Salirse del carril

Jesús Maraña (moderador y codirector de TintaLibre) durante la grabación del conversatorio con Leonor Watling y El Gran Wyoming.

JESÚS MARAÑA.- ¿Esto de salirse del carril es voluntario o viene dado, es decir, ocurre espontáneamente? No sé cuál es vuestra experiencia, si en algún momento os habéis salido del carril, de lo establecido, porque intencionadamente habéis dicho: “Yo esto no lo soporto, quiero ir por aquí”...

LEONOR WATLING.- En mi caso creo que es más involuntario, a pesar de mi pudor y mi vergüenza. El caso de Marlango, cuando ya tenía mi carrera de actriz bastante estable —todo lo estable que puede ser la carrera de una actriz—, sacar un disco y empezar una carrera musical da mucho pudor. En mi caso es a pesar de. De hecho, ahora que tengo ganas de hacer otras cosas no las hago porque todavía no tengo esa sensación de que pueda más la necesidad de hacerlo que el pudor. De repente, publicar un libro me sigue dando demasiado pudor, así que sé que no es el momento (risas).

JM.- Pero es el pudor de querer aportar algo distinto y pensar que no se va a traducir en eso…

LW.- También no sé si es por mi edad y por cómo ha cambiado el mundo con las redes sociales, pero escuchar las opiniones de todos creo que hace más difícil cambiarse de carril. Cuando yo me cambié de carril a Marlango sí que me llegaban ciertos mensajes… “El capricho de una actriz”, pero no un input diario. Y ahora tienes…

JM.- Un examen cada minuto.

LW.- Tienes muchas opiniones que hay que aprender a gestionarlas, escucharlas cuando te hacen falta y no cuando no es así. Yo todavía no he aprendido a hacer eso.

GRAN WYOMING.- No puedo estar más en desacuerdo con lo que acaba de decir la compañera.

LW.- ¡Bien! [risas].

GW.- Es que yo conocí a Leonor siendo ella una criatura adolescente de 16 años o por ahí.

JM.- ¿Dónde?

GW.- Haciendo una serie que se llamaba Hermanos de leche, ella era actriz y yo también trabajaba allí. Y era alguien que ya, a esa edad, por las circunstancias que sea, ya está trabajando, no quiere estar en el carril, eso es evidente. Tú no te planteaste una vida, no te veías gestionando una empresa…

LW.- Ah, no…

GW.-O un bufete de abogados haciendo papeles. No, tú querías hacer otra cosa, entonces ya estabas fuera del carril. Quiero decir, que la carrera de actriz es absolutamente alternativa: seguridad no da, no te va a quitar nunca la neurosis de la renta, pero lo que está claro es que no vas a estar integrada en el sistema laboral de “este es tu horario’”y “este es tu sueldo”. Tú ya desde niña dijiste: “Si yo puedo, me escapo”. Te lo digo porque es lo que me ha pasado a mí.

Mi talento no me daba para acceder a otro nivel, entonces yo hacía cosas alternativas, pero feliz, yo siempre he sido feliz. Y entonces el círculo que te rodea te premia, cuando hay un chollo, buscan a un tipo que no se lo merece, en este caso, yo.

El Gran Wyoming

LW.- Hombre, tu cambio de carril fue más evidente. Tú estuviste en Medicina…

GW.- Sí, pero yo mientras tanto ya estaba con la mirada puesta en otro sitio. Yo tuve una experiencia totalmente transformadora, porque todo esto viene de la cultura de la música. En mi casa éramos todos melómanos, estábamos todo el día escuchando música y la música que escuchábamos era Jimi Hendrix, Janis Joplin, los Doors… eso no era un ejemplo para la sociedad en la que yo vivía, que era la de Franco. Entonces, yo con 17 años tuve la oportunidad, a través del Interrail, de hacer un viaje a Ámsterdam, y ahí entré en contacto… Yo estaba buscando eso, porque había visto fotos. Me acuerdo, además, porque es muy gracioso cuando uno hace una campaña de propaganda y cómo se puede volver contra uno. El dominical del ABC sacó un reportaje demonizador, lleno de fotos, del paraíso terrenal que ellos decían: “Esta es la decadencia a la que puede llegar la juventud”. Eran señoritas vestidas de hadas con pastelitos de hachís, círculos de tíos tocando la guitarra. Y yo tuve una revelación [risas].

JM.-Y dijiste: “Tengo que ir, es necesario estar allí”

GW.-Y fui. Justo ese año salió el Interrail, salí de España, todo el extranjero era una tierra de promisión, pero en concreto esto. Nunca volví a ser el mismo. Y allí me salí del carril y entendí que había una vida alternativa que miles de jóvenes podían permitirse porque tenían espacios de libertad en sus países que aquí no existían. Yo ya nunca fui el mismo y decidí que nunca iba a ser el mismo.

JM.-O sea, que mientras ejercías la medicina ya estabas con la cabeza en otra cosa.

GW.- De hecho, tenía un grupo de rock n’roll. Y hacía cosas, iba a bares, hacía espectáculos… Yo en realidad la carrera la estudié un poco por deferencia y por respeto a mis padres, que los quería mucho, a mi padre, sobre todo, que me ha ayudado muchísimo a lo largo de mi vida. Yo he sido un hombre feliz porque mi padre se ha empeñado y yo lo he aceptado con gusto.

JM.- ¿Y cómo llevó tu padre lo de que te salieras del carril?

GM.-Fatal, pero curiosamente era un hombre que era del régimen, no era fascista, pero era de lo que había, era un franquista sociológico. Pero, además, le metí en el Opus, porque yo era un niño muy listo de pequeño, era el número 1 de la clase y, sin saber cómo, acabé en el Opus, porque entonces los niños no teníamos control…

JM.-O sea, que hiciste el proceso inverso a lo natural, que suele ser que el padre meta al hijo… Tú lo hiciste al revés.

GW.-Mi padre no sabía dónde andaba, porque los niños estaban por ahí, los niños eran sucesos inevitables, no eran ni deseados ni programados. Entonces, un día me preguntó: “¿Oye, tú dónde vas?”. Porque claro, llevaba meses apareciendo en mi casa a las 8 de la tarde. Y yo le dije: “Pues al Jara”, “¿y eso qué es?”, y un día mi padre fue a ver qué era aquello y pum, se quedó. A mí me echaron porque empecé a suspender, pero mi padre se quedó.

JM.-Y en tu caso, Leonor, ¿cómo reaccionaron en tu familia, en tu entorno, cuando empezaste a salirte del carril?

LW.- Claro, si yo hubiera sido lo suficientemente inteligente hubiera hecho lo que hizo Wyoming, estudiar una carrera por deferencia. Mis dos tías, una de ellas fue de las primeras en estudiar Ciencias Exactas en España, mi tía Teresa fue premio fin de carrera de medicina, o sea lo académico era muy importante, mi abuelo era ingeniero de montes, Gonzalo Ceballos. Por eso cogí Watling como apellido artístico, porque Ceballos era un apellido que me daba mucho respeto… No estudié, pero por el camino mi padre se murió y, de repente, no tenía esa presión. Si hubiera tenido otra vida hubiera sido más difícil. Pero mi padre sí me vio empezar a trabajar y lo único que me dijo es: “Termina de estudiar, termina la Selectividad y luego haz lo que quieras, pero estudia”.

JM.-Esto era muy de padres y madres, pasaba con el periodismo: “¿Oye, pero por qué no haces una oposición también?”

GW.- Esto venía dado. Depende de los orígenes, quiero decir, mis abuelos vivían del campo, mi madre estudió Farmacia, que era un caso insólito en aquel tiempo. Y a mi padre le pasó igual, mi padre se quedó sin padre y madre cuando era pequeño y se vino a vivir a Madrid con unos parientes. Fue perito industrial, pero para mi padre que nosotros fuéramos a la universidad era una obsesión. Y me lo decía, que yo no lo entendía: “Tú no sabes la importancia que tiene subir la escalera de una facultad”, y yo no lo entendía. Pero también ocurría otra cosa, yo entré en el año 72 con Franco a todo gas, y entonces la universidad era el único espacio donde sucedían cosas. De repente venía de un barrio donde la palabra comunista la había oído como gente que estrangula niños, en fin, una cosa remota y muy mala. Y, sin embargo, entré allí y el primer día que entré, había habido una huelga el año anterior, y para empezar había una fila de policías en la puerta de la Facultad de Medicina, que es muy representativa, muy simbólica, con unas columnas, y llevaban metralletas, que es una imagen que ya no se ve, y yo tenía que pasar entre estos señores a matricularme. Y ya vi que allí estaba el mal, y cuando entré dentro, esto era flipante, estaba lleno de carteles. Había una convocatoria de algo, tiraban panfletos desde arriba, y dije: “Hostias, ¿pero esto qué es?” Eran del Partido del Trabajo, que eran prochinos, del Partido Comunista, del ML, de su puta madre, Bandera Roja. Era una burbuja que fuera no existía, quiero decir que eso a mí me ató a la universidad de alguna manera porque allí sucedían cosas.

Escuché a alguien decir una cosa que me encantó, que respondía a eso de que los jóvenes son nativos digitales, y decía no, no son nativos digitales, son huérfanos digitales. Ellos serán, sus hijos serán nativos digitales, pero ellos son huérfanos digitales, están aprendiendo a gestionarlo y yo no sé qué repercusión tendrá esto en el arte, en hacer cosas, porque todo es muy rápido…

Leonor Watling

JM.- ¿Creéis que salirse del carril en algún momento, no someterse a las reglas, aporta también cierto prestigio?

LW.- Lo comentábamos justo antes de empezar hablando de la actualidad y de la información. Justo ahora hay un prestigio en decir lo que uno piensa, en salirse del carril. Esta cosa muy Trump, él habla como la gente de la calle, se sale del carril y dice lo que piensa.

JM.- Y lo ves como cierta impostura…

LW.- Lo veo peligroso. Porque una cosa es personalmente, en tu vida, sin hacer daño a nadie tomar decisiones sobre lo que vas a hacer, y otra es una cosa social de vamos a romper con todo, no nos fiamos de nada, todo es una mierda y vamos a salirnos del carril para inventarnos un mundo nuevo desde un lugar que a mí me da miedo.

JM.- Es que quizás aquí ha habido una evolución, hubo momentos y etapas, como la que recordaba antes Wyoming, en que salirse del carril para la gente que estaba deseando otros valores como la libertad, conocer…

LW.- Claro, y ahora salirse del carril tiene mucho más que ver con una cosa ultraconservadora.

JM.- Es peligrosísimo que lo rebelde sea ahora lo reaccionario.

GW.- En el colmo del disparate se llaman anarquistas. Joder, ¡si Durruti levantara la cabeza! Pero bueno, yo es que hablaba más de otra cosa que es salirse del carril como forma de vida, no como una opinión extemporánea o que me llene y ahora voy a encontrar mi verdadero yo. Quiero decir, eso se puede hacer desde un bufete. Yo me refería más a una forma de vida que, en mi caso concreto, tiene que ver con no admitir las etapas. Es decir, yo vengo de un mundo donde la primera ostia te la daban a los 7 años, era la comunión y a partir de ahí el niño ya tenía que dejar de ser niño y empezar a hacer uso de la razón, y la razón era una, no la propia. Y luego ya venía un espacio, que era la juventud, hasta que llegaba el servicio militar, y ahí lo llamaban sentar la cabeza. Y uno cuando salía de la mili se olvidaba de todas las gilipolleces que había hecho en su juventud, se buscaba una pareja, se casaba y se metía en el sistema. Esas eran las etapas. En mi caso concreto nunca lo he entendido. Yo sigo llevando, exacta y puntualmente, la vida que llevaba con 20 años. Toda mi vida. Es más, recientemente, un día tuve la reflexión de que yo tuve la suerte de conocer a un señor que era David Byrne, el cantante, fue amigo mío por circunstancias…

LW.- ¡Ostras!

GW.- Se vino de vacaciones con nosotros a Zahara de los Atunes. Y este señor tiene una canción muy bonita que se llama Once in a lifetime, que es una vez en la vida. Y la canción dice “una vez en la vida, párate y piensa. ¿Quién es esta mujer, quiénes son estos niños, qué es esta casa, qué es este coche? Luego haz lo que te dé la gana, pero una vez en la vida párate y piénsalo”. Pues yo esto lo he hecho. No de forma deliberada, pero una vez sí que dije, a ver, ahora que sí tengo la posibilidad de hacer lo que me dé la gana, porque ahora estamos muy mediatizados con lo que tenemos que hacer, pero dije a ver, el mejor Wyoming, el que mejor se lo pasaba, ¿cuál era? ¡Coño, el del grupo de rock n’roll! ¿Y por qué no hago un grupo de rock n’roll? Que no sé si esa experiencia con Marlango… Yo tuve un retroceso y dije, bueno, voy a hacerlo. Y me he tirado 11 años de gira con una banda de rock n’roll de chavales a los que les sacaba 30 tacos. Porque hay una edad en la que uno solo accede a la juventud por contagio. [Risas] Y yo vivía exactamente así, es más, los tenía que acostar. Esto del carril… Ha sido una forma de Peter Pan, negarme a crecer porque no me da la gana, porque los adultos viven peor, y yo no quiero serlo.

JM.- ¿Para ti Marlango ha sido un poco eso también?

LW.- Sí. Estaba pensando que sí que es salirse del carril, yo no sé si es porque soy la pequeña de cuatro y me toca mucho las narices cuando algo está establecido, y me pasa eso de pararme y decir… Que a veces cuesta mucho, sobre todo en profesiones como esta en la que te ha costado tanto llegar, decir: “Hostia, pero, ¿ahora vas a salirte del carril otra vez?” Sí. Este carril de actriz está muy bien y he tenido mucha suerte y me ha ido muy bien, pero estaba ahí diciendo: “Yo no me veo toda la vida haciendo esto”, y de ahí salió Marlango.

JM.-¿Y en algún momento os habéis sentido víctimas de eso? ¿Por salirte del carril se paga un precio?

LW.- Se paga más precio no saliendo [risas], es más caro quedarte en una vida que no te satisface.

GW.- Sí, es que son dos cosas distintas, una es la forma de vida que uno se quiere permitir si le sale bien. Aquí también hay que tener un nivel de conciencia real, porque vivimos en una sociedad muy mediatizada por el éxito. Quiero decir, que yo sería perfectamente un gregario de un equipo de Kelme en el pelotón. A mí nunca me ha interesado el éxito, en absoluto. Si yo hubiera querido ser Miguel Bosé hubiera sido un hombre frustrado. Yo nunca he querido ser nada. He estado ocho años en un bar, ocho, sin salir, trabajando con el Maestro Reverendo, que era un pianista extraordinario y él era el que llevaba el talento de la cosa y yo ponía mi parte. Había amigos que decían “mirad, qué injusticia, dónde están Ramoncín o Radio Futura”, y yo sigo ahí en el fondo del pozo… Si es que no tenéis ni puta idea de cómo vivo, si yo vivo permanentemente en lo que vosotros os podéis permitir dos noches al año. Y ahora ocurre al revés, mis colegas son los que me dicen “joder, hijoputa, qué bien has vivido”. Y digo, sí, pero he vivido bien porque yo era consciente de que tenía una vida austera. Yo nunca he perseguido el éxito. Si yo hubiera cantado como Joe Cocker, no estaría contando esto. Yo era alternativo porque no me quedaba otra.

LW.-Por necesidad.

GW.-Mi talento no me daba para acceder a otro nivel, entonces yo hacía cosas alternativas, pero feliz, yo siempre he sido feliz. Y entonces el círculo que te rodea te premia, cuando hay un chollo, buscan a un tipo que no se lo merece, en este caso, yo. Un banco tiene que hacer un spot publicitario, que hay una pasta, y no dicen: “Coño, el botones este es un tío cojonudo, su familia vive de culo, está el chaval que las pasa putas, vamos a dárselo a él”. No, se lo van a dar a Leonor, a Imanol Arias y a mí. Es así. Yo estaba allí y al estar en un sitio pijo me llovían curros cojonudos, y a partir de ahí, hasta ahora.

JM.- En el mundo de la música me recuerda un poco a lo que era Javier Krahe, que siempre siguió su rollo y su carril…

GW.- Pero en el caso de Javier Krahe, desde mi punto de vista, siempre ha sido un hombre minusvalorado. La obra de Javier Krahe que yo he conocido, y además he estado en una compañía discográfica independiente donde le hemos sacado todo, es alucinante. Lo que pasa es que no es algo que interese al común de los mortales porque está en otra liga, pero está.

Mbappé no dice que no voten a los fascistas porque es rico, es porque es negro y tiene que defender a su gente, que es lo que tiene que hacer y tiene que dar la cara. Porque Mbappé tendrá pasta, pero tiene primos, tiene cuñados y se ha criado donde se ha criado, y ese tío tiene que dar la cara por su gente, si quiere.

El Gran Wyoming

JM.-Me refiero a que no interesa al sistema quien se sale del carril.

GW.-Sí, pero quiero decir que Javier Krahe ha vivido acorde a sus posibilidades, que eran muy buenas. Yo he vivido muy por encima de lo que yo aportaba.

JM.-Has comentado, Leonor, lo de las redes sociales. ¿Influyen en que veamos a la vez gente que se sale del carril y que la fulminan y examinan a cada minuto, pero también quizás un exceso de victimización , eso de “oh, no me soporta el sistema, yo que estoy aquí peleando solo…”?

LW.-Ahora no podemos decir lo que pensamos, eso me encanta. Ver un titular bien grande diciendo: “¡Ahora no puedo decir lo que pienso!” [risas]. Me parece precioso.

GW.-Y lo está además diciendo en un sitio de máxima audiencia.

LW.-Claro, te pueden contestar, esa es la verdad, y a veces no te apetece escuchar lo que la gente piensa. Yo no sé gestionarlo, para mí es demasiado ruido y demasiada información. Y justo ahora estoy intentando pensar cómo me desintoxico. En términos de enganche, tengo que comprarme un teléfono que no tenga wifi, tengo que conseguir meterme otra vez dentro de mi realidad, no de la realidad infinita, exponencial, de las redes. Pero yo no sé por ejemplo cómo hace la gente joven. Yo creo que lo manejan mejor que nosotros, porque han crecido con eso. Escuché a alguien decir una cosa que me encantó, que respondía a eso de que los jóvenes son nativos digitales, y decía no, no son nativos digitales, son huérfanos digitales. Ellos serán, sus hijos serán nativos digitales, pero ellos son huérfanos digitales, están aprendiendo a gestionarlo y yo no sé qué repercusión tendrá esto en el arte, en hacer cosas, porque todo es muy rápido…

GW.-Y muy terrible.

LW.-Y muy terrible, y el éxito es un tipo de éxito, y se da o no se da, son unos o ceros. Es éxito o fracaso.

JM.-Esto que dice Leonor, saber gestionarlo, coincide con lo que está pasando en general, es decir, los estudios que conocemos dicen que muchísima gente está rompiendo con las noticias, con la información, se está alejando de todo eso por saturación, pero en cierto modo también es un triunfo del sistema, por decirlo así, que ocurra eso respecto a la cultura, la información, la política, el debate público…

GW.-Perdóname, pero los resultados son los que son. Gente absolutamente abyecta, abominable, gentuza que tiene un apoyo social tremendo. Esto era impensable y esto es una pedagogía social de mucho tiempo. Pero con respecto al fenómeno de las redes, aquí hay dos cuestiones: los artistas estaban acostumbrados a hacer sus cosas y a hacer entrevistas y tal, pero ellos no tenían feedback con la sociedad. Entonces uno decía: “A mí lo que me gusta es comerme una gallina cruda”, y ese era el titular y se acabó, y el tío seguía. Ahora tú dices eso y al tío le llueven 500.000 contestaciones que no le gustan. Y se cree que le están prohibiendo hablar. No, no, esto tiene una repercusión porque es así. Yo no tengo redes sociales de ninguna clase y me importa una mierda lo que opine la gente, porque a ver, yo no entro, y ni siquiera cuando yo he trabajado contigo en infoLibre.

JM.-Tú controlas absolutamente lo que haces y lo que no haces.

Siempre es más fácil ir contra una mujer y sigue siendo así. Tu físico, tu voz, tu pelo, tu ropa... todo, entra todo, vale todo. Si eres muy feminista, muy poco feminista…

Leonor Watling

GW.-Sí, porque digo lo que pienso y se acabó. Y digo lo que pienso por una razón, primero porque no tengo redes y no tengo feedback de gente que se va a cagar en mi madre, que ya lleva muchos años muerta, y segundo porque a partir de una edad nunca voy a dejar de decir lo que pienso. Yo vivo en una sociedad donde los que están en el otro lado dicen lo que les da la gana, ni siquiera necesitan decir la verdad, y se explican maravillosamente. Dicen que no les dejan hablar, pero lo hacen. Sin embargo, tú tienes que andar pisando huevos, porque cualquier cosa que digas se te puede volver en contra, y se vuelve. Y se vuelve desde un punto de vista para mí muy peligroso, y es que los medios de comunicación son los primeros que persiguen eso. Es decir, los primeros que deberían ser garantes de la libertad de expresión se han convertido en los carceleros de la libertad de expresión. Al que habla, lo machacan, lo machacan desde los medios y esto es una vergüenza porque pueden rebatir lo que uno dice, eso es perfecto, solo faltaría que los diarios no tuvieran una línea editorial, pero lo que no pueden hacer es machacar al individuo sin decir por qué. Dime en qué punto de lo que yo he hablado no estás de acuerdo.

JM.-Sabes que coincido en esto totalmente.

GW.-En infoLibre había dos perfiles: los que debatían y luego los que decían: “Es un hijo de puta, con tantos millones…”, como dicen ahora de Mbappé. Mbappé no dice que no voten a los fascistas porque es rico, es porque es negro y tiene que defender a su gente, que es lo que tiene que hacer y tiene que dar la cara. Porque Mbappé tendrá pasta, pero tiene primos, tiene cuñados y se ha criado donde se ha criado, y ese tío tiene que dar la cara por su gente, si quiere. Pero cómo le vas a llevar la contraria a un tío de determinado color que le están machacando desde las instituciones por el color.

JM.-Sin embargo, en ese debate al que te refieres, salieron futbolistas diciendo que mejor no hablar de política, nosotros nos dedicamos al fútbol… Aquí salirse del carril sería decir lo que ha dicho Mbappé: “Oiga, que esto es un peligro”.

GW.-Si quieres, aquí son contadas opiniones. Fíjate, las futbolistas nuestras, mujeres, no sé qué partido era, creo que era una final, sacaron una pancarta de Palestina. No salió en ningún lado, no lo han difundido, corrigieron los planos para que no se viera, ¿pero, qué pasa? Estamos hablando de una masacre. Todo aquel que está contra la guerra está en el lado del mal.

JM.-Leonor, lo apunta Wyoming, ¿por ser mujer tiene una penalización mayor salirse del carril, el decir lo que piensas acerca de todo lo que es necesario opinar ¿Lo has percibido así?

LW.- Es que es muy fácil desacreditar a una mujer, siempre lo ha sido, y lo sigue siendo. Entonces, lo que dice es verdad, que cuando hablas nadie rebate lo que estás diciendo, bueno, a ver, algunas personas sí y muy bien rebatido, pero van contra ti. Siempre es más fácil ir contra una mujer y sigue siendo así. Tu físico, tu voz, tu pelo, tu ropa... todo, entra todo, vale todo. Si eres muy feminista, muy poco feminista…

GW.-Yo recuerdo a una actriz, no sé cuál, que puso el grito en el cielo, con toda la razón, porque le hicieron una portada de entrevista de puta madre y le corrigieron el cuerpo. Y la tía dijo: “¿Qué coño es esto?”, y con toda la razón. Nunca se lo harían a un tío, a mí nunca me van a poner tetas en una portada. ¿Entonces esto de qué va? Pero es que el que no quiera entenderlo no lo entiende, en las sociedades modernas está muy atenuado, pero yo que he tenido la suerte de viajar y he viajado por todo el mundo, solo hay una cosa en común y no es ni el idioma, ni los ricos ni los pobres, las mujeres están oprimidas en todos los países del planeta, en todos. Asia, África, aquí y allá. En las democracias más avanzadas, hay mujeres que no se dejan, pero eso es una constante en la humanidad: la mujer ha sido tutelada y no ha sido un animal de compañía de milagro, y esto en algunos sitios sigue siendo así. Pues ahí es una realidad y, como dices tú, mucho más vulnerable y se la puede atacar: “Esta tía ¿qué dice?”.

Yo me voy a permitir citar a León Felipe, que decía una cosa muy bonita hablando de que Shakespeare, en Hamlet, el enterrador está silbando mientras entierra y comenta: “Solo desconociendo los oficios los haremos con respeto”. O sea, que nadie entierra a los muertos como un enterrador, que nadie rece los salmos como un sacristán, dicho esto, hazlo con respeto y haz el ridículo…

El Gran Wyoming

JM.-Respecto al feminismo está ocurriendo lo que apuntábamos antes en general: salirse del carril ahora se utiliza de forma reaccionaria, es decir, contra el feminismo. Se distorsiona y machaca lo que es el feminismo y se considera rebelde ser antifeminista.

LW.-Y está todo muy exacerbado, me parece. A mí me recuerda a los alérgicos cuando están brotados, que un poquito de polen les provoca una reacción que los tienes que llevar al hospital. Mi sensación es que pasa eso con todo. No hay un nivel de conversación de, ostras, puedo no estar de acuerdo contigo, pero entiendo lo que dices, pero yo creo… eso no existe. No hay duda, y si tú planteas una duda o no llevas un lema a los gritos, mal.

GW.-A ver, aquí el anonimato es importante, cada vez más. Y se ha formado una pedagogía horrible de las redes y de internet que es la de que tú dices lo que te da la gana, no hay ningún respeto ni educación ni nada de nada. Esto se ve muy bien cuando este coloquio se hace con público. Ahí, aunque no estén de acuerdo, el discurso es otro. A mí me pueden levantar la mano y me pueden decir: “¿Y no es fácil opinar cuando se es rico?”, pero eso es todo. No es: “Hijo de puta rico, ¿tú qué coño tienes que decir?” Ese mismo tío dice eso en las redes. Entonces, las redes son un espacio de anonimato que permite la impunidad. Se crea ese espacio y esa violencia que dice Leonor.

JM.-Además, a ti te llaman hijo de puta en Twitter y denuncias y la respuesta es: “no hay motivo para silenciar” a nadie que te llame hijo de puta, a mí me ha pasado. Estamos en eso, tiene que ver con que los propios medios, las redes, las plataformas parecen interesadas en que no haya un debate mínimamente razonable y enriquecedor.

LW.-Por decir algo bueno [risas], las redes también han hecho una cosa maravillosa, que es que mucha gente se ha salido del carril gracias a las redes. Y eso, voy a usar una de mis palabras favoritas, no es baladí. Yo creo que teniendo muy claro y muy en cuenta todo lo malo que tienen, tienen esa parte positiva que es maravillosa y de comunicación entre gente que a lo mejor se estaba planteando ser escritor y no se le ocurría salirse del carril, de repente, gracias a las redes sociales se atreve, tiene una vida como escritor. O sea que también algo bueno tienen.

GW.-Tú estás con lo de escritor, que si te atreves, que si no, tú estás ahí barruntando ¡Hazlo!

LW.-Yo quiero ser decoradora de interiores, o tener un hotel…

GW.-Bien, pero escribe un libro mientras tanto. Yo me voy a permitir citar a León Felipe, que decía una cosa muy bonita hablando de que Shakespeare, en Hamlet, el enterrador está silbando mientras entierra y comenta: “Solo desconociendo los oficios los haremos con respeto”. O sea, que nadie entierra a los muertos como un enterrador, que nadie rece los salmos como un sacristán, dicho esto, hazlo con respeto y haz el ridículo… Triunfa, o sea, que no va a ser solo la fama para vender neveras. Yo he utilizado la fama para todo lo que me ha parecido bien. O sea, yo sí, me he subido a un escenario y ha venido gente a verme porque era famoso. Yo todo lo que era porque había hecho una famisión, “hecho porque era famoso”.

LW.-Yo a veces sí que he hecho eso.

GW.-A mí me han perseguido las editoriales: “Oye, tío, queremos que saques un libro”, ¿por qué? Porque todos los días estoy en la tele, y eso es una promoción infinita, pues sí, yo me he permitido el lujo de escribir 6 ó 7 libros, con todo el respeto del mundo y ya está, me he esforzado.

LW.-Yo decía lo de escritor, también hay cantantes, hay músicos, hay actores, hay muchas carreras que se han hecho a base de eso.

GW.- Sí, ahora se consigue la difusión o la base para conseguir algo a través de las redes también. Lo que pasa es que hacen más ruido los que se dedican a enredar, a sembrar odio…

LW.-Bueno, y porque nosotros evolutivamente le prestamos más atención al dolor, al ruido y a lo negativo. Tú tienes un punto de me la bufa, me da igual.

GW.-Yo tengo compañeros que están jodidos. Imagínate un negro que va por la Gran Vía, andando y no pasa nada. Uno va y dice: “Puto negro, te tenían que haber quemado”, le han jodido el día, no estamos preparados para decir… me he cruzado con cincuenta mil personas y no me han dicho nada y tres me quieren matar. Coño, es que con que tres te quieran matar ya es suficiente. No sabemos gestionar eso. Para mí, estar en las redes es meter la cabeza y repartir 500 tartas [risas]. Y estar ahí como un gilipollas. Para mí las redes son eso y no las necesito. Y luego, además, mis amigos y compañeros que se dedican a esto y algunos que están obsesionados y le dedican muchas horas, es una impostura total. Ellos saben que hay cosas que piensan, es decir, tú cenas con ellos y dicen unas cosas y lo que meten son otras.

JM.-Yo he sido testigo de cómo te documentas por internet. En las fuentes adecuadas, que eso no lo hace todo el mundo.

GW.-Es un chollo. Yo he trabajado en televisión cuando había que ir al No-Do a buscar y te daban una cesta que te la tenías que poner tú en una moviola y tenías que coger un minuto. Eso es espectacular. Antes teníamos una calculadora, pero llevar todo el conocimiento humano encima y tener acceso a él al instante, eso es la hostia. A mí me pasaba con Javier Krahe, con quien he tenido el gusto de tratar muchísimo, porque se tiraba dos meses veraneando en el mismo pueblo que yo, todas las noches, y es el hombre más sabio que he conocido, hasta el infinito, nunca le he escuchado algo con lo que yo no estuviera absolutamente de acuerdo y que no tuviera razón. No sabio en el sentido de la erudición, que además era un erudito brutal, sino en el sentido de que no era capaz de hacerse daño a él ni a los demás. Era espectacular. Bueno, pues una vez me contaba que fue a un debate a favor del tabaco, y entonces decía que había un tío allí, que presentaba 500 folios con cosas de los daños del tabaco. Y yo le pregunto: “¿Cuáles son los efectos beneficiosos del tabaco?”, “ah, no sé, eso no lo hemos estudiado”, “¿y entonces qué estudio es ese que solo estudia lo malo?”. Y todo el mundo se reía y decía que se sentía un animal exótico, que le habían llevado como a una cosa rara, no le hacían caso. Esto me ha pasado toda la vida. La gente conmigo se ríe. Como tengo esta verborrea que, como ves, no puedo parar de hablar, solo hay dos caminos en la vida: o decir algo gracioso, esto lo decía Groucho siempre, si eres capaz de hablar mucho tiempo al final vas a hilar algo gracioso, ahí paras. Esto, o te quedas solo.

JM.-Vosotros tenéis hijos, en tu caso, Leonor, adolescentes y en el tuyo, Wyoming, veinteañeros. ¿Cómo gestionáis el que se salgan del carril? Son edades diferentes, entonces no sé si en algún momento habéis experimentado lo de decirle a un hijo lo que tú no querías escuchar de tu padre o de tu madre.

LW.-No.

GW.-¿Cuántos años tienen?

LW.-15 y casi 13.

GW.- Bueno, te queda mili.

JM.-Todavía es pronto para percibir que se pueden salir de un carril que a ti no te guste.

LW.-Claro, en mi caso salir de un carril y meterse en uno que no me gustase…

GW.-Si te saliera una hija nazi… Se tatúa la cruz gamada en toda la frente…

LW.-Hombre, la meto en una clínica psiquiátrica claramente, donde corresponde.

GW.-Yo decía muchas barbaridades cuando hablaba, ahora no puedes decir nada en este sentido, por la repercusión. A mí me trae sin cuidado, pero es verdad que esto mismo dicen… imagínate en manos de Abascal.

JM.- ¿Y a tus hijos te has visto diciéndoles…?

GW.-Te juro que era mi pesadilla. Digo ¿cómo gestiono que con dos hijos me estén llamando todo el rato gilipollas y rojo de mierda o progre? Así en sentido peyorativo, que creo que es lo mejor que se puede ser.

LW.-Eso es muy curioso, lo de que progresista sea un insulto. Entiendo la imagen que tienen en su cabeza de progre, que a mí también me da muchísima pereza, pero que progresista sea un insulto…

GW.-Es que es una consecuencia del mundo en que vivimos. Hay una cosa de la que no hemos hablado de todo esto de las redes y es de que todos los idiotas tienen su espacio, idiotas de libro, hablo en el sentido de diagnóstico crítico. Es decir, un terraplanista era discreto, él podía tener su mundo, pero en una cena normal nadie decía: “Pues yo creo que la Tierra es plana”, y si lo hacía, otro le decía: “Cállate, que eres gilipollas y además pagas tú la cena, por listo”, esto ahora no, son legión, hacen una asociación y se encuentran incluidos. Entonces hay gente que dice que el covid no ha existido, todas estas cosas, y dices si es que se están muriendo los médicos dando la cara. Esto es nuevo, los imbéciles tenían su espacio.

LW.-Antes se autogestionaba la sociedad. Yo tengo la imagen en el instituto haciendo pellas, yendo al parque y ese grupo social se autogestionaba y se autoequilibraba. Si había uno que tenía pensamientos neonazis, el grupo lo aplacaba, no se atrevía a decirlo, o se le escapaba y el grupo decía pero… y en eso socialmente yo creo que había un equilibrio, y claro eso ahora no pasa, ahora todo el mundo está solo con su teléfono. Entonces, el neonazi encuentra a otros 300 neonazis y es como: “¿Ves? Yo tenía razón”, no hay cable a tierra, yo creo que esa es una de las cosas que les pasa, que los adolescentes tú tienes que acercarlos a tierra. Nosotros hacíamos manifestaciones todo el rato por mil cosas que, en realidad, más que la manifestación, que no es de lo que se trata, es de juntarte con pares, con gente como tú, que sientas que tu voz se escucha. Y ellos están muy solos y nunca hacen cable a tierra. Y luego se van juntando los tarados… JM.-Hay que reivindicar la acción física, la presencialidad…

LW.-Y tener al vecino de al lado que te decía una cosa y tú le decías: “Pero qué dices”, y te escuchaba y te decía: “Pues igual es verdad”.

Yo tengo la imagen en el instituto haciendo pellas, yendo al parque y ese grupo social se autogestionaba y se autoequilibraba. Si había uno que tenía pensamientos neonazis, el grupo lo aplacaba, no se atrevía a decirlo, o se le escapaba y el grupo decía pero… y en eso socialmente yo creo que había un equilibrio, y claro eso ahora no pasa, ahora todo el mundo está solo con su teléfono.

Leonor Watling
Chica de barrio

Chica de barrio

GW.-Sí, sí, no estoy solo. Mira, hay un ejemplo, yo vivía en un barrio donde había clase media y luego muy marginal y delincuencia. Y cómo no, también es una cosa muy atractiva de alternar, y he conocido muchos chorizos. Había un espacio que nunca ha existido y es que entrara un tío y dijera: “Acabo de violar a una tía que estaba de puta madre”, esto estaba segregado históricamente. Pero en la cárcel también eran perseguidos, y tenían que ponerles en celdas de precaución porque en el patio no podían convivir. Ahora se graban… es que se dice: “No, es que antes no se decía”, cómo que no se decía, no es verdad, nadie presumía de que nosotros tres hemos cogido a una niña de 18 años y nos la hemos follado. Esto no ha pasado nunca y yo tengo casi 70 tacos, en ningún ámbito, ni en el más marginal, todo el mundo… y los violadores, cuando se decían, han cogido al violador del ascensor, decían: “Pero si es un padre de familia estupendo”, eran gente que llevaban esto, si es una enfermedad…, pero desde luego lo han llevado siempre oculto. Pero ahora se graba y se cuelga.

LW.-Y se celebra.

GW.-No solo se graba para luego masturbarse en su casa, se comparte. La historia ésta de La Manada, cuando se investiga y lees los chats. “Oye no les des rohipnol que luego se duermen y no gimen”, pero qué puta mierda es esa, esta gentuza que comparte todo esto. A mí me han llegado a decir en un restaurante un camarero que qué vergüenza lo de La Manada y yo le dije que sí. Y lo que me dijo luego era que están persiguiendo a esos chavales que son inocentes. Y yo le digo: “pero de qué coño va esto”. Ese espacio es brutal porque eso sí que es una agresividad contra el colectivo, una perversión tremenda de este sistema y que generará no sé qué tipo de individuos, pero esto es chungo.

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