José Luis Rodríguez Zapatero no quiere polemizar con Pedro Solbes, ni con Mariano Rajoy sobre sus medidas, ni opinar sobre la transición en el PSOE o la "crisis de liderazgo" de Alfredo Pérez Rubalcaba, como lo rotuló otro ex, Felipe González. Quiere explicar por qué tomó las decisiones que tomó en su segunda legislatura, justificar por qué no tenía más opciones que aprobar el recorte de mayo de 2010 que supondría un enorme giro a su política, subrayar que él sí intentó "preservar el Estado social", narrar cómo vivió las presiones de la troika y de Alemania, que le empujaron hasta tres veces a pedir un rescate para España, hacer acto de contrición por no haber asumido desde el principio la palabra crisis.Hacer autocrítica, pero no trasladarla a los demás. Lo plasma en su libro El dilema. 600 días de vértigo (Planeta, 2013) y lo reflejó en su presentación en rueda de prensa este martes en Madrid. Huyó de toda polémica y se limitó a explicar su gestión y cómo se guió, ante todo, por su "responsabilidad" como presidente del Gobierno, por encima de los intereses de su partido. Zapatero al más puro estilo Zapatero. Zapatero imponiéndose el traje de ex que ha querido, lejano a los patrones de José María Aznar o incluso de Felipe González.
El expresidente confesó haber volcado la "máxima sinceridad y autocrítica" en su libro, exponiendo el contexto, hechos y vivencias no conocidas. Era su "deber", dijo, ante los ciudadanos, pero también le movió la "necesidad" de abordar de manera amplia y reflexiva un relato "coordinado", una crónica minuciosa de sus últimos tres años de gobierno, especialmente desde mayo de 2010. El texto extrae dos conclusiones "relevantes". La primera, que se produjeron tres escenarios "no previsibles" –la crisis financiera de 2008, con la caída del coloso Lehman Brothers; la crisis de deuda de 2010 y las tensiones del verano de 2011 que llevaron a la reforma de la Constitución por la vía rápida y a una nueva recesión–, y la segunda, las "limitaciones de la política" en un mundo global, la incapacidad de los gobiernos de dominar a los mercados. El libro, señaló, contiene igualmente la "convicción" en la "confianza de España" y en la capacidad del país para salir adelante.
La presentación, que se alargó ante los medios 80 minutos, en una sala atestada de la Casa de América de Madrid, tenía como primer plato de actualidad las palabras de Solbes en su libro. El exvicepresidente reveló que en 2009 entregó a Zapatero un documento ultimátum en el que analizaba los desequilibrios económicos del año anterior y recomendaba un fuerte plan de ajuste. El jefe del Ejecutivo lo rechazó con el argumento, según Solbes, de que habrían provocado "dos huelgas generales". El equipo del expresidente negó la existencia de tal documento, pero hoy Zapatero sorteó el tiro. "Cuando salió el libro de Solbes ya había escrito el mío, así que me voy a remitir a lo que el libro dice. Y lo primero que hace el libro es expresar toda la gratitud a todos los ministros que colaboraron conmigo. Gratitud y reconocimiento que se extiende, cómo no, a quien fue mi vicepresidente económico varios años. Es mi manera de entender la lealtad del trabajo en equipo. No he polemizado nunca ni voy a polemizar nunca con alguien que colaboró en mi equipo. Y estamos en la presentación de mi libro, no en el de Solbes", bromeó.
"Nadie duda de las cualidades políticas de Rubalcaba"
Tampoco polemizó sobre Rubalcaba cuando, ya en el tiempo de descuento de la rueda de prensa, se le preguntó por él y la "crisis de liderazgo" que González le había endosado en la presentación de su propio libro. "Es el secretario general de mi partido. Es muy amigo mío. Ha sido uno de mis principales colaboradores y nadie duda de sus cualidades políticas". Zapatero subrayó que, si ha decidido ser respetuoso con las decisiones del actual Gobierno, "más respeto" aún profesa por su partido y su dirección. Lo único que hará es prestarle su "apoyo". Y, como guiño, elogió el discurso "contundente" del secretario general "el otro día", en el cierre del congreso del PSOE andaluz. Fuentes próximas a Zapatero añadieron que el ex secretario general no apoyará a ningún candidato en las primarias.
Pero aunque no hubo críticas directas a Rajoy, sí hubo reivindicación de su mandato y de cómo él procedió a hacer los recortes. Como él mismo reconoció, quiso "aprovechar" una pregunta sobre el balance de su mandato para deslizar "una idea decisiva": que a pesar del tijeretazo al gasto que aprobó en mayo de 2010 –básicamente, congelación de las pensiones (salvo las mínimas), rebaja del sueldo de los funcionarios, supresión del cheque bebé, reducción de la inversión pública–, él mantuvo "intacto" el sistema sanitario y educativo y las prestaciones sociales (incluida la de paro), y no eliminó el cuarto pilar del Estado del bienestar, la dependencia. "A lo mejor el paso del tiempo permite un análisis más ponderado. He explicado con datos hasta qué punto preservé el Estado social, la cohesión social y las políticas no que había heredado, sino incrementado", respondió cuando se le preguntó directamente por los recortes del Ejecutivo actual. "Mi único deseo es que la recuperación se produzca cuanto antes [...]. Sí creo que el horizonte de este país es recuperar aquello que se haya quedado en el camino".
Zapatero volvió a reconocer este martes su "error de apreciación" respecto a la utilización "tardía" de la palabra crisis, que empleó por primera vez en julio de 2008. Incidieron en él dos razones: su "afán" de lanzar un mensaje de confianza y positivo, y también porque a esas alturas España, oficialmente, no había entrado en recesión. Todas las previsiones económicas, señaló, "saltaron por los aires" con la caída de Lehman Brothers. El expresidente calificó de "absurdo" pensar que quiso "engañar" a los ciudadanos. "Ni engaño, ni ocultación, ni nada de nada".
Modificación "autónoma" de la Constitución
Buena parte de la atención se centró en las medidas que tomó su Gobierno y en las invitaciones a que se acogiera al rescate. Hubo tres momentos "explícitos" en los que los gigantes del mundo –entre ellos Angela Merkel– le sugirieron que pidiera "ayuda financiera". Y las tres veces Zapatero se negó, porque entendía que la capacidad de financiación aguantaba aún y porque el rescate habría supuesto "lustros" de recuperación. La última vez que la canciller alemana le "invitó" a acogerse al salvavidas de la troika fue en noviembre de 2011, en una tarde noche crítica, en la que arreciaban las presiones hacia Italia, cuya prima de riesgo había sobrepasado a la española desde el verano. Roma rechaza el rescate, como un catenaccio, –aunque luego se la empujó a un Gobierno tecnócrata dirigido por Mario Monti– y en esa cena, en la cumbre del G-20 en Cannes, una de las "más trascendentes" que ha vivido, Barack Obama preguntó a Zapatero si tenía algo que añadir. El entonces presidente dijo que no.
¿Por qué resistió y no convocó elecciones? El expresidente relató que, en aquel mayo de 2010, "tuvo la decisión muy clara en todo momento", y eso que le tocó decidir qué hacer y dónde recortar "en horas", siendo "muy consciente" de lo difíciles que eran y lo que aquello podría representar para su partido. "El ajuste había que hacerlo [...]. Los márgenes eran mínimos. Las opciones eran hacerlo o no hacerlo", aseveró. Anticipar las elecciones habría sido un "riesgo serio" para la estabilidad de Europa, y por eso no lo hizo. Y resistió por "responsabilidad". "Hay que tomar decisiones que a veces no gustan a la gente, así entendí siempre la responsabilidad de gobernar". Zapatero agradeció el comportamiento de su partido y el respaldo que le prestó en todo momento. Incluso cuando estaba en puertas de las generales de 2011 e impulsó la reforma de la Constitución para imponer un techo de deuda y déficit. En ese punto, el expresidente defendió que esa modificación exprés fue una decisión "estrictamente autónoma, personal", que se debía a la tormenta en los mercados y las amenazas del BCE. Llevar a la Carta Magna la regla de oro de estabilidad fiscal le iba a "ayudar" a no aprobar más recortes y sí inducir la imagen de "confianza" y de consenso de los dos grandes partidos. Dijo que no podía "barruntar que habría un Gobierno técnico", pero "sí riesgos máximos" que en el caso de Italia, y como se vio a los pocos meses, cuajarían en el relevo de Silvio Berlusconi. Sabía, eso sí, de que aquella reforma era "dolorosa" para el PSOE, "difícil".
Se le inquirió si reconocía haber dejado un pesado déficit a su sucesor, Mariano Rajoy, un mantra recurrente en el PP. Él, que durante este tiempo ha permanecido "callado", aseguró que en el traspaso de poderes, en el que él puso "empeño especial", su Gobierno entregó los datos de que disponía, que no contaban con que el agujero se iba a disparar en el último trimestre, "sobre todo y especialmente por las comunidades autónomas". "No eran todavía conocidos", resaltó. Defendió asimismo una de sus más medidas más criticadas por el PP, el plan E, adoptada en los tiempos en los que se desplegaron iniciativas contracíclicas, de gasto. El exjefe del Ejecutivo recalcó que este plan supuso "algo más de un punto de PIB de deuda pública", en unos momentos en que España tenía una deuda "20 puntos por debajo de la media europea", aunque el déficit fuera "elevado". También destacó la utilidad del plan, que permitió que no se parara la industria del automóvil y se remozaran las infraestructuras turísticas, que algo ha "contribuido" a los buenos datos del turismo en estos años.
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"No era tan fácil como algunos pensaban"
La conclusión es que no se pueden hacer lecturas simples, llanas. "A modo de reflexión, no era tan fácil como algunos pensaban", apostilló. Por la hondura de la crisis, porque no se sabía el impacto en cada país, por la propia concepción del euro y la política monetaria, hecha "a imagen y semejanza" del Bundesbank alemán. Pero él quiso "preservar" el Estado social.
A los ochenta minutos de rueda de prensa –la primera desde que dejó la Moncloa–, aún quedaban manos alzadas de periodistas para seguir preguntando. Pero no había más tiempo. Zapatero respondió con muchos datos, con la economía en la cabeza y respondió como siempre en él, tranquilo, sosegado, zen, con una sonrisa en la boca y ni una mala palabra. Ni una. En su papel de ex que sentía el deber de contar los "600 días de vértigo" últimos de su mandato, tarea en la que ha empleado dos años. Siempre tuvo claro que "el poder es temporal", y que ahora, fuera de la primera línea, le toca "ayudar" en lo que le pidan, y también desde el Consejo de Estado, donde ocupa un sillón. Sin lanzar ninguna "crítica personal a nadie". "Cada uno es como es", resumió, como eslogan de su actitud vital y su trayectoria. Ya se sabe, el talante Zapatero. Marca de la casa.
José Luis Rodríguez Zapatero no quiere polemizar con Pedro Solbes, ni con Mariano Rajoy sobre sus medidas, ni opinar sobre la transición en el PSOE o la "crisis de liderazgo" de Alfredo Pérez Rubalcaba, como lo rotuló otro ex, Felipe González. Quiere explicar por qué tomó las decisiones que tomó en su segunda legislatura, justificar por qué no tenía más opciones que aprobar el recorte de mayo de 2010 que supondría un enorme giro a su política, subrayar que él sí intentó "preservar el Estado social", narrar cómo vivió las presiones de la troika y de Alemania, que le empujaron hasta tres veces a pedir un rescate para España, hacer acto de contrición por no haber asumido desde el principio la palabra crisis.Hacer autocrítica, pero no trasladarla a los demás. Lo plasma en su libro El dilema. 600 días de vértigo (Planeta, 2013) y lo reflejó en su presentación en rueda de prensa este martes en Madrid. Huyó de toda polémica y se limitó a explicar su gestión y cómo se guió, ante todo, por su "responsabilidad" como presidente del Gobierno, por encima de los intereses de su partido. Zapatero al más puro estilo Zapatero. Zapatero imponiéndose el traje de ex que ha querido, lejano a los patrones de José María Aznar o incluso de Felipe González.