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De "piso piloto" para España al cisma: Castilla y León, el Gobierno más largo de la ultraderecha

El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo, ofrece una rueda de prensa, en la Junta de Castilla y León, a 12 de julio de 2024.

“Estamos en Castilla y León ante algo parecido a un piso piloto que muestra lo que podría ser el futuro. Esperamos no equivocarnos, acertar en las personas que forman el Gobierno, las políticas y que sea un ejemplo de lo que se hará en España”. Era 22 de marzo de 2022. Santiago Abascal acuñaba la expresión que se ha recordado esta semana en la comunidad donde más tiempo ha gobernado la ultraderecha española: dos años y tres meses, más de 800 días. “Hay que ensayar ante toda España”, decía. Eso ha sido sobre todo el Gobierno de PP-Vox en la Junta: un escaparate para la extrema derecha y un espantajo para el Gobierno de coalición. ¿Para el PP? Un subalterno útil y la compañía impertinente de un partido acostumbrado a gobernar Castilla y León con la tranquilidad que da haberlo hecho desde hace más de 35 años. 

Para los ciudadanos, Vox en Castilla y León es sobre todo un nombre: Juan García-Gallardo. Su retórica incendiaria ha sido como mínimo un bochorno (tanta polémica, tanto foco) y como máximo una amenaza (la normalización de posiciones antiderechos). Su carrera como acaparador de titulares comenzó con uno que no pronunció él sino Abascal en la noche de aquellas elecciones anticipadas, el 13 de marzo de 2022: "Qué cara de vicepresidente se le está poniendo a Juan García-Gallardo". El augurio se cumplió. El protagonismo que no tuvo en la campaña lo encontró pronto como vicepresidente sin competencias. Su agenda consistió en asistir a actos en las nueve provincias y ser el tipo de político que hace que los periodistas se tengan que quedar hasta el final de una mesa redonda sin interés informativo “por si dice alguna”. Con él no valía con cubrir el conocido como canutazo, o comparecencia informal ante los micrófonos, generalmente en la calle. La frase que saltaría a la tertulia nacional podía caer en cualquier momento. Durante más de un año fue el único vicepresidente autonómico de Vox, su cargo institucional más alto.

Esta semana han sido cuatro los vicepresidentes que dimitieron por orden de Abascal. García-Gallardo había tenido un perfil más bajo en los últimos meses, pero se despidió por todo lo alto: "No queremos que Castilla y León se convierta en Francia, que sus barrios humildes acaben como los barrios del extrarradio de París […] Estamos a tiempo de corregir esto en Castilla y León, no estamos condenados a la islamización".

El ya ex-vicepresidente cerró su paso por la Junta con un alegato racista y xenófobo, como marca ahora la agenda nacional de Vox, aunque durante estos dos años su obsesión discursiva han sido las mujeres: el feminismo, sus derechos y su función “procreadora” en una de las regiones más despobladas de Europa. “Es una persona totalmente a la sombra de Abascal y eso también es masculinidad: lo que diga mi jefe va a misa porque yo creo en el poder y el poder de Vox está en Abascal”, indica Manuel Rodríguez Gago, doctorando en Estudios Feministas y de Género en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). 

“Masculinizar las políticas no es sólo que Vox se haya metido con el feminismo institucional y con la violencia de género, sino que también ha masculinizado la propia forma de hacer política y ha tirado del PP para ello. Mete en el discurso esa parte bélica, simbólica, que utiliza la violencia como un elemento arrojadizo contra el otro bando: un nosotros contra ellos. Es en ese ámbito en el que el PP más puede suavizarse”, considera. El Partido Popular, que ha pasado sus momentos más incómodos con Gallardo en los temas del aborto (con el episodio del “latido fetal”) y la violencia de género, ha enviado en las primeras 24 horas sin él algunas señales: lo sustituye en la vicepresidencia Isabel Blanco, una mujer con un talante y un discurso en las antípodas de los suyos y quien precisamente ha liderado la postura de la Junta en la crisis migratoria que Vox ha utilizado como pretexto para romper con el PP.

Ahora es al PP al que le toca demostrar

Si Castilla y León fue un reclamo para Vox a nivel nacional, ahora es el PP el que tiene la oportunidad de desmarcarse del discurso y las políticas de extrema derecha a las que lo ha arrastrado el partido de Abascal. El líder del PSOE en Castilla y León, Luis Tudanca, le ha ofrecido pactos puntuales si hace los deberes: romper los pactos en Ayuntamientos como Burgos y Valladolid, eliminar la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) al monumento fascista de la Pirámide de los Italianos y no seguir adelante con la proposición de ley “de Concordia”, el artefacto de Vox para marcar perfil contra la ley de Memoria Democrática del Gobierno progresista. Mañueco dejó entrever el viernes que él sólo está obligado ahora por sus compromisos en los debates tanto de investidura como del estado de la comunidad. Mañueco, sin aparente aflicción, pasa página y suelta amarras. 

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En la lista de Tudanca para contribuir a la estabilidad en lo que queda de mandato figura también la recuperación del diálogo social, dinamitado por los ataques (el recordado “comegambas”) del hasta el viernes consejero de Industria, Comercio y Empleo, Mariano Veganzones. El político es uno de los tres consejeros que tenía Vox y uno de los dos que dejan el Ejecutivo: se negaron a dimitir y Mañueco los cesó. El presidente regional sólo mantiene al de Cultura, Gonzalo Santonja, propuesto por Vox pero que no venía de Vox: salmantino como Mañueco, dirigió el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua (privado, pero con financiación pública) durante casi 20 años bajo sucesivos mandatos del PP.

El otro consejero que se ha quedado dispuesto pero sin cartera ha sido el de Agricultura, Gerardo Dueñas, avanzadilla de otra de las grandes batallas de Vox: apropiarse del descontento del campo español con propuestas populistas imposibles como la flexibilización del control de la tuberculosis bovina. “En Castilla y León se comenzó a ensayar ese intento de representar al pueblo del campo, no sólo al agricultor sino también a la gente que vive en núcleos medianos y pequeños, frente a las élites globales y sus representantes urbanitas, a quienes pintan como progres soberbios que miran por encima del hombro y juzgan moralmente el modo de vida, costumbres y gustos de esos lugares”, indica a infoLibre Guillermo Fernández Vázquez, profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III y autor del libro Qué hacer con la extrema derecha en Europa: el caso del Frente Nacional. 

Queda media legislatura en Castilla y León, los presupuestos de 2024 están aprobados y al menos a corto plazo no se espera una convocatoria electoral. Mañueco no tiene prisa. Gallardo seguirá con el discurso radical, pero ya no será desde la Vicepresidencia sino desde la portavocía del segundo grupo de la oposición en las Cortes. “Convirtió Castilla y León en un ventilador de polémicas, con una actitud muy personalista que sí ha logrado la irrupción del discurso del odio y la polarización política, mediática y social”, resume Virginia Hernández, activista rural LGTBI que entre 2015 y 2023 fue alcaldesa del pueblito vallisoletano de San Pelayo. La salida de Vox de la Junta debería suponer, al menos sería esperable, el retorno a una normalidad mínima. Un ejemplo sería que cada 28 de junio se ilumine la fachada de las Cortes con los colores de la bandera LGTBI, como se hacía siempre. Pero el presidente es Carlos Pollán, de Vox, y su continuidad en el cargo es una incógnita.

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