Memoria histórica

La ruina eterna del primer regalo inmobiliario a los Franco

Estado actual de la Casa del Viento.
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En la margen derecha de la carretera de A Coruña, a pocos minutos de que el megalómano Valle de los Caídos devore buena parte del paisaje que ofrece a los conductores la sierra de Guadarrama, se alza, imponente sobre una colina, un gran palacete de arquitectura ecléctica cargado de historia pero castigado sin piedad por el paso del tiempo. Hace décadas, fue lugar de retiro de algún expresidente del Gobierno, cuartel general del Ejército republicano o uno de los santuarios favoritos de la familia Franco. En la actualidad, sin embargo, el Canto del Pico no es más que una finca en ruinas castigada por incendios e infinidad de actos vandálicos. La fachada de piedra de gran mampostería de su edificio principal, la Casa del Viento, se ha convertido en un enorme lienzo sobre el que deslizar los sprays de pintura. Un estado de abandono para el que ni sus actuales propietarios ni tampoco las administraciones implicadas han sido capaces de encontrar solución. Todos saben que hay varias vías posibles. Pero lo que falta, de momento, es movimiento.

Las vistas desde el Canto del Pico son espectaculares. A un lado, la sierra. Al otro, la ciudad de Madrid, destacada por sus enormes rascacielos. Y en el frente, el municipio de Torrelodones y kilómetros y kilómetros de paisaje. Los vecinos de la localidad a los que se pregunta por el palacete coinciden en el diagnóstico: “Es una ruina”. Lo que hace más de medio siglo sirvió como plaza fuerte para la dirección de alguna de las batallas clave en la región de la Guerra Civil, hoy es uno de los “lugares de peregrinaje” de la gente joven del municipio. “Durante el confinamiento, no había noche en la que no se hiciera algún botellón allí. Se veían las luces de las linternas”, cuenta uno de los vecinos, desde cuya casa puede observarse la finca. En más de una ocasión, incluso, la histórica propiedad se ha convertido en un improvisado circuito de parkour, ese deporte consistente en superar barreras urbanas con la única ayuda del cuerpo. “Como un día se caiga algo y haya alguien vamos a tener un disgusto”, completa el vecino.

Los representantes políticos son plenamente conscientes del abandono y degradación en el que se encuentra el que fuera primer gran regalo inmobiliario que recibió el dictador –antes incluso que el Pazo de Meirás o la Casa Cornide–. “Es una dejación absoluta por parte de las administraciones, está al borde del derrumbe”, critica con dureza al otro lado del teléfono Rodrigo Bernal, único representante del PSOE en el ayuntamiento. El alcalde de la localidad, Alfredo García-Plata, reconoce que le “preocupa” el deterioro de una propiedad que, a lo largo de los años, ha sido víctima del expolio y vandalismo. De hecho, la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid elaboró, tras una visita al lugar en 2017, un informe en el que resaltaba que no quedaba ni rastro de “todo el material inmueble” que podía ser fruto del saqueo, como “esculturas, bajorrelieves, escudos, azulejería o rejas”. El regidor, que pertenece a una iniciativa vecinal –Vecinos por Torrelodones– que gobierna con mayoría absoluta, menciona también “cintas de película” o “libros históricos”.

El concejal socialista recuerda que es el actual propietario de la finca el que tiene la “obligación de custodiarlo y conservarlo”. Se refiere, en concreto, a la sociedad mercantil Stoyam Holdings LTD. Son varios los requerimientos que desde el Ejecutivo regional se mandaron en los últimos años a los dueños del edificio declarado Bien de Interés Cultural (BIC) para que cumpliesen con sus obligaciones respecto a su mantenimiento y conservación. Advertencias que terminaron cristalizando en verano de 2019, tras un incendio que dejó tocada parte de la cubierta del inmueble, en una multa de 1.000 euros mensuales hasta la resolución de los problemas detectados. Por aquel entonces, los propietarios aseguraron que el palacete se estaba “arreglando”. Sin embargo, dos años después, Bernal sigue alertando de deficiencias en la estructura. “La fachada quemada no se ha repuesto actualmente”, dice. Es cierto que en la finca hay vigilancia. Pero los numerosos accesos existentes hacen tremendamente complejo un control exhaustivo de la propiedad. En muchas zonas, la valla y el murete de piedra que bordean los terrenos están en el suelo.

De la permuta a la expropiación

El alcalde recalca la “voluntad” del consistorio de dar “una solución” a la propiedad para su “preservación”. “Por su importante valor cultural, patrimonial y como espacio verde”, dice. Para ello, pone sobre la mesa varias vías. En primer lugar, que cristalice en forma de “proyecto privado”. De hecho, la finca se adquirió con la intención de poner en marcha allí, sobre esa colina a mil metros de altura, un hotel de lujo con medio centenar de habitaciones –una veintena ubicadas en el edificio principal y el resto en dos casas adyacentes–, piscina cubierta y un gran aparcamiento. Se obtuvo un permiso de obras en la década de los noventa. Sin embargo, para cuando arrancaron las actuaciones el Ayuntamiento declaró la caducidad de la licencia, una decisión que fue ratificada por la justicia. Desde entonces, el plan inicial quedó en el aire. El hecho de que la finca se encuentre ubicada en un espacio protegido como el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares complica, todavía más, el desarrollo del proyecto inicial, si bien la empresa nunca ha dejado de defender su viabilidad.

Más allá de la iniciativa privada, García-Plata también pone sobre la mesa la vía pública. En este caso, el menú es amplio. En primer lugar, está la posibilidad de llevar a cabo una permuta de suelos. Es decir, que el consistorio se quede con este terreno a cambio de ceder a los dueños otro de propiedad municipal. Sin embargo, primero es necesario tasar el valor y que los técnicos le den el visto bueno. Hace una década, hubo un acercamiento con los propietarios, pero no se alcanzó acuerdo sobre el precio –en alguna ocasión se ha puesto a la venta a través de alguna inmobiliaria británica por más de 20 millones de euros–. El alcalde del municipio reconoce, en conversación con infoLibre, que es un “buen momento”, con los fondos estructurales, para estudiar “esta posibilidad” a fin de recuperar la finca, preparar un “proyecto” que permita su “preservación” y rehabilitarla. “Para un solo organismo es mucho dinero, porque podemos hablar de más de 10 millones. Por eso, debería ser algo en lo que también participe la Comunidad de Madrid y el Gobierno central”, asevera.

Estado de uno de los muros que bordean la finca del Canto del Pico. | ASC

En el PSOE tienen alguna idea en mente cuando se les pregunta sobre un posible uso público de este espacio. “Algún proyecto que se ajuste al lugar en el que se encuentra situado, en la Cuenca Alta del Manzanares. Quizá un centro de protección medioambiental”, señala su concejal. A Bernal no le convence del todo la permuta porque supondría “premiar” la “continua dejación de funciones” de los propietarios respecto a la conservación y el mantenimiento. Sin embargo, cree que es la opción “más factible”. ¿Por qué? Porque las otras dos vías que pone sobre la mesa el regidor pasarían o por la compra directa del inmueble o por una expropiación por parte de la Dirección General de Patrimonio por los continuos incumplimientos, algo que todos sitúan como la “última opción”.

El regalo y pelotazo de los Franco

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Desde el consistorio, no obstante, recalcan una y otra vez que solo son posibilidades y que, de momento, no se ha abierto ninguna de estas puertas. “No hay nada, ni hablado ni por escrito. Ni siquiera nos hemos sentado las partes implicadas. No se ha producido ningún movimiento en este sentido”, asegura por activa y por pasiva el alcalde. Mientras, el paso del tiempo sigue haciendo mella en este histórico edificio levantado en la década de los veinte con la intención de albergar la colección de arte de José María del Palacio y Abarzuza, conde de las Almenas, y convertido en el lugar preferido del expresidente conservador del Gobierno Antonio Maura –tanto es así que allí mismo moriría tras una caída– por los fantásticos paisajes que se divisan desde el enclave. Una situación privilegiada que no pasó desapercibida tampoco para el Ejército Popular Republicano tras el estallido de la Guerra Civil. El general José Miaja no dudó en utilizar la Casa del Viento como cuartel director de la batalla de Brunete en julio de 1937.

Pocos meses después del fin de dicho enfrentamiento, el conde de las Almenas decidió que esa propiedad tenía que estar en manos de la familia de ese militar que impulsó el golpe de Estado contra la Segunda República. Así, en noviembre de ese mismo año, hizo testamento a favor de Francisco Franco. “Aunque no tengo el gusto de conocerle, por su grandiosa reconquista de España”, rezaba el documento, recuperado por el periodista Mariano Sánchez Soler en su libro La familia Franco SA. De esta manera, el dictador recibía su primer gran regalo inmobiliario: una finca de 820.000 metros cuadrados y los inmuebles que ella albergaba. “Aquel sería el escenario de muchas jornadas donde el general iba a tomar demasiadas decisiones importantes”, recuerda el escritor. En el momento en el que falleció el conde, la casa principal del Canto del Pico tenía en su interior tallas góticas de edificios religiosos, relojes antiguos o cuadros, entre ellos el que pintaba Maura cuando falleció en el lugar, tal y como recogió en su momento el cronista local José de Vicente Muñoz.

Cuatro años después de la muerte del caudillo, la familia comenzó a tantear la venta de la propiedad. En un reportaje de la revista Tiempo de octubre de 1985, el exalcalde del municipio Serapio Crespo contaba que hubo una negociación con el consistorio y que se planteó su venta por parcelas. “Resultaba legalmente imposible porque el terreno estaba calificado de rústico-forestal y no era edificable”, relataba el exregidor. Luego se intentó colocar a través de una inmobiliaria, pero el marqués de Villaverde pedía demasiado. Sin embargo, a la tercera fue la vencida. El 27 de abril de 1988, la Casa del Viento y 8.000 metros cuadrados de finca fueron vendidos por 320 millones de pesetas al hermano del párroco de la localidad, el hostelero José Antonio Oyamburu. Un enorme pelotazo para los Franco y un eterno castigo para el comprador, que no ha logrado en todo este tiempo sacarle rendimiento. Un tiempo que ha terminado por convertir este edificio, que de tanto esplendor gozó en su día, en un palacete destartalado. En una ruina urbanística e histórica.

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