El descanso dominical: la primera victoria del derecho al ocio

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José Carlos Huerta

El 3 de marzo de 1904 se aprobó en España la Ley del descanso dominical, la primera norma por la que se prohibía el trabajo en domingo. Que los trabajadores descansaran un día a la semana fue una conquista social y laboral que hoy en día (casi) nadie discute, pero que causó conflicto y controversia en la sociedad de inicios del siglo XX.

La ley entraría en vigor el 11 de septiembre de ese mismo año, cuando gobernaba Antonio Maura (político de cierto corte liberal y conservador). Antes de esta ley, el Ministerio de Gobernación (como se denominaba entonces el Ministerio de Interior) recomendaba a los gobernadores civiles y alcaldes que "cuidasen de hacer observar las fiestas religiosas", es decir, que todo el mundo pudiera ir a misa los domingos, como recogían algunos decretos anteriores a la promulgación de la ley de 1903. Esos decretos hacían hincapié en el respeto a las labores religiosas, pero no tenían como objetivo proteger a los trabajadores.

El descanso dominical tiene raíces antiguas. Según algunos autores, el primer antecedente es una ley que promulgó el emperador romano Constantino el 7 de marzo del año 321 d.C. El emperador establecía que se debía respetar la festividad del Sol Invicto (una deidad pagana) y no se podría trabajar en las ciudades, aunque sí en el campo. El cristianismo se beneficiaría de esta ley y acabaría por adoptarla como costumbre propia. 

Así, en la Edad Media, Alfonso X regulaba en sus célebres Siete Partidas (cuerpo jurídico que buscaba unificar las leyes de Castilla en el siglo XIII) disponía para sus súbditos que "en domingo no labren, ni hagan labores algunas, ni tengan tiendas abiertas...". El objetivo era que toda la población pudiera cumplir con sus "deberes cristianos". 

La pérdida de una costumbre

En el siglo XIX, no obstante, se abolieron varias de las leyes que regulaban este descanso, y en muchos lugares se pasó al trabajo constante: los empleados —sobre todo de las clases más bajas y con los empleos más precarios— no descansaban nunca. Se trabajaba prácticamente todos los días del año, salvo festividades muy concretas, y con jornadas brutales de 10 a 18 horas diarias. El siglo XIX fue el de la institucionalización del trabajo precario. Aunque la festividad del domingo estaba reglada en algunas leyes, las excepciones recogidas eran tan ambiguas que prácticamente nadie descansaba ningún día de la semana

 

El albañil herido (1890), de Rafael Romero de Torres.

Un trabajador industrial solía trabajar en 70 y 84 horas semanales sin pausa, y ganaba lo justo para sobrevivir —y a veces ni eso—. En el campo, el trabajo totalmente estacional hacía que los jornaleros pasaran muchos meses parados, sin nada que hacer, pero que en los meses de trabajo trabajaran "de sol a sol". Esta expresión se traducía normalmente en jornadas de 18 horas de trabajo prácticamente ininterrumpido.

En 1890, la Comisión de Reformas Sociales, una institución creada para estudiar y mejorar las condiciones de vida de la sociedad española del 1900, se mostró favorable a la creación de una normativa que regulara el descanso dominical. El proyecto de ley fue rechazado en varias ocasiones, hasta que finalmente se aprobó el 12 de deciembre de 1903. A pesar de las brutales condiciones de trabajo, cuando el Gobierno de Maura trató de impulsar la ley, las voces críticas no se hicieron esperar.

Una ley para garantizar un derecho

El domingo 11 de septiembre de 1904 entró en vigor la ley que prohibía trabajar el domingo (con contadas excepciones). Determinados sectores sociales, principalmente los empresarios y patronos, se manifestaron en contra. El Imparcial del lunes 12 de septiembre recogía testimonios que expresaban lo "terrible" que era el descanso dominical. La ley no se respetó en todas partes: "Yo he trabajado", señalaba al periódico un funcionario de Valdepeñas (Ciudad Real), que celebraba que "aunque este ayuntamiento es maurista, ha hecho caso omiso del descanso dominical". 

Pero no sólo hubo quejas entre los empresarios. Las clases populares, a las que en teoría iba destinada la ley, también tuvieron voces descontentas. Los trabajadores y sus familias, acostumbradas a que el domingo fuera un día laborable más, si acaso con un paro parcial para ir a misa, no sabían cómo afrontar ese tiempo libre. Así, muchos trabajadores acababan en las tabernas, cuya apertura sí se permitía. Teniendo en cuenta su escaso salario, no es de extrañar que un ama de casa escribiera a ElImparcial quejándose de que su marido se gastaba en la taberna "lo que [les] hace falta para vivir". La mujer añadía que que "esto es lo que ha traído a esta casa, llena de paz y gloria, la ley del descanso dominical". 

 

Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE y UGT (1910).

Pablo Iglesias, líder del Partido Socialista, celebró la medida como "una conquista de la acción obrera", a pesar de los "defectos" de la ley. 

Pese las quejas y el malestar que generó en algunas personas, el descanso en el domingo se acabó imponiendo. A día de hoy, el artículo 37 del Estatuto de los Trabajadores declara que los trabajadores tendrán "derecho a un descanso mínimo semanal" de "día y medio ininterrumpido" que como regla general comprenderá la tarde del sábado "y el día completo del domingo". Este reposo puede acumularse durante un máximo de 14 días, tras los que habrá tres días completos de descanso. 

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Hace poco más de 100 años era inaceptable para algunos sectores sociales que los domingos no se trabajara. Este cambio social, como tantos otros, favoreció principalmente a los trabajadores precarios, que pasaron de trabajar hasta "reventar" a tener días de reposo, tan necesarios —sobre todo en los trabajos exigentes físicamente. 

Hoy en día, nos parecería inaceptable que alguien se viera forzado a trabajar todos los días, sin descanso, pero las mejoras de las condiciones de trabajo siguen generando resistencia en algunos sectores de la sociedad.

 

El 3 de marzo de 1904 se aprobó en España la Ley del descanso dominical, la primera norma por la que se prohibía el trabajo en domingo. Que los trabajadores descansaran un día a la semana fue una conquista social y laboral que hoy en día (casi) nadie discute, pero que causó conflicto y controversia en la sociedad de inicios del siglo XX.

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