No había pasado un año desde la constitución formal de Podemos como partido político cuando el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de octubre de 2014 lanzaba un nuevo aviso al sistema bipartidista. La encuesta daba a la formación liderada por Pablo Iglesias un 22,5% de estimación de voto. El PP y el PSOE, por su parte, se situaban en el 23,9% y el 27,5%, respectivamente. El partido conservador seguía desplomándose en las encuestas y el aumento exponencial de Podemos parecía preocuparles. Entonces, la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, aireó el fantasma del populismo durante una entrevista en Onda Cero un día después de que se dieran a conocer los resultados del CIS. A juicio de la dirigente conservadora, la formación morada es “populista”, de “extrema izquierda”, con un “modelo” basado en Venezuela, “muy peligroso para el sistema”.
De esta manera, el término populismo llegó a España. Y se ha repetido como un mantra desde entonces, aumentando de intensidad con la cercanía de las diferentes citas electorales. De izquierda a derecha del espectro político. “Con Podemos no pactaré ni antes ni durante ni después de las elecciones porque representa el populismo. Quieren convertir a España en otra Venezuela”, dijo el entonces secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en septiembre de 2014. “No dejemos que los cantos de sirena del populismo, del radicalismo y de la bisoñez, nos desvíen del camino”, apuntó, por su parte, el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, a las puertas de los comicios del 20 de diciembre.
El auge de los partidos calificados como populistas no sólo preocupa en España. También desde diferentes organismos internacionales se ha alertado de los peligros que supone un ascenso de estas formaciones. Así, el pasado martes, el populismo volvió a ser noticia a ambos lados del Atlántico. Desde Washington, el Fondo Monetario Internacional (FMI) alertaba de que el estancamiento de la economía, sobre todo en los países más avanzados, alentaba “las llamadas populistas para restringir el comercio y la inmigración”. Un aviso del que se ha hecho eco el PP en su argumentario interno esta misma semana. Y desde el Viejo Continente, el Partido Popular Europeo (PPE) llevaba a la Eurocámara la propuesta de curar “los populismos y la desinformación” regalando a todos los ciudadanos europeos que cumplan los 18 años un billete de Interrail.
La Real Academia Española lo define como “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”. Pedro Sánchez, por su parte, se explayó un poco más en la explicación teórica en septiembre de 2014: “Un proyecto que se construye sobre el descrédito del otro, sin aportar soluciones ni futuro a la sociedad española, o mejor dicho, con propuestas que provocarían frustración y un pobre futuro para España”. Incluso Mariano Rajoy ejerció de teórico durante la cumbre del G-20 del pasado mes de septiembre: “Es el gran enemigo de las reformas”, dijo el presidente del Gobierno en funciones.
A pesar de los constantes ataques sufridos, sigue siendo un tema recurrente en Podemos. Así, durante la presentación del nuevo libro de Jorge Alemán, el líder de la formación morada, Pablo Iglesias, aseguró que "lo que se discute en Podemos es si tiene que seguir siendo populista o no". "El titular es terrible porque se asocia a ser demagogo o mentir y no a la construcción de lo político", apuntó, añadiendo a renglón seguido que le "encantaría" que por la puerta saliera Enesto Laclau –uno de los pensadores argentinos que más ha estudiado el populismo– y "dijera a algunos 'no tenéis ni puta idea de lo que decís de mí". Pero, ¿qué es el populismo? ¿Por qué tiene una connotación negativa? ¿Es tan malo como se pinta?
¿Qué es el populismo?
“No es una ideología, como el liberalismo o el socialismo. El populismo es una retórica, una manera de hacer un discurso político”, señala en conversación con infoLibre Guillermo Fernández Vázquez, filósofo que conoce muy de cerca la evolución del Frente Nacional francés. Un discurso basado, cuenta, “en la distinción del espectro político entre arriba y abajo, élite y pueblo”, que busca escapar de las “viejas” etiquetas de “izquierda y derecha”. La casta contra la gente que planteó Podemos desde su nacimiento. O la presentación de Marine Le Pen, líder del Frente Nacional (FN), como representante del pueblo francés contra las élites galas.
En la misma línea se posiciona José Luis Villacañas, catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro Populismo. "Es la teoría política que trabaja en favor de organizar una repolitización de la población tras épocas de pasividad política", señala, añadiendo a renglón seguido que, en definitiva, podría definirse como la "articulación retórica que recoge diversas demandas populares insatisfechas, hasta ahora carentes de atención y representación, que configuran un programa político diferente que exige actores políticos distintos". Demandas que suelen encarnarse en un líder "carismático, en palabras de Francisco Seoane, profesor de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid.
El periodista, experto en comunicación política, literatura en mano, indica que el populismo se puede definir siguiendo tres vías: "Como una ideología débil con principios muy básicos, como una técnica del discurso basado en la división entre los de arriba y los de abajo o como una estrategia para conseguir el poder". Esta última explicación es la desarrollada por el pensador argentino Ernesto Laclau que Iglesias mencionó el pasado miércoles. "La forma específica en que el populismo desea producir esta repolitización es mediante la activación de la idea de soberanía popular, al afirmar que en cierto modo lo que sostenía la situación política previa era un secuestro de la soberanía en favor de una oligarquía que trabaja en su propio beneficio. Ese secuestro ha de ser superado mediante la conquista del poder a través de un nuevo sujeto político, el pueblo verdadero", concreta Villacañas.
Carlos Fernández Liria, filósofo vinculado a Podemos y autor del libro En defensa del populismo, tiene una visión particular. Lo ve como "un aspecto inevitable" porque cualquier empresa política "intenta hacer pasar su programa político por un interés general del pueblo". "Todos los partidos son inevitablemente populistas", señala el pensador, que añade que en la política "no se convence" a la gente "sólo con argumentos". "El mundo de la política está hecho de algo que tiene más que ver con los síntomas que con errores y verdades", sostiene Fernández Liria. En su argumentación, además, pone ejemplos. "¿Acaso lo de Esperanza Aguirre haciendo campaña con un sofá hinchable paseándose por las calles de Madrid hablando con los ciudadanos de sus problemas no es populismo?", asevera.
Aunque Seoane comienza dando las definiciones clásicas durante su conversación con este diario, posteriormente ofrece su interpretación personal del concepto. Así, el experto en comunicación política lo interpreta como "una hipertrofia, como una enfermedad" de la "democracia liberal" por el lado de la democracia. "Los regímenes occidentales son democracias liberales, una combinación en equilibrio entre el principio del mandato mayoritario de los ciudadanos y la herencia del liberalismo del respeto al individuo, detallado en las constituciones, de manera que un principio mayoritario que vaya contra un principio liberal es frenado por la constitución", sentencia.
El diputado del PSOE y profesor de Sociología en la Universidad ComplutenseJosé Andrés Torres Mora se muestra mucho más crítico, pero sigue la misma línea planteada por Seoane. Empieza dejando claro desde un primer momento que no lo entiende en el sentido peyorativo de la palabra. Tras esta aclaración, el sociólogo entra en materia: "Es la democracia sin leyes. Una democracia sin instituciones que dice que la voluntad pertenece al pueblo, un pueblo bueno, sabio, que ejerce la función de monarca absoluto, y que se expresa a través de un caudillo, de un líder carismático", asevera. "El pueblo es la única fuente de legitimidad, pero sólo de manera directa, sin intermediarios, sin castas, oligarquías o como quieras llamarlo", completa Torres Mora.
¿Es sano el populismo?
El populismo siempre ha sido muy criticado en las esferas políticas. Pero Villacañas no considera que "en tanto politización" sea malo. "Es un elemento que permite avanzar en la autoconciencia de las sociedades", explica el catedrático de Filosofía de la UCM. Y lo contrapone al neoliberalismo: "Cuando además la forma ideológica dominante aspira esencialmente a eliminar la política del horizonte, fomentando el valor absoluto de la ratio económica, el populismo es de forma inevitable la reacción de las poblaciones que desean seguir teniendo una voz en las decisiones acerca de su propio destino. Quien no quiera populismo entonces que tampoco quiera neoliberalismo", sostiene el pensador.
Sin embargo, Villacañas también encuentra fallos. "Ofrece una teoría para tomar el poder, no una teoría para el uso del poder", detalla. Por eso, el autor de Populismo señala que "suele suceder" que estos fracasos dejen a las poblaciones "más desprotegidas contra las nuevas oleadas de neoliberalismo". "No es capaz de estabilizar con derechos solventes las conquistas que puedan alcanzarse en la fase populista. Por eso lo veo como un factor inevitable en nuestras sociedades, pero propio de un momento de transición, mientras se encuentra un nuevo modo de usar el poder", completa. En esta línea, Seoane se pregunta si Podemos "cesará la parte romántica de transformación para ser parte del sistema y quizá morir en él o si seguirá siendo movimiento social a la vez que partido". Iglesias respondió el miércoles a esto: "Una pata en las instituciones y la otra pata, los dos brazos y la cabeza fuera".
El profesor de Periodismo de la UC3M y Guillermo Fernández también coinciden en señalar que el populismo puede tener aspectos positivos. "Pone en primer plano discursivo a la gente, con sus problemas, y a la democracia", sostiene el filósofo. "Puede energizar la democracia, hacernos sentir a todos partícipes de un destino común, darnos esperanza, reengancharnos con la política. Un acicate para hacer que todos participemos más", asevera Seoane. Pero también negativos. Fernández se muestra preocupado por el ascenso de unos populismos que tienen "unos conceptos del pueblo o la nación muy restringidos". Seoane, por su parte, ve peligrosa "una dicotomía excesiva entre buenos y malos" que pueda afectar "a los valores del respeto al individuo".
Es el argumento que desarrolla Torres Mora para apuntalar su crítica. El diputado socialista señala que el populismo convierte al pueblo en el "soberano absoluto" que está "por encima de las instituciones". "A mí qué más me da que el amo sea una oligarquía o una multitud si se trata de un amo despótico. Si no tengo la protección de las leyes y las instituciones que me permiten no estar sometido a la voluntad caprichosa del amo", reflexiona Torres Mora. El parlamentario también critica el intento de entender el pueblo como "una multitud homogénea", negando "las fracturas": "Al César le interesa esconder esas contradicciones para tener el apoyo de todos".
La mala prensa
Pero, si hay expertos que señalan aspectos positivos del populismo, ¿a qué se debe la demonización del término y su connotación negativa? Fernández Vázquez lo atribuye a una caricaturización de la palabra con el objetivo de convertirla en un insulto contra el rival, difuminando así su significado. De esta manera hemos visto cómo en España, y en el resto del mundo, se ha convertido en un arma arrojadiza. En nuestro país se ha dirigido principalmente contra Podemos. Sin embargo, tampoco hay que olvidar a Jordi Sevilla en julio de 2015 calificar al PP de ser "un renacido populismo de derechas". O al presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, pidiendo a Mariano Rajoy en junio de este año que abandone la senda "populista".
"El populismo desarticula las relaciones políticas vigentes y, por tanto, es una muy mala noticia para los que han gozado del monopolio de la representación política", señala, por su parte, Villacañas. Por este motivo, apunta el catedrático de Filosofía, estas formaciones políticas tradicionales "es lógico" que lancen contra "los actores populistas" sus "baterías de campaña". "Pero deben asumir sin discusión que la emergencia de populismo se debe a su propio fracaso, a sus propios errores y a su falta de perpectiva y de agenda", completa el autor de Populismo.
A pesar de esto, el filósofo asegura que no siempre "ha tenido tan mala prensa": "En países como EEUU, con un sentido más afinado de la dialéctica entre tradición y novedad, el momento populista suele coincidir con una gran presidencia del país". Algo con lo que no coincide Seoane, que cree que la connotación negativa es "casi consustancial a la democracia". "Ya en tiempos de Grecia, el mero hecho de que el acceso al poder estuviese mediado por la persuasión hizo poner en guardia a aquellos que veían que un charlatán pudiese llegar al poder", sentencia el experto en comunicación política.
Momento perfecto y líder carismático
Todos coinciden en señalar que el auge de los movimientos definidos como populistas se produce en contextos políticos y sociales complejos. La ventana de oportunidad que se abrió en España en 2011 y que la formación de Pablo Iglesias ha intentado aprovechar para intentar "asaltar los cielos" en las dos citas electorales hasta la fecha. "El momento perfecto se da cuando la democracia y las instituciones democráticas fallan. Cuando se producen problemas que la gente identifica como de honestidad de las instituciones democráticas", explica Torres Mora.
Pero los expertos consultados por infoLibre también ponen el foco en la presencia de un líder carismático. A Podemos se le criticó con dureza por identificarse durante mucho tiempo con la imagen de Pablo Iglesias. En este sentido, Seoane recuerda que Carl Schmitt decía que la democracia "en realidad es un régimen de identificación entre gobernantes y gobernados" y se pregunta por qué "todos concebimos que el liderazgo carismático de Obama es bueno y el de Iglesias es malo" si lo que realmente queremos es "un líder que nos emocione, que nos movilice, que nos haga vibrar". "Si no hay líderes en política no te comes ni una rosca", señala Fernández Liria, que añade que al final "el carisma o la forma de hablar" cuenta mucho en un mundo político atravesado por "pasiones y efectos".
¿Dos tipos de populismo?
Ver más"Hay que ser cautelosos con los populismos porque las democracias son frágiles"
Marine Le Pen, Geert Wilders, Pablo Iglesias o Hugo Chávez. Proyectos políticos distintos, ideas diferentes, pero todos ellos tildados de populistas. Pero, ¿es posible hablar de populismos de izquierdas y de derechas? Con la idea de romper el antagonismo izquierda-derecha, el filósofo Guillermo Fernández cree que esta distinción se tomaría "como un insulto". "La teoría populista como tal no permite diferenciar entre populismo de derechas y de izquierdas", sostiene Villacañas. Sin embargo, añade, "aunque en la teoría puedan tener puntos de contacto, en la práctica tenemos claros elementos para poder diferenciarlos".
Una diferencia que, según el catedrático de Filosofía de la UCM, reside en si se vincula con el republicanismo o con el nacionalismo. En el primero de ellos, ligado con el hemisferio izquierdo del tablero político, aspira a "reconstruir una fraternidad creciente entre las clases populares y las clases medias, algo que solo se puede realizar mediante políticas redistributivas que tienden a una libertad igual". Es lo que en América Latina se conoce como "populismo nacional". Sin embargo, prosigue Villacañas, cuando el populismo en Europa o Estados Unidos "se vincula con la idea nacionalista", con una idea de nación que tiene "componentes imperiales inexorables", entonces se acaba tiñendo de aspectos que aspiran "a la exclusión, a la separación, al racismo, a la xenofobia". Es, en definitiva, el ligado a partidos como el Frente Nacional en Francia o el UKIP en Gran Bretaña.
"Yo sí tiendo a pensar que hay un populismo de izquierdas y de derechas", sostiene Fernández Liria, que considera que el de derechas "siempre ha tenido más fácil penetrar en el mundo popular" y es por eso por lo que está avanzando a velocidad de crucero en el Viejo Continente. Por eso interpreta el auge de Podemos como un intento de "jugar las mismas cartas en el mismo terreno" para "parar los pies" a un "populismo fascista en Europa". "Intentan evitar que el enemigo del pueblo, en lugar de ser el emigrante, sea la casta, los evasores fiscales, los que destruyen las conquistas del Estado social de derecho", apostilla. "Aunque el razonamiento es muy parecido, el resultado es completamente opuesto", sentencia el filósofo.
No había pasado un año desde la constitución formal de Podemos como partido político cuando el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de octubre de 2014 lanzaba un nuevo aviso al sistema bipartidista. La encuesta daba a la formación liderada por Pablo Iglesias un 22,5% de estimación de voto. El PP y el PSOE, por su parte, se situaban en el 23,9% y el 27,5%, respectivamente. El partido conservador seguía desplomándose en las encuestas y el aumento exponencial de Podemos parecía preocuparles. Entonces, la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, aireó el fantasma del populismo durante una entrevista en Onda Cero un día después de que se dieran a conocer los resultados del CIS. A juicio de la dirigente conservadora, la formación morada es “populista”, de “extrema izquierda”, con un “modelo” basado en Venezuela, “muy peligroso para el sistema”.