Los modelos de la izquierda frente al tsunami ultra: reinventarse en Italia, unirse en Francia y... el caos alemán

"Haz que los racistas tengan miedo otra vez", una de las pancartas en la protesta de este lunes en París por el auge de la extrema derecha en Francia tras las elecciones europeas.

Meloni, Le Pen y AfD. Fueron los tres nombres más repetidos de la noche electoral del 9 de junio, cuando la extrema derecha desató un auténtico terremoto electoral en los 3 países más poblados de Europa. En Italia, la victoria de Fratelli d’Italia, el partido de la primera ministra Giorgia Meloni, no cambió mucho la dinámica política, pero en Francia y Alemania, los dos Estados miembros de la UE que más representantes envían al Parlamento Europeo, el sistema político saltó completamente por los aires. 

En el país galo, Rassemblement National (RN) y su cabeza de lista, el carismático Jordan Bardella, lograban una victoria histórica, superando el 30% de los votos y doblando al partido del presidente francés, Emmanuel Macron. Y en la otra válvula del motor europeo, Alemania, los ultras de Alternativa para Alemania (AfD) se colocaban en segunda posición superando al Partido Socialdemócrata (SPD) del canciller Olaf Scholz.

Un panorama realmente desafiante para la izquierda, que ha reaccionado de formas muy diferentes en cada uno de los 3 países más importantes de Europa. Si bien en otros lugares como los Países Bajos o sobre todo los escandinavos las formaciones socialdemócratas y liberales aguantaron el tirón y derrotaron a la ultraderecha, en Italia, Alemania y Francia, los partidos de izquierda buscan, cada una a su manera, la fórmula para hacer frente a la derecha radical con mayor o menor éxito. 

¿La unión hace la fuerza?

En Francia, las fuerzas de izquierda tuvieron poco tiempo para pensar su estrategia después de la contundente victoria de RN en las europeas. Esa misma noche, y ante unos resultados desastrosos para su formación, Macron disolvía la Asamblea Legislativa y mandaba al país a unas de las elecciones legislativas más trascendentales de su historia moderna. Por primera vez, según todas las encuestas, la extrema derecha estaría en disposición de ganar unos comicios que, por su formato a doble vuelta, habían sido territorio comanche para los de Le Pen.

Ante esto, la izquierda francesa decidió que la mejor respuesta para luchar contra el auge de RN era reeditar el Frente Popular que en 1936 llevó a la presidencia al socialista Léon Blum, uno de los grandes iconos de la izquierda francesa. No es la primera vez que estos partidos se presentan unidos. Ya en 2022 el Partido Socialista (PS) y La Francia Insumisa (LFI) combinaron fuerzas en la llamada Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES), aunque en ese momento las circunstancias eran completamente distintas a las actuales. 

Entonces, Francia venía de unas elecciones presidenciales donde Jean-Luc Melénchon, líder de LFI, se quedó a poco más de un punto de superar a Marine Le Pen y de pasar a la segunda ronda. Su fuerza era claramente hegemónica en la izquierda francesa en contraste con un PS sumido en la irrelevancia y al borde de la desaparición. Dos años después, sin embargo, las elecciones europeas han dado un giro de 180 grados al panorama político: los socialistas resurgieron gracias al gran resultado de Raphaël Glucksmann el 9J, que estuvo a punto de arrebatar la tercera posición a Macron, mientras que LFI se quedaba menos del 10%. 

Ahora, a diferencia de en 2022, el enfoque del PS, europeísta y favorable a la ayuda a Ucrania se ha visto reflejado en este Nuevo Frente Popular, que cuenta con un programa más equilibrado entre las partes que NUPES. “No creo que el programa esté más cerca del PS que de LFI porque los socialistas han cedido en cuestiones clave como el rechazo a las normas presupuestarias europeas”, comenta Pablo Castaño, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y experto en la izquierda populista francesa. Sin embargo, y pese a ese mayor equilibrio, para Arsenio Cuenca, investigador del EPHE/CNRS de París y analista de El Orden Mundial, el programa de la coalición no está hecho para atraer a votantes más centristas: "No creo que pueda contentar a una socialdemocracia más moderada. Por ejemplo, incluye el impuesto a las grandes fortunas o, fuera del terreno económico, el reconocimiento del Estado de Palestina. Tras un par de años de mucha combatividad en las calles y con la movilización contra la reforma de las pensiones la sociedad francesa se ha radicalizado un poco más y ha visto que ante un gobierno de extrema derecha hay que posicionarse de forma más crítica".

Otra de las dudas con respecto al Nuevo Frente Popular está en su futuro. Una vez comenzó a andar la legislatura, NUPES fue un auténtico desastre parlamentario: no había organización, tampoco voto unificado y cada partido de la coalición acabó velando por sus propios intereses. Para Castaño, la clave para que al Frente Popular no le suceda lo mismo será su resultado electoral: “Si ganan, muy probablemente se mantendrá la coalición. Si vence el RN, es posible que la necesidad de liderar la oposición a un gobierno de ultraderecha permita mantener cierta coordinación entre los partidos, pero será más difícil que se mantengan unidos”. En una línea similar se ubica Cuenca, el cual cree que la continuidad de la presión en las calles será decisiva para la unión del Nuevo Frente Popular, aunque ve probable que muchos eurodiputados mantengan una independencia en el voto y exista cierta descoordinación.

Las encuestas prevén que la coalición sea la fuerza que más cerca pueda estar de disputarle a RN la primera posición, pero para Héctor Sánchez Margalef, investigador del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), la clave no es tanto el resultado sino la continuidad. “La unión siempre ha gustado mucho en los sectores de la izquierda, pero esta no es un fin en sí mismo, tiene que servir para algo y solo servirá si el Nuevo Frente Popular consigue sobrevivir más que NUPES. En este caso, la urgencia es muy grande por el auge de RN, pero una unión no se puede construir a la contra”, señala Sánchez Margalef.

¿Giro a la izquierda? Sí, gracias

“CommunistElly”, con este apelativo tan poco cariñoso y exagerado, el diario italiano conservador Il Tempo daba la bienvenida a Elly Schlein, la primera mujer en asumir el liderazgo del Partido Democrático (PD), la principal formación de la socialdemocracia del país. Lo hizo ganando por sorpresa y contra todas las encuestas a Stefano Bonaccini en unas primarias celebradas poco después de la victoria de Meloni. “Schlein sustituyó a Enrico Letta, el anterior candidato y representante del ala más socioliberal del partido. Ella le da más carácter a la oposición, tiene más carisma que Letta y eso hace que se contraponga mejor con Meloni, sin embargo, se ha encontrado también con la resistencia de la parte más centrista de la formación”, explica Jaime Bordel, investigador de la Universitat Oberta de Catalunya y autor del libro Salvini & Meloni: Hijos de la misma rabia.

Su mensaje más escorado a la izquierda, muy centrado en temas sociales, preocupado por el cambio climático, feminista y con un enfoque europeísta parece haber recuperado para la causa a muchos italianos. Schlein ha logrado mejorar en 5 puntos los resultados del partido en las generales y con sus 21 diputados el PD será la formación con más escaños dentro del grupo de los socialdemócratas del Parlamento Europeo

“Es cierto que Schlein se va a la izquierda, pero tampoco nos pensemos que es un giro gigantesco. El Partido Democrático se había ido en el pasado bastante hacia al socioliberalismo, con lo cual sí ha habido un giro a la izquierda, pero eso tampoco significa que el PD tenga un programa profundamente de izquierdas”, matiza el investigador. Por otra parte, también recuerda que el partido de Schlein llegaba de un momento muy bajo y, aunque los resultados son positivos, realmente será necesario recorrer un camino muy largo hasta que el PD pueda competir de tú a tú con una figura tan carismática como Meloni.

Otro de los aspectos, señala Sánchez Margalef, que ha mejorado Schlein desde su llegada al partido es el voto joven. El nuevo liderazgo parece conectar mejor con unos jóvenes que, a diferencia de en otros lugares como Alemania o Francia, no se han ido a la extrema derecha. “Schlein le ha venido bien al PD, pero tampoco son unos resultados a celebrar porque uno de los factores que han contribuido al éxito en las europeas es que el Movimiento 5 Estrellas ha perdido mucho. Este partido, con un ala populista y otra más de izquierdas, se ha ido acercando a posiciones más progresistas y eso puede haber hecho que algunos de sus antiguos votantes se hayan ido al PD”, comenta Bordel.

Alemania o todo lo que no hay que hacer

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Mientras en Francia la izquierda se une y en Italia se renueva, en Alemania reina el caos. Las elecciones del 9 de junio fueron la confirmación de que poco queda ya de la victoria del SPD en 2021, tan solo la segunda en lo que llevamos de siglo. Muchos dentro de Alemania ya dan absolutamente por perdidos los comicios del año que viene para la izquierda. El gobierno formado por socialdemócratas, liberales y verdes empezó con una gran ilusión y respaldo, tomando el testigo a la larguísima era Merkel, pero finalmente las expectativas han estado muy lejos de la realidad. Por una parte, el Ejecutivo de Olaf Scholz ha tenido que lidiar por un lado con una situación económica muy complicada derivada sobre todo de la guerra de Ucrania y, por otro, con las constantes luchas y tensiones dentro de la coalición han desgastado muchísimo al gobierno.

Pero al difícil contexto al que se ha tenido que enfrentarse la coalición de gobierno hay que sumarle una escisión dentro de la izquierda. Hace poco más de 6 meses, Sahra Wagenknecht, una de las políticas más importantes de Die Linke (el partido más a la izquierda del Bundestag), anunciaba la creación de un nuevo partido llamado Razón y Justicia. Una formación cuya ideología se basa en una visión populista de la izquierda donde se combina una visión conservadora de la sociedad y una oposición a las políticas verdes, a la inmigración y a la ayuda a Ucrania con un discurso favorable a las políticas económicas de izquierda.. 

Sus resultados el 9J, con 6 eurodiputados y un gran éxito en el este de Alemania, donde quita votos tanto a la izquierda como a la extrema derecha, hace aún más difícil pensar en una remontada progresista de cara a las próximas generales. “Al final, en Alemania hay dos partidos de izquierdas en el gobernando que generan desilusión, y luego está Die Linke con luchas internas por lo que es normal que un votante desencantado acuda a Wagenknecht. Ahora, veremos si no es flor de un día, porque este tipo de formaciones ultrapersonales pueden causar un gran impacto al inicio, pero a largo plazo, si no hay organización pueden morir”, indica el investigador del CIDOB. 

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