El informe Draghi lleva a la UE a repensarse otra vez
Más cooperación y reforma de todas las instituciones como herramientas y más competitividad y valores como recetas. Esa frase podría resumir el esperado “informe Draghi”, que se presentará en principio en los próximos días pero que el antiguo primer ministro italiano y ex presidente del Banco Central Europeo avanzó el miércoles a los presidentes de los grupos parlamentarios y a grupos de diplomáticos.
Mario Draghi considera que la Unión Europea necesita reformas profundas para aumentar la competitividad de sus economías y que eso permita aumentar el potencial de crecimiento económico para poder seguir el ritmo a China y Estados Unidos. Si Europa pierde esa carrera, advierte el hombre al que se atribuye la salvación del euro en los peores momentos de la crisis financiera hace tres lustros, dependerá de otros y perderá su soberanía. El PIB per cápita estadounidense creció un 60% en los últimos 30 años, el doble que el europeo.
Draghi contó a los diplomáticos que su informe pide “reformas sin precedentes por parte de todos los actores de la Unión Europea”, sobre todo en esos campos: la competitividad y los valores. El bloque necesita ser más competitivo para depender menos de otros. Draghi dijo a eurodiputados y embajadores, reunidos en grupos separados en Bruselas, que una de las causas de la pérdida de competitividad europea es el creerse que siempre será rica. La autocomplacencia.
El italiano parece querer meter miedo para forzar a la acción. Asegura que sin aumentar la competitividad de las economías europeas todo estará en peligro, desde la paz hasta la prosperidad, pasando por la protección del clima y todas las políticas sociales. Sin más competitividad, teme Draghi, Europa dependerá más de actores externos. “Perderemos nuestra autonomía, nuestra independencia y nuestra soberanía”, según él. Sin cambios, y con una guerra en continente europeo, los europeos seremos “geopolíticamente vulnerables”.
Draghi habla continuamente de competitividad, pero no sobre el vacío sino sobre una serie de asuntos que considera esenciales para la economía europea: el precio de la energía, la innovación, los mercados de capitales, las ayudas de Estado, la falta de mano de obra cualificada y las inversiones en Defensa. Su informe lleva recomendaciones para cada uno de esos asuntos y será, de alguna forma, la guía de trabajo con la que cuenten los comisarios cuando el 1 de diciembre -porque su toma de posesión se retrasará probablemente un mes- asuman sus funciones. Después llegarán las crisis y quizás los papeles de Draghi acabarán casi todos en algún cajón del Berlaymont, sede central de la Comisión Europea.
El informe es complejo, pero llevarlo a la práctica parece políticamente casi imposible. Draghi reconoce que conlleva decisiones difíciles y toca casi más competencias nacionales que europeas. Por eso lo presentará también en una cumbre informal en noviembre a los líderes nacionales, porque si ellos no se ponen a la labor poco podrá hacer Von der Leyen con un montón de papeles que obligan a cambios para los que la Comisión Europea no tiene más que unas pocas competencias.
Pero el informe Draghi es a la vez aceptable para casi todos los gobiernos y grupos políticos precisamente porque se centra en competitividad. Los conservadores ven aspectos que pueden defender, así como los socialistas, los liberales y los ecologistas. Sólo la extrema derecha y la extrema izquierda desconfían o directamente lo rechazan.
¿Qué teme Draghi que pasaría si no se hace nada para disparar la competitividad europea? Que las fallas que dejaron a la vista las últimas crisis se cronifiquen. La competitividad china y estadounidense son superiores y la pandemia enseñó las dependencias europeas. Por ejemplo, la desindustrialización del continente: Europa produce menos del 10% de los semiconductores que se hacen en el planeta y ni un gramo de paracetamol.
La pandemia demostró que la industria europea estaba coja y el continente dependía de China para sus suministros sanitarios, la guerra en Ucrania dejó el sistema energético europeo temblando y la ayuda militar a Ucrania está vaciando los arsenales. Así, Draghi cree que hay que reducir dependencias del exterior, hacer que la transición ecológica vaya de la mano de los ciudadanos para frenar sus reticencias y que aumente la inclusión social para que quienes se queden atrás sean los menos posibles. También quiere cambios profundos en ayudas de Estado, normas de competencia y política comercial para “destrabar” el potencial de crecimiento del bloque.
El informe Letta
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El informe Draghi llega pocos meses después del informe Letta, su paisano italiano, también ex primer ministro. El de Enrico Letta es más limitado y trata de cómo mejorar el Mercado Interior para que ayude al crecimiento económico. Draghi y Letta son lo que los italianos llaman “hombres de la reserva de la República”, ex altos cargos políticos con apabullante currículum profesional y académico, disponibles para cuando haga falta un tecnócrata o un giro político. Centro-izquierda Letta y centro-derecha Draghi, los dos con pasado europeo, los dos muy escuchados en Bruselas. Dos hombres que piensan que la Unión Europea es un ciclista: o pedalea o se cae.
El informe Letta, ya público, detecta problemas antes que soluciones. Cuenta por ejemplo que sólo el 17% de las pymes se benefician del mercado interior o que sólo tres de los 447 millones de ciudadanos de la Unión Europea trabajan en un país que no es el suyo. También que el Mercado Interior existe sólo sobre el papel en tres sectores clave: energía, telecomunicaciones y mercados financieros. Porque usted no puede ni contratar electricidad de la francesa EDF, ni contratar internet de la alemana Deutsche Telekom ni pedir un préstamo al belga KBC. Y ve problemas de tamaño: cada operador telecom chino tiene una media de 467 millones de clientes, cada estadounidense tiene 107 millones de media, cada europeo sólo cinco. Imposible así de que los grandes grupos telecom europeos compitan con los gigantes chinos y estadounidenses.
Letta recuerda que el 80% de las compras militares hechas por gobiernos europeos para ayudar a Ucrania se hacen fuera de Europa, principalmente porque la industria europea no tiene capacidad para producir más. O que cada año más de 300.000 millones de euros de ahorro de los europeos acaba invertido en los mercados financieros estadounidenses.