El PP confía en que la estrategia de Feijóo consolide y amplíe su poder municipal y autonómico

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En el PP todo son sonrisas estos días. En los peores momentos de la crisis interna abierta con el enfrentamiento entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, con cientos de manifestantes pidiendo dimisiones a las puertas de la sede de la calle Génova y Vox disparándose en todas las encuestas, muchos temieron una repetición del hundimiento de UCD, la formación hegemónica durante la transición que en un abrir y cerrar de ojos pasó, hace ahora 40 años, de gobernar con 168 diputados a agonizar en las filas de la oposición con 11 escaños. Un exsenador con edad suficiente para tener memoria de aquello recordaba esta semana que entonces Alianza Popular equivalía a lo que hoy es Vox. Y se quedó con todo el espacio del centro derecha.

Pero ya nadie se acuerda de eso. El PP no sólo ha cerrado sus heridas en un tiempo récord sino que, al calor de las encuestas que reflejan el efecto Feijóo, fruto en parte de la luna de miel que siempre recibe a los nuevos líderes políticos pero también de la caída en las expectativas de voto de la izquierda, en las filas conservadoras se ha instalado el optimismo. Las dudas que planteaba el futuro con Casado parecen haberse disipado y el partido trabaja a pleno rendimiento en la preparación de las elecciones municipales y autonómicas que se celebrarán dentro de un años —exactamente el domingo 28 de mayo de 2023—.

En 2019 el PP se apuntó apenas cuatro ayuntamientos de peso: Madrid, Zaragoza, Oviedo y Córdoba. Perdió muchos más, pero la victoria en la capital, tras cuatro años de gobierno de Manuela Carmena, le sirvió para lavar el resultado global. Algo similar ocurrió en Zaragoza, donde los conservadores desbancaron a Pedro Santiesteve, alcalde durante cuatro años por Zaragoza en Común. En Oviedo y Córdoba relevaron al PSOE al frente del Ejecutivo municipal.

En el lado de las pérdidas, el PP se quedó sin las alcaldías de Alcorcón, Burgos, Cáceres, Cuenca, Guadalajara, Jaén y Parla, todas ellas a favor de los socialistas. En Albacete y Alcobendas, la legislatura quedó repartida entre Ciudadanos y PSOE, después de alcanzar sendos pactos para alternarse en el poder. En Melilla y Palencia, Cs se hizo con la Alcaldía, en Ávila candidatura local de Por Ávila y en Ourense Democracia Ourensana, con el apoyo de los populares.

Al final, el PP se quedó lejos de los 40 grandes municipios conquistados por el PSOE. Y eso que, en la mayoría de los casos, fue capaz de llegar a acuerdos con Ciudadanos para hacerse con Alcaldías que no podría haber conseguido en solitario. 

Esta vez el PP quiere dar la vuelta a la tortilla. Recuerdan que en 2019 el partido vivía sus horas más bajas tras perder el Gobierno y una derrota severísima en las generales que se habían celebrado apenas un mes antes. Ciudadanos amenazaba con hacer realidad el sorpasso y Vox ya había demostrado, por sorpresa, su potencial en las autonómicas andaluzas.

Ahora las cosas han cambiado, aseguran en el PP. El partido está más unido que nunca en los últimos cuatro años en torno a la figura de Feijóo, las encuestas soplan a favor y ya les sitúan empatados o ligeramente por encima del PSOE. Ciudadanos no ha sido capaz de recuperarse y la base electoral del partido, según todos los datos disponibles, se está ampliando hacia el espacio que ocupan el PSOE y Vox.

Consolidar la tendencia

El equipo del nuevo líder del PP cree que esta tendencia se va a consolidar, que la carta de la economía que está impulsando a su candidato será aún más importante en los meses que vienen y que el partido llegará a las elecciones municipales y autonómicas en condiciones de convertirlas en la antesala de una victoria en las generales que, si no hay adelanto, tendrán lugar a finales de 2023.

Los equipos de coordinación autonómica y local y de organización territorial, a los mandos del madrileño Pedro Rollán y del gallego Miguel Tellado, ya se han puesto manos a la obra en la calle Génova. Buscan candidatos con los que reconquistar ayuntamientos, sobre todo en las grandes ciudades. Los municipios de mayor tamaño son una obsesión para Núñez Feijóo desde que se convirtieron en su mayor fracaso en Galicia. Desde las últimas municipales, el mayor municipio del PP gallego es Arteixo (A Coruña), por debajo de los 33.000 habitantes.

Esa tendencia favorable, que en Génova esperan ver confirmada en las elecciones andaluzas del 19 de junio para así marcar distancia con los resultados decepcionantes de Castilla y León del pasado 13 de febrero, el PP confía en que se traduzca también en las autonómicas que se celebraran el año que viene coincidiendo con las municipales. Ese día, los ciudadanos de doce comunidades (Madrid, Asturias, Cantabria, La Rioja, Navarra, Aragón, Illes Balears, Comunitat Valenciana, Extremadura, Canarias, Murcia y Castilla-La Mancha) decidirán la composición de sus parlamentos autonómicos y con ellos el futuro de sus respectivos gobiernos territoriales.

Hace tres años Casado logró salvar los muebles gracias a Ciudadanos, que prefirió apuntalar al PP allí donde pudo en vez de pactar con el PSOE, que entonces había ganado incluso en comunidades que se le resistían desde hace décadas. La estrategia de los naranjas—en algunos sitios respaldada por Vox— regaló a los conservadores la Comunidad de Madrid además de Castilla y León y Murcia, tres autonomías en las que lleva décadas instalado en el poder y cuya pérdida hubiese supuesto un durísimo revés para Casado.

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Ahora el PP quiere más y cree que puede conseguirlo. No sólo confirmando y ampliando sus gobiernos de 2019 —en Madrid Feijóo apuesta directamente por la mayoría absoluta— sino en recuperando terreno donde perdió el poder, aunque para conseguirlo tenga que compartirlo con Vox, como ya ha ocurrido en Castilla y León. Todas las miradas están puestas en la Comunitat Valenciana, uno de los territorios con más peso en el tablero político y económico y donde el PP se siente con posibilidades de hacerse con la presidencia de la Generalitat. También hacen cálculos pensando en Navarra, Aragón, La Rioja y Castilla-La Mancha. Falta un año, pero en Génova creen que, aunque a día de hoy no saben hasta dónde pueden llegar, mejorarán los resultados de 2019.

Conseguirlo es crucial para Feijóo, porque pocos meses después serán las generales. Un pobre desempeño en municipales y autonómicas puede lastrar sus posibilidades de alcanzar La Moncloa al primer intento. Por el contrario, un gran resultado le acercará a la victoria que desea para dvolver al PP la presidencia del Gobierno que Mariano Rajoy perdió en la moción de censura de 2018 y que Casado no fue capaz de recuperar en las dos convocatorias de 2019. 

El líder del PP, que llegó a Génova aupado por los barones territoriales, les ha dado libertad para preparar sus respectivas elecciones, decidir estrategias y seleccionar candidatos, lo que en la práctica confirma las candidaturas no sólo de los actuales presidentes que dentro de un año se someterán a las urnas —Fernando López Miras en Murcia y, de nuevo, Isabel Díaz Ayuso en Madrid— sino a todos los presidentes autonómicos del partido.

En el PP todo son sonrisas estos días. En los peores momentos de la crisis interna abierta con el enfrentamiento entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, con cientos de manifestantes pidiendo dimisiones a las puertas de la sede de la calle Génova y Vox disparándose en todas las encuestas, muchos temieron una repetición del hundimiento de UCD, la formación hegemónica durante la transición que en un abrir y cerrar de ojos pasó, hace ahora 40 años, de gobernar con 168 diputados a agonizar en las filas de la oposición con 11 escaños. Un exsenador con edad suficiente para tener memoria de aquello recordaba esta semana que entonces Alianza Popular equivalía a lo que hoy es Vox. Y se quedó con todo el espacio del centro derecha.

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