Las puertas digitales de la Biblioteca Nacional

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Una colección de cromos del siglo XIX y principios del XX. Grabaciones del cantaor Manuel Torres. Una colección de fotografías de puertas ilustres del patrimonio español, tomadas en torno a 1870. Son algunos de los variados tesoros que contiene la Biblioteca Nacional de España (BNE). Pero quizás los usuarios no iniciados no los conocerían si no fuera por su equipo de difusión. El nombre completo del departamento es, en realidad, Servicio de Difusión de Contenidos Digitales, Portales y Redes Sociales, y su misión es, en parte, que el gigantesco edificio del Paseo de Recoletos, en Madrid, parezca algo menos imponente y lejano. Son ellos quienes están detrás de las redes sociales de la institución, y también quienes urden sus proyectos de divulgación. No es muy arriesgado aventurar que nunca se harán famosos por ello, pero su trabajo diario forma parte de esas labores que sostienen la cultura desde la sombra y que recogemos en julio y agosto a lo largo de esta sección.

Elena Sánchez Nogales, la responsable del equipo, se mueve con soltura por los laberínticos pasillos de la biblioteca. Al pasar la enésima puerta, muestra, visiblemente orgullosa, un pabellón lleno de afanados trabajadores. "Al principio", dice, "éramos poquitos, pero poco a poco hemos ido creciendo y nos tuvieron que mover aquí". Ese hemos colectivo hace referencia a la comunidad de trabajadores de lo digital que se ha ido abriendo un hueco en este templo del papel. La BNE existe ahora, una década después de que comenzara su labor de digitalización, más allá de estos muros. Si en 2017 la institución realizó casi 200.000 préstamos y recibió a 94.500 lectores en sus salas, en ese mismo año los más de 854.000 usuarios de la Biblioteca Digital Hispánica (su álter ego en la red) descargaron 5,3 millones de documentos. Si los visitantes físicos decrecen (un 6% el año pasado), los virtuales aumentan (un 46% en el mismo período). Pese a la apariencia estática del edificio, el mundo está cambiando, también aquí. Y, además de las enormes puertas de Recoletos, ahora en un elocuente proceso de restauración, la biblioteca tiene también unas puertas digitales. 

Parte de este éxito se debe a Sánchez Nogales y su equipo. La BNE, un organismo con cierta imagen seria y recogida, cuenta con  287.000 seguidores en Facebook y 184.000 seguidores en Twitter. Proyectos como el de ChefBNE, que recoge y difunde la tradición culinaria española, han sido recibidos con entusiasmo. Nada de esto era siquiera imaginable cuando la documentalista llegó al proyecto de Biblioteca Digital, en sus inicios. Telefónica puso entonces 10 millones de euros que sirvieron para digitalizar, entre 2008 y 2013, más de 122.000 títulos. Hoy son más de 200.000. Lo que en un momento se pensó como una manera de garantizar la preservación de los fondos más delicados, cuenta, se ha acabado convirtiendo en una revolución: "Esto ha ido creciendo e impactando no solo en los procesos internos, sino en lo que la biblioteca entiende por difundir". Si antes esa labor se limitaba a las exposiciones y actividades especiales (que se siguen organizando), la presencia en Internet les abría nuevos caminos. "No hay que olvidar que esto lo pagamos todos", dice Sánchez Nogales, "también quienes no se dedican a la investigación, y también quienes no viven en Madrid". 

Las redes sociales son quizás la herramienta más inmediata para llegar a un gran número de usuarios —porque "usuarios son también", dice nuestra guía, "los que nos siguen en redes"—. El pequeño equipo de tres personas, contándola a ella, que gestiona los perfiles atiende cada día a consultas desde lo más básico —horarios de la biblioteca— a lo más especializado —la disponibilidad de fondos de tal o cual materia—. Pero Facebook y Twitter se han convertido en un foro en el que dar a conocer el inmenso catálogo de la BNE, que alcanza los 10,6 millones de documentos."En nuestro caso empezamos a contar nuestras colecciones, así un poco en solitario, como era todo al principio, y luego vimos que la gente estaba hablando de sus cosas y nosotros teníamos que estar en eso".

Junto a asuntos más relacionados con el día a día de la biblioteca, el equipo de redes aporta información sobre hechos de actualidad o efemérides. Para la ola de calor, por ejemplo, muestra un abaniquero antiguo —que hasta eso hay en catálogo— y publicaciones de hace un siglo que ya advertían: "Tome usted el sol en verano que en invierno lo echará de menos". Ante el eclipse lunar del pasado viernes rescataban estampas del mismo fenómeno reflejado a lo largo de los siglos.

Encontraron un filón en las series históricas producidas por Televisión Española, como Isabel, Carlos, rey emperador o, más tarde, El Ministerio del Tiempo. Cuando en algún capítulo se hacía referencia a cualquier hecho histórico que estuviera reflejado en el catálogo, ahí estaba el perfil de Twitter de la BNE para señalarlo y complementar, de paso, la información dada por los guionistas. "A los usuarios les hacía ilusión que estuviéramos con ellos allí, viendo el capítulo y tuiteando". Si al principio trabajaban intuyendo de qué podría hablar la serie en su siguiente entrega, el éxito de la iniciativa llevó luego a que los productores de El Ministerio de Tiempo les facilitaran información sobre los sucesos históricos que podían aparecer en el capítulo. "Así íbamos algo preparados, porque si no, con los saltos temporales, hubiera sido imposible", dice la feja de Difusión.

Y atienden incluso a los chascarrillos tuiteros. En diciembre de 2016, la usuaria @chococriskis contaba en una serie de tuits el fallido ingreso de Emilia Pardo Bazán en la Real Academia Española, y señalaba al escritor Juan Valera como uno de los mayores opositores a su entrada. Uno de sus mensajes arremetiendo contra el autor no tardó en hacerse viral: 

 

Pues bien, cuando la BNE habló el pasado abril de Valera, coincidiendo con el aniversario de su fallecimiento, no dudó en escribir: 

 

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Pero su actividad es frenética también fuera de las redes. Su último gran triunfo ha sido Chef BNE, un proyecto en el que cocineros e investigadores trabajaban juntos para recuperar, adaptar y dar a conocer recetas de la gastronomía histórica española, del garum inventado por los fenicios y conservado en el tratado de Marco Gavio (1 d.C.) a la salsa de tomate a la española, recogida por primera vez por Juan de la Mata, repostero jefe de Felipe V y Fernando VI. No ha sido el único: con su Quijote interactivo, que explicaba el contexto de Cervantes a través de su música o su comida, se ganaron el corazón de los docentes. Ahora se proponen comenzar varios proyectos de crowdsourcingcrowdsourcing, técnica que elabora grandes bases de datos gracias a la colaboración de los usuarios. "Por ejemplo, identificando a personas en fotografías que no están identificadas", explica Sánchez Nogales, o "georreferenciando [localiznado en el mapa] teatros de los que tengamos carteles de las representaciones". 

En sus mesas, Javier Pavía y Mara Jarones, dos tercios del equipo de redes, revisan el organizado calendario de efemérides y actividades de la biblioteca con el que planean la semana. Sánchez Nogales insiste en que su trabajo no tiene que ver solo con procesos internos más o menos tediosos, sino con un verdadero cambio en la idea de cómo debería ser una institución de este tipo. "Hemos aprendido lenguajes y narrativas distintos, para hablar a los gatrónomos, para hablar a los profesores, para hablar al usuario… Y nos ha enseñado a escuchar las conversaciones que se mantienen fuera", cuenta. Esta puerta digital abierta en una década es de doble sentido. 

 

Una colección de cromos del siglo XIX y principios del XX. Grabaciones del cantaor Manuel Torres. Una colección de fotografías de puertas ilustres del patrimonio español, tomadas en torno a 1870. Son algunos de los variados tesoros que contiene la Biblioteca Nacional de España (BNE). Pero quizás los usuarios no iniciados no los conocerían si no fuera por su equipo de difusión. El nombre completo del departamento es, en realidad, Servicio de Difusión de Contenidos Digitales, Portales y Redes Sociales, y su misión es, en parte, que el gigantesco edificio del Paseo de Recoletos, en Madrid, parezca algo menos imponente y lejano. Son ellos quienes están detrás de las redes sociales de la institución, y también quienes urden sus proyectos de divulgación. No es muy arriesgado aventurar que nunca se harán famosos por ello, pero su trabajo diario forma parte de esas labores que sostienen la cultura desde la sombra y que recogemos en julio y agosto a lo largo de esta sección.

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