Vox y la censura cultural: un análisis desde la filosofía de Gramsci

Gramsci y Abascal

A menudo se reivindica la neutralidad de la cultura. Se defiende que su propósito debe ser el mero entretenimiento o la búsqueda del placer visual. Sin embargo, la cultura es capaz de mucho más; puede ser una ventana para la denuncia social, la visibilización, concienciación o reivindicación, y esto no siempre gusta. La entrada de Vox en las instituciones autonómicas y municipales ha dejado claro que la cultura y la política están más relacionadas de lo que solemos pensar. Y sobre esto, cómo no, ha reflexionado la filosofía.

Antonio Gramsci, filósofo, teórico marxista, político, sociólogo y periodista italiano, estableció una relación entre la cultura y la política que puede resultarnos muy actual. Para comprender esta relación es necesario entender su concepto de hegemonía, central en el desarrollo de su pensamiento político. Gramsci cree que existen bloques dominantes que son capaces de configurar la vida económica, civil y cultural de otros colectivos. Estas personas que buscan el control y el poder sobre otras se sirven de estrategias que ocultan sus intenciones de dominación, pudiendo ser una de ellas la cultura.

En los Cuadernos de la cárcel —que escribió cuando estuvo encarcelado por el régimen fascista italiano—, el autor hace referencia al papel político de la cultura, hablando de ella como la verdadera fabricante de la hegemonía y de la formación del consenso. El filósofo creía que el sistema de hegemonía se sustentaba en el control sociocultural de las masas. De esta manera, si se controla la cultura, puede ser más fácil controlar la sociedad. Atribuía a esta el papel de “arma o factor esencial de la práctica política eficaz, es decir, la que es capaz de generar consenso para construir una hegemonía que, a su vez, permite conquistar el poder o, en su caso, mantenerlo”, según explica Héctor Díaz-Polanco, profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia en México. Está de acuerdo Massimo Modonesi, historiador, sociólogo y latinoamericanista, quien explica a infoLibre que “la cuestión cultural es parte de la disputa política” y que puede convertirse en “un instrumento de control y construcción del sentido común”.

Este filósofo era consciente del poder que tenía la cultura para marcar a la sociedad, y en concreto para contribuir a la formación de conciencia política. Gramsci sostenía que el poder no se ejerce únicamente a través de la dominación y la coerción, sino que también a través de la construcción de consensos y la dirección de la cultura. La clase dominante establece su hegemonía al influir en los valores, creencias y normas de la sociedad, moldeando así la conciencia política de las masas.

El uso de la cultura para legitimar las creencias dominantes es algo mucho más antiguo que el pensamiento de Gramsci. El profesor de Ciencia Política en la Universidad Nacional de Colombia Miguel Angel Herrera Zgaib recuerda cómo en la Grecia antigua se justificaba la esclavitud a través de los discursos como el de Aristóteles. Sin embargo, este uso interesado de la cultura sigue vigente en nuestros días. La sucesión de vetos y censuras culturales que se han producido en España desde que Vox entró en algunos gobiernos municipales y autonómicos son un ejemplo de ello. Herrera Zgaib asegura a infoLibre que estas “son maneras de inducir, prohibir o animar estilos y modos de vida”. Ve claro que en estos vetos “está clara la disputa ideológica en torno a la preservación de las creencias conservadoras y reaccionarias presentes, que legitiman o cuestionan un estado de cosas, un aparente ‘natural’ mundo de la vida, y su supuesta neutralidad biológica”. Estos actos de censura cultural podrían interpretarse como un intento de imponer su visión y valores en la sociedad. Con ello buscarían hacerse con la hegemonía cultural de estos municipios y autonomías (que antes estaban en manos de gobiernos de izquierdas).

Gramsci revolucionario

Gramsci revolucionario

Anxo Garrido Fernández, profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense y miembro de Asociación Española de Estudios Gramscianos, ve en la práctica de Vox “un intento por cambiar los equilibrios para generar nuevas prácticas, un intento de imponer una nueva cultura, que conlleva una nueva forma de comportamiento y una nueva serie de conductas”. Se puede decir en clave gramsciana que buscan “generar ciertos efectos en la realidad a través de cambios en el campo cultural”. Garrido Fernández cree que “la lucha por generar una nueva cultura” es también “la lucha por crear un nuevo sentido común y una nueva forma de interpretar la realidad política, social y cultural”. Y es que, según explica el historiador y sociólogo Modonesi, “Vox asume que el progresismo ya se instaló como el sentido común dominante —con temas como la diversidad sexual—”, y mediante estas acciones está intentando sustituirlo por el suyo. 

Por su parte, José Luis Moreno Pestaña, doctor en Filosofía y profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Granada, afirma a infoLibre que “la cultura de la cancelación sería un disparate para Gramsci”. Aunque al mismo tiempo, “eso no quiere decir que no haya que hacer crítica dura y seria cuando las personas aprovechan los privilegios académicos que tienen para verter banalidades de sentido común encubriéndolas con una retórica y con una puesta en escena supuestamente científica”.

A pesar de los vetos impuestos por Vox, Garrido Fernández cree que esto no permitirá al partido “ser hegemónico por lo menos en el corto plazo”, ya que posiblemente la hegemonía se esté jugando “menos en un plano cultural y más en uno económico”, pero sí que reconoce que a largo plazo “puede tener efectos en la vida cotidiana y despertar latencias entre los españoles”. 

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