Hace un par de décadas, la voz de Virginie Despentes (Nancy, 1969) era periférica: mujer, joven, feminista, de clase obrera, punk, prostituta por voluntad propia. Ahora, surfea con garra la nueva ola feminista y alaba a la nueva hornada de activistas que no pide perdón ni se justifica por exigir una sociedad igualitaria. Mujeres, muchas de ellas, que tienen entre sus libros de cabecera el polémico manifiesto que Despentes firmó hace más de 10 años, Teoría King Kong (editado por Melusina en 2007 y reeditado ahora por Random House). Aquel ensayo lo escribió “desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, (…) todas las excluidas del gran mercado de la buena chica”. Teoría feminista sin un gramo de corrección política.
Acaba de poner punto y final a su trilogía Vernon Subutex (Random House), un retrato coral y alternativo del París contemporáneo y del mundo del rock. O sea, de la crisis, de la sensación de fin de una era, de la creciente precariedad y desigualdad, del auge de la extrema derecha, de la encarnizada lucha de clases, de una generación perdida en un océano de decepción. Pese al éxito de la trilogía –y su consagración en el elitista circuito literario francés- hay dos categorías de las que Despentes no ha querido salirse. Tras decenas de libros a sus espaldas y varias películas, la autora asegura que continúa siendo una “proletaria de la feminidad y de la literatura”.
PREGUNTA. ¿Cómo le afectó la crisis a la generación de Vernon Subutex, protagonista de esta trilogía, en comparación con las otras?
RESPUESTA. Su generación es la de los que tienen casi 50 años y la crisis les golpeó en sus 40. Cuando tienes esa edad, que es la mía, te afecta un montón porque si pierdes tu trabajo, necesitas mucha suerte para conseguir otro. El paro, a esa edad, se vive como una tragedia. A la gente de mi entorno que pasa de esos años y busca trabajo les resulta súper duro; pero también es difícil para los de 30, que les pilló la crisis cuando salían de la universidad. Han crecido pensando que iban a tener un determinado tipo de vida y no van a tener nada. Así que, al margen de los más ricos, y quizá de los más viejos, han sido muy pocos los que no han sido tocados por la crisis.
P. Resulta curioso que esta obra mezcle personajes de diferentes clases, ideologías, razas… La mayoría de productos culturales franceses que llegan a España retratan o a una clase alta, burguesa, o a una baja, pero prácticamente sin interacción entre ellas. ¿Qué propuesta refleja mejor la realidad francesa?
R. Desde hace tres años formo parte del jurado de un premio literario, leo un montón de novelas francesas y me he impactado que un 90% de ellas estén escritas desde un punto de vista particular, el de las clases altísimas. Aunque hablen de ricos y pobres, siempre lo hacen desde esta perspectiva. Sin embargo, yo quería hacer esa mezcla de clases por dos razones. Primero, porque conozco gente de ámbitos sociales totalmente diferentes, he hecho nuevos amigos y mantengo a los que tenía cuando era joven. Y veo una diferencia aún más radical de la que pensaba entre el hecho de ser rico o no serlo. Es mucho más importante de lo que creía entonces, y ya pensaba que lo era. Pero también me ha influido la aparición de Internet. Por primera vez te sientes forzado a entender, a oír y a tomar conciencia de voces que no son las tuyas. Por ejemplo, a través de la Red sé un montón de cosas sobre la extrema derecha. Hace 20 años no salían, sabía que existían cuando votaban, pero en general pasaba meses enteros sin enterarme de lo que pensaban. Con Internet, tienes que saber un poco lo que piensa el otro. Eso es lo que intento hacer en Vernon Subutex: mostrar el caos de voces. Se trata de un fenómeno nuevo, antes leías el periódico que te interesaba, ibas a ver tus amigos con los que hablabas de tus cosas y posiblemente en el ámbito del trabajo era donde podías ver un poco de todo. Ahora, a través de Internet te encuentras con el caos de pensamientos de cada uno, que grita desde su casa. Tenía ganas de entrar, de pasar por detrás de los comentarios que veo allí, para imaginar quién emite los comentarios racistas, homófobos…
"Me impacta que el 90% de novelas francesas estén escritas desde el punto de vista de las clases altísimas"
P. Hay personas, especialmente algunos columnistas de opinión, a los que les molesta mucho que sus artículos tengan réplicas en Internet y critican precisamente a las redes sociales por ser ese caos de gritos del que habla.
R. Sí, se discute porque ha cambiado totalmente la manera que tenemos de emitir las cosas. A mucha gente de mi edad le molesta, por ejemplo, que a veces Internet tenga el poder de hacer caer a alguien. Antes, ese poder recaía en tu jefe, quedaba en el ámbito privado. Ahora, tienes que entrar en contacto con la opinión pública, que puede cortar cabezas o exigir que alguien responda. Internt ha cambiado totalmente la manera de emitir textos y pensamientos. El emisor tiene que enfrentarse con esa opinión pública, que puede parecer un poco rabiosa, pero es muy interesante.
P. En la primavera de 2016 presentó el primer tomo de la trilogía y hablaba de que Francia vivía una “guerra de clases”. En ese sentido, ¿qué ha supuesto la victoria de Emmanuel Macron?
R. Es un paso más. Defiende exactamente la misma política económica que defendían los dos presidentes anteriores. Va en un solo sentido: dar menos a los que no tienen mucho y más a los más ricos; y entre los dos, una guerra sin piedad. Desde fuera Macron puede entenderse como una mezcla de izquierda y derecha, pero cuando vives en Francia ves que cada vez que hablan sus ministros, lo hacen de una manera súper violenta hacia los pobres. Hace poco, uno de ellos explicaba que los que duermen fuera, los sintecho, lo hacían por elección propia, no porque no tuvieran una casa. Y, cuando vives en París, resulta obvio que no es una decisión propia, con menos siete grados por la noche, ¡nadie quiere dormir fuera! El Gobierno de Macron culpa a los que no tienen y tienen una visión muy positiva de los más poderosos: que han trabajado bien, que han sido buenos, que saben de Economía… Macron continúa con esa idea de que trabajen los pobres porque piensa: nos odian y no queremos hacer nada por ellos, no queremos compartir nada, nacen con una deuda hacia nosotros, los más ricos.
P. En la novela dice que “en los años noventa todavía había críos que se permitían creer que el saber es un arma”, pero que aquella idea era una mentira porque “su código postal los confinaba en la precariedad”. ¿La igualdad de oportunidades de la que han presumido las socialdemocracias europeas siempre ha sido un engaño?
R. No, siempre, no. En la generación de mis padres, por ejemplo, tenía algo de verdad. Ellos son un gran ejemplo de lo que supone entrar en una empresa y ascender, y no fueron una excepción. En ese momento sí había posibilidades de movimiento social, aunque no fuese perfecto. Mientras que en mi generación (yo nací en el 1969), pudimos disfrutar muy poco de esta movilidad, aunque algunos hemos tenido trayectorias originales. Hoy en día, sin embargo, tengo la sensación, y quizás me equivoco, de que en el ámbito de la cultura, o en el entretenimiento, desde hace 15 años a los únicos que veo triunfar son a los hijos de los ricos. A veces ocurre alguna excepción, pero son muy pocos o permanecen durante muy poco tiempo. Es mucho más cerrado que antes, todo el sistema está hecho para que los que vienen de la precariedad no puedan salir de ella.
P. Hace más de una década que publicó Teoría King Kong, ¿cambiaría algo del manifiesto si lo escribiera hoy en día?Teoría King Kong
R. Si lo escribiese mañana sería distinto. Primero, porque no tengo la misma edad. Además, son 10 años de lesbianismo para mí y me han cambiado un montón. Quizás ahora pienso mucho menos en los hombres que cuando lo escribí, porque ya no están tan dentro de mi realidad. Aunque estoy segura de lo que más me ha cambiado es la cantidad de textos disponibles en Internet que he leído y que antes no eran accesibles. Cuando escribí la Teoría King Kong eran los inicios de Internet y realmente tenías que buscar los textos, Judith Butler no estaba ni traducida al francés. Además, hay temas en Francia que han tomado una importancia ridícula, como el velo islámico. Esta última década ha sido un momento de discordia dentro de los ámbitos feministas, así que supongo que tocaría estos temas.
P. Stéphanie, uno de los personajes de Vernon Subutex, da una versión muy amarga de la maternidad y la crianza. ¿Cómo ve la relación entre ser madre y el feminismo?Vernon Subutex
R. Creo que no puedo meterme en este discurso porque no tengo hijos ni me interesa mucho el tema, pero sí pienso que sería esencial para el feminismo poner en cuestión qué es la maternidad. ¿Es posible poder conciliar una identidad de mujer sexualmente activa, que quiere una vida sexual y amorosa completa, con ser madre, trabajadora y buena feminista? En mi opinión, y viendo a mis amigas, creo que es imposible. Todas ellas son madres y yo he visto la maternidad como algo infeliz. No hablo de la ternura o el amor, sino de que el hecho de desarrollar una vida de madre en este ámbito social resulta casi imposible. Aparece un sentimiento de fracaso que resulta súper injusto, porque lo han hecho todo bien... pero si algo es imposible, es imposible.
P. ¿Y qué propone?
R. Es necesario pensar la maternidad de otra manera y con otra mentalidad. Ponerla en el campo de estudio del feminismo, porque creo que no se ha hecho. Tengo la sensación de que las mujeres están más presentes, son más responsables de todos sus actos, más madres que nunca; pero que este cambio no ha afectado a la maternidad. Es una etapa que yo no voy a llevar a cabo, porque no he tenido novios y no me interesa mucho, pero sobre el que las jóvenes tienen que debatir porque no queremos volver al cuadro de la maternidad clásica.
P. ¿Qué le pareció el manifiesto firmado por la actriz Catherine Deneuve y la escritora Catherine Millet, entre otras, contra el el movimiento #MeToo?manifiesto
R. Sorprendió en Francia, incluso viniendo de Catherine Deneuve que ya había dicho cosas absurdas sobre el matrimonio gay. Para mí no era un buen momento, ni tampoco un buen texto. Pero sí que hay una parte interesante sobre el auge de puritanismo. Lo que veo es que hay un feminismo mainstream que defiende la vieja idea de mujer limpia y digna. Y esto es súper peligroso, porque se puede mezclar con un regreso del puritanismo, pero no veo que esto tenga nada que ver con el #MeToo. El #MeToo son chicas no victimistas, que dicen: “Hay algo que no nos gusta y lo vamos a cambiar, vamos a ir al metro, al trabajo, vamos a volver a casa y a hacer muchas cosas sin soportar el acoso de los hombres”. Es un grito que no me parece el grito de víctima ni de alguien al que no le guste el sexo, es totalmente diferente. De manera que el texto resulta totalmente torpe.
P. Pero sí que ve puritanismo en la sociedad.
R. Sí, hay un aumento del puritanismo, yo soy testigo de ello, aunque no me parece que las feministas tengan nada que ver con esto. Cuando hice la película Baise-moi (Fóllame) en el 2000, la censura fue una experiencia muy fuerte para mí y la oposición no era ni una chica, ni una feminista, sino la extrema derecha. Los que no soportan el sexo son la gente que proviene de la religión. Por eso, en el texto de las Catherine hay cosas que entiendo, pero no me parece que sea ni el buen momento ni un texto interesante en sí mismo. Además, cuando eres francesa lo percibes de una manera totalmente distinta porque conocemos la edad de esas personas y su proyección social. Realmente se trataba de un artículo de chicas mayores que yo, blancas y súper ricas, en el que defendían a sus maridos, a sus hombres y a sus padres porque piensan que tienen derecho a ser importantes y a joderle la vida de todo el mundo.
"La censura a mi película Baise-moi no partía de las feministas, sino de la extrema derecha"
P. ¿Quiénes cree que están detrás de ese resurgir?
R. Todos estamos influenciados por viejas creencias del catolicismo, del judaísmo o del Islam, es exactamente igual en las tres grandes religiones. Tenemos sexofobia, un miedo a la representación del sexo, a hablar de ello y a la sexualidad femenina especialmente, como si tener un acto sexual te quitase dignidad. Así que no viene del feminismo, y ni siquiera del machismo, sino de creencias del catolicismo, por ejemplo. Digo el catolicismo porque hablo como tal, pero es igual en todas las religiones. Tenemos que enfrentarnos a esta sexofobia.
P. ¿Cómo es el feminismo francés?
R. En Francia las clases altas siguen disculpándose por Simone de Beauvoir. El Segundo sexo fue tan fuerte que desde hace 50 años la burguesía pide perdón. Pero, en general lo veo más tímido, en comparación con el feminismo español, influenciado por el latinoamericano que es súper radical, potente y político. En Francia no traducimos tantos textos y el feminismo africano escrito en francés es muy diferente. Así que, va un poco más retrasado, es más tímido. Lo más interesante ahora son las jóvenes que surgen en Twitter, en Facebook… que aún no han escrito sus libros, pero van a tener algo importante que decir. También ha resultado crucial el punto de ruptura que supuso lo que yo llamo racismo y otros, la subida del integrismo religioso musulmán. En España de momento no tenéis la misma obsesión con los musulmanes, pero en Francia hace 10 años que no hablamos de otra cosa y esto divide también al feminismo en dos campos difíciles de conciliar, entre las que piensan que las chicas pueden llevar el velo y las que no. Es una discusión absurda, que nos quema un montón de energía.
P. ¿Y existe un feminismo musulmán visible y fuerte en Francia?
R. Existe, pero nunca lo verás en los medios de comunicación porque realmente hay un rechazo súper fuerte. Y dedicamos horas al tema del velo, aunque no tenga nada de interés.
P. Pero afecta a muchas mujeres en su día a día.
R. Sí, les afecta y es duro. Pero realmente hemos creado esta discusión para no llevar otras a cabo.
P. ¿Cuál es su postura respecto al velo?
R. No me importa que una chica lo lleve. Que lleve velo, se rehaga el pecho o haga dieta no me dice nada de una persona. Si pienso precisamente en las chicas que hacen dieta, no se parecen entre ellas, el concepto dieta no es una categoría que las defina.
P. ¿Le parece que ahora mismo nos encontramos en un momento clave del movimiento feminista? ¿En una nueva ola?
R. Sí, ahora mismo, sí. Por ejemplo, respecto al #MeToo es la primera vez que veo un movimiento de liberación de las palabras y tengo que la sensación, cuando leo a las jóvenes, de que por primera vez no vienen disculpándose por su feminismo, no vienen contando: “Voy a decir algo feminista, pero me encantan las hombres, me llevo muy bien con ellos, los adoro…”. Esto se acabó. Ahora simplemente dicen basta, lo vamos a cambiar. Nunca había vivido algo así, aunque por ejemplo, no sé (porque no había nacido) cómo fueron las luchas a favor del aborto. Yo vengo de una generación en la que las feministas supuestamente teníamos un problema con los hombres, así que siempre empezábamos negándolo y diciendo que no éramos lesbianas. Hoy en día las mujeres jóvenes tienen discursos mucho más interesantes y potentes, así que espero que las cosas salgan bien porque veo un punto de inflexión total. Como siempre digo en las entrevistas, el feminismo, de todos los movimientos, es lo que ha cambiado más el mundo para mejorarlo.
P. En este contexto, la cultura dominante ha conseguido que muchos debates del feminismo se hayan popularizado, pero, por otro lado, el capitalismo también se ha subido al carro y es habitual que ahora se utilice el feminismo como reclamo publicitario. ¿Qué opina de esta situación?
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R. Es el precio a pagar. Cuando yo publiqué la Teoría King Kong en la editorial estaban convencidos de que si poníamos la palabra feminismo en portada iba a ser un fracaso porque, en su opinión, se preguntaban quién quería hablar de feminismo entonces. Decían: “Esta lucha está hecha, no tenemos nada más que decir, vamos a aburrir con el tema del feminismo…”. Que este tipo de planteamiento sea imposible ahora, me parece súper positivo. Y el precio que pagamos por ello viene con las camisetas con lemas feministas, con las tontas que de repente son feministas y no han leído un libro en su vida pero intentan darte lecciones… A mí me parece muy interesante un mundo donde la mayoría de las chicas se puedan plantear las cosas de manera feminista porque las chicas de mi edad, te lo juro, venimos de la oscuridad. Fue guay, porque estábamos entre nosotros y era agradable, pero no le interesaba a nadie. Por ejemplo, cuando veo ahora que tienen que excluir a hombres para tener discusiones entre chicas feministas, recuerdo mi época en la que no decías a ningún hombre de dónde venías porque ellos nunca aparecían, ni un gay perdido se pasaba. Incluso no le interesaba a la izquierda. Estos meses que estamos hablando mucho de Mayo del 68 lees los textos de los chicos y ni siquiera le dedicaban un párrafo al feminismo. Esto hoy en día es impensable. A mí me impresiona, significa que empezamos algo grande.
*Este artículo está publicado en el número de marzo de tintaLibre, a la venta en quioscos. Puedes consultar todos los contenidos de la revista haciendo clic aquí.aquí
Hace un par de décadas, la voz de Virginie Despentes (Nancy, 1969) era periférica: mujer, joven, feminista, de clase obrera, punk, prostituta por voluntad propia. Ahora, surfea con garra la nueva ola feminista y alaba a la nueva hornada de activistas que no pide perdón ni se justifica por exigir una sociedad igualitaria. Mujeres, muchas de ellas, que tienen entre sus libros de cabecera el polémico manifiesto que Despentes firmó hace más de 10 años, Teoría King Kong (editado por Melusina en 2007 y reeditado ahora por Random House). Aquel ensayo lo escribió “desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, (…) todas las excluidas del gran mercado de la buena chica”. Teoría feminista sin un gramo de corrección política.