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Fuera de foco

Pablo Martín Sánchez: "A menudo las grandes ideas nacen en la cama o en la ducha… tras muchas horas de trabajo"

El escritor Pablo Martín Sánchez.

El artista es él y sus circunstancias. Es lo que defiende el escritor Pablo Martín Sánchez (Reus, Barcelona, 1977). Tuyo es el mañana (Acantilado, 2016) es la segunda parte de la que este narrador catalán llama su "trilogía del yo". Mientras que la primera entrega, titulada El anarquista que se llamaba como yo (Acantilado, 2012), cuenta la historia de otro Pablo Martín Sánchez —un revolucionario que intentó un golpe en Vera de Bidasoa (Navarra) en 1924 contra la dictadura de Primo de Rivera—, Tuyo es el mañana se desarrolla durante el conflictivo año en el que nació su autor, 1977. La segunda entrega expone problemas sociales que eran nuevos hace 40 años y que aún están por resolver, como el robo de bebés, el bullying o el maltrato animal.

Aunque ambos motivos —un tocayo parte de la Historia y el contexto en el que nació— no ha podido elegirlos, Martín Sánchez los ha incorporado a su vida haciéndolos suyos al narrarlos bajo su propio enfoque. Como declaraba en una entrevista, ambos "son una buena excusa para escribir" y reescribir la historia: algo que no habla de él, pero sí de sus circunstancias.

Antes de esta "trilogía del yo", este escritor, lector, corrector, traductor y librero publicó una obra de relatos en 2011 titulado Fricciones (EDA Libros). Ahora, a caballo entre un retiro profesional en la frontera franco-belga y la capital peruana donde presentará su obra, Pablo Martín Sánchez cuenta qué libros echará en la maleta que lo acompaña a Lima y su opinión respecto al verano como contexto para disfrutar del arte.

Pregunta. ¿De qué huye estas vacaciones?

Respuesta. Por decirlo con un gaje: del mundanal ruido. (Lo del "gaje" es un término que inventamos con unos amigos y que hace referencia a aquellas palabras que siempre aparecen en el mismo sintagma, como crasomódico o avizor, que solo utilizamos acompañadas de error, precio u ojo –puedes leer un artículo donde lo explico más detalladamente aquí—.)

P. ¿Viaja de vuelta a casa, o a algún destino desconocido?

R. En realidad, se me hace difícil hablar de vacaciones, pues vengo de dos meses (junio y julio) en la Villa Marguerite Yourcenar (en la frontera franco-belga), donde he disfrutado de una residencia literaria en un entorno natural impresionante, dedicado exclusivamente a la lectura y la escritura. Y empiezo agosto yéndome una semana a la Feria del Libro de Lima, donde presentaré mi novela Tuyo es el mañana y participaré en una charla con [el escritor francés] Laurent Binet sobre la reescritura de la historia. Así que mis vacaciones consistirán más bien en quedarme en casa, con mi gata y mi pareja, y disfrutar de la oferta cultural de Barcelona, como las fiestas de Gràcia, donde estaré ayudando en la medida de lo posible a mis amigos de la comisión de fiestas de Sant Pere Màrtir i Jesús, que se estrena este año en el concurso de calles engalanadas.

P. ¿Qué libros, películas o discos huelen más a tiempo libre?

R. ¡Esto suena al anuncio aquel de la Coixet de "a qué huelen las nubes"! Yo le daría la vuelta a la tortilla y diría que es el tiempo libre el que huele a libros, películas y discos. Aunque lo cierto es que el verano nunca ha sido una época propicia para los buenos estrenos cinematográficos, ni la playa el lugar ideal para leer a Proust, ni los chiringuitos la mejor caja de resonancia para la música. En realidad, yo asocio el verano más bien a los festivales de teatro: el Grec, Avignon, Edimburgo…

P. ¿Y qué lectura le acompaña en la bolsa de playa?

R. A Perú me pienso llevar el libro Nuevos juguetes de la guerra fría, del escritor peruano Juan Manuel Robles, a quien conocí fugazmente hace algunos años en Lima y que me recomendó efusivamente Teresa B. Y si me animo a llevarme algún libro a la playa será Matadero Cinco, de Kurt Vonnegut, y Helena o el mar del verano (¡qué título tan apropiado!), de Julián Ayesta, que tengo que leer para el Club de Lectura BuGeLe, una hermosa iniciativa de Ricard Ruiz Garzón.

P. ¿El peor vecino de piscina que se pueda imaginar?

R. ¿Donald Trump?

P. ¿Aprovecha estos meses para adelantar trabajo, o el descanso es sagrado?

R. Adelantar no sería la palabra. Cuando la frontera entre el ocio y el oficio es tan lábil, cuesta distinguir cuándo se está haciendo una cosa o la otra. Aun así, de mi pasado como atleta aprendí que el descanso es tan importante como el entrenamiento: a menudo las grandes ideas nacen en la cama o en la ducha… tras muchas horas de trabajo.

P. ¿De qué asunto o personaje estará pendiente aun estando de vacaciones?

R. De lo de siempre: de la política (el inminente referéndum catalán dará mucho de sí), de la cultura (habrá que estar atento a las novedades de la rentrée literaria), del deporte (aunque este verano me he hecho el firme propósito de no leer nada sobre fichajes futbolísticos, ese nuevo subgénero de la ficción especulativa).

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P. Si le digo “verano de infancia”, ¿qué imagen se le viene a la cabeza?

R. Los polos, el Cacaolat, el Plim (la añorada bebida autóctona de Reus), los futbolines, los campings, Historias de Ninguno (el primer libro que recuerdo haber leído), la piscina, las bicis, las siestas, las persianas bajadas.

 

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