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Sí, ¿y qué? Imaginando mundos posibles

Un momento del homenaje teatral de El vuelo del hipotálamo, de José Ramón Hernández, por el colectivo Vivero de Creación

Yeison García López

En España, el eco del antirracismo y la decolonialidad empieza a hacerse notar, aunque sigue siendo un hilo muy fino, una pequeña grieta en un mundo construido en gran parte a nuestra costa. Sin embargo, la cantidad de conversatorios, número de revistas, artículos académicos que están abordando el racismo y el colonialismo en la sociedad española parece, curiosamente, ser inversamente proporcional a la cantidad de intelectuales, investigadoras, activistas y artistas migrantes y racializadas que están siendo parte de estas conversaciones en nuestro contexto. Jota Mombaça, en su reflexión sobre el contexto portugués, observa que esta situación no solo alude a la ausencia de voces “no blancas” en los debates públicos, sino que habla de la densidad de los regímenes de borramiento que operan activamente en la constitución de los debates críticos. En España, sucede algo similar.

Resulta especialmente hiriente que, siendo las comunidades migrantes y racializadas los principales objetivos de los ataques de la extrema derecha y la derecha, muchos medios de comunicación participen activamente en la segregación racial mediática. Pasa lo mismo en otros ámbitos de la sociedad, ya sea el mundo de la política, el de la cultura, el del tercer sector. Aunque se buscan estrategias para enfrentar el aumento de las violencias racistas y el crecimiento de la extrema derecha, la participación de organizaciones antirracistas en los espacios donde se debaten estas estrategias sigue siendo marginal. ¿Cómo encontrar respuestas al crecimiento de la extrema derecha cuando los espacios que discuten este fenómeno están racialmente segregados?

La respuesta a esa pregunta no es inmediata. No se trata de invitar, un día antes de la reunión, del inicio del proyecto, a la primera organización, intelectual, activista, artista, que sale en Google. Se trata de algo más profundo: es entender las raíces que hacen que vivamos en una sociedad donde se ha normalizado la segregación racial; lo importante es comprender los procesos históricos que nos han llevado hasta aquí.

Una de las respuestas institucionales frente a los discursos de odio racista es pedirle a las comunidades migrantes que habiten lo rural para contrarrestar el despoblamiento o que se sientan parte de la sociedad porque son los que van a pagar las futuras pensiones. Estas medidas son respuestas deshumanizadoras, en las que las vidas de las personas migrantes sólo tienen valor siempre y cuando puedan ser funcionales al sistema

La experiencia de la sociedad española con las comunidades migrantes provenientes del sur global, principalmente con aquellas africanas, afrodescendientes y las pertenecientes a pueblos originarios, está mediada por un imaginario atravesado por la experiencia colonial. Ya a principios de los 2000, esta cuestión se encontraba presente en diferentes investigaciones. Un ejemplo es el libro Memoria colonial e inmigración: La negritud en la España posfranquista (2007), coordinado por la filóloga y doctora en letras hispánicas Rosalía Cornejo Parriego. Esta obra recopila ensayos que analizan cómo producciones culturales como el cine, la literatura y la música contribuyen a la reproducción del imaginario colonial español. Da igual que fueran películas que buscaban legitimar la dominación de España sobre los pueblos de Guinea o canciones contra el racismo que reproducían estereotipos raciales. Una de las conclusiones del libro es que nuestra forma de ver y de mirar no es sólo colonial, no está atrapada en un tiempo pasado, sino que es colonizadora, es presente, es el cimiento que sostiene el orden racial que hay en España.

Esto nos lleva a preguntarnos si las narrativas y acciones propuestas para enfrentar a la extrema derecha están atrapadas en ese mismo imaginario colonial. Una de las respuestas institucionales frente a los discursos de odio racista es pedirle a las comunidades migrantes que habiten lo rural para contrarrestar el despoblamiento o que se sientan parte de la sociedad porque son los que van a pagar las futuras pensiones. Estas medidas son respuestas deshumanizadoras, en las que las vidas de las personas migrantes sólo tienen valor siempre y cuando puedan ser funcionales al sistema.

Negación de la diferencia

En el ámbito de la cultura, principalmente en el cine, encontramos una reproducción constante de narrativas que, desde la falsa inocencia, el humor, reproducen marcos racistas; tenemos varios ejemplos, desde una película familiar que tuvo bastante taquilla, como es La familia Benetón, hasta el macroproyecto de Nacho Cano en el musical La Malinche. Estas producciones culturales no sólo no cuestionan el sistema de valores hegemónico, sino que lo apuntalan desde otro lugar: el proyecto de humanizar la deshumanización.

El proyecto de la extrema derecha, y en parte de la derecha, es el de la deshumanización a través de la negación de la diferencia, una negación vinculada a la idea de identidad nacional exacerbada, lo que el historiador José Luis Villacañas llama Españolez. Villacañas define el concepto de Españolez como la condición de quien se siente rabiosamente español. Es la condición que posee aquel que atribuye a las cosas españolas la mayor calidad, antigüedad, nobleza, prestigio y fama, todo ello como una propiedad esencial o natural de España. La Españolez no permite el disenso: criticar cualquier aspecto de España es visto como un acto antiespañol, una traición vinculada a la leyenda negra.

¿Quiénes somos los enemigos de España? Quienes defendemos los derechos de las personas migrantes, quienes denunciamos el racismo o quienes queremos cambiar la fecha del Día Nacional porque está ligada a la conquista colonial. El poeta César Vallejo resumió esta idea en un verso: “¡Cuídate, España, de tu propia España!”.

Podríamos identificar la Españolez y la concepción humanizadora de la deshumanización de algunos espacios progresistas como coreografías del poder hegemónico. El equipo curatorial de la 35ª Bienal de Sao Paulo, titulada Coreografías de lo imposible, definió el concepto de coreografía como procesos por los cuales se crea un cuerpo disciplinado que se mueve de acuerdo con unas directrices marcadas por los poderes hegemónicos. Estas coreografías desarrollan contextos imposibles donde el respeto a la ley y a las normas está por encima de todo.

Las coreografías del poder racista en el contexto español legitiman la existencia de los Centros de Internamiento de Extranjeros, las paradas políciales por perfil racial, la segregación racial en el ámbito educativo, la explotación laboral en el sector servicios, las situaciones de infravivienda en las que viven un gran porcentaje de las personas que están en situación administrativa irregular y la falta de respuesta contundente de la justicia en casos de violencia racista. Frente a estas coreografías del poder, surgen gestos de desobediencia y fuga que tensionan las estructuras.

Un buen migrante

¿Cómo se puede hacer frente a las coreografías del poder hegemónico racista y colonial que se desarrollan en España? ¿De qué forma generamos imaginarios antirracistas para enfrentar los discursos de odio racista? Louisa Yousfi, en su ensayo Seguir siendo bárbaro (2024), analiza las formas de domesticación de la diferencia que el Estado-nación, en su caso Francia, ha implementado en su relación con las comunidades migrantes y sus descendientes. Frente a las lógicas integracionistas, en las cuales tienes que estar constantemente demostrando que eres un ser civilizado, que te adaptas perfectamente a los tiempos y a los moldes sociales en los que se atrapa y homogeneiza la experiencia migrante, en definitiva, que eres un buen migrante, Yousfi nos plantea la posibilidad de frenar esa inercia con un: “Sí, ¿y qué?” No os queréis integrar. Sí, ¿y qué? No sois parte de este país. Sí, ¿y qué? Sois unos salvajes. Sí, ¿y qué?

Esta afirmación y pregunta, cambia, aunque sea en lo micro, y por un instante, las relaciones sociales mediadas por la experiencia colonial, desestabiliza la desigualdad de poder desde la que nuestras comunidades deben demostrar su inocencia. Esta es una estrategia muy antigua, revertir el significado negativo de un imaginario y utilizarlo para generar ficciones que produzcan poder en aquellas comunidades históricamente subalternizadas.

¿Quiénes somos los enemigos de España? Quienes defendemos los derechos de las personas migrantes, quienes denunciamos el racismo o quienes queremos cambiar la fecha del Día Nacional porque está ligada a la conquista colonial. El poeta César Vallejo resumió esta idea en un verso: “¡Cuídate, España, de tu propia España!”

No hay respuesta antirracista y decolonial posible al crecimiento de la extrema derecha que no pase por transformar los imaginarios y las estructuras de poder. Frente a los discursos de odio racista debemos explorar y redefinir las dimensiones afectivas desde donde la sociedad se vincula con las comunidades migrantes y racializadas, y viceversa. La organización a la que pertenezco, Conciencia Afro, ha venido desarrollando un trabajo político a través de las herramientas de las políticas culturales comunitarias para redefinir esa dimensión afectiva. Proyectos como el Festival Conciencia Afro, el Laboratorio Afrodiaspórico de memoria, creación y patrimonio, la programación del Centro Cultural Espacio Afro y la residencia artística Afronterizxs, nos han permitido ir generando imaginarios antirracistas, en este caso enfocados en las realidades de las comunidades africanas y afrodescendientes.

Estos procesos, o coreografías de resistencia, ocurren, en ocasiones de manera espontánea, fuera de las estructuras políticas establecidas. Son coreografías que nacen de genealogías, rastreables pero también impalpables para la mirada colonizadora, memorias en las cuales se encuentran las semillas de otros mundos posibles. Son procesos de desobediencias comprometidos con la simbiosis de producir cambios en el ámbito de lo simbólico y lo estructural.

La poeta Pat Parker, en su poema Para esa persona blanca que quiere saber cómo ser mi amiga (1978), escribe “Lo primero que has de hacer es olvidar que soy Negra. En segundo lugar, que no se te olvide que soy Negra”. La tensión que hay en estos versos nos permite tomar conciencia de la complejidad de posicionarnos desde los marcadores que nos racializan.

Ante este tipo de posicionamiento siempre surgen las mismas preguntas: ¿No es acaso reduccionista pensar que toda experiencia migrante es transformadora? ¿Por qué las personas migrantes debemos hablar sólo de cuestiones relacionadas con la migración y el antirracismo? ¿Acaso no hablar y crear desde otros lugares de enunciación?

Ni toda experiencia colectiva de organizaciones migrantes es transformadora, ni solo debemos hablar de racismo y migraciones. Si lo hacemos es porque hay un compromiso con una serie de luchas históricas atravesadas por subjetividades políticas anticoloniales y antirracistas. Si nos enunciamos desde lo migrante y lo racializado es porque todavía quedan muchas conversaciones pendientes. Las coreografías desde las que se enuncia el tejido cultural-político antirracista son procesos que están creando imaginarios, ficciones, futuros que especulan y anticipan esos mundos posibles. El trabajo de la Asamblea Descolonicémonos 12 de octubre Nada que Celebrar, el del Movimiento RegularizaciónYa, el de SOS Racismo Madrid, el de Afrocolectiva, AlgoRace, sumado al de muchas otras, también del ámbito de la cultura, las cuales podéis encontrar en la cartografía Cultura y Diversidad Étnico racial, está rompiendo con el universalismo abstracto para disputar desde conocimientos situados el significado de los conceptos de igualdad, libertad y justicia.

Estos paradigmas teóricos y estéticos, vinculados a estrategias políticas contextualizadas, no cuentan con los mismos medios, ni recursos, ni espacios mediáticos con los que sí cuentan las narrativas racistas. Es por ello que el tejido cultural-político antirracista plantea la urgencia de diseñar alianzas que tengan como eje principal la redistribución del poder político y económico. Ya no se trata de dar voz, se trata de ceder poder. Jota Mombaça, en su libro No nos van a matar ahora (2024), expone: “En las narrativas benevolentes de la alianza blanca fórmulas como “dar espacio”, “dar visibilidad”, “dar voz”, todas predicadas con el deseo normativo de ajustar el mundo social, tienen como límite más evidente la incapacidad que tienen las mismas narrativas de incorporar la dimensión negativa del trabajo, esto es: “perder espacio”, “perder visibilidad”, “perder voz”.

La redistribución del poder político y económico que se propone no tiene nada que ver con el encumbramiento de individualidades, esa es la estrategia liberal para neutralizar nuestros procesos colectivos. Dar visibilidad a una persona migrante y/o racializada, mientras la estructura que le da esa visibilidad está compuesta en su gran mayoría por personas blancas, sin siquiera una agenda política vinculada al tejido cultural-político antirracista, es una estrategia colonial que utiliza las acciones simbólicas para no transformar las estructuras.

En este escenario de lucha se hace imprescindible garantizar la autonomía de los procesos políticos antirracistas. Nuestro proyecto, parafraseando a Frantz Fanon a través de Françoise Vergès y Jota Mombaça, es un proyecto de desorden total frente al orden colonial, una apuesta política por generar las condiciones que nos permitan suprimir los regímenes, estructuras y efectos políticos del colonialismo y del racismo estructural. Una respuesta a la extrema derecha que no tenga en cuenta las jerarquías raciales, ni las vertebraciones del pasado esclavista y colonial en nuestro presente, ni las memorias de las comunidades migrantes y racializadas, es un antifascismo que pacta con la barbarie.

Françoise Vergès, en su libro Programa de desorden absoluto. Descolonizar el museo, nos plantea que la implementación de este programa conlleva una preparación cotidiana, un esfuerzo lento que va socavando los cimientos del poder, debilitándolos, fortaleciendo lo comunitario, ampliando las luchas. No es un programa de autoayuda; se trata de un proceso largo y difícil durante el cual surge una mejor comprensión de los problemas y las estrategias, pero también de los objetivos, las alianzas y las tácticas. Es un programa de ensayos para la vida porque las prácticas que contiene dan vida a la idea de libertad y justicia a través de la alegría, el amor revolucionario y la solidaridad.

'La mancha americana' en TintaLibre de octubre

No es fácil imaginar un programa de desorden absoluto en el contexto español. Aún estamos en la fase de negación, ni colonias, ni racismo. Sin embargo, tenemos la responsabilidad de soñar organizando, entrar sin pedir permiso, dotar de fuerza emancipatoria al: Sí, ¿y qué?

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Yeison F. García López es politólogo, investigador y director del Centro Cultural “Espacio Afro”.

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