Gestión del agua
Las últimas lluvias palian pero no atajan el grave problema de España con la sequía hidrológica
Las lluvias de las últimas semanas, con dos borrascas prácticamente consecutivas dejando litros y litros de agua en España, han aliviado la situación de sequía, pero no lo suficiente. Los embalses han subido al 53,7% de su capacidad tras las dos semanas más lluviosas desde 2010, gracias a los 3.813 hectómetros cúbicos que han inyectado las precipitaciones. Sin embargo, 2018 sigue siendo el año de la década con menor cantidad de agua embalsada y la cifra del 53,7% es solo una media que, en cierta manera, enmascara la escasez que sigue sufriéndose en determinadas regiones. La cuenca del Cantábrico Oriental se encuentra al 94,5% de su capacidad, pero la del Segura al 20,1%.
El déficit de precipitaciones se ha reducido en las últimas semanas a solo el 2%, informó este viernes la AEMET. Las precipitaciones acumuladas han llegado a los 366 litros por metro cuadrado, solo un poco por debajo de los 374 litros habituales. Sin embargo, en cuanto al agua embalsada, la situación de los recursos hídricos disponibles aún no se ha normalizado, debido al consumo. El siguiente gráfico, de la página Embalses.net (que recopila datos del Ministerio de Medio Ambiente), refleja el agua dulce con el que contamos. La línea roja representa la cantidad de agua embalsada en el país en 2018. Ha disfrutado de una vertiginosa subida en las últimas semanas, pero los hectómetros cúbicos no llegan a los datos de 2017. Esta semana, el pasado año, contábamos con 33.032 hm3 y 58% de capacidad frente al 53,71% y los 30.120 de ahora.
Nivel del agua embalsada en España.
Como se puede comprobar en la gráfica, lo recogido en lo que llevamos de 2018 y en todo 2017 está muy lejos de alcanzar la media de los últimos 10 años (la línea discontinua) lo que, a grandes rasgos, indica que las sequías duraderas y severas, así como el descenso en las precipitaciones y el aumento de las temperaturas generalizado, han llegado para quedarse.
La semana pasada, los regantes del Levante español se manifestaron en Madrid para pedir, esencialmente, más agua y un Pacto Nacional del Agua que les proteja de la inestabilidad meteorológica. La cuenca del Segura cuenta con 229 hectómetros cúbicos de agua. La situación ha mejorado en un 2,46% más de recursos hídricos con respecto a la semana pasada. La mejora que se ha registrado en otras demarcaciones no ha afectado especialmente ni a la del Segura ni a la del Júcar, que han disfrutado de subidas mucho más discretas que las dejan aún a muchos hectómetros tanto de los registros del año pasado como de los que venían siendo habituales. Y son las que más necesitan agua, principalmente para alimentar el sector hortofrutícola, un imperio del regadío que desde el mundo ecologista se critica por insostenible y abusivo. Tal y como arroja este mapa de precipitación acumulada durante la última semana registrada en España de Aemet, el Levante español no ha recibido las trombas de nieve y agua que sí han disfrutado, o sufrido, otras regiones españolas.
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"El Levante español sufre riesgo de una rotura económica y social", aseguraba a infoLibre el Sindicato de Regantes del Acueducto Tajo-Segura (Scrats). Por sus características climatológicas, Almería, Murcia y Alicante, predominantemente, son provincias perfectas para el cultivo de regadío, a pesar de que necesitan un agua con la que, generalmente, no cuentan sus cuencas. La actividad agrícola en estas zonas, según Ecologistas en Acción, consume el 85% del agua dulce disponible, por lo que en el caso del Levante la sequía meteorológica –falta de precipitaciones– y la hidrológica –falta de agua disponible– no siempre van de la mano. Durante el año hidrológico 2016-2017 no faltaron precipitaciones especialmente en la zona, como muestran los datos, pero el consumo abusivo con respecto a sus recursos dieron lugar a un déficit que ahora se agrava por la ausencia de lluvias suficientes.
Desde el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (Mapama) se insiste en que las últimas borrascas han ayudado, pero la situación sigue siendo grave. El mensaje ha sido repetido tanto por la ministra, Isabel García Tejerina, como por el subsecretario, Jaime Haddad. Las instituciones llaman a reducir el consumo individual y el derroche de los hogares, pero no hay noticias, ni las ha habido nunca, de la intención de disminuir o al menos limitar las hectáreas y hectáreas de plástico de Murcia y de Almería, a pesar de que el cambio climático avisa de que el agua, ese bien indispensable, será cada vez más escaso.
El difícil consenso del Pacto del Agua
El otro mensaje es la obligación, según políticos y agricultores, de un Pacto Nacional del Agua que ayude a paliar los efectos de la sequía. A pesar del consenso que se requiere para sacar adelante una norma de ese calado, no solo entre los partidos sino entre las propias comunidades autónomas, Tejerina fue tajante en declaraciones al respecto el pasado miércoles: "El Gobierno tiene suficiente experiencia, rigor técnico, trabajo, vocación y compromiso como para avanzar, incluso si no nos siguen otras fuerzas políticas", aseguró. Lo cierto es que por ahora el acuerdo está lejos: el PP y el PSOE están ya en conversaciones, pero dado lo complejo del asunto, no basta con la firma entre el Mapama y los socialistas. También deben llegar a entendimiento regiones como Castilla-La Mancha, que históricamente ha donado agua, y Murcia, que históricamente la ha recibido.
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Además, el trasfondo es complejo. Desde Unidos Podemos avisaron, tras la intentona fallida de Ciudadanos de convocar a la Mesa del Agua, que si se habla del agua como "mercancía" y como "bien de especulación", que no cuenten con ellos. No se trata solo de darle agua a los que la piden y los que la necesitan: hay que contar con los caudales ecológicos, el mínimo de agua que necesita cada río para su correcta salud medioambiental, que exige la Directiva Marco del Agua y que no puede ser rebajado. Y hay que contar con que las cuencas tradicionalmente donadoras de agua no están precisamente en su mejor momento, por lo que, previsiblemente, habrá oposición a cualquier pacto que conlleve trasvases.
La cuenca del Tajo, según los datos antes citados de Medio Ambiente, ha disfrutado de una gran subida, equiparable a la media española. Sus embalses han ganado un 10% de agua y esta semana se encuentran al 52,81% de su capacidad. Sin embargo, como en otras muchas cuencas, están aún lejos tanto de las cifras de 2017 como de la media de los últimos años, y el estado anterior a estas últimas lluvias era deplorable. En pueblos de Guadalajara que dependen de pantanos de la cuenca se ha tenido que recurrir a los cortes de agua potable de madrugada, entre otras medidas. El presidente de la Asociación de Pueblos Ribereños de Entrepeñas y Buendía, Francisco Pérez, fue contundente en declaraciones el año pasado: "Solo habrá un Pacto Nacional del Agua cuando se cierre la tubería del trasvase". En la misma entrevista, anunció que acudirían a la Fiscalía por el trasvase de agua que se acordó en septiembre de 2017, con el Tajo ya en una situación crítica y, según Pérez, por debajo de los niveles establecidos legalmente para que se muevan masas de agua del Tajo al Segura.
El único punto que, por ahora, parece que va a suscitar consenso es el papel de las desaladoras en la costa levantina: otorgan autosuficiencia hídrica a la región y no son motivo de conflicto, aunque los regantes son escépticos porque el precio del litro desalado es mucho mayor que el del litro trasvasado. Lo que es evidente es que en un hipotético Pacto del Agua, todos tendrán que ceder, como en cualquier acuerdo complejo entre posturas enfrentadas. El cambio climático obliga.