Allí donde el Trasgu hace desaparecer las pertenencias de los más despistados, donde el Nuberu provoca lluvias y tormentas, donde el Cuélebre esconde sus tesoros y donde la Xana busca un lugar para bañarse, allí, entre las montañas que mezclan el verde de los pastos con el negro del carbón, vive también un joven asturiano que hace unos años revolucionó el panorama musical tradicional español calzando unas madreñas. Este zapato tradicional asturiano, usado por los campesinos para caminar entre el barro de los caminos sin asfaltar, son parte fundamental de la identidad de Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1986), un “agitador folclórico”, según él mismo se define, que ha logrado reinventar completamente la música tradicional asturiana gracias a la combinación de estos sonidos populares con música electrónica y de cabaret.
Siempre pegado a sus raíces, cuando no está de gira por todo el mundo vive en el concejo de Piloña, en una zona rural de Asturias, donde quiere devolver a las generaciones más mayores todo lo que le han dado en forma de música y de historias. Por eso, en el año 2021 fundó la asociación La Benéfica con el objetivo de reformar el antiguo teatro de la Benéfica de Piloña y transformarlo en un centro de arte donde la ruralidad se pueda unir con las vanguardias artísticas y el arte contemporáneo. Con ello, no solo quiere devolver la cultura a las zonas rarales, sino también luchar contra la despoblación.
El arte sin complejos de Cuevas, en el que une diversidad, tradición y modernidad, también se refleja en su forma de ver la cultura. El cantante admite “pasar bastante” de la clasificación entre alta y baja cultura, una diferenciación que para él es “una forma de clasificar para sentirse seguro y para saber qué está bien que te guste”. Cuevas considera que “el buen gusto define tanto a las personas que uno necesita meter en marcos las cosas para no fallar y no quedar mal con las obras que disfrutas”. En definitiva, la diferenciación entre alta y baja cultura no sería, para el cantante, una clasificación para definir la calidad de los productos culturales, sino más bien una red de seguridad para conocer qué está socialmente aceptado y qué no.
Cuevas asegura escuchar todo tipo de música y disfrutar sin complejos de productos culturales que, quizás, no están tan aceptados socialmente. Sin embargo, el artista reconoce que, aunque él no los sienta como tal, algunos de sus gustos sí pueden ser considerados placeres culpables por los demás.
Uno de ellos, el más reciente, es seguir y ver cuentas de Instagram dedicadas a los memes o al humor. “Me encantan los memes y disfruto muchísimo con instagramers como Cabeza de Bolsa. Me hacen muchísima gracia, sobre todo los que son en formato vídeo”, confiesa Cuevas
Sin embargo, el placer culpable “histórico” del cantante es su devoción por la actriz Lina Morgan. Una fascinación que descubrió cuando era un niño, al verla en la televisión todas las navidades. “Me encantaba, además lo que hacía era grabarme las actuaciones en vídeo y así las veía durante todo el año”, admite.
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Pero Rodrigo Cuevas no se quedaba solo en ver y grabar las actuaciones de la actriz, también se metía en el personaje: “Me sabía todos los diálogos de las obras de teatro. El último tranvía, Celeste no es un color, Vaya par de gemelas... Me flipan. A día de hoy me las pongo todavía de vez en cuando”, reconoce divertido.
Cuevas ve ahora su fascinación por Lina Morgan como un placer culpable por todas las connotaciones asociadas a la actriz, pero en su momento, cuando era pequeño, ni se podía imaginar que ese gusto fuera considerado extraño por la sociedad. De hecho, justo al contrario: “A mí me parecía tan buena que creía que a todo el mundo le gustaba Lina Morgan. Pero claro, a medida que me hacía mayor me di cuenta de que la gente tenía otra opinión”, comenta entre risas.
Para el cantante, Lina Morgan era la “reina del humor, la mejor improvisadora y la mejor humorista”, y precisamente por eso le chocaba tanto que el resto de sus amigos vieran “cutre” su pasión por la actriz. “Por eso, estoy seguro de que tengo una imagen súper diferente de ella de que la que tiene el resto de la sociedad”, zanja el artista, cuya voz se entrecortaba al otro lado del teléfono, víctima de la poca cobertura de las montañas asturianas.
Allí donde el Trasgu hace desaparecer las pertenencias de los más despistados, donde el Nuberu provoca lluvias y tormentas, donde el Cuélebre esconde sus tesoros y donde la Xana busca un lugar para bañarse, allí, entre las montañas que mezclan el verde de los pastos con el negro del carbón, vive también un joven asturiano que hace unos años revolucionó el panorama musical tradicional español calzando unas madreñas. Este zapato tradicional asturiano, usado por los campesinos para caminar entre el barro de los caminos sin asfaltar, son parte fundamental de la identidad de Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1986), un “agitador folclórico”, según él mismo se define, que ha logrado reinventar completamente la música tradicional asturiana gracias a la combinación de estos sonidos populares con música electrónica y de cabaret.