El uso terapéutico del cannabis en España: entre el estigma y la normalización

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Carola Pérez sufrió una caída a la edad de 11 años, mientras patinaba. El resultado fue una rotura de coxis que, tras una serie de tratamientos y rehabilitaciones fallidas, fue extirpado mediante una operación quirúrgica siete años más tarde. El problema para Carola Pérez, lejos de resolverse, empezó a agravarse en ese momento. La operación salió mal y a la joven le quedó un dolor crónico neuropático muy alto –valorado en una escala de ocho sobre diez–. Desde entonces la operaron diez veces más para colocarle implantes dentro del cuerpo, pero cuanto más la operan, dice, peor se encuentra. Ahora, a la edad de 37 años, Carola Pérez se enfrenta a su operación número doce, y después de tener que asumir todo "el sufrimiento que implica vivir con un dolor crónico neuropático durante todos los meses de tu vida", de consumir hasta 19 pastillas diarias –antipsicóticos, antiinflamatorios, antidepresivos…– e incluso de "pedir ayuda para morir", lleva años recurriendo a lo que considera la mejor solución para paliar el dolor. El problema es el estigma social y político que conlleva su consumo.

"La primera vez que probé el cannabis terapéutico fue en forma de infusión, en un vaso de leche, comprado en el mercado negro, y fue también la primera vez que sentí que el dolor bajaba, estaba más tranquila, me empezó a entrar apetito, comencé a dormir mejor, mi calidad de vida cambió radicalmente", explica Carola Pérez en conversación con infoLibre. Pérez no es sólo un ejemplo representativo del usuario que accede a este tipo de vías para menguar sus dolores, sino que se ha convertido, desde octubre de 2015, en la directora del Observatorio Español de Cannabis Medicinal.

El objetivo último del centro es "realizar actividades y proyectos orientados al conocimiento sobre el uso de cannabis terapéutico", explica Pérez. Todo ello, continúa, basándose en "estudios científicos y clínicos". Las patas sobre las que se erige son tres: médicos, investigadores y pacientes. Este martes, todos ellos se reunirán en un evento internacional que se celebrará en Caixaforum Madrid, para la presentación oficial de la plataforma.

Inhibidor del dolor

El perfil habitual de quien recurre a este tipo de vías, según Carlos Bouso, psicólogo y doctor en Farmacología, suele responder a quien sufre enfermedades crónicas, dolor neuropático o pacientes en tratamiento con opiáceos. "Una dosis baja de cannabis combinada con dosis bajas de opiáceos equivale a dosis altas de opiáceos, lo cual evitaría consecuencias como muertes por sobredosis", sostiene Bouso en declaraciones a este periódico. El investigador Guillermo Velasco alude también a las "evidencias que sugieren beneficios sobre su aplicación en determinados campos".

Respecto a su aplicación, existen dos posibilidades. En primer lugar, "en forma de medicamento, como cualquier otro compuesto, vía fármacos que contengan principios activos de la marihuana", continúa Velasco, quien incide en que, para que esta opción sea viable, requiere la aprobación de la Agencia del Medicamento, y por tanto ensayos clínicos a gran escala que demuestren su eficacia, algo que necesita de tiempo e inversión.

En España, esta aplicación ya existe respecto a enfermedades como la esclerosis múltiple, a través del medicamento Sativex, que contiene dos principios activos derivados de la marihuana. "Si uno tiene esclerosis el neurólogo podría recetar Sativex, y la Seguridad Social cubriría un porcentaje significativo", comenta Velasco. Sin embargo, "para cualquier otra enfermedad no la cubre, y el precio asciende a 510 euros". En este sentido, y "aunque se sabe que los cannabinoides –los principios activos del cannabis– producen una inhibición del dolor, incluso en combinación con otros fármacos, no está específicamente demostrado" por lo que "el médico te lo puede recomendar porque es seguro, pero no lo cubre la Seguridad Social".

Como consecuencia de ello surge la segunda vía de acceso al cannabis terapéutico. Se trata del mercado negro, que conlleva una serie de peligros para el usuario derivados de la falta de control del producto; o mediante los clubes, donde sí existe un mayor asesoramiento, control e información. Se hace, en la mayor parte de los casos, mediante aceites o valerianas. "Desde el punto de vista empírico la gente comprueba que funciona, por tanto tenemos que cubrir esa realidad a través de otros sistemas de distribución", señala Velasco.

Carlos Bouso subraya que "cada vez más familias acceden al aceite de CBD" para paliar, por ejemplo, los efectos de la epilepsia. El CBD, o cannabidiol, es uno de los principales componentes que se encuentran en el cannabis, y entre sus beneficios destacan los resultados antiepilépticos. 

El cannabis terapéutico también se emplea como inhibidor de las enfermedades inflamatorias del intestino, o como forma de amortiguar los efectos secundarios de la quimioterapia, reduciendo secuelas como las náuseas o la falta de apetito. No obstante, cabe dejar claro que el uso del cannabis terapéutico "no cura ninguna enfermedad, pero ayuda a suavizar los efectos".

Pese a las ventajas expuestas por sus defensores, los usuarios del cannabis terapéutico manifiestan cierta preocupación respecto a los efectos secundarios que a su vez puede conllevar el consumo. "En primer lugar depende de la persona, podría marearse, sufrir pérdida de memoria a corto plazo… Hay personas que lo llevan mejor y otras peor, pero en ningún caso hablamos de efectos más graves que los que pueden encontrarse en el prospecto de la aspirina", señala Velasco.

"Los fármacos psicoactivos se utilizan todos los días en la sociedad: antidepresivos, medicamentos para conciliar el sueño… En todos ellos los efectos vienen explicados en el prospecto, y la gente decide", continúa el investigador. Por este motivo, añade, "una posible prescripción médica implicaría dosis adaptadas, en base a un balance entre eficacia y efectos secundarios". En cuanto a la toxicidad, "el efecto tóxico a largo plazo en el organismo en general es muy bajo, y en ningún caso documentado ha resultado en muerte", explica Velasco.

Existe, no obstante, un añadido que sí hace saltar todas las alarmas, y es el acceso al cannabis terapéutico a través del mercado negro. "Ahí el usuario no sabe qué es lo que viene con el principio activo", de modo que se expone a mezclas que pueden resultar perjudiciales. Es por ello que los representantes del Observatorio creen imprescindible una regulación efectiva que implicaría ya de por sí un control de calidad. "Lo que está claro es que ahora mismo los pacientes se pueden beneficiar de derivados de la marihuana, pero no lo pueden hacer de una manera regular", por lo que, agrega Velasco, "lo que se busca es que la forma de administración no sea en un club, ni en el mercado negro".

Carola Pérez también coincide en que "la gente se está automedicando con cannabis, y esto es lo que no puede ser". A su juicio, "la sociedad va a seguir buscando su paliativo", de modo que apuesta por caminar hacia "el cultivo por parte de empresas que estén preparadas para hacerlo de forma segura".

Sin distinciones entre lo lúdico y lo medicinal

La situación legal en España es, probablemente, una de las menos avanzadas respecto a los países de su entorno. En territorios como Holanda, Alemania, Finlandia, Italia, Australia y al menos 24 Estados norteamericanos ya se contempla el uso de terapias basadas en el cannabis medicinal. "La legislación internacional lo prohíbe sólo cuando se trata de fines no médicos", señala Carlos Bouso, mientras que en España "no hay ninguna ley nacional" que diferencie entre el uso lúdico y el terapéutico. "Con relación al cannabis medicinal la legislación española es un desastre, está tan prohibido como los usos no médicos", valora Bouso.

El escenario idóneo apuntaría, según el psicólogo, a la creación de "una oficina gubernamental de cannabis medicinal, que inicie un programa donde haya cultivos que cumplan con criterios de calidad en cuanto a la ausencia de productos tóxicos, que se contemplen variables estandarizadas, farmacias como las holandesas donde dispensar botes de cinco gramos con cada variedad, que se sepa lo que se está consumiendo y que haya médicos formados en medicina cannábica". Es decir, "lo que hay en tantos otros países".

El Observatorio ha mantenido, a lo largo de su año de vida, encuentros con distintas formaciones políticas y figuras relevantes. "Nos hemos reunido con el Defensor del Pueblo, con la alcaldesa de Madrid, con Podemos, con Ciudadanos, con el PSOE… Todos nos han recibido, menos el PP", afirma Carola Pérez. "Estamos llevando a cabo un trabajo de base, queremos comenzar a trabajar con políticos, explicarles nuestra labor e intentar que la situación de inseguridad jurídica y médica pueda ser solucionada”.

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Según observa Carlos Bouso, los objetivos hacia el uso terapéutico, seguro y normalizado del cannabis, "se podrían llevar a cabo sin ningún problema". En cuanto a la aceptación por parte de la ciudadanía, el médico cree que "a la población también hay que educarla, y no hablamos de promocionar una droga para que la gente se coloque". De hecho, continúa, "al enfermo no le gusta fumar cannabis en general, no va a haber una avalancha, las personas que llegan a ello han pasado por infinidad de tratamientos previos".

Respecto a la voluntad política, se muestra más escéptico. "La realidad política va cambiando y soy incapaz de hacer una predicción", sin embargo, matiza Bouso, "en los países vecinos sí empieza a funcionar, así que aquí es cuestión de tiempo". El psicólogo entiende que "sería más inteligente actuar cuanto antes y dar la posibilidad a los enfermos de acceder a una medicina que, tarde o temprano, va a estar disponible para ellos".

Alcanzar un escenario de estas características es la finalidad principal del Observatorio y de todas las asociaciones que gravitan a su alrededor. Buscan que "en un tiempo en que no hay seguridad ni control, se trabaje para cambiar las leyes y se pueda acceder a una terapia segura y económica", señala Carola Pérez, quien confía en que así será. Por ello, no duda en reconocer que, en última instancia, "el Observatorio nace para desaparecer".

Carola Pérez sufrió una caída a la edad de 11 años, mientras patinaba. El resultado fue una rotura de coxis que, tras una serie de tratamientos y rehabilitaciones fallidas, fue extirpado mediante una operación quirúrgica siete años más tarde. El problema para Carola Pérez, lejos de resolverse, empezó a agravarse en ese momento. La operación salió mal y a la joven le quedó un dolor crónico neuropático muy alto –valorado en una escala de ocho sobre diez–. Desde entonces la operaron diez veces más para colocarle implantes dentro del cuerpo, pero cuanto más la operan, dice, peor se encuentra. Ahora, a la edad de 37 años, Carola Pérez se enfrenta a su operación número doce, y después de tener que asumir todo "el sufrimiento que implica vivir con un dolor crónico neuropático durante todos los meses de tu vida", de consumir hasta 19 pastillas diarias –antipsicóticos, antiinflamatorios, antidepresivos…– e incluso de "pedir ayuda para morir", lleva años recurriendo a lo que considera la mejor solución para paliar el dolor. El problema es el estigma social y político que conlleva su consumo.

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