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Bruselas propondrá que los fondos estructurales estén ligados a reformas e inversiones

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante un debate en el Parlamento Europeo.

La Comisión Europea quiere utilizar la próxima programación del presupuesto comunitario, las conocidas como “perspectivas financieras”, para dar un vuelco en el control del uso que se da a los fondos estructurales para que cada euro que se gaste esté ligado a reformas o a inversiones, lo que se hace con los fondos del Next Generation que, sin aplazamientos, deberán gastar como muy tarde a finales de 2026.

Los fondos estructurales apoyan los objetivos de cohesión económica, social y territorial de la Unión Europea. Nacidos en los años 80, van a cumplir 40 años sin haber logrado su función, la de hacer que las regiones más pobres de la Unión Europea alcanzaran el nivel de desarrollo de las más ricas. Suponen más de 350.000 millones de euros en el período 2021-2027 y están divididos en cinco capítulos: Fondo Europeo de Desarrollo Regional, Fondo Social Europeo, Fondo de Cohesión, Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (independiente de los fondos de la política agrícola común) y Fondo Europeo Marítimo y de Pesca.

Según una exclusiva del diario británico Financial Times, el próximo presupuesto plurianual europeo, que podría rondar los 1,2 billones de euros para siete años, se diseñará con esa idea de ligar los fondos a reformas e inversiones. Las perspectivas financieras del período 2028-2034 empezarán a discutirse a finales de este otoño, en cuanto los nuevos comisarios tomen posesión de sus cargos y empiecen a trabajar. Es una de las negociaciones más complejas y tensas de las que pueden vivirse en Bruselas, porque los gobiernos se juegan miles, cuando no decenas de miles de millones de euros al año y las prioridades de gasto de unos no coinciden con las de los otros. En períodos anteriores han hecho normalmente falta preparativos que sobrepasaron el año y negociaciones de meses, finalizadas con varias cumbres europeas de alta tensión.

El argumento para la reforma de los fondos es viejo. Quienes la defienden aseguran que algunos países no hacen las reformas que convertirían los fondos en más efectivos. Se refieren a reformas laborales o de pensiones. Son las ideas de siempre de mejorar la competitividad económica a través de ajustes en salarios o pensiones. Pero la Comisión Europea les toma el brazo para copiar el sistema de condicionalidad de los fondos del Next Generation y añadir, con esas reformas, exigencias de inversiones en ciertos asuntos.

Además, lo más probable es que los fondos estructurales sean menos. Ahora mismo, se gasta aproximadamente un tercio del presupuesto comunitario en ellos, otro tercio en política agrícola común y otro tercio en todo lo demás, como innovación, ayuda al desarrollo o el funcionamiento de las instituciones europeas.

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España es ejemplo para lo bueno y para lo malo. En Bruselas se ve como un éxito haber forzado al país a hacer la reforma laboral a cambio de buena parte de los fondos del Next Generation. España crea empleo pero, sobre todo, lo hace reduciendo rápidamente la temporalidad. España es también mal ejemplo del uso de los fondos estructurales porque durante décadas fue de los países que más recibió, y todavía recibe, y la diferencia de renta entre sus regiones más pobres y las más ricas de Europa se redujo menos de lo esperado.

Bruselas tendrá grandes obstáculos. Para empezar, algunos de los grandes son todavía beneficiarios de esos fondos, como Italia, España o Polonia. Y sobre todo tendrá la oposición de los gobiernos del este. A finales de la década de 1990 se les prometió que de entrar en la Unión Europea, como deseaban desde la caída del Muro de Berlín, tendrían que abrir sus economías a la competencia del mercado común. Eran países que habían pasado por décadas de proteccionismo comunista y economía planificada y temían que su industria no soportara la competencia. Lo hicieron sólo a cambio de recibir fondos estructurales en cantidades que para algunos equivalían a casi el 5% de su PIB. 20 años después se les va a decir que esos fondos tendrán otras normas. Financial Times cita a un diplomático que asegura que “la única forma de convencer a los contribuyentes netos (países como Alemania, Bélgica, Países Bajos, Austria, Luxemburgo, Francia o los escandinavos) para que contribuyan más es poner más condiciones a los receptores”.

La bronca será larga y la primera propuesta debería ser presentada el año que viene. Los gobiernos regionales y los ayuntamientos perderían peso porque los fondos dependerían de planes presentados por los gobiernos nacionales, como ocurre con el Next Generation. El próximo comisario o comisaria de administración y presupuestos tendrá una dura tarea por delante. Polonia aspira al cargo.

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