Sierra Bermeja empuja a España a la era de los súperincendios "imposibles de apagar"

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Aunque del fuego ha visto casi de todo, este hombre que comparece ante los medios con gesto arrugado para explicar cómo marcha la batalla contra el incendio de la sierra en Málaga tampoco está acostumbrado a algo así. En Juan Sánchez, director del Plan Infoca, el programa contra incendios de la Junta de Andalucía, no se sabe si prevalece la rabia –ha perdido a un compañero– o la preocupación –el fuego aún no está controlado–. "Llevamos mucho tiempo hablando de la complejidad por el abandono del medio rural y el cambio climático y hoy la estamos viviendo en primera persona", afirma. Un día duro para él. Sánchez se dedica a apagar fuegos y este fuego es imposible de apagar.

El director del Infoca habla del fuego de Sierra Bermeja, en Málaga, que ha quemado camino de las 8.000 hectáreas, obligando a evacuar a más de 2.600 personas. Se trata de una tormenta de llamas que la Junta de Andalucía ha considerado "inédita" por su fuerza y resistencia a los medios de extinción, que tienen que conformarse con perimetrarlo, evitar su expansión y esperar a que la bestia se sacie. El presidente andaluz, Juan Manuel Moreno (PP), que ha visto menos fuego que Sánchez, aportaba una visión aún más espantada tras asistir a las tareas del Infoca. Se trata, dijo, de un "incendio de sexta generación" con una fuerza tal que el agua descargada para combatirlo se evaporaba antes de cumplir su misión. El agua "no era eficaz", comprobó Moreno desde un helicóptero. Son unos incendios "técnicamente imposibles de apagar", señaló este lunes Moreno en declaraciones a Canal Sur.

Y no sólo lo dice Moreno. Afirman lo mismo los expertos consultados por infoLibre.

Súperincendios

La categorización de incendios por generaciones no es oficial ni académica, sino más bien orientativa y útil para el trabajo técnico. Parte del trabajo de expertos como Marc Castellnou, jefe del Grupo de Actuaciones Forestales de los Bomberos de Cataluña, un referente internacional en la materia, para explicar la evolución histórica de los fuegos. Antes, hasta mediados del siglo XX, los incendios regulaban el monte. "Aproximadamente cada 15 años de media, zonas como la que ahora arde en Sierra Bermeja sufrían incendios de baja intensidad, que a los árboles les iban bien porque eliminaban competencia y fertilizaban. El fuego siempre ha sido y es una especie más, a la que tenemos que adaptarnos. Es un elemento con 400 millones de años. Si hay plantas, hay incendios. ¿Qué ha pasado? Nuestra idea de apagar todo tan rápido, centrándonos en la extinción, evita este tipo de incendios de baja intensidad. Es lo que se ha llamado la paradoja de la extinción", explica Víctor Resco, profesor de Ingeniería Forestal en la Universidad de Lleida.

La paradoja de la extinción es sólo uno –y no el mayor– de los factores que nos llevan hasta los fuegos de sexta generación, entre los que numerosos expertos incluyen a Sierra Bermeja. Para entenderlos, hay que acudir a la historia. La aspereza del monte pelado que sobrecogía a los viajeros románticos era, en realidad, producto de una depredación económica del paisaje por ganaderos y agricultores que poco a poco han ido abandonando el medio rural, lo que ha hecho crecer la masa forestal y aumentado el riesgo de incendio. Sólo quedan ya historias de los más mayores sobre los incendios de primera generación, aquellos hasta mediados del siglo XX, con el "monte limpio y mucha población rural", que casi "se apagaban con las manos", como describe el director del Infoca, Juan Sánchez. Hasta llegar a la sexta generación se han ido quemando etapas, marcadas por la despoblación del medio rural, hasta conformar vastas extensiones de continuidad forestal, con una ingente cantidad de combustible disponible para arder dada la fuerte aridez provocada por el cambio climático, que ha sido la guinda del pastel.

El resultado son incendios de comportamiento explosivo, velocidad fulminante de expansión y trayectoria errática, que generan su propio microclima. Un rasgo llamativo puede ser la aparición de pirocúmulos, como los de Sierra Bermeja. Todo hace pensar que va a ser una palabreja a la que nos vamos a tener que acostumbrar.  Se trata de grandes tormentas de fuego, nubes llenas de brasas incandescentes, que cargan agua y por lo tanto peso en las capas altas de la atmósfera, reventando –en el peor de los casos– y esparciendo en todas direcciones pavesas incandescentes. "Es como abrirle el tiro a una chimenea", describe Víctor Resco. El riesgo de que los bomberos o las poblaciones queden atrapadas se dispara. Lo complica todo el llamado "interfaz rural urbano", es decir, el desarrollo de urbanizaciones en áreas forestales, que multiplican el peligro de muerte y complican la extinción al desviar medios y esfuerzos. 

Imposibles de apagar

¿Cómo se apaga un incendio así? Aquí los que saben cómo funcionan carraspean antes de responder. Saben que no es fácil oírlo: no hay forma de apagarlo. El incendio acabará muriendo, pero no porque los bomberos lo maten. Morirá, como explica Juan Picos, director de la Escuela de Ingeniería Forestal de la Universidad de Vigo, "de hambre", una vez saciado y si los bomberos son capaces de apartarle el menú forestal de su radio de acción

¿Extinguirlo? ¿Apagarlo a la manera que tenemos en la cabeza, lanzándole agua hasta sofocarlo? Imposible.

"Queda más allá de nuestra capacidad de extinción. Y no hacen falta llamas de 30 metros de altura, como en Sierra Bermeja, basta con tres metros. Muchas de las cosas que se hacen en estos casos, como mandar aviones, o al ejército, en realidad son efectistas. Y hacen un trabajo increíble, que conste. Por sus propias conexiones meteorológicas, a un fuego así no puedes ni acercarte, porque pones en peligro la seguridad del dispositivo de extinción. Como mucho, puedes intentar que no avance", explica Víctor Resco. Ya lo advertía ya en 2020 la Asociación de Ingenieros Forestales: "Hoy por hoy no existen ni medios técnicos ni humanos, a nivel cuantitativo y cualitativo, que puedan enfrentarse y apagar un incendio forestal de estas características". Juan Picos va más allá: "Ni tenemos ni tendremos capacidad para apagar estos incendios. No es que nos falte un medio que nos permita extinguirlo, es que desarrollan tanta energía y un comportamiento tan errático, que ni poniendo más medios tendríamos esa capacidad. Está fuera de cualquier capacidad de extinción".

Expresión similar –"está fuera de capacidad de extinción"– emplea el ingeniero forestal Ferrán Dalmau, director de Medi XXI GSA. "Mucho de lo que sabíamos sobre cómo apagar fuegos ya no sirve. Estos fuegos se comportan de manera diferente. Se habla de pirocúmulos, y ahora llegamos a hablar incluso de pirocúmulonimbo, por la altura que alcanzan", señala Dalmau, que explica que por velocidad y radiación este fuego es inabordable para los medios de extinción. Si un incendio puede correr 8 kilómetros por hora o supera la radiación de 7 kilowatios por metro cuadrado, ni los operativos pueden ir a su velocidad, ni la ropa lo soporta. "No te puedes acercar, porque te quemas", resume Dalmau.

Ante diagnósticos tan sombríos, la mirada se desvía al cielo. La esperanza está en la lluvia. Pero el propio Juan Sánchez (Infoca) ha advertido este lunes: "La lluvia no va a apagar el incendio". Puede ayudar, claro. Pero apagarlo, lo que es apagarlo, no. ¿Entonces? Responde Picos: "Estos incendios se mueren de hambre. Es decir, si falta oxígeno o combustible. Oxígeno no va a faltar, luego estos incendios se controlan cuando dejan de tener suficiente combustible disponible". A su juicio, la estrategia a seguir –como está haciendo el Infoca– es perimetrarlo y tratar de circunscribirlo a una zona, provocando fuegos técnicos en su zona de posible crecimiento para restar combustible y frenar así su expansión.

Así se lucha contra los súperincendios imposibles de apagar: con fuego a su alrededor, para quitarle el alimento antes de que lo devore.

Una nueva era

Varios incendios destacan entre los de sexta generación. Un caso es Chile, cuando en 2017 ardieron 115.000 hectáreas en 14 horas. Se quemó el 8% de la superficie forestal. También en 2017, pero mucho más cerca, en Portugal, hubo más de 60 muertos y más de cien heridos, con 45.000 hectáreas quemadas. "En Pedrógão Grande –recuerda Víctor Resco– murieron 67 personas que estaban intentando huir del incendio y quedaron atrapadas al colapsarse la nube [el pirocúmulo]. El fuego se dispersó entonces en todas direcciones, consumiendo 5.000 hectáreas a la hora". Antecedentes como el de Pedrógão Grande han aconsejado las evacuaciones y cambios tácticos en la forma de encarar el incendio de Sierra Bermeja. El Infoca ya sabe cómo mata un pirocúmulo cuando revienta.

Australia y California (Estados Unidos) también han sufrido incendios de sexta generación, etiqueta también utilizada para fuegos en Grecia, Turquía y Canadá.

¿Y España? ¿Es Sierra Bermeja el primero? No hay respuestas terminantes. Resco recuerda otros casos de súperincendios en las provincias de Ávila y Tarragona, ambos con pirocúmulos, pero destaca las llamas de 30 metros en Sierra Bermeja. María Melero, responsable del programa forestal de WWF, también observa en Sierra Bermeja un caso extremo de una tendencia que se venía observando y que tiene su manifestación más extrema en los pirocúmulos, "que generan condiciones que hacen los incendios imposibles de apagar". Ferrán Dalmau, por su parte, tiene "dudas" de que en Sierra Bermeja pueda hablarse todavía de un incendio de sexta generación, porque la superficie y los daños no alcanzan cotas tan elevadas como en Portugal y Chile, ni hay numerosos incendios simultáneos. "Es pronto para decirlo, no sé si entra en esta categoría, pero está enseñando la patita", señala Dalmau, en referencia a la virulencia del incendio y los pirocúmulos.

Resco cree que estamos en la antesala de una era, la de los "incendios que ya no podemos apagar", y advierte de que en España abundan las zonas llenas de combustible disponible para incendios similares. "Es un problema que va a ir a más, sencillamente porque hay muchas zonas boscosas con elevada continuidad de combustibles y masa vegetal conectada en mucha mayor cantidad que el bosque mediterráneo. Estamos viendo un previo de lo que podemos ver conforme avance el cambio climático si no hacemos nada", explica, citando los Pirineos como ejemplo de riesgo. Especial peligro entrañan también las urbanizaciones en zonas forestales en zonas como Andalucía, Cataluña, Baleares o la Comunidad Valenciana.

Bajo el impacto del fuego de Sierra Bermeja, WWF ha señalado el riesgo de un incendio de sexta generación en Doñana.

¿Qué hacer?

Controlado el incendio forestal en Sierra Bermeja

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Hay consenso sobre la prioridad para hacer frente a estos incendios: si es imposible apagarlos, hay que centrarse en evitarlos. María Melero (WWF) cree que en España se ha puesto "el énfasis en la extinción, cuando debería estar en la prevención para que el monte no sea un polvorín". ¿Cómo? Las respuestas se resumen en una gestión forestal que evite la existencia de tanto combustible. Se trata de que un uso agrícola y ganadero del monte que lo haga productivo y evite su abandono. "Un paisaje intervenido con gestión del territorio, para que haya menor cantidad de combustible y con más dificultades para estar disponible", resume Picos.

Víctor Resco reclama superar un enfoque basado en ideas preconcebidas erróneas, como el "excesivo énfasis" en los incendiarios. "Siempre se habla de los pirómanos, de la colilla... Son chivos expiatorios. Esto va más allá, es un fenómeno a escala global", explica. La receta es la prevención, dice. "Esto no se arregla mandando más aviones, ni al ejército, por más que hagan un gran trabajo. Si queremos solucionar el problema hay que ir a las causas reales, que son una atmósfera cada vez más seca y una cantidad cada vez mayor de combustible, fenómenos derivados del cambio climático y el abandono rural".

En la misma línea apunta Ferrán Dalmau (Medi XXI GSA), que advierte contra la distracción que provoca la acumulación de grandes números en el combate contra los incendios. A su juicio, ni los 51 medios aéreos ni los casi mil efectivos en Sierra Bermeja son la clave. "Más medios no es mejor. Puedes llegar a colapsar las infraestructuras. Estamos gastando dinero en negro, en tierra quemada, por no invertir dinero en verde, en prevención. Tenemos que plantearnos como sociedad a qué precio estamos apagando incendios. Ahora gastamos en vez de invertir. Nos hemos equivocado de camino", señala Dalmau, que sugiere la posibilidad de una "renta complementaria" a los pastores y agricultores que con su actividad contribuyan a mantener el campo. "Si se aplica el principio 'quien contamina, paga', pues 'quien previene, cobra'", afirma. Una idea para una nueva era.

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