La risa y el humor son imprescindibles para el día a día de Dolores Delgado. Aunque para la que fuera Fiscal General del Estado esto sea necesario para sobrellevar la rutina y las obligaciones laborales, hay temas, por supuesto, de los que nunca bromearía: la violencia, el sufrimiento, la barbarie, la opresión, la injusticia, el daño a los débiles. Son todas estas actitudes que no soporta: "No me generan otra cosa que rabia y tristeza, me angustian y producen en mí sensaciones antagónicas a la del bienestar”.
Más allá de estas líneas rojas que nunca sobrepasará, comenta que su sentido del humor y su actitud ante ciertas cuestiones aparentemente cómicas han ido evolucionando con el paso de los años. Y es que, como cualquiera pero indudablemente de una manera más intensa derivada de sus responsabilidades profesionales, ha ido adquiriendo e incorporando nuevos códigos de respeto que le han hecho replantearse, como a muchos de nosotros, determinados tipos de humor que antes eran considerados como "lo normal".
A veces, las situaciones más serias y comprometidas son las que me hacen reír
Así las cosas, se muestra Delgado prudente al reflexionar sobre todo eso tan controvertido de lo “políticamente correcto”. Para la actual fiscal de Sala en materia de Derechos Humanos y Memoria Democrática, “la autoría restringe la espontaneidad”, pero afirma que no es cierto que el “anonimato” conduzca a lo auténtico y natural. “Bajo una careta, los insultos, amenazas o vejaciones son más fáciles de arrojar. Así que, a veces, según de quien se trate, se debería entrar en espacios de corrección, reflexión y cortesía”, plantea.
Dolores Delgado ha desarrollado una trayectoria profesional al más alto nivel en el mundo de la judicatura, siendo también ministra de Justicia entre 2018 y 2020 (cuando pasó a ser Fiscal General del Estado). Precisamente en su trabajo hay ocasiones en las que, por protocolo, se exige mayor seriedad. Es por ello que confiesa a infoLibre entre risas que esta necesidad de mantener la compostura es en algunas ocasiones su punto débil. “A veces, las situaciones más serias y comprometidas son las que más me hacen reír”, reconoce, añadiendo que en esos momentos se adueña de ella una “extraña rebeldía” que le hace romper a carcajadas.
He conocido a muchas personas de distintos orígenes y procedencia, y no sería capaz de identificar con el territorio el sentido del humor. Quien tiene gracia la tiene, quien no, pues no
La fiscal recuerda un juicio concreto, en el que ella era la fiscal en la Audiencia Nacional y estaba en la Fiscalía Antidroga. Así nos lo relata: "Los acusados de una organización de narcotraficantes eran conocidos por sus alias y yo tenía que identificarlos. Así que cuando le tocó el turno al conocido como 'el patatas fritas' me entró la risa, no podía seguir interrogando a aquella persona. Cada vez que intentaba preguntar por las patatas fritas me reía, y lo mejor es que todos acabamos contagiados por la risa".
Un episodio que, en principio, era muy serio, se convirtió en algo más llevadero para todos gracias al humor. Para Delgado, estas situaciones relajan y “bajan la tensión y ayudan a humanizar situaciones complejas”. ¿A cuántos de nosotros se nos viene a la mente un momento serio o incluso triste, en el que hemos acabado riendo? A veces, la risa hace que situaciones difíciles nos sean más leves, que algo insoportable o excesivamente solemne se nos haga más llevadero y humano.
En esta línea, se jacta de ver humor en situaciones cotidianas. Profundiza en esta idea contándonos un encuentro casual que tuvo hace poco con alguien al que no llegó a reconocer. “Se me quedó mirando fijamente y me preguntó: '¿Eres tú?' Le contesté: 'Sí', esperando a que me dijera su nombre para ubicarle, pero guardó silencio. Entonces solo se me ocurrió preguntarle de vuelta: “¿Eres tú?” A lo que me dijo que 'sí'. En vez de despedirme y seguir mi camino, me empecé a reír sin poder hablar y solo acertó a decirme: '¿Te encuentras bien? Tanto estrés te está causando estragos'".
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Gracias a su experiencia también como diputada, Delgado sabe que hay muchos políticos con un gran sentido del humor. Aunque quizás no nos hacen reír a carcajadas, a ella le sacan una sonrisa aquellos que usan la ironía, los dobles sentidos y las metáforas: "Los que dejan ese regusto de una buena frase que quieres recordar para repetirla en cuanto una situación te lo permita”. Sin embargo, es severa con la situación política actual, y establece el insulto como el principal problema, el hecho de que "la barbarie se ha impuesto a la razón", es decir, al arte de la argumentación.
Su vida profesional le ha permitido conocer a muchas personas de distintos orígenes y procedencia. Delgado no cree saber identificar el territorio con mayor sentido del humor ya que considera que el humor es algo más personal, “y quien tiene gracia la tiene, quien no, pues no”. Sí que establece algunos rasgos comunes en la gente que tiene sentido del humor, y por eso considera indispensable la empatía, la cercanía y, sobre todo, la inteligencia.
Aunque no se ríe cuando un chiste no le hace gracia, Delgado confiesa tener un humor bastante “fácil” y se lanza a contarnos un chiste malo, un chiste de verano: “'El pobrecito está achicharrado de tanta calor que hace', dice la profesora señalando la pizarra. Y pregunta: '¿Jaimito, en esta oración donde está el sujeto?' 'En Córdoba, seño', responde Jaimito muy seguro”. Y tras este chiste literalmente tan bochornoso, termina recomendando a los lectores de infoLibre Sin noticias de Gurb, el popular libro de Eduardo Mendoza que todavía le hace sonreír cuando vuelve a él años después de su primera lectura.
La risa y el humor son imprescindibles para el día a día de Dolores Delgado. Aunque para la que fuera Fiscal General del Estado esto sea necesario para sobrellevar la rutina y las obligaciones laborales, hay temas, por supuesto, de los que nunca bromearía: la violencia, el sufrimiento, la barbarie, la opresión, la injusticia, el daño a los débiles. Son todas estas actitudes que no soporta: "No me generan otra cosa que rabia y tristeza, me angustian y producen en mí sensaciones antagónicas a la del bienestar”.