Elías León Siminiani: “Me motiva aportar algo para que el mundo en el que crezca mi hija siga siendo viable”
Elías León Siminiani (Santander, 1971) ha desarrollado su carrera cinematográfica hablando de sí mismo y de los demás. Bajo su dirección se unen el ensayo y el documental de investigación, los largometrajes y los cortos, la experimentación y el periodismo, con obras tan dispares como El saso Alcasser y Mapa. Esta combinación le ha convertido en uno de los directores de cine más importantes de nuestro país, obteniendo numerosos premios como el de Mejor Documental Europeo en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, Mejor Documental en los Premios Feroz y una nominación al Goya a mejor cortometraje de ficción por El Premio. Su última película es Síndrome de los quietos, donde cuenta, a medio camino entre el documental y el ensayo, la historia de unos cineastas que, en 2018, intentaron grabar un falso documental sobre un supuesto "síndrome de quietud" en Colombia como metáfora de la situación del país sudamericano.
En un presente tan perturbador, donde parece que el mundo se derrumba a nuestros pies y la llegada del futuro se presume igualmente de forma negativa, León Siminiani apuesta por no resignarnos y por usar la situación como estímulo para cambiar las cosas. “Algo que me motiva con asiduidad de cara al futuro es la idea de aportar algo en la infinita microescala de mis días para que el mundo en que crezca mi hija siga siendo un mundo viable”, nos cuenta el director, admitiendo que su estado de ánimo es, sin embargo, cambiante en función del momento, “como todo lo que toca a lo existencial”.
En verano, al cineasta le encanta pasar tiempo con su familia, pero también disfruta bañándose en el río, leyendo un libro o viendo clásicos cinematográficos “como vía de renovación”. A todo ello, añade sus paseos por las calles de Madrid en verano, una época en la que están "más vacías que nunca". Sin embargo, este año no ha podido disfrutar tanto de estas largas caminatas por “la ola de calor eterna” que hemos sufrido.
Entre todo lo malo, León Siminiani ve muchísimos hechos para ser optimistas de cara al futuro “en lo macro y en lo micro, en lo personal y en lo global”. Algunas de las buenas noticias de este año son para él “las cifras de empleo hasta el mes de julio, la importante subida en la venta de libros de los de pasar páginas con las manos, las tardes que nos sigue regalando Nadal y las que parece que nos regalará Alcaraz o el boom súbito de la filosofía en los planes escolares cuando parecía una disciplina abocada a la desaparición”.
En el ámbito del séptimo arte, el director destaca el gran año del cine español, el cual, considera que “ha tenido su mejor cosecha en muchos años”, y la vuelta a la dirección del mítico Víctor Erice, uno de los mejores cineastas españoles de la historia y que rodará este año su cuarta película 30 años después de rodar la última. “Es cierto que la situación mundial no está para echar cohetes, pero el que no se consuela es porque no quiere”, añade.
Cuando no encuentra ese consuelo, Siminiani vuelve a recurrir a su hija para evitar caer en la desesperanza: “Todo lo que tiene que ver con mi hija, sus amigas y su educación me obliga a resetear la mirada. Aunque me cueste mucho entregarle mi tiempo, cuando lo consigo, los beneficios no dejan de sorprenderme”. Además de su hija, el director y guionista intenta salir a correr con asiduidad, leer sobre urbanismo y arquitectura, ir a la Filmoteca nacional y, cuando puede, dormir bajo las estrellas. Y si todo eso no funciona para escapar de las malas noticias, León Siminiani nos recomienda ver El infierno del odio, de Akira Kurosawa, donde el magnífico director japonés nos relata una historia de dilemas morales y de grandes contrastes que apasiona al director.
Cuanto más comunicados estamos y cuanto más rápidos son nuestros móviles, peor informados estamos
Actualmente, cuando muchas veces prima la inmediatez y lo superficial, el director reivindica “todo lo que permanece y, de una u otra manera, nos devuelve la nada ínfima de nuestra existencia” como el mejor ansiolítico posible para superar el pesimismo.
En contraposición al pensamiento anterior, León Siminiani critica el ecosistema mediático actual dominado por las redes sociales, a las cuales culpa, en gran medida, del ruido político en el que estamos sumidos. Para el cineasta, a esa situación contribuye que en la actualidad “el medio sea el mensaje”, una frase con la que el pensador estadounidense Mashall McLuhan explica la influencia decisiva del canal sobre lo transmitido por él. “Da demasiada pereza ya hablar de la estulticia general que provoca la basura de las redes y, muy particularmente, la llegada de internet al móvil. La dispersión mental, el imperio de lo efímero, el tiempo tirado a la basura, la cultura del clickbait, las fake news, la adicción global no reconocida...en fin lo que sabemos todos de memoria mientras seguimos retuiteando”, lamenta el director.
Alauda Ruiz de Azúa: "Me alegra ver a un público que aún busca emocionarse con las historias"
Ver más
Esa inmediatez afecta negativamente a la forma de acercarnos a la actualidad, de hecho, León Siminiani piensa que “cuanto más comunicados estamos y cuanto más rápidos son nuestros móviles, peor informados estamos”. Por contra, para el director, “la información real pasa por la capacidad de análisis y de leer con concentración. Y eso es algo que las nuevas generaciones de smartphone se están encargando de minimizar sin prisa pero sin pausa”.
Otro de los problemas a los que se enfrenta la información de calidad es, a su modo de ver, la precarización del periodismo, la cual hace casi imposible la consecución de esos análisis profundos que reivindicaba el cineasta con anterioridad. Sin embargo, es optimista porque, pese a esta situación observa “maravillado” como surgen “frentes de periodismo genuino en nuestro país”.
Por toda esta problemática, León Siminiani ve muy necesario un cambio social con respecto a la forma en la que la gente mira el trabajo periodístico: “El covid ha puesto de manifiesto el estado de la sanidad en nuestro país. Me pregunto qué tendría que pasar para que algo similar evidenciara el desprecio generalizado por la educación, la cultura y el periodismo en este país. Sin estos tres pilares es imposible una sociedad mínimamente adulta”.