Ucrania pide ayuda militar, pero la UE no garantiza que llegue de forma masiva hasta verano

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La ofensiva militar ucraniana del pasado verano apenas movió las líneas del frente y Rusia prepara una contraofensiva, cree la diplomacia europea, en cuanto en semanas se seque el barro y se puedan mover fácilmente sus tanques y piezas de artillería autopropulsadas. Ucrania pide ayuda militar porque necesita contener un frente de más de 1.000 kilómetros en clara inferioridad de tropas, pero esa ayuda no llega en la cantidad que desearía. Los arsenales europeos se van vaciando y la industria militar no puede seguir el ritmo. Un dato elocuente: las industrias militares francesas son capaces de producir anualmente 20.000 obuses de artillería de 155 milímetros, el estándar OTAN. Es la cantidad que Ucrania debe consumir en dos días para que los rusos no avancen.

Mientras en Washington la derecha republicana mantiene bloqueado el último paquete de ayuda financiera y militar preparado por el presidente Joe Biden, en la cumbre europea de este jueves y viernes en Bruselas sobraron buenas palabras y faltaron hechos concretos para el corto plazo, por lo que Ucrania estará con lo puesto en los próximos meses. Los checos consiguieron encontrar, preguntando por medio planeta, 800.000 obuses de artillería de 122 milímetros (estándar ruso) y 155 milímetros. Ellos lo irán comprando a decenas de países y ellos lo enviarán a Ucrania. La factura, de casi 1.400 millones de euros, se pagará entre 18 países voluntarios, la mayoría europeos. Al cierre de esta pieza España no había anunciado ninguna contribución. Kiev aplaude la iniciativa checa, convertida en compradora en jefe de la Unión Europea, pero sabe que esos obuses no llegarán al menos hasta junio.

Ucrania necesita también misilería de largo alcance. Los británicos y franceses enviaron durante estos dos años, pero cuando le tocaría a Alemania, Olaf Scholz se niega a entregar los Taurus, una de las armas más envidiadas de Europa. Los aviones de combate prometidos hace meses empezarán a llegar a cuentagotas a partir de junio. Los primeros serán F16 holandeses. Mientras los dirigentes europeos y nacionales repiten ante cada micrófono que se ayudará a Ucrania “tanto tiempo como sea necesario”, los hechos dicen que falta tanto voluntad política real como capacidad industrial. Muy pocos en Europa quieren saber algo de la idea de Macron de plantear el envío de tropas europeas para que hagan labores de retaguardia, entrenamiento o inteligencia y liberen así tropas ucranianas para ser enviadas al frente.

La cumbre de esta semana cierra también la puerta a usar el dinero del Banco Central ruso bloqueado en una cámara de compensación belga, Euroclear, para armar a Ucrania. Hay más de 300.000 millones de euros y a lo máximo que llegan los europeos es a permitir que los beneficios de ese dinero (un 1% anual aproximadamente) se usen para pagar armas para Ucrania. Ese dinero, como confirmó la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, no llegará hasta julio. Ese plan debe ser aprobado por unanimidad y, como siempre en esta guerra, el húngaro Orban se pone del lado de Vladimir Putin y anuncia que lo bloqueará.

La cumbre conectó por vídeo el jueves con el presidente ucraniano Volodimir Zelensky. El antiguo actor convertido en líder en tiempos de guerra, dijo que sus hombres se sienten humillados porque deben contar cada obús que disparan cuando saben que en los arsenales europeos hay más de los que se les envían. A esos hombres se les repite que son sólo la primera línea de una guerra de Rusia contra el resto de Europa, que si Ucrania cae detrás irán otros países. O, como dice la primera ministra estonia Kaja Kallas, “si Rusia gana la guerra empezará la Tercera Guerra Mundial”.

Esa retórica, que según muchos dirigentes busca hacer que la ciudadanía europea vea como necesario un gasto en Defensa superior al actual, no la siguen todos en las instituciones europeas. Borrell la ha rebajado en los últimos días. La guerra es posible, porque bastaría para ello que se extendiera fuera de Ucrania, pero no es ni probable ni inminente, cuentan diplomáticos en Bruselas.

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La cumbre tampoco parió nada concreto sobre ese rearme europeo. La idea de crear un fondo como el Next Generation (aunque de menor cuantía que sus 750.000 millones de euros) no vuela porque Alemania, Países Bajos, Dinamarca, Suecia o Finlandia bloquean incluso su debate. Sí parece tener más consenso la de cambiar el funcionamiento del Banco Europeo de Inversiones que preside ahora Nadia Calviño financie a la industria militar para que esta aumente su capacidad productiva. La Comisión Europea está encargada de presentar diferentes opciones en junio. 

Las instituciones sí consideran que hay que mejorar la preparación de la población europea para calamidades militares, pero también civiles, como puede ser una pandemia. Que hay que finlandizarla, en referencia a la forma en que Finlandia, desde hace décadas, mantiene a cientos de miles de personas entrenadas para tareas de protección civil o incluso de combate militar. Por eso las conclusiones de la cumbre hablan de “mejorar y coordinar la preparación militar y civil y la gestión estratégica de crisis” o de “reforzar la preparación y la respuesta a las crisis”, incluyendo “todos los peligros”.

Von der Leyen encargó esta semana al ex presidente finlandés Sauli Niinistö un informe sobre cómo podrían los gobiernos europeos mejorar la preparación de la sociedad ante grandes crisis.

La ofensiva militar ucraniana del pasado verano apenas movió las líneas del frente y Rusia prepara una contraofensiva, cree la diplomacia europea, en cuanto en semanas se seque el barro y se puedan mover fácilmente sus tanques y piezas de artillería autopropulsadas. Ucrania pide ayuda militar porque necesita contener un frente de más de 1.000 kilómetros en clara inferioridad de tropas, pero esa ayuda no llega en la cantidad que desearía. Los arsenales europeos se van vaciando y la industria militar no puede seguir el ritmo. Un dato elocuente: las industrias militares francesas son capaces de producir anualmente 20.000 obuses de artillería de 155 milímetros, el estándar OTAN. Es la cantidad que Ucrania debe consumir en dos días para que los rusos no avancen.

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