Decir primarias no siempre significa lo mismo en el PSOE. La primera acepción, la clara y diáfana, la que está en los medios y en los cientos de comentarios de dirigentes socialistas de todo el país, remite a la designación del candidato a la Moncloa, para la que podrán votar los ciudadanos que simpaticen con las ideas del partido. Pero hay otra: la elección del secretario general por las bases, por los militantes.
Ambas entran en el temario de la Conferencia Política que se abrió ayer viernes y se cerrará mañana en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid. Unas, las llamadas a nombrar al candidato presidencial, las abiertas, están agitando todo el debate privado y público del PSOE, pero no porque haya un sector de los socialistas que las rechace. De hecho, fue un compromiso del congreso de Sevilla en el que venció Alfredo Pérez Rubalcaba. Las otras, en cambio, no son tan pacíficas y hay una federación, la andaluza, aunque no sólo, que las mira con mayor frialdad por lo que suponen de cambio organizativo completo en el partido.
La situación se mantenía anoche en principio tal y como estaba en las últimas semanas. La dirección federal de Rubalcaba reconoce que el debate se ha abierto paso y se muestra "partidaria" de que los afiliados puedan elegir directamente a su líder, siguiendo el principio de "un militante, un voto". Una posición que Óscar López, el secretario de Organización, ya fijó en abril cuando reverdeció el conflicto con la federación gallega. La ponencia marco no es tan rotunda, porque Ferraz era consciente de las reticencias de algunos territorios, que consideraban que, en todo caso, ese cambio sólo puede sancionarlo un congreso.
Galicia, por descontado, apoya sin fisuras la tesis de "un militante, un voto", y de hecho su nuevo secretario general, José Ramón Gómez Besteiro, fue aupado por las bases el pasado septiembre en unas primarias experimentales impulsadas por Pachi Vázquez, que bordeaban los estatutos federales y que ya entonces suscitaron mucha polémica. Madrid ya defendió este principio en el congreso de Sevilla, pero perdió esa votación, y ahora, "en coherencia con su posición de siempre", lo ha vuelto a presentar como enmienda. Los socialistas valencianos y vascos también están de acuerdo.
Divisiones transversales y generacionales
Andalucía, por el contrario, cree que una "revolución" de ese calado, que fue rechazada en Sevilla, sólo puede ser aprobada en un congreso, no en una Conferencia que no tiene potestad expresa para dirimir cuestiones orgánicas.
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Ferraz reconoce esa barrera, que los estatutos sólo se pueden modificar en un congreso. Pero López, en un encuentro con periodistas una semana antes de la Conferencia, recordó que hay "precedentes" de reformas en las normas internas poco antes de un cónclave o al comienzo del mismo. Así, antes del de Sevilla se elaboró un reglamento para que pudiera haber precandidatos, y en 2000 se alteraron los estatutos en el arranque del 35º Congreso, el que ganó José Luis Rodríguez Zapatero, para hacer posible que se pudiera elegir de forma separada al secretario general y a la ejecutiva.
Habrá que ver hasta dónde llega la Conferencia de este fin de semana. Porque las posiciones no son tan nítidas en todas las federaciones. Extremadura, por ejemplo, "está dividida", y esa quiebra es "bastante transversal". Y sobre todo existe, como explica un barón regional, una "fractura generacional": los más jóvenes apuestan sin rodeos por las primarias para designar líder, y los mayores ven más problemas. "Pero es muy difícil defender que no. Si vota todo Dios a tu candidato a la Presidencia del Gobierno, ¿cómo dices a tus bases que no pueden elegir a su secretario general?", expresaba esta fuente. Una reflexión que se oye en más esquinas del partido. Castilla-La Mancha, por ejemplo, lo ve con menos dramatismo: el que sea elegido candidato en las primarias abiertas tendrá "tal respaldo social" que automáticamente se coronaría secretario general en un congreso.
En realidad, que el líder salga encumbrado por la militancia es un cambio en la estructura del PSOE tan profundo como el de las primarias abiertas para nombrar al candidato presidencial. Lo que preocupa a las cúpulas (en Ferraz y fuera de ella) es que un secretario general elegido por las bases adquiriría un poder "descomunal". El miedo al "cesarismo" es patente. Por eso, López recomendaba "pensarlo bien", dibujar fórmulas de contrapeso al número uno y para que a su vez los territorios –un absoluto poder fáctico en el PSOE– no pierdan peso.
Decir primarias no siempre significa lo mismo en el PSOE. La primera acepción, la clara y diáfana, la que está en los medios y en los cientos de comentarios de dirigentes socialistas de todo el país, remite a la designación del candidato a la Moncloa, para la que podrán votar los ciudadanos que simpaticen con las ideas del partido. Pero hay otra: la elección del secretario general por las bases, por los militantes.