la época de Zapatero y la reforma del Estatut. Saben que cuando entran activamente a este debate sufren costes", señala Navarro.
Y no pinta a que haya una mejoría a corto plazo. "La falta de acuerdo entre las élites socialistas está dificultando y dificultará la posibilidad de mantener una línea ideológica consistente", opina Navarro, que ve en los socialistas "inconsistencia ideológica" y “divergencias discursivas” que resultan "extremadamente perjudiciales". "En suma, la izquierda está ausente en este debate. Da la sensación de haber renunciado. Frente a ella, ahora el debate y la competición en el terreno identitario se están jugando en el campo ideológico de la derecha y del centro derecha", concluye.
El barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de abril de 2015 resulta, observado con la perspectiva que da el tiempo, interesante para entender el ciclo político. Ciudadanos pasó del 3,1% de estimación de voto en enero al 13,8% en abril. Un salto de 10,7 puntos, un auténtico fenómeno. Aquel enero las fuerzas políticas estatales de ámbito progresista (PSOE, Podemos e IU) habían alcanzado el 51,3% de estimación de voto, frente al 30,4% de los partidos conservadores, dejando fuera a UPyD, que de inmediato se iba a despeñar ante el auge de Ciudadanos. Eso son 20,9 puntos de diferencia a favor de la izquierda. Mucho. Pero la cosa empezó a cambiar. Los deseos expresados en el verano de 2014 por el presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu, que hacía votos por el surgimiento de "una especie de Podemos de derechas", se hicieron realidad. La fuerzas progresistas con proyecto estatal (PSOE, Podemos-confluencias e IU) y las conservadoras (PP y Ciudadanos) han ido desde entonces alternándose en cabeza en las sucesivas encuestas oficiales. Pero, poco a poco, la derecha ha ido imponiéndose y abriendo hueco. Hasta llegar a la fotografía actual, cuando PP (26,3) y Ciudadanos (20,7) suman 4,9 puntos más que PSOE (23,1) y Unidos Podemos (19). Concretamente, 47 puntos a la derecha, por 42,1 a la izquierda.