El esperado Informe Draghi señala con precisión qué frena a la economía europea para poder competir con unos Estados Unidos y una China que amenazan con hacerle un sándwich. Más allá del crecimiento chino, hay un dato que apabulla. Si en los años 70 del siglo pasado la renta per cápita estadounidense y europea era prácticamente la misma y hasta 2008 la evolución fue muy ligeramente favorable a Estados Unidos, la respuesta a la crisis financiera, con un recorte de la inversión en Europa como medida políticamente más sencilla para reducir el rojo fiscal, ancló la renta per cápita europea. La renta per cápita estadounidense ya más que dobla a la europea, superando los 70.000 euros al año. En los últimos 20 años Estados Unidos ha liderado la carrera tecnológica, ha tenido una energía más barata (y en eso España tiene por delante un futuro mejor que sus vecinos europeos) y tiene un único mercado de capitales, cuando los europeos tenemos 27.
La superior competitividad y productividad de la economía estadounidense, unida al crecimiento más rápido de su población, crean una divergencia que Europa difícilmente recuperará este siglo salvo un hundimiento estadounidense que dure décadas y que no está en ningún informe de prospectiva. Europa debe romper barreras para que su economía sea más competitiva. Principalmente con un plan de inversiones masivas (Draghi apunta a 800.000 millones de euros al año), creando campeones industriales europeos que compitan de tú a tú en los mercados globales con los estadounidenses y chinos y aligerando la toma de decisiones en el bloque y en los gobiernos.
El italiano ha diseñado un salto adelante normativo y económico, que es sobre todo un ejercicio teórico de poner juntas muchas recetas que la propia Comisión Europea, en discursos, documentos de trabajo e incluso propuestas legislativas, ha ido poniendo sobre la mesa en los últimos años. Los problemas están identificados y las recetas son conocidas, pero el enfermo no se va a tomar una medicina que es políticamente imposible de tragar.
Lo más llamativo es ese fondo de 800.000 millones de euros (público y privado) que quiere Draghi para disparar las inversiones, sobre todo en asuntos como energía, defensa o transición digital. Mientras el italiano contaba su idea a la prensa este lunes, la presidenta de la Comisión Europea Úrsula Von der Leyen repetía la retahíla de que cualquier inversión extra debe financiarse con fondos nacionales y, de ser europea, con recursos propios de la Unión, no con más deuda. La alemana lo dice así porque sabe que no hay ni de lejos consenso para una emisión de deuda del calibre de lo que pide Draghi.
Los gobiernos del norte, porque del norte son la mayoría de los que rechazan un nuevo plan así, tienen además ahora una excusa perfecta para negarse. Si los 750.000 millones del Next Generation, que eran para un mínimo de cinco años, no se gastan porque ningún gobierno es capaz de asumir tanto dinero, ¿cómo se van a gastar 800.000 cada año? Nadie tiene respuesta para eso.
Draghi quiere la creación de “campeones europeos”. Su informe apunta por ejemplo a que cada teleco china tiene más de 400 millones de clientes de media, cada estadounidense más de 100 millones y cada europea unos cinco millones. Las europeas deben crecer para tener los fondos necesarios para invertir y dar un salto tecnológico. Fusionándose. El problema es que, sin poner nombres, Draghi señala a empresas estratégicas que los gobiernos nacionales protegen porque su idea es la de crear “campeones” industriales, sí, pero nacionales.
Draghi asegura que la economía europea vive en una especie de letargo, de estancamiento, que apenas detecta porque no sufre una grave crisis. El italiano dijo el lunes: “Vamos a ser una sociedad que básicamente encoja”. Una economía que no crece y una población que envejece y no quiere migrantes. “Compartiremos una tarta cada vez menor con cada menos gente”.
Europa está estancada, asegura Draghi con ejemplos. Las empresas europeas que más gastan en innovación son las mismas que hace 20 años, principalmente automotrices y farmacéuticas. En Estados Unidos esas empresas siguen invirtiendo, pero ya fueron superadas por las digitales. China pasó de copiar modelos de coches europeos a producir coches eléctricos tecnológicamente superiores a los europeos.
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Draghi no es un iluso ni un joven político que ignore que los frenos políticos son superiores a las ambiciones. Que es prácticamente imposible que, en los próximos años, salvo que una crisis como la financiera de 2008-2012 sacuda las economías europeas, se apruebe un nuevo programa de endeudamiento masivo. Porque una vez pudo ser una excepción, pero dos veces se convertiría en costumbre y de ahí a que esos eurobonos (que no se llaman así, pero eso son) se queden como permanentes habría menos obstáculos. Alemanes, austríacos, suecos, daneses, holandeses, finlandeses o irlandeses lo bloquearán con todas sus fuerzas.
Draghi, formado por los jesuitas en Italia y alumno del MIT estadounidense, sabe mucho de historia económica. Sabe que Europa puede salir del bache porque salió de baches mucho mayores, porque el salto que pegó en los “30 gloriosos” (de 1945 a las crisis del petróleo de finales de los 70) fue gigante. ¿En qué se basó? En inversión masiva para reconstruir un continente arrasado por las guerras mundiales, en un aumento sustancial del gasto público, financiado con una subida de impuestos generalizada, casi confiscatoria para las rentas más altas, para universalizar la sanidad, la educación o las pensiones y en un aumento de población importante gracias al ‘baby boom’ de posguerra y al final a las primeras oleadas de migrantes.
El destrozo de las guerras mundiales y de las guerras civiles en varios países europeos, entre ellos España, sumado a la amenaza de un sistema opuesto en las políticas soviéticas, eran tan palpable que muy pocas voces en aquellas décadas se opusieron. Ahora ni hay amenaza similar a la vista ni tal destrozo que mostrar a la ciudadanía.
El esperado Informe Draghi señala con precisión qué frena a la economía europea para poder competir con unos Estados Unidos y una China que amenazan con hacerle un sándwich. Más allá del crecimiento chino, hay un dato que apabulla. Si en los años 70 del siglo pasado la renta per cápita estadounidense y europea era prácticamente la misma y hasta 2008 la evolución fue muy ligeramente favorable a Estados Unidos, la respuesta a la crisis financiera, con un recorte de la inversión en Europa como medida políticamente más sencilla para reducir el rojo fiscal, ancló la renta per cápita europea. La renta per cápita estadounidense ya más que dobla a la europea, superando los 70.000 euros al año. En los últimos 20 años Estados Unidos ha liderado la carrera tecnológica, ha tenido una energía más barata (y en eso España tiene por delante un futuro mejor que sus vecinos europeos) y tiene un único mercado de capitales, cuando los europeos tenemos 27.