Raquel Taranilla: "Como con el cáncer, también el coronavirus soy yo"

Karmentxu Marin

Pregunta. Primera novela y premio. ¿Bingo?premio

Respuesta. Un cuento de hadas, sí.

P. Su editorial califica la novela de “rupturista, lúdica y novedosa”. ¿Es para tanto?

R. Yo creo haber escrito un texto divertido. No sé si es rupturista o novedoso, es algo que no me corresponde juzgar a mí. Yo me he divertido escribiéndola, y espero que la gente que la lea se divierta.

P. Se fijó en el robo del cráneo embalsamado del director de cine alemán F.W. Murnau. Tan joven y tan tortuosa.

R. Estaba escribiendo una novela sobre un tipo que estaba haciendo una película sobre Murnau y salió la noticia del robo en los periódicos. Me pareció que era un ejemplo perfecto de muchas cosas que yo estaba contando sobre cómo nos relacionamos con la cultura, sobre el fetichismo que tenemos hacia los autores y artistas.

P. Opina que su novela Noche y océano es “un fruto malsano de la sociedad de la información y el conocimiento”. Animando a leerla, ¿no?Noche y océano

R. A lo mejor lo que encuentran el lector o la lectora es una especie de diagnóstico sobre la enfermedad que padecemos todos. Nos gusta hablar de nosotros y leer sobre nosotros. Padecemos una especie de bulimia informativa. La necesidad de consumir información y cultura de una manera patológica hasta…

P. …Vomitarla.

R. Pues sí. La vomitamos y al mismo tiempo nos divertimos.

P. ¿Se puede estar enfermo de cultura? ¿En España no pecamos de lo contrario?

R. Yo creo que Bea, mi personaje, es bulímica de la cultura, sin duda. No sé cuánto de española tiene. No sé si en España nos falta o nos sobra cultura, porque no me gusta generalizar y porque no conozco España, y me gusta no conocerla. He hecho una especie de retiro casi espiritual muy a lo Bea. No sé qué es eso de España. No sé quiénes son los españoles, la verdad. Pero he vivido en muchos sitios y no sé si me parecen lugares mucho más cultos ni mucho mejores.

P. Es de Barcelona, pero vive y trabaja en Madrid. ¿La echó Puigdemont?

R. En realidad no fue un salto directo Barcelona-Madrid, aunque yo siempre presumo de haberme marchado de Barcelona el 12 de septiembre de 2012, al día siguiente de la que fue probablemente la primera gran manifestación independentista. Me fui a Bélgica ese día…

P. …A buscarle casa en Waterloo.

R. No [ríe], no creo. Me fui a trabajar a Bruselas porque no tenía un trabajo decente ni posibilidad de encontrarlo en Barcelona. Trabajé en la Unión Europea, de allí me marché a Qatar y luego me vine a Madrid. El tema nacionalista lo he intentado evitar.

P. En 2015 escribió un libro autobiográfico, Mi cuerpo también. A pesar del cáncer, ¿es una oda a su cuerpo serrano?Mi cuerpo también

R. Es una oda a mi cuerpo serrano y a mi cáncer serrano. A todo lo que soy, incluido el cáncer.

P. La protagonista de Noche y océano vive con un pez cebra. ¿En tiempos de coronavirus es la mejor compañía? Noche y océano

R. Sí, como el cáncer, también el coronavirus soy yo. Y lo que lleva el coronavirus, esta especie de cuarentena brutal que nos acabamos de imponer, quizá también seamos nosotros. Tenemos que entenderlo así. Y sí, para pasar la cuarentena, muchas veces es mejor un pez cebra que una persona.

P. “El mundo académico es una mierda”. ¿Haciendo amigos?

R. Probablemente esté haciendo amigos precarios, claro. Ha habido mucha gente que me ha dado las gracias por visibilizar el problema, que es mayúsculo. Yo ahora estoy un poquito mejor, pero hay mucha gente trabajando en unas condiciones muy, muy precarias.

P. Plantea el dilema de la vida de acción o el papel de observador. ¿Usted de qué lado las ve venir?

R. Yo creo que de la observación. Y con mucha dificultad.

P. ¿Mala vista?

R. Fatal. Además de que en la vida real tengo más de ocho dioptrías, en la vida intelectual tengo mucha miopía también.

P. Lo peor es que la vida intelectual no se opera con láser.

R. No. Pero tiene algo positivo y es que de las lecturas miopes, de las comprensiones miopes, salen cosas vistosas.

P. Vistosas pero deformadas.

R. Siempre. Pero me interesa más lo deformado que aquello que se cree que no lo es. Creo que, en realidad, todo es deformado.

P. Habla del desencanto intelectual. ¿Lo padece? ¿Cómo se cura? 

R. Pues no sé contestar. Sé que he llegado a la radiografía que es el personaje de Bea, y que diagnostica mi desencanto, mi frustración, mi enfado y mi rabia. Para decir lo que viene a continuación tendré que escribir otra novela. ¿Cómo se cura ese desencanto? Quizás con un sueldo digno para todos.

P. “La acumulación de conocimiento impide ser feliz”. Buen mensaje para sus alumnos de la universidad.

R. Sí, efectivamente [ríe]. Lo primero que les enseño es a que desconfíen de todo, incluso de su propia profesora. No me hacen ni caso y hacen muy bien. Es muy sabio que no me hagan caso. Pretendo que me escuchen y que se enfaden conmigo.

P. ¿Y que la lean?

R. Si me leen, tanto mejor.

P. La democratización del saber no nos ha llevado a un lugar más justo, dice.

R. Solo hace falta salir a la calle y mirar un poco. No vivimos en una sociedad en la que se hayan acabado los privilegios. Eso es evidente. A los 20 años tenía una esperanza en el mundo que, ahora que tengo el doble, prácticamente he perdido. No soy optimista. Creo en el optimismo de las cosas pequeñas, muy mínimas, y de las cosas que ya estaban ahí. Creo, por ejemplo, en el optimismo de la montaña. Y tengo una esperanza, a la que no renuncio, en los niños y las niñas.

P. “De la seriedad y la solemnidad solo podemos librarnos mediante la risa un poco cabrona”. ¿Qué ve a nuestro alrededor solemne pero risible?

R. Pues algo que tiene mucho que ver con mi formación y mi trabajo: la Justicia. Nos tenemos que reír de nuestra fe en ella.

P. La veo procesada por desacato.

R. [ríe] Probablemente. Escribiré un libro entonces. Creo mucho en algunas personas que están trabajando en la Justicia de manera dura y con unos medios muy precarios, pero el sistema de la Administración de Justicia, tal y como lo tenemos planteado, genera absolutas injusticias. Decir otra cosa es mentir, mentir interesadamente.

P. ¿Cuándo es más cabrona la risa?

R. Cuando desvela que el emperador, que el rey, va desnudo. Pone en evidencia que nadie lo había dicho antes.

P. ¿El rey va desnudo?

R. Sí, sí. Siempre lo ha ido.

P. Además de la risa, ¿hay también un llanto cabrón?

R. Supongo que sí, pero a mí me molesta mucho el lloriqueo. Intento no practicarlo. Me molestan mucho la intensidad, el drama y el lloriqueo.

P. Se mantiene en la zona templada del espíritu.

R. Me mantengo un poco en la zona un poco histérica y desquiciada. En la zona lenguaraz. En esa zona en la que al día siguiente te despiertas y piensas: ¿Por qué dije yo eso? Porque tengo tendencia a hablar demasiado solo para molestar, cuando en realidad lo que quería decir era mucho menos, porque soy mucho más gris. Mi resaca es muy gris. Mi borrachera es muy desnortada, desquiciada y lenguaraz.

P. ¿Hablamos en términos intelectuales o también de la botella?

R. Los dos. Aunque más intelectuales, a pesar de que yo hago una defensa radical de aquellos o aquellas que necesitan la botella para pasar un día más, porque tienen motivos. Siempre estaré de su lado.

P. La protagonista de su novela vive un naufragio. ¿Las mujeres de hoy llegan a buen puerto?

R. Estamos como todos, intentando navegar y salvar algunos muebles. En eso soy optimista. Creo que nos va mejor que nos iba. A pesar de todos los conflictos, incluso de las luchas intestinas dentro del feminismo.

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P. Proclama en su Twitter que realiza actos de justicia paralela. ¿Debo temerme lo peor?Twitter

R. Por lo que has dicho antes, soy yo la que debo temer lo peor, porque a lo mejor cualquier día de estos me procesan. Mis actos de justicia tienen que ver más con una cuestión narrativa, con que se cuenten las situaciones de injusticia. Y en eso creo.

*Esta entrevista está publicada en el número de abril de tintaLibre, a la venta en quioscos. Puedes consultar todos los contenidos de la revista haciendo clic aquí.aquí

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