La economía colaborativa ha llegado para quedarse. Al calor de la crisis y el desarrollo de las nuevas tecnologías han comenzado a ganar protagonismo en España empresas que favorecen el intercambio directo de bienes y servicios a través de Internet. Alquilar una habitación de forma temporal a turistas, financiar proyectos con pequeñas donaciones privadas que llegan a través de la red o revender billetes de tren que no se van a poder usar. Todas estas prácticas han dejado de ser vistas como algo extraño especialmente en el último año. Sin embargo, no todas las plataformas funcionan de manera semejante. Igual que no todas fomentan un intercambio entre iguales lejos de los tradicionales hábitos de consumo.
Una de las claves es hasta dónde llega el ánimo de lucro en medio de un terreno abonado por la ausencia de legislación sobre competencia y el vacío fiscal. Y hasta qué punto estas plataformas compiten o no de forma desleal con el negocio tradicional. En este punto es relevante si se cobra o no por el servicio y cuánto se cobra. Uber, la aplicación informática para móviles que pone en contacto a pasajeros y conductores, cobra un 20% de comisión por el servicio. AirBnB, la plataforma de alquiler de casas entre particulares que trae de cabeza al sector de la hostelería, cobra a los anfitriones una comisión del 3% por cada reserva completada. La web de financiación colectiva Verkami cobra el 5% por sus servicios. En el otro lado, entre las plataformas que ofrecen servicios sin cobrar comisión por ellos, están BlaBlaCar o Truecalia. La primera reúne a personas para viajar. La segunda pone en contacto a viajeros de tren que no pueden usar un billete con otros que intentan viajar más barato.
El debate está sobre la mesa y hay posiciones encontradas. La asociación de consumidores Facua considera que siempre que haya actividad económica y que estas empresas, al ofrecer un servicio o una intermediación entre usuarios y proveedores, tengan ánimo de lucro "deben someterse a la legislación vigente para asegurar la protección máxima al consumidor y dejar claras las responsabilidades ante los incumplimientos que se produzcan". Por el momento, tal y como recuerda el experto en economía colaborativa Javier Creus en un artículo en la revista Yorokobu, son las propias empresas "las que en su propio interés contratan seguros suficientes, fijan mínimos a todos los prestadores de servicios, verifican identidades, documentos y teléfonos de contacto e informan o recaudan los impuestos devengados en cada transacción".
Vincent Rosso, director general para España y Portugal de BlaBlaCar, indica que los seguros a terceros en España son obligatorios y que en general cubren como mínimo a todos los ocupantes que viajan en un coche. "En caso de accidente, el seguro funcionaría igual que si un conductor estuviera viajando con su familia o sus amigos", señala. Para publicitar un viaje en su página web, el conductor tiene que manifestar que cuenta con un seguro que cubre a todos los ocupantes, que tiene un coche en buen estado y que tiene un carné de conducir válido. Sin embargo, se trata sólo de un compromiso que se cumplimenta a través de un cuestionario en la web de la plataforma. No hay nadie que verifique que eso es realmente así. "Los pasajeros pueden pedir la documentación necesaria a los conductores. Se trata de un acuerdo privado social y económicamente solidario", se justifica Rosso. No obstante, el máximo representante de esta plataforma sí admite que son los propios usuarios los que piden cada vez más controles. De hecho, por eso BlaBlaCar va a incluir una plataforma de pago digital en 2014 que, asegura, dará más seguridad a conductores y pasajeros.
La apuesta de la regulación
Albert Cañigueral
Albert Cañigueral, uno de los gurús del consumo colaborativo en España, también apuesta por la regulación como vía para favorecer el desarrollo de la actividad en un marco jurídico acordado y que aporte seguridad a los usuarios. No obstante, dice que, para ello, sería necesario que se cumplieran determinadas condiciones. Pide que se haga de una manera sencilla y que este tipo de plataformas no sean metidas en el mismo saco que sus supuestos competidores. "La regulación está creada a gran escala, para las grandes compañías y no es fácil a veces ", señala. En este sentido apunta que, a nivel regulatorio, las empresas surgidas al calor del boom de la economía colaborativa pueden tener poco en común.
No obstante, dice que sí hay una oportunidad de negocio para los seguros, pues los intercambios entre particulares suelen aumentar el riesgo percibido y eso puede ser favorable para las aseguradoras. "En este entorno los seguros tienen una gran oportunidad de negocio para ofrecer servicios novedosos y ayudar a la regulación de estas actividades", asevera. Recientemente, anfitriones de AirBnb se han unido en la plataforma Anfitriones en Acción para "dar a conocer, dignificar y regular convenientemente su actividad", según puede leerse en la página web Consumo Colaborativo. Dicen estar dispuestos a tributar y señalan que su actividad es importante para que la riqueza del turismo se reparta por la ciudad.
No obstante, Cañigueral señala que estas plataformas de intercambio directo de bienes y servicios también se "autorregulan" a través de la reputación. "No te montas en un coche ajeno o te quedas en la casa de alguien que no tiene buenas opiniones. Un comentario desfavorable que esté argumentado o una valoración muy baja puede suponer una gran pérdida de la capacidad para generar confianza de un proveedor", asevera.
Francisco Fernández, dueño de la página web de compra-venta de billetes de tren Truecalia, pensó dejarlo todo cuando en la pasada semana santa medio centenar de viajeros del ave Málaga-Madrid fueron estafadas después de que una persona con diferentes identidades les vendiera billetes falsos tras contactarlas a través de su portal. "Fue un golpe duro, pero fue la gente, con sus correos, la que nos animó a seguir diciéndonos que la página les resultaba muy útil". Los afectados presentaron una denuncia colectiva para reclamar los desembolsos y la incriminación de la red que supuestamente está detrás de la operación, según informó El Mundo.
Fernández recuerda que Truecalia no hace de intermediario sino quesirve de plataforma que pone en contacto a particulares que quieren vender un billete que no van a utilizar con otros que quieren viajar más barato. De hecho, comprador y vendedor se ponen en contacto a través de teléfono o correo electrónico y quedan de forma física para hacer el intercambio o arreglan el plago mediante transferencia bancaria y el billete se envía por email. Por eso considera que es complicada la regulación desde el punto de vista del derecho de los consumidores. "Lo que hacemos es informar sobre cómo es más complicado que puedan darse este tipo de situaciones, pero siempre hay cierto riesgo", admite.
La polémica fiscal
Además de lo relativo a los consumidores, otro de los asuntos que ha generado polémica alrededor de estas plataformas es el de la fiscalidad. De hecho, contra el intrusismo en el taxi y la economía sumergida fue el lema de la manifestación de taxistas del pasado 11 de junio en Madrid, en la que los profesionales protestaron por la implantación de los servicios de la aplicación Uber, que permite conseguir un coche con conductor a través del teléfono móvil sin licencias ni impuestos de por medio. Esta movilización se encuadró dentro de jornada de huelga en grandes ciudades europeas.
"BlaBlaCar no contribuye a engordar la economía sumergida, para nada", se defiende Vincent Rosso. "En primer lugar, en las actividades de sus usuarios no puede existir tributación porque no existe beneficio. Sólo se comparten los gastos y, de hecho, BlaBlaCar cuenta con 40 empleados repartidos en las oficinas de la compañía dedicados a vigilar que no haya personas que ganen dinero con los desplazamientos expulsando de la plataforma a cualquiera que intente obtener beneficio. En materia fiscal, BlaBlaCar está cumpliendo con todos los impuestos en relación con su actividad en España y en Europa", asevera.
Francisco Fernández, de Truecalia, tiene una opinión similar. Fundada en 2011, cuenta con más de 26.000 usuarios registrados. "La venta entre particulares no está sujeta a tributación porque no hay margen de ganancia. Nosotros no dejamos que los usuarios vendan sus billetes por encima del precio que les costó", asegura. Desde AirBnB, fuentes de la compañía aseguran a infoLibre que "exigen" a sus anfitriones que cumplan con las normas y leyes locales. "Por ejemplo, proporcionamos información sobre la normativa en Barcelona a nuestra comunidad para que puedan cumplir con sus obligaciones", señalan. Pero la realidad es que al final los usuarios son los que son responsables de cumplir la legislación de cada país.
Un boom incuestionableboom
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Lo que no se puede negar es que hay un auténtico boom de este tipo de empresasboom . Las fuentes consultadas señalan que detrás de esta eclosión hay también un cambio de mentalidad. Hay consumidores que ya no se contentan con encontrar las mejores ofertas en las páginas web que ofrecen la comparación de productos o servicios. Por necesidad, pero también por convicción, cada vez son más los que apuestan por este tipo de plataformas de intercambio.
"El consumo colaborativo está cada vez más en boga porque ha habido un cambio de mentalidad sobre el consumo. Es innegable que el contexto económico hace que se priorice el ahorro. BlaBlaCar permite a los conductores ahorrar un tercio del coste del litro de gasolina por cada pasajero y cubrir todos sus gastos variables con tres ocupantes y a los pasajeros. Así que, si bien es cierto que la crisis motiva la necesidad de ahorro, también lo es que existe un cambio de mentalidad vinculado al consumo, a la optimización de recursos, al cuidado del medioambiente y a las nuevas tecnologías", señala Rosso.
En AirBnB dicen que compartir no es un concepto nuevo, aunque ahora ha ganado protagonismo. "La tecnología está preparada y la interacción con otros está volviendo a ser cada vez más importante. La confianza se está convirtiendo en la nueva moneda digital", sentencian.
La economía colaborativa ha llegado para quedarse. Al calor de la crisis y el desarrollo de las nuevas tecnologías han comenzado a ganar protagonismo en España empresas que favorecen el intercambio directo de bienes y servicios a través de Internet. Alquilar una habitación de forma temporal a turistas, financiar proyectos con pequeñas donaciones privadas que llegan a través de la red o revender billetes de tren que no se van a poder usar. Todas estas prácticas han dejado de ser vistas como algo extraño especialmente en el último año. Sin embargo, no todas las plataformas funcionan de manera semejante. Igual que no todas fomentan un intercambio entre iguales lejos de los tradicionales hábitos de consumo.