LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
El Gobierno recompone las alianzas con sus socios: salva el paquete fiscal y allana el camino de los presupuestos

Inmigración

¿Es posible otra política migratoria? Alternativas "a contracorriente" a un sistema "caro, cruel e inútil"

Directo | Elevan a 7.000 el número de personas que ya han sido expulsadas o se han ido de Ceuta
  • Este artículo está disponible sólo para los socios y socias de infoLibre, que hacen posible nuestro proyecto. Si eres uno de ellos, gracias. Sabes que puedes regalar una suscripción haciendo click aquí. Si no lo eres y quieres comprometerte, este es el enlace. La información que recibes depende de ti.

"No es una crisis migratoria", se repite estos días sobre la situación en Ceuta. Y se añade: "Es una crisis política, diplomática... no migratoria". Lo migratorio, según este discurso, sería circunstancial, accesorio en este caso. Pero José Miguel Morales, secretario general de Andalucía Acoge, tiene sus reservas sobre idea. Se pierde algo sustancial, dice, si se ignora la dimensión migratoria.

Morales puede estar de acuerdo en lo general: la base de la crisis es la utilización por parte del reino de Marruecos de su propia población contra España y la UE con fines políticos. Pero, sin ser una crisis migratoria, hay un frente migratorio que no puede ignorarse, aunque resulte cómodo para orillar el "fracaso" del modelo, añade. La crisis ofrece, a su juicio, un retrato del naufragio y la injusticia de las políticas vigentes. ¿Por qué? Son caras, no resuelven el problema, refuerzan el poder y la capacidad de presión de los países de tránsito –que lo usan con fines diplomáticos– y causan la pérdida de incontables vidas humanas y vulneraciones de derechos, explica. "Si Marruecos está en situación de actuar así, de usar seres humanos para sus fines, es porque la UE y España le han dado ese papel", reflexiona Morales, una de las voces que estos días –en medio del estruendo de palabras fuertes como "frontera", "soberanía", "ejército", "nación" o "invasión"– reclama un replanteamiento migratorio.

Y no sólo por causas humanitarias. Sino por puro pragmatismo. "Lo inviable", afirma Mikel Araguás, de SOS Racismo, "es seguir así".

Dinero y prejuicios

Marruecos, con 346 millones de euros, es el segundo mayor receptor de fondos para "cooperación en migración", explica la Comisión Europea a infoLibre. Además, España ha entregado al reino alauí más de 90 millones en tres años, el último paquete aprobado esta misma semana en plena crisis. No obstante, hay una "nula voluntad" de Marruecos de "cumplir los acuerdos", según el Observatorio de Ceuta y Melilla, un think tank del Instituto de Seguridad y Cultura. Morales ve "escandaloso" seguir cebando con dinero público un modelo que supone una continua vulneración de derechos y deja la frontera sur de Europa al capricho de líderes como Mohamed VI o el turco Erdogan. Pero, al mismo tiempo, no se engaña: las dificultades objetivas para salir de ese circuito son difíciles de salvar. "Las políticas migratorias no son algo aislado, se dan un un contexto geoestratético" que las determina, afirma. Es uno de los motivos por los que estas políticas son tan resistentes a la alternativa. Como dice Emma Martín, catedrática de Antropología Social de la Universidad de Sevilla, la inmigración es una cuestión que pone a la izquierda "completamente a la defensiva", con escaso margen para la propuesta.

Las políticas migratorias dominadas por la externalización de fronteras y el énfasis policial y militar se erigen casi en dogmas. Lo ha observado Martín, autora del artículo Instrumentalismo, “wishful thinking” y nuevos sujetos sociales: los discursos sobre la inmigración desde la llamada izquierda política. "En el debate sobre la PNL [proposición no de ley] por la regularización [en 2020], podías escuchar a toda la izquierda con un discurso pro-solidaridad, pro-derechos humanos. Pero, si ves luego las prácticas... Ni siquiera hay denuncia clara de la situación actual en Canarias", explica.

A su juicio, existe un grave problema de fondo: ha prosperado un discurso "el inmigrante es un competidor". Ese es, dice, el marco dominante. Los datos son indicativos de una creciente suspicacia hacia los extranjeros, en especial por las ayudas públicas. El último informe del Ministerio de Trabajo y el Observatorio del Racismo y la Xenofobia recoge que que casi el 58% creen que los extranjeros reciben "más ayuda que los españoles". Un porcentaje similar piensa que abusan de la sanidad. Está demostrado que el éxito de estas ideas alimenta a la extrema derecha. En un artículo de 2019 publicado por The London School of Economics and Political Science, Luis Cornago y Delia Zollinger señalan que las formaciones ultra "tienen un incentivo para adoptar un enfoque restrictivo y chovinista del Estado del bienestar a medida que aumenta su proporción de votantes de la clase obrera", sobre todo en crisis. Ahí hay que inscribir el énfasis de Vox en la –falsa– idea de que los inmigrantes van a consumir el Ingreso Mínimo Vital.

'Realpolitik' y propuestas

La crisis ceutí le ofrece a Vox el marco para expresar el discurso anti-inmigración en su campo semántico óptimo: invasión, ejército, frontera, nación, inseguridad... Ciertamente, es difícil escapar de ahí cuando el Gobierno de Marruecos no oculta que lo ocurrido es una represalia por por la atención médica al líder del Frente Polisario.

Ahora bien, cuando se retiren los militares, cuando baje la inflamación retórica, ¿qué?

Tanto el avance de la desconfianza hacia la inmigración como las expectativas que abre para los nacionalismos aconsejan profundizar en discursos y políticas diferentes a las actuales, "cada vez más centradas en el control", señala Emma Martín. Pero ya advierte que no es fácil. ¿Por qué? Porque el problema migratorio no es sólo un problema migratorio. La inmigración, dice, se encuadra dentro del concepto de "hecho social total", acuñado por el etnólogo Marcel Mauss. En este tipo manifestaciones la estructura social expresa todas sus dimensiones. La inmigración lo abarca todo y a escala global. Encarar a fondo el problema requiere hablar de capitalismo, geopolítica, cambio climático, reparto del trabajo. Añade: "Hacer política para los inmigrantes es hacer política para las sociedades. El malestar vertido contra los inmigrantes es un malestar sobre tu situación, sobre el mercado de trabajo. Plantear este tema con seriedad exige replantear el modelo económico a todos los niveles".

José Miguel Morales, de Andalucía Acoge, parece tener preparada la respuesta cuando se le pregunta por otros posibles enfoques. "Hay dos niveles. El primero es lo deseable, sin realpolitik: asumir que las migraciones son resultado de desajustes económicos que condenan a falta de oportunidades y precariedad a amplios sectores de la población mundial, un fenómeno que también afecta a España y Andalucía. Y que por ello es necesario hacer políticas de redistribución. El segundo es abrir vías legales y seguras. Hoy en día un ciudadano senegalés no puede venir de forma legal". Con "vías seguras y legales", Morales se refiere a esquemas como el utilizado para traer temporeras para la fresa en Huelva, aunque aquí puntualiza: "¿Por qué todas mujeres y de zonas rurales?". La respuesta de las ONG es que se hace así porque están más indefensas. Morales propone una profundización en este tipo de debates, que centran la cuestión en los derechos de los extranjeros. Y lamenta: "El problema es que hemos asumido que se habla de inmigración sólo cuando hay una crisis".

Contra la desigualdad

Antonio Izquierdo, catedrático de Sociología de la Universidad de A Coruña, admite que el terreno del debate migratorio está "viciado", pero se niega a aceptar que falten propuestas. Eso sí, hay que trabajar sobre dos premisas:

1) Abandonar el "permanente" recurso a datos erróneos, visiones parciales y distorsionadas, que lleva a "políticas instantáneas" sin acierto.

2) Explorar todo un campo de acción política "a contracorriente".

¿Ejemplos? "Combatir las duras consecuencias de la pandemia sobre la integración de los inmigrantes y la desigualdad en el empleo o la educación", explica. En efecto, casi la totalidad del incremento del paro en el primer semestre de 2020 tuvo lugar entre la población extranjera, como detalla el informe Inmigración en tiempos de covid-19, del think tank Cidob. Ello se debe a una mayor presencia de inmigrantes en sectores golpeados como hostelería, los servicios y los cuidados. A esto se suman más contratos temporales, menos antigüedad... La brecha salarial entre españoles y foráneos roza el 39%. La diferencia de paro es de 10,5 puntos, tras crecer 3,6 en 2020. Los informes sobre brecha educativa alertan sobre el mayor coste de la pandemia en los inmigrantes. Además, se han multiplicado las dificultades para obtener asilo y renovar permisos de residencia, detalla el informe de Cidob.

¿No podríamos estar hablando de eso?, se pregunta Izquierdo, para quien no se han explorado a fondo posibilidades como la regularización de los inmigrantes con titulación sanitaria durante la pandemia, algo que hubiera tenido gran impacto en la imagen del fenómeno. Ahora, con el agravamiento de las brechas, echa en falta programas en que inmigrantes exitosos ayuden a otros más recientes. José Miguel Morales, de Andalucía Acoge, sigue su hilo: "Cada día se desaprovechan oportunidades de hablar de inmigración con otro punto de vista. A menudo se ignora que una de cada diez personas tiene trasfondo migratorio en España, es decir, es inmigrante o hijo de inmigrantes, con lo cual ve condicionada su vida por los discursos de odio. Cuando hablamos de inmigrantes, no hablamos del otro, hablamos de nosotros".

Análisis distorsionados

Izquierdo acumula, desde el ámbito académico, una prolongada trayectoria de propuestas alternativas: vías de entrada legal, permisos de trabajo durante el proceso de regularización, más acuerdos con países de origen... El sociólogo lamenta que, mientras estos debates están taponados, la sociedad esté saturada por la imagen de la patera y el inmigrante a nado y por palabras como "avalancha" y"invasión". ¿De qué sirve tanto énfasis ahí? "El Gobierno rechazó traer inmigrantes de Canarias a la Península por el efecto llamada. Bien, ¿y ahora qué pasa?", se pregunta ante la entrada de miles por Ceuta. No hay, señala, ninguna autocrítica. A su juicio, el debate se mueve en unas coordenadas irreales: ni se resuelve el problema –a pesar del gasto de más de 9.000 millones de la UE desde 2015–, ni se logra controlar la actuación de los países de tránsito, ni se rebaja el precio político a pagar por las democracias.

"No salimos del presentismo en el análisis de los datos", añade Izquierdo, pidiendo luces largas. En 2020 llegaron a España irregularmente 41.752 inmigrantes, más que en 2019 y menos que en 2018. Más de la mitad fueron a Canarias. Hay que descontar los devueltos y los que siguen hacia el norte de Europa. ¿Manejable para un país de 47 millones de habitantes? A juicio de Izquierdo, sí. También a juicio de Mikel Aragúas, de SOS Racismo, que lamenta que a pesar de todas las evidencias, el modelo de mano dura persista. "La política que se está haciendo no es eficaz. Está claro. Nos lo dice Canarias, nos lo dice Ceuta. No da respuesta a los intereses de las personas que vienen, pero tampoco de los países de destino", señala Araguás, que lamenta el barniz de utopía o demagogia que se aplica a las propuestas alternativas al "bloqueo obsesivo". Dicho "bloqueo" siempre está condenado al fracaso, añade, porque entrega el poder a países de origen y tránsito, que lo utilizan para defender sus intereses y obtener recursos. Esta variable imposibilita análisis acertados. ¿Un ejemplo? El balance de cierre de 2020 del Ministerio del Interior explicaba el incremento de llegadas irregulares por la reducción de entradas cerca del Estrecho de Gibraltar y el mar de Alborán, fruto de la cooperación de Marruecos. ¿En qué queda ese análisis si lo sometemos al contraste de la crisis ceutí?

90 millones de euros en tres años destinados a Marruecos para controlar la inmigración

90 millones de euros en tres años destinados a Marruecos para controlar la inmigración

Aunque Araguás considera que "la libre circulación de personas no supondría el caos, igual que la hay de mercancías", y que el "derecho a la movilidad" debería ser "un derecho humano reconocido", a petición del periodista acepta ceñirse a un catálogo de propuestas más sencillas y viables a corto plazo: "aplicación del derecho de protección internacional, que no se quede vacío de contenido", "una planificación demográfica realista en Europa", "más acuerdos de movilidad bilaterales", "más vías legales y seguras", "procedimientos de regularización más fáciles y visados más ágiles"...

¿Irreal? ¿Inviable? Lo "inviable", responde Araguás, es "seguir así". A su juicio, el misterio es que sea capaz de venderse como orden una política con coste milmillonario que enriquece y eleva el margen de actuación geopolítica de regímenes con graves déficits democráticos, que genera imágenes como las del muelle de Arguineguín –"más de 2.000 personas llegaron a pernoctar a la intemperie durante días, incluso semanas, y sin las condiciones de acogida y asistencia legal exigibles", señala el anuario de Cidob–, que ha creado un pujante negocio de la seguridad en las fronteras al que se ha subido ya la industria armamentística y que costó la vida de más de 1.700 personas intentando llegar a España sólo en 2020, según datos de la Asociación Pro Derechos Humanos. Seguir así, según Araguás, es "caro" económicamente, "cruel" con los inmigrantes e "inútil" desde el punto de vista de la política europea. Sin replanteamientos de fondo como los que propone Araguás, la izquierda a menudo se ve abocada a contradicciones entre el ideario abstracto y la realidad, tensión visible en la actitud ante los barcos con inmigrantes –distinta entre el Aquarius y el Open Arms, por ejemplo– o las llamadas "devoluciones en caliente".

Como colofón, el marco de debate migratorio estimula la proyección de la extrema derecha. La antropóloga Emma Martín, especialista en el campo de los discursos, reflexiona: "Deconstruir un discurso xenófobo es muy fácil. Se puede hacer con datos. Pero es que no se trata sólo de raciocinio, ni tampoco de buena voluntad. Yo he formado a funcionarios que trabajan con inmigrantes. Se explican las cosas, los datos, te entienden... Y al año siguiente, vuelven las mismas preguntas. No se desmonta fácilmente el discurso del odio", señala. ¿Recetas, entonces? Responde: políticas decididas, defensa del derecho –de los derechos humanos– y que los propios inmigrantes tomen las riendas. Le parece estimulante que a través de entidades como el Movimiento por la Regularización, Jornaleras en Lucha de Huelva, Sedoac o Sindillar la voz de los inmigrantes se escuche directamente, con discursos "reivindicativos" y "sin tutelas".

Más sobre este tema
stats