La ola de calor que ha derretido a casi toda España durante la última semana ha sido la más intensa que se ha vivido en un mes de junio en, al menos, los últimos 20 años. Además, también ha sido la más temprana desde que hay registros. Solo se ha vivido una situación similar en 1981. Desde entonces, los termómetros nunca han marcado valores tan elevados en esta época del año. Sin embargo, habrá que ir acostumbrándose, a no ser que se tomen medidas drásticas destinadas a paliar un poco los efectos de la crisis climática. Con este escenario, y con una factura de la luz disparada y sin frenos, es esperable que cada vez más familias tengan dificultades para mantener su hogar a una temperatura adecuada y caigan, por definición, en la pobreza energética, un concepto asociado desde su origen al invierno pero que la realidad obliga ahora a ampliar.
La crisis climática ha tenido efectos sobre los termómetros del planeta de forma rápida y eficaz. Y los seguirá teniendo si todo sigue como hasta ahora. Según el último análisis del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), dependiente de Naciones Unidas, las políticas actuales condenarán al planeta a un aumento del mercurio de 3,2 grados para finales de siglo. El objetivo del Acuerdo de París limitaba ese aumento a 1,5º y 2º más para entonces. Pero ahora estamos lejos.
"El hecho de que se produzcan olas de calor es normal, la cuestión es que siempre se han concentrado en julio y en agosto, por eso esta tiene un carácter anómalo" y es "un signo inequívoco de la influencia del cambio climático", explica Juan Jesús González Alemán, meteorólogo y portavoz de la AEMET. "Lo que ahora es raro, dentro de 30 ó 40 años será normal", añade. Además, continúa, todo apunta a que esta ola de calor será "la más intensa de todas las vividas en junio". "Y también se espera que cada vez sean más duraderas", añade.
Las consecuencias no son menores. Un estudio internacional publicado en 2014 auguró que, en el peor de los escenarios, la mortalidad en España por las olas de calor podría aumentar un 292% entre 2031 y 2080. Pero no por golpes de calor directos, sino por el empeoramiento de patologías ya existentes. Así lo expone la investigadora Èrica Martínez en un artículo para el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) en el que explica que, por eso, el riesgo de mortalidad por altas temperaturas aumenta un 20% entre las personas mayores de 60 años y un 40% en las personas de entre 80 y 90 años.
Los remedios inmediatos para frenar estos efectos los sabemos. No hacer ejercicio en las horas centrales del día, llevar ropa cómoda y fresca, hidratarse y tratar de permanecer en algún lugar cerrado a una temperatura adecuada. Como recoge Cruz Roja, esta se sitúa, según la OMS, en los 26 grados en verano, pero es complicado que el termómetro marque eso si en el exterior se superan los 40, como ha ocurrido durante esta semana. Más aún si tenemos en cuenta que, como recoge la organización Socaire tras analizar los datos del INE, el 60% de las viviendas en España fueron construidas antes de 1980, cuando todavía no se habían aprobado las normativas técnicas destinadas a regular la calidad de las construcciones y mucho antes de que el Código Técnico de la Edificación (CTE) de 2013 exigiera medidas de aislamiento, entre otras cosas.
Conseguir esos 26 grados, por tanto, supone tener que tirar de electricidad y encender el aire acondicionado o enchufar el ventilador. Y no todo el mundo puede. Pero no se sabe exactamente quiénes. Según los últimos indicadores de la Estrategia Nacional contra la Pobreza Energética publicados por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico en diciembre, hay un 10,9% de la población española que no puede mantener su vivienda a una temperatura adecuada en los meses de invierno. En 2019 era un 7,6%, en 2018 un 9,1% y en 2017 un 8%.
Sin embargo, en el informe, el departamento que dirige Teresa Ribera especifica que "no se dispone de información sobre la imposibilidad de mantener una temperatura adecuada en la vivienda en verano". Un error, a juicio de algunas organizaciones y expertos.
Es el caso de la Alianza contra la Pobreza Energética, que lleva tiempo reclamando, precisamente, que se dé visibilidad a esta pobreza también en los meses de verano. "Llevamos años diciendo que la pobreza no solo se da en invierno, también porque hay muchas necesidades básicas asociadas a la electricidad que se necesitan durante todo el año, como poner la lavadora o mantener la comida en el frigorífico", explica María Campuzano, portavoz de la organización.
El Ayuntamiento de Madrid elaboró un informe en el año 2017 en el que admitía que "la pobreza energética [...] debe incluir la dimensión de los meses de verano, debiéndose asegurar unas mínimas condiciones de confort térmico a los pobres energéticos también durante" estos meses. "La incorporación de las condiciones de verano en la evaluación de las necesidades energéticas de los hogares es importante porque los escenarios de cambio climático en España prevén no sólo un incremento de temperaturas sino también un incremento en intensidad y duración de las olas de calor", añade el documento.
José Luis López, experto en pobreza energética, también cree que es importante comenzar a incluir estos datos, pues podrían hacer "aflorar" nuevos pobres energéticos. "Es cierto que si un hogar tiene ingresos bajos y su casa es poco eficiente, en principio tendrá problemas en invierno y en verano de la misma manera, pero también es cierto que en determinadas regiones el problema se da más en verano que invierno", explica.
Y también hace un diagnóstico de las razones por las que la dificultad de mantener el hogar a una temperatura adecuada en verano no forma parte de los informes que analizan esta vulnerabilidad. En primer lugar, porque no siempre está claro que el empeoramiento de la salud por olas de calor se dé siempre dentro de la vivienda, algo que sí ocurre en invierno. En segundo, y esto es lo principal, porque el término pobreza energética comenzó a estudiarse y analizarse en Reino Unido, un país con temperaturas menos elevadas que España. "En el norte de Europa la situación no es la misma que en los países mediterráneos que, como nosotros, sí sufren altas temperaturas en verano que pueden hacer que las personas enfermen", dice. "En otros países, encender el aire acondicionado es un concepto de confort, no de salud", añade. Por eso las encuestas oficiales, estandarizadas en el continente, solo preguntan por la posibilidad o no de mantener el hogar a una temperatura adecuada en invierno, explica.
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Aun así, hay algunos datos, pero ninguno reciente y a nivel nacional. Por ejemplo, la Alianza contra la Pobreza Energética realizó más de 400 encuestas que revelaron que el 43% de los barceloneses tenía dificultades para mantener la temperatura adecuada en invierno y en verano. El Ayuntamiento de Madrid, por su parte, en el informe elaborado en 2017, cita que, según el INE, en 2012 el 8,2% de los hogares madrileños tenía dificultades para alcanzar el confort térmico en invierno, un porcentaje que aumentaba al 26,6% en los meses de verano. La media de España tenía unos porcentajes del 17,9% y el 24,8%.
Cruz Roja, que también recuerda que la pobreza energética es un problema veraniego, atendió de enero a octubre de 2021 a más de 6.296 familias que tenían dificultades para pagar el recibo de la luz. En 2020 fueron 14.542, 2.480 en el primer semestre.
Los datos, según la organización, van en aumento en paralelo al incremento del recibo de la luz. Este viernes 17 de junio, en plena ola de calor, el precio se situó en 177,90 euros, un 4,15% más caro que un día antes y un 91% más que el mismo día de 2021. Ocurre a pesar de la aplicación de la denominada "excepción ibérica" que limita el precio del gas para la generación eléctrica a una media de 48,8 euros por megavatio hora durante un periodo de doce meses y que, según el Gobierno, rebajaría un 15,3% la factura a los consumidores acogidos a la tarifa regulada. Para que esto ocurra, avanza López, habrá que esperar un poco más. Mientras tanto, algunas de las familias más vulnerables han podido acceder al bono social eléctrico, aunque no es percibido, por desconocimiento, por el 54% de las personas que tienen derecho a él, según datos de la Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes). "El bono social es una medida insuficiente", se queja Campuzano.
La ola de calor que ha derretido a casi toda España durante la última semana ha sido la más intensa que se ha vivido en un mes de junio en, al menos, los últimos 20 años. Además, también ha sido la más temprana desde que hay registros. Solo se ha vivido una situación similar en 1981. Desde entonces, los termómetros nunca han marcado valores tan elevados en esta época del año. Sin embargo, habrá que ir acostumbrándose, a no ser que se tomen medidas drásticas destinadas a paliar un poco los efectos de la crisis climática. Con este escenario, y con una factura de la luz disparada y sin frenos, es esperable que cada vez más familias tengan dificultades para mantener su hogar a una temperatura adecuada y caigan, por definición, en la pobreza energética, un concepto asociado desde su origen al invierno pero que la realidad obliga ahora a ampliar.