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El historiador Xosé Manoel Núñez Seixas tiene grabada en la memoria aquella tarde de 1981 en la que el corazón de una sociedad que había puesto rumbo a la democracia se encogió durante horas. Recuerda la sesión plenaria sonando por la radio de la clínica dental y el miedo en el ambiente cuando la emisión se vio interrumpida con la entrada de los golpistas en el Congreso de los Diputados. También los nervios del dentista mientras escarbaba en su boca o la vuelta a casa con su padre en el coche mientras sonaba de fondo música militar. "El susto de la población fue muy grande", señala el catedrático en la Universidad de Santiago de Compostela. Por aquel entonces, era solo un chaval de quince años. Una edad para la que ahora, cuatro décadas después, aquella intentona que puso en jaque los pasos dados tras la muerte del dictador suena como algo lejano. Una anécdota más de una historia reciente en la que apenas se profundiza en las escuelas por falta de tiempo. "En muchas ocasiones, les suena más por los memes que pueden existir de ese momento en Internet que porque se haya incidido mucho a nivel educativo en este acontecimiento", explican algunos profesores de instituto. "Y muchas veces, el hecho puede quedar reducido en su imaginario simplemente a la figura de un loco con bigote", apuntan, por su parte, algunos sociólogos pulsados por este diario.
Silvia Fama es profesora de Historia en el Instituto Alejo Vera, en Marchamalo (Guadalajara). Da clase a estudiantes de 4º de la ESO y 2º de Bachillerato. Y su respuesta cuando se le pregunta por el conocimiento de los más jóvenes sobre el 23F es categórica. "Ya no se ve con tanta relevancia; ese sentimiento, que existía en otras generaciones, está desaparecido", dice al otro lado del teléfono. Es una sensación que comparten también compañeros de otras comunidades autónomas. Eduardo Pérez, profesor en Zaragoza, reconoce que a los chicos y chicas es algo que "les suena", sobre todo por la famosa imagen del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero con la pistola en alto en la tribuna de oradores del hemiciclo, una fotografía que incluso ha llegado a convertirse como tantas y tantas otras en carne de meme. Sin embargo, continúa, tiene la sensación de que no lo ven como "algo importante". Una idea en la que también abunda Sergio Riesco, docente de Historia en el Instituto La Cabrera, al norte de Madrid. "Mi percepción es que se está produciendo un cambio generacional muy grande. Hasta hace cinco o seis años, los estudiantes eran más o menos conscientes de cómo sus padres habían vivido el intento de golpe de Estado. Sin embargo, ahora es un acontecimiento que les resulta demasiado ajeno", dice.
Para los tres docentes, el principal problema se encuentra en el escaso tiempo que pueden dedicar a abordar con profundidad en las aulas la historia reciente de España. Durante la ESO, apunta Fama, apenas tienen margen para tocar la Transición y la democracia. "El contenido es inabarcable, creo que nunca he conseguido llegar a esa época. Date cuenta que tenemos que tocar tanto acontecimientos sucedidos a escala global como en España", explica la profesora. Pero, en caso de que lleguen, la referencia que se hace al intento de golpe de Estado es mínima. En el libro que se utiliza para esta etapa en el centro, de la editorial Vicens Vives, apenas ocupa una pequeña llamada de un párrafo junto a la explicación del Gobierno de UCD. Diez líneas en las que se dice que "un grupo de guardias civiles" al mando de Tejero "irrumpió violentamente" en el Congreso, que el capitán general Jaime Milans del Bosch se sublevaba en València para "acabar con la democracia" y que "la decidida actuación" del rey y del resto de fuerzas políticas hizo fracasar la intentona, que se sentenció con la detención de los principales implicados. "Es decir, que aquellos alumnos que no quieren continuar con su formación tras ese curso salen de la escuela sin conocer prácticamente nada de lo que fue el 23F, de la importancia que tuvo en aquel momento concreto", apuntan los profesores.
Algo más de relevancia en Bachillerato
Algo más se incide sobre este acontecimiento en Historia de España de 2º de Bachillerato. Al fin y al cabo, es uno de los contenidos que se tienen que tocar en atención al currículo del Ministerio de Educación. "Los gobiernos constitucionales: el problema del terrorismo; el fallido golpe de Estado de 1981; el ingreso en la OTAN; la plena integración en Europa", se recoge en el duodécimo bloque educativo de la asignatura. De hecho, fue una de las preguntas que cayó en el último examen de evaluación para el acceso a la universidad en la Comunidad de Madrid. Sin embargo, los profesores llegan a esta parte del temario con la lengua fuera tras volver a incidir en acontecimientos históricos más antiguos que los estudiantes han visto ya en otros cursos anteriores. "Dedicamos tiempo, por ejemplo, a cuestiones como el descubrimiento de América o el Sexenio Democrático, que los chicos ya conocen. No digo que no sean importantes, pero cuando queremos entrar de lleno en la Transición o en la etapa democrática vamos con el tiempo justo", ejemplifica Pérez al otro lado del teléfono. Esto les obliga, dice, a pisar el acelerador, lo que provoca que los docentes no puedan detenerse a explicar en detalle esta parte de la historia más contemporánea. "Es uno de los fallos graves que tenemos y que se debería intentar corregir", dice Fama.
En los libros de texto, la relevancia que se da al 23F depende de la editorial. En el instituto en el que da clases la historiadora, trabajan con Anaya, que en su manual dedica un par de párrafos al 23F. En diecisiete líneas, resume el papel de Tejero, de Milans del Bosch, la intervención del rey, las multitudinarias manifestaciones tras el fracaso del golpe o el juicio contra sus protagonistas, remarcando que "nunca se emprendió una investigación en profundidad sobre las conexiones últimas de la trama". Pérez, por su parte, pone sobre la mesa su libro de 2º de Bachillerato. Una obra que ahonda mucho más en este acontecimiento y que se acompaña, a través de un cuadro adicional, con el discurso emitido aquella madrugada por el rey Juan Carlos. Se explica con claridad que una parte del Ejército era "franquista y decididamente hostil al proceso democrático", incluyendo en este mismo contexto a los grupos terroristas de extrema derecha. Además, se deja claro que la intentona golpista no fue fruto de un guardia civil y un militar, sino que había una corriente mucho más profunda, con tres decenas de miembros del Ejército que fueron juzgados. Y se hace mención a la importancia que tuvo el acontecimiento: "Representó el principio de la desaparición de la amenaza militar, aunque esta tardaría algunos años en desvanecerse".
Núñez Seixas, cuyo ámbito de actuación se encuentra en la etapa universitaria como catedrático de Historia Contemporánea, comparte sensaciones con los tres profesores. Es algo que se percibe con una simple charla con los estudiantes. Pone como ejemplo la que tuvo tras la exhumación de los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos y su traslado al cementerio de Mingorrubio, al que se desplazó el propio teniente coronel de la Guardia Civil para rendir homenaje al caudillo. "Te das cuenta de que su nombre ya no les dice nada, aunque la estampa de él con la pistola en mano les pueda sonar mucho", cuenta al otro lado del teléfono. A Seixas le sorprende mucho que los chavales tengan "lagunas" importantes en "cuestiones tan recientes". Si se llega, dice, es porque estos "profundizan por su cuenta". No obstante, no culpa de ello a los docentes de los institutos: "Salvan lo que pueden porque no pueden hacer otra cosa". Y los profesores, por su parte, también descargan de responsabilidad a los alumnos. "Hay que empatizar con ellos. Es comprensible que hoy en día estén más atentos a la actualidad que al 23F. Si antes su Trump podía ser Tejero, ahora su Trump es el propio Trump", apostilla Pérez.
Sin apenas referencias demoscópicas
Que el intento de golpe de Estado de 1981 se va borrando lentamente de la memoria colectiva responde, simplemente, a la impresión que los docentes tienen en su trato diario con los alumnos. Principalmente, porque apenas hay estudios recientes que permitan identificar con certeza si este olvido va más allá de sensaciones. La última vez que el Centro de Estudios Sociológicos (CIS) preguntó por el 23F fue en abril de 2008, hace más de una década. Lo hizo a través de una encuesta titulada Memorias de la Guerra Civil y el Franquismo. En aquel sondeo, se preguntó por el acontecimiento histórico más significativo del último siglo. El 28% señaló la Guerra Civil, el 23,4% la Transición, el 20,2% la democracia y sus logros y el 9,8% la dictadura. La intentona golpista de hace cuatro décadas la marcó el 9,3% de los encuestados. Y ahí, en esa cuestión, ya se apreciaba una brecha entre los que vivieron el acontecimiento y las nuevas generaciones. Los que más marcaron esa respuesta fueron los ubicados en las franjas de edad comprendidas entre los 35 y los 54 años, que en el momento del 23F tenían ocho años o más. En concreto, la encuesta los situaba alrededor de cuatro puntos por encima de los más jóvenes.
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Los que más pusieron el acento en aquel acontecimiento histórico son prácticamente los mismos que se posicionaron con mayor intensidad en otro sondeo que Metroscopia realizó en 1991, una década después del asalto al Congreso, para el diario El País. En aquella encuesta, eran justamente los que en el momento del 23F tenían entre ocho y trece años el grupo de edad que se posicionaba mayoritariamente a favor de recordar aquellos hechos para evitar que vuelvan a producirse en el futuro. Ahora, esa parte de la población roza los cincuenta años. Una cifra en la que los sociólogos ponen, más o menos, el punto de partida del inicio del olvido histórico. "Yo creo que para los menores de 40 o 45 años, este acontecimiento comienza a verse como algo del siglo pasado, frente a los que por su edad pueden recordarlo con mucha más intensidad", apunta Tomás Alberich, doctor en Ciencias Políticas y Sociología. No obstante, se apresura a añadir, "eso depende también mucho del interés que se pueda tener por conocer estos hechos e investigarlos o, incluso, de la propia familia en la que se ha criado". Para el sociólogo Ramón Adell, es "natural" que los más jóvenes terminen sintiéndose ajenos al 23F o a la propia Constitución. Principalmente, dice, porque las sociedades están en permanente evolución.
Los profesores, sin embargo, no ocultan su preocupación en varios aspectos. Primero, temen que este acontecimiento termine convirtiéndose en una mera anécdota histórica reducida a la mínima expresión: "un loco con bigote". "No pueden quedarse con esa idea. Tienen que conocer que la amenaza fue mucho más seria, que hablamos de toda una corriente golpista", apuntan los docentes consultados, que dicen que si a los más jóvenes ya les cuesta reconocer a Tejero ni que decir tiene lo que pasa con nombres como los de Milans del Bosch o el general Alfonso Armada, a los que ni tan siquiera son capaces de asociar con una imagen de trascendencia histórica como la del propio teniente coronel de la Guardia Civil.
En segundo lugar, y al hilo de esto, les preocupa que como consecuencia de este olvido se instale en los chavales una suerte de falsa seguridad, de sentimiento de que la democracia es inamovible y de que los extremismos son cosa del pasado. "Por eso, yo siempre trato de trasladarles ese mensaje de que la democracia no fue gratis y de que hay que valorarla y defenderla", dice Riesco. No obstante, también muestra su desesperación por la banalización de la historia que se hace desde la derecha y la extrema derecha. "Llevamos años blanqueando la misma pared", se lamenta, del mismo modo, Fama. A pesar de ello, en el cuarenta aniversario del 23F, Adell hace un llamamiento a la calma: "Los chicos son conscientes de que un golpe de Estado es una aberración intolerable. Tampoco tenemos una juventud que se deje hacer cualquier cosa".
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