Las dos torres se desplomaron en 11 y 9 segundos respectivamente, una velocidad equiparable al tiempo que tarda una bola de billar en caer desde una altura de 110 pisos y que coincide con el día y mes en el que sucedieron los atentados. Cada rascacielos contaba con 110 pisos y entre los dos albergaban 376 empresas. Muchas de las sociedades arrendatarias perdieron a sus equipos directivos aquel fatídico día, lo que las obligó a nombrar apresuradamente sustitutos para continuar con las actividades mercantiles. La compañía de inversiones Cantor Fitzgerald —el mayor intermediario mundial de renta fija— perdió a 658 empleados de los 1.000 que trabajaban allí el día de la catástrofe. Sólo se salvó el jefe que llevaba a sus hijas al colegio cuando los aviones impactaron en el centro financiero World Trade Center. Se necesitaron 3,1 millones de horas de trabajo para limpiar 1,8 millones de toneladas de escombros. Ningún funambulista como Philippe Petit pudo volver a pasearse sobre ellas en un cable tendido, como él hizo en una mañana de agosto de 1974. Murieron 2.977 personas, y solo el 60% de los cuerpos fueron identificados. Hablamos de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en la ciudad de Nueva York, conocidos como el 11S, veinte años después.
Marcaron el inicio de la llamada "guerra contra el terror" declarada por la Administración de George W. Bush, que desplegó miles de soldados norteamericanos en Afganistán en octubre de 2001 con el pretexto de que los talibanes escondían a Osama bin Laden, líder de Al Qaeda, la organización terrorista que estaba detrás de los atentados. La OTAN invocó, por primera vez en historia, el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, en virtud del cual un ataque contra un país miembro de la Alizanza es considerado como un ataque contra los demás Estados miembros. De este modo, quedaban así obligados a prestar asistencia al aliado atacado. El Ejército de Estados Unidos con el apoyo del Reino Unido, empezó bombardeando objetivos militares talibanes bajo el nombre de Operación Libertad Duradera. Canadá, Alemania, Australia y Francia se unirían más adelante. Comenzaba así una guerra que duraría veinte años. Se inició con la invasión por parte de Estados Unidos de Aganistán el 7 de octubre de 2001 y ha acabado con la caída de Kabul a manos de las fuerzas talibanes el pasado 15 de agosto.
La mañana del 11 de septiembre de 2001, la historia de los Estados Unidos cambió para siempre. A las 8.46 horas un Boeing 767 de American Airlines impactó en la torre Norte del World Trade Center de Nueva York a una velocidad de 700 km/hora destrozando seis plantas, desde la 93 hasta la 99. Minutos más tarde se produjo la segunda colisión en la torre Sur, entre los pisos 77 y 85, que fue grabada en directo por las cámaras de televisión. Alrededor de las 9:39 un tercer avión lo hizo contra un edificio del Pentágono, mientras que una cuarta aeronave que tenía como objetivo el Capitolio cayó en una explanada de Shanksville, en Pensilvania, matando a todos los tripulantes.
Las naves, que habían sido secuestradas dentro de la Operación Aviones por casi una veintena de terroristas de una célula de Al Qaeda, provocaron la muerte de cerca de 3.000 personas. Entre ellas, trabajadores de las dos torres, los pasajeros a bordo, así como el cuerpo de bomberos y policías que habían estado trabajando en las inmediaciones de los edificios. Los controladores aéreos de Estados Unidos tardaron más de dos horas en vaciar el espacio aéreo americano. Las consecuencias del atentado "excedieron incluso las mayores expectativas de Al Qaeda", como narró Bruce Hoffman en su libro Dentro del terrorismo.
El plan original contemplaba el uso de diez aviones
Los pilotos que participaron en los atentados, Marwan al Shehhi, Mohammed Atta, Ziad Jarrah y Ramzi Binalshib, eran estudiantes en Hamburgo (Alemania) que Osama Bin Laden reclutó a principios del 2000. Jalid Sheij Mohamed, un ingeniero que había estudiado en Estados Unidos conocido por las siglas KSM, fue el autor intelectual de los atentados que junto a su sobrino Ramzi propuso la idea a Bin Laden un año antes. El propósito original era hacer estrellar diez aviones contra los cuarteles generales del FBI, la CIA, centrales nucleares sin identificar y los edificios más altos de Seattle y Los Ángeles. Además, del Capitolio, el Pentágono, el World Trade Center y la Casa Blanca. Esta última era uno de los sitios claves para Bin Laden por las connotaciones de poder que suscitaba el edificio. No obstante, uno de los pilotos determinó que el objetivo era demasiado pequeño para impactar en él y se eligió el Capitolio, destino final del vuelo United 93, que se precipitó antes de alcanzar el edificio.
Se calcula que toda la operación costó entre 400.000 y 500.000 dólares, según el informe final de la comisión del 11S. Los miembros del operativo recibieron los fondos necesarios para llevar a cabo sus acciones a través de 19 cuentas bancarias distintas, aunque se desconoce el origen del financiamiento. Según contó años más tarde Nasir al Wuhayshi, el líder de Al Qaeda en la Península Arábiga, Bin Laden decidió dar luz verde a la Operación Aviones después de que el 31 de octubre de 1999 el copiloto del vuelo 990 de EgyptAir estrellara el aparato contra el Atlántico matando a las más de 200 pasajeros que iban a bordo.
Conmovió al único astronauta estadounidense en el espacio
El ataque a las Torres Gemelas fue visto desde el espacio. El astronauta Frank Culbertson se encontraba en la Estación Espacial Internacional (EEI), cuando se produjeron las explosiones. Aunque no estaba solo, porque compartía tripulación con los cosmonautas rusos Vladimir Dezhurov y Mikhail Turin, sí era el único estadounidense en el espacio el 11 de septiembre de 2001. En aquellos años la EEI no contaba con televisión en vivo ni internet, por lo que Culbertson se enteró de lo que pasaba en su país natal a través de una conferencia radial con el equipo médico de la NASA en la Tierra. Cuando vio en el mapa que estaba pasando por Canadá y que pronto sobrevolaría Nueva York, se preparó para capturar el momento: “Recorrí toda la EEI hasta que encontré una ventana que me diera una vista de Nueva York y agarré la cámara más cercana", escribió en una carta enviada a la NASA los días siguientes de los atentados. "Las lágrimas no fluyen de la misma manera en el espacio", fue una de las enternecedoras conclusiones que escribió cuando envió la foto a la Tierra.
Fotografía capturada por el astronauta Frank Culbertson poco después del ataque a las Torres Gemelas en la Estación Espacial Internacional. | NASA
Ver másDos víctimas del atentado del 11S en Nueva York son identificadas 20 años después
Cuando la campaña contra el World Trade Center anticipó su destrucción
Pero los vaticinios sobre lo que podría ocurrir con aquellas torres se anticiparon 33 años antes. Lawrence Wien, abogado millonario de Nueva York y dueño del Empire State Building desde 1961 junto a su socio Harry Helmsey, inició una campaña contra el World Trade Center cuando se enteró de que unos nuevos rascacielos iban a destronar al Empire State como el edificio más alto del mundo (lo superó por un metro veintidós centímetros). Dos años después de que se empezaran a construir las torres —las obras se iniciaron en 1966—, Wien financió un anuncio a página casi completa en el New York Times que titulaba: “Las montañas vienen a Manhattan”. En el artículo denunciaba los peligros que implican para el tráfico aéreo la construcción de las Torres Gemelas y lo ilustraba en un accidente de aviación que tuvo lugar el 28 de julio 1945 contra el Empire State, cuando un bombardero americano, cegado por la niebla, chocó contra el edificio. Aunque el accidente no puso en peligro la estructura del bloque, murió la tripulación del aeroplano y 11 trabajadores del edificio.
Las torres que diseñó el arquitecto Minoru Yamasaki, alma mater del proyecto, no nacieron con buen pie. Las campañas de descrédito fueron una constante durante su construcción. Primero por varias organizaciones comerciales del Bajo Manhattan, que recurrieron hasta la Corte Suprema para paralizar su edificación, porque argumentaban que arruinarían a la pequeña y mediana empresa de la ciudad. A los malos presagios que anunció Wien, se sumaron los de la línea aérea pakistaní PIA (Pakistan International Airline), que en marzo de 1979 publicó en diarios y revistas de Estados Unidos un aviso de sus vuelos a Nueva York, en el que se veía la sombra de un enorme avión recortada sobre las Torres Gemelas. Luego llegaron los incendios que obligaron a la empresa de construcción a instalar rociadores en todos los pisos de las torres. Las amenazas de bomba, una de ellas en 1977 perpetrada por un grupo independentista de Puerto Rico obligó a la evacuación de las dos torres. Mientras que el famoso atentado de Al Qaeda del 26 de febrero de 1993 en el estacionamiento subterráneo de la Torre Uno, perpetrado por Ramzi Yousef, se convertiría en la antesala del golpe final que ocho años más tarde cambiaría para siempre la historia de los Estados Unidos.
Las dos torres se desplomaron en 11 y 9 segundos respectivamente, una velocidad equiparable al tiempo que tarda una bola de billar en caer desde una altura de 110 pisos y que coincide con el día y mes en el que sucedieron los atentados. Cada rascacielos contaba con 110 pisos y entre los dos albergaban 376 empresas. Muchas de las sociedades arrendatarias perdieron a sus equipos directivos aquel fatídico día, lo que las obligó a nombrar apresuradamente sustitutos para continuar con las actividades mercantiles. La compañía de inversiones Cantor Fitzgerald —el mayor intermediario mundial de renta fija— perdió a 658 empleados de los 1.000 que trabajaban allí el día de la catástrofe. Sólo se salvó el jefe que llevaba a sus hijas al colegio cuando los aviones impactaron en el centro financiero World Trade Center. Se necesitaron 3,1 millones de horas de trabajo para limpiar 1,8 millones de toneladas de escombros. Ningún funambulista como Philippe Petit pudo volver a pasearse sobre ellas en un cable tendido, como él hizo en una mañana de agosto de 1974. Murieron 2.977 personas, y solo el 60% de los cuerpos fueron identificados. Hablamos de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en la ciudad de Nueva York, conocidos como el 11S, veinte años después.