Bruselas apuesta por la vieja receta liberal en el acuerdo con Mercosur

Bruselas sella tras veinticinco años de negociaciones el acuerdo de libre comercio con Mercosur, la asociación económica de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. La UE y el bloque latinoamericano se lanzan a crear la mayor zona de libre comercio del planeta, para un total de 700 millones de personas, borrando de un plumazo, si el Tratado es finalmente ratificado, 4.000 millones de euros ingresos en tarifas aduaneras.

“Es el mayor acuerdo jamás creado”, asegura la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. “Un win-win para ambas partes. Estamos centrados en la justicia y el beneficio mutuo” defendió desde Montevideo. A su lado y de la mano, un circunspecto Lula da Silva, presidente brasileño, mientras el ultraliberal argentino Javier Milei levantaba el pulgar en señal de victoria.

En un viaje exprés a la capital uruguaya para participar en la cumbre con esos cuatro países, la presidenta de la Comisión esquivó el rechazo de Francia o las dudas importantes de otros Estados Miembros como Polonia o Italia o las protestas que a lo largo de los últimos meses han protagonizado agricultores y ganaderos en Bruselas contra la competencia desleal que, argumentan, conllevan productos como la soja brasileña o la carne de vacuna argentina en el mercado único europeo.

Tras el fracasado TTIP con los Estados Unidos y el modificado CETA con Canadá, Bruselas vuelve a la vieja receta de los tratados de liberalización comercial, una herramienta cuestionada ya durante la gran crisis de hace quince años y aún más ahora en pleno siglo XXI, en el mundo postpandemia de las soberanías tecnológica, industrial, energética o agrícola.

La Comisión Europea lo califica como “un acuerdo de asociación revolucionario” con significativos beneficios para consumidores y empresas. El equipo de Von der Leyen esgrime, por ejemplo, que 350 productos europeos cuentan ahora con indicaciones geográficas, denominaciones de origen para protegerlos frente a imitaciones del otro lado del Atlántico; o que los estándares sanitarios y alimentarios de la UE “permanecerán intocables”.

El Gobierno español obvia al campo y bendice el acuerdo

“Se trata de una magnífica noticia, constituyendo el logro más importante de la política comercial exterior de España y de la Unión de los últimos años”, declaró inmediatamente el ministro Carlos Cuerpo. El titular de Economía destacó sobre el pacto que para “nuestro país adquiere una relevancia especial” por el carácter de puente con América Latina.

Llama la atención que esta agenda liberal sea celebrada por un gobierno socialdemócrata. De hecho, fuentes de Moncloa insisten que la firma alcanzada por Von der Leyen en Montevideo fue “un día histórico”, que “España llevaba trabajando muchos años” a favor del acuerdo porque “contribuirá a reforzar nuestra seguridad económica y la autonomía estratégica abierta en la UE” además de favorecer “la diversificación de los flujos comerciales y la resiliencia de las cadenas de suministro”.

No lo ven así agricultores y ganadores, En ASAJA, la patronal del sector primario español, confirman que participarán en Bruselas en las protestas contra el acuerdo UE-Mercosur, al considerarlo una amenaza para todo el campo europeo, insistiendo en que “los productos sudamericanos llegan a Europa con menores y normativas menos estrictas” frente a las mayores exigencias medioambientales, sanitarias o laborales existentes en los 27. Von der Leyen asegura, sin embargo, que “ha escuchado a los agricultores, entendido sus preocupaciones y actuado junto a ellos”.

Francia dice no, la Eurocámara se revuelve

Desde Paris, un cada vez más debilitado Emmanuel Macron ha reiterado el rechazo de Francia al acuerdo comercial con el Mercosur. Para el presidente de la segunda potencia comunitaria, el texto en sus términos actuales es inaceptable. Macron llamó por teléfono a Von der Leyen para protestar por el resultado de su viaje pero la alemana hizo oídos sordos a sus quejas.

El Gobierno galo dará la batalla en Bruselas bajo la premisa de que “continuará defendiendo sin descanso la soberanía agrícola”. Precisamente, el impacto de este acuerdo en el sector primario también genera grandes recelos en el gobierno italiano de la ultra Giorgia Meloni, que exige las mismas obligaciones a los agricultores de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay que a los europeos si quieren vender libres de tarifas en la UE. Otra gran potencia comunitaria, Polonia, está en el bando francés. Donald Tusk, su primer ministro y ex-presidente del Consejo Europeo, rechazó el texto firmado por Von der Leyen. Varsovia se opone, por ejemplo, a los beneficios arancelarios para la carne de pollo de los cuatro países latinoamericanos.

Para ser ratificado, el Consejo Europeo debe aprobar el acuerdo y Francia y Polonia no cuentan todavía con la minoría de bloqueo. Son necesarios trece Estados Miembros para tumbarlo o, alternativamente, cuatro socios que sumen el 35% de la población de la UE. Con Italia rozarían estas dos condiciones. A Austria, Bélgica y Países Bajos tampoco les convence y su voto decantaría la balanza. En La Haya gobierna una coalición de varios partidos liderada por la extrema derecha, en Viena y Bruselas conservadores y derecha ultranacionalista negocian con otras formaciones un ejecutivo multicolor.

La primera potencia europea sí apoya el acuerdo de libre comercio, pero Alemania ya no dirige con mano de hierro el Consejo como en los tiempos de Angela Merkel. El canciller socialdemócrata Olaf Scholz se tambalea hasta las elecciones del próximo año y las capitales de su área de influencia navegan por aguas diferentes en los nuevos encajes de la derecha con la extrema derecha o los ultranacionalistas. Sólo ACEA, la importante patronal automovilística del continente, y Business Europe, la patronal de patronales, son sus firmes socios con el objetivo de ganar mercado para la maquinaria pesada, los vehículos o los productos tecnológicos y pueden ejercer un lobby importante a favor.

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El último y definitivo paso del acuerdo con Mercosur se daría en la Eurocámara. El primer grupo parlamentario, los populares, son favorables al texto, que califican como “un hito histórico” y “la culminación de un largo viaje”. Los socialdemócratas europeos se ponen de perfil. El grupo liderado por la española Iratxe García realizará “un análisis en profundidad del acuerdo y sus implicaciones”. En sus filas, diputados franceses o belgas lo rechazan. Los liberales de Renew, cuartos del Parlamento Europeo, guardan un significativo silencio. Tradicionales impulsores de los tratados de libre comercio, la posición de Macron les compromete porque los franceses son el corazón del grupo. Los Patriotas de Orban, Le Pen, Salvini o Vox, tercer grupo parlamentario, están en contra del acuerdo, que ven como una amenaza para la agricultura y la industria europea.

El texto corre serio peligro de descarrilar en la Eurocámara ya que Los Verdes tampoco lo defienden y han recordado sus preocupantes implicaciones medioambientales. Una de sus referentes, la belga Saskia Bricmont ha criticado con dureza a la presidenta de la Comisión por no “tener a la salud y a los bosques en los países del Mercosur entre sus prioridades”. Los ecologistas critican que estos acuerdos de libre comercio sólo “reforzarán los modelos agro-industriales en detrimento de la agricultura sostenible”. Como denunció en su momento Greenpeace Alemania, tanto los escenarios conservadores como ambiciosos de los científicos muestran, como consecuencia de su entrada en vigor, “un aumento global de las emisiones de metano y óxido nitroso, así como un incremento de las de CO2 en la UE, en Brasil y en Argentina”.

Al inicio de su mandato, y con su segunda Comisión echando a andar, Von der Leyen lanza un órdago a varios gobiernos europeos, aunque suponga enfrentarse a líderes que la han apoyado, como Macron o Meloni. Y definitivamente no parece preocupada por romper los pocos puentes que restan con Los Verdes, también socios de su investidura. Está por ver que no resquebraje aún más las filas socialistas y reciba su primer varapalo por parte de la extrema derecha.

Bruselas sella tras veinticinco años de negociaciones el acuerdo de libre comercio con Mercosur, la asociación económica de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. La UE y el bloque latinoamericano se lanzan a crear la mayor zona de libre comercio del planeta, para un total de 700 millones de personas, borrando de un plumazo, si el Tratado es finalmente ratificado, 4.000 millones de euros ingresos en tarifas aduaneras.

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