En España el número de pacientes con dependencia y abuso del alcohol se ha multiplicado por seis entre 2006 y 2011. En Grecia han aumentado un 224% los casos de VIH entre los consumidores de drogas por vía intravenosa. En EEUU más de cinco millones de personas han perdido el acceso al sistema de salud. En Gran Bretaña 10.000 personas se han quedado sin hogar tras los tijeretazos en las ayudas a la vivienda.
Recortar los programas de bienestar social en época de crisis no sale gratis.
Y los datos recabados desde 2008, cuando estalló la crisis financiera global, lo demuestran. Es la principal conclusión a la que llegan David Stuckler, investigador de la Universidad de Oxford, y Sanjay Basu, epidemiólogo y profesor de la Universidad de Stanford, que en el libro El coste humano de las políticas de recorte: por qué la austeridad mata (Taurus) analizan los efectos de la recesión en la salud de la población.
Para los autores, que publican de forma habitual en revistas científicas como The Lancet y British Medical Journal, hay algo claro: los Gobiernos que en época de crisis aplican medidas de austeridad agudizan los problemas de salud que ya de por sí acarrea una mala situación económica. Ambos insisten en que los recortes está teniendo un "efecto devastador" en la salud pública de Europa y EEUU. Y revelan que en estos luagres se han producido 10.000 suicidios y un millón de casos de depresión desde que las autoridades se empeñaron en combatir la recesión con tajos en el gasto social.
En el otro lado, los investigadores sitúan a países que como Suecia, Canadá, Noruega o Islandia vieron en sus crisis una oportunidad para mejorar el sistema de salud. "Lo que hemos aprendido es que el verdadero peligro para la salud pública no es la recesión en sí, sino la austeridad", señalan. Así, recuerdan que Islandia, que se vio sacudida por la peor crisis bancaria de la historia, no experimentó un aumento de las muertes durante ese periodo. Decidió no sólo mantener sus programas de bienestar social, sino que los reforzó. En este sentido, los autores aseguran que la inversión en programas específicos de sanidad pública contribuye a reducir el déficit porque cada dólar invertido en estos programas rinde tres dólares en crecimiento económico que puede utilizarse para saldar el déficit.
Los casos de Grecia y España
Stuckler y Basu dedican el prólogo a la situación de España. Y avisan de que el "desastre" de Grecia pone de manifiesto el riesgo que supone para otros países la insistencia en medidas "temerarias" de austeridad. Como consecuencia del recorte de los programas de fumigación contra mosquitos, Grecia sufrió su primera epidemia de malaria en muchas décadas. Además, dicen los autores, las autoridades helenas redujeron un 40% el presupuesto dedicado a Sanidad desde 2008 por lo que se han eliminado 35.000 puestos de médicos y personal de enfermería. La existencia de más de 200 medicamentos está agotada debido a la reducción de los presupuestos farmacéuticos.
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De forma parecida a lo que ha ocurrido en Grecia, señalan, ya hay indicios de que el sistema sanitario español está empezando a "tambalearse" por efecto de las medidas de recorte del gasto público. En 2007, aseguran citando datos de Eurostat, menos del 0,1% de los ciudadanos se declaraban incapaces de acceder a la asistencia sanitaria por resultarle demasiado cara. Esa cifra aumentó hasta el 0,4% (más de 180.000 personas) a medida que se trasladaba una parte del coste a los pacientes. Sin embargo, los que padecían las consecuencias no eran los ricos; el 20% de la población con mayores ingresos no perdió la asistencia médica. Por el contrario, el 80% con menores ingresos experimentó algún tipo de desatención de sus necesidades sanitarias. Lo cierto es que en abril de 2012 el Gobierno aprobó la norma que retira la tarjeta sanitaria a los sin papeles y los excluye de la atención normalizada en la red pública.
Además, los científicos dan cuenta de un estudio en el que con una muestra de 7.940 pacientes investigaron los riesgos de depresión y los síntomas de problemas de salud mental de las clínicas de atención primaria en España antes de la crisis, en 2006-2007, y después, en 2010-2011. "Observamos que el número de pacientes con dependencia y abuso del alcohol se había multiplicado por seis, y las tasas más altas se daban entre las personas que habían perdido empleo y tenían problemas para pagar su hipoteca", concluyen.
En las más de 300 páginas de su libro hay decenas de advertencias a los Gobiernos que siguen empeñados en recortar el gasto social para equilibrar sus balances. Pero, entre ellas, hay una que sobresale: "El precio de la austeridad se cifra en vidas humanas. Y esas vidas perdidas no volverán cuando las bolsas se recuperen".
En España el número de pacientes con dependencia y abuso del alcohol se ha multiplicado por seis entre 2006 y 2011. En Grecia han aumentado un 224% los casos de VIH entre los consumidores de drogas por vía intravenosa. En EEUU más de cinco millones de personas han perdido el acceso al sistema de salud. En Gran Bretaña 10.000 personas se han quedado sin hogar tras los tijeretazos en las ayudas a la vivienda.