La opinión pública estadounidense aún no se ha recuperado de la última arbitrariedad cesarista impuesta por Donald Trump. Hace apenas unos días echó mano de su prerrogativa presidencial para evitar el ingreso en prisión de su amigo y asesor Roger Stone. El escándalo se ha extendido no sólo a la población demócrata. Hasta el excandidato a la presidencia por el Partido Republicano Mitt Romney ha llegado a decir en Twitter que se trata de una "corrupción histórica sin precedentes: un presidente estadounidense conmuta la sentencia de una persona condenada por un jurado por mentir para proteger a ese mismo presidente".
Las acusaciones contra Stone eran muy graves y le habían costado una sentencia de más de 3 años de cárcel. En el proceso se había comprobado que había participado en la obtención y divulgación de mails robados directamente de los servidores de Partido Republicano por parte de hackers rusos que se hicieron públicos en Wikileaks. La mayoría de los medios estadounidenses todavía no es capaz de asimilar semejante nivel de caciquismo por parte del actual presidente. The New York Times publicaba hace unos días una interesante columna de tres cineastas titulada Qué es lo que Trump quiere de Roger Stone, en la que mantiene que el principal motivo por el que el presidente americano ha librado a Stone de la cárcel es que le necesita para asegurarse otros cuatro años en la Casa Blanca: "Mientras intenta enderezar el barco, Trump va a recurrir a Stone, en cuya perspicacia política ha confiado durante casi cuarenta años y que tiene más experiencia en campañas presidenciales que cualquier otra persona en el círculo íntimo del presidente".
Un personaje de leyenda negra
Pero, ¿Quién es Roger Stone? La respuesta da para pasar varias horas hablando del asunto. Se trata de uno de los personajes más alucinantes que nunca jamás hayan existido dentro del mundo de la comunicación política. Toda su larga carrera (tiene 67 años) está plagada de hechos sorprendentes y la mayor parte de las veces con oscuros y secretos métodos de trabajo. Stone es un malo de película, tan astuto e inteligente como agresivo, enredador y sin escrúpulo alguno.malo Es difícil encontrar un solo capítulo de la historia más sucia de la práctica política estadounidense que no haya contado con su decisiva colaboración.
Ya apuntaba maneras, según él mismo ha contado, desde su infancia. Roger Stone ya empezó a jugar sucio cuando solo era un niño rubio de primer grado y en su colegio hicieron un simulacro de elecciones. Por aquel entonces, en 1960, sus padres apoyaban a Kennedy en su batalla frente al republicano Richard Nixon. Roger se acercó uno a uno a sus compañeros que hacían cola para entrar al comedor y les susurró al oído: "¿Sabéis que Nixon ha propuesto que tengamos cole los sábados?". Esa mentira hizo que todos sus compañeros se decantaran masivamente por el candidato demócrata: "Por primera vez en mi vida, entendí el valor de la desinformación", explica el propio Stone en un recomendable documental de Netflix sobre su papel en la campaña presidencial de Trump. Esta anécdota es el mejor ejemplo de la manera que tiene Roger Stone de concebir la política: para él, todo vale con tal de ganar.
Una mente diabólica vestida de fantoche
Detrás de su apariencia de dandi culturista que viste sombreros y trajes extravagantes y derrocha vanidad por los cuatro costados, se esconde uno de los grandes gurús de la comunicación política del último medio siglo. Es imprescindible conocer a Stone para entender cómo funciona el mundo de la política y de la comunicación desde los tiempos del Watergate. Se le considera el gran creador de Trump y ha estado presente en cada momento clave de la política americana de los últimos cuarenta años. Tal y como explica el periodista Jeffrey Toobin, quien le ha entrevistado en numerosas ocasiones, en Estados Unidos se le conoce como The dirty trickster (El tramposo sucio): "Roger es el Forrest Gump siniestro de la política americana, es un lunático que ve la moralidad como un sinónimo de debilidad".
Stone, que se define a sí mismo como un "agente provocador", sabe moverse muy bien en el fango. Domina a la perfección las técnicas de juego sucio, crispación, mentira y difamación personal que acaban siendo eficaces y ha abierto caminos que, aunque sin ética alguna, han traído grandes aportaciones a la disciplina de la comunicación política. Todo lo que ha aprendido desde que empezó a trabajar en la campaña de reelección de Nixon lo recoge en Stone’s Rules: how to win at politics, business and style (2018), una auténtica guía para los estudiosos e interesados en estrategia y comunicación para manipular a la opinión pública. La lectura del libro conlleva el sobresalto de la falta de principios democráticos con el reconocimiento de una extraordinaria habilidad para conseguir sus fines, cueste lo que cueste. Su trabajo es una biblia para los tramposos y una revelación extraordinaria para quienes creen en la pureza de la democracia para que sepan a lo que se van a enfrentar.
Las Reglas de Stone, los Mandamientos de la perversión estratégicaReglas de Stone
Las conocidas como las Stone’s Rules (Reglas de Stone) son una sucesión de conclusiones a las que ha llegado a lo largo de su dilatada experiencia. Merece la pena leerlas. Estas son algunas de las más llamativas:
- "Para ganar hay que hacer lo que sea". Es una de sus grandes máximas en política. Para Stone, el fin siempre justifica los medios, sobre todo si lo que está en juego es la victoria en unas elecciones.
- "Es mejor que te conozcan por infame a que no te conozcan". Lo importante es tener audiencia y llamar la atención y la mejor forma de conseguir esto es a través de la provocación. Según el periodista de The New Yorker Jeffrey Toobin, "Roger es único porque se recrea en la infamia, quiere que pienses que es un sinvergüenza".
- "En política, lo único peor que estar equivocado es ser aburrido". La política, para Stone, es espectáculo, postureo y mentiras. Empezó a darse cuenta de esto cuando tenía doce años y acudió a su primera convención republicana: "Descubrí que ya no quería ser actor y que quería dedicarme a la política, entonces todavía no sabía lo mucho que se parecían".
- "El odio motiva mucho más que el amor". Cree firmemente que el odio es un gran incentivo para los votantes estadounidenses, ya que "la política no trata de unir a las personas sino de dividirlas y conseguir ese 51%". Cuando era un veinteañero creó el NCPAC, el Comité Conservador de Acción Política, que fue pionero en el uso de la propaganda negativa en grandes dosis como arma electoral.
- "Niégalo todo, no admitas nada y lanza un contraataque". Es su mejor estrategia de defensa a nivel personal y una de sus reglas favoritas. En los noventa, cuando trabajaba en la campaña presidencial del candidato republicano Bob Dole, se vio envuelto en un escándalo sexual con su mujer. Lo negó una y otra vez con absoluta convicción. Años más tarde, cuando el asunto ya era irrelevante, reconoció sin rubor que todo era cierto.
- "No te rindas y reinvéntate a ti mismo". Stone tiene en su casa la colección más grande del mundo de souvenirs de Nixon y un gran tatuaje de la cara del expresidente en la parte superior de su espalda. Para él, Nixon representa la dureza y la capacidad de resistencia. "El tatuaje es un recordatorio de que cuando te tumban, tienes que ponerte de pie y seguir luchando porque un hombre no está acabado cuando es derrotado, solo lo está cuando se rinde", explica.
- "Halaga antes de golpear". Stone es partidario de un discurso político agresivo y despiadado, pero para que funcione cree que el líder político debe primero elogiar la sinceridad y las palabras de su oponente, aunque le parezcan ideas terribles y repugnantes. De esta forma, su ataque parecerá mucho más razonable y equitativo y, por lo tanto, más efectivo.
- "Los negocios son los negocios". En la trayectoria de Stone, al igual que en la de Trump, la política y los negocios siempre han estado relacionados. Gracias a los contactos que forjó durante sus años asesorando a Reagan, creó la consultoría Black, Manafort and Stone, que se convirtió muy pronto en el lobby más grande y poderoso de Washington. Él y sus colaboradores ganaron una fortuna asesorando a clientes como grandes empresarios e influyentes políticos.
- "Utiliza la técnica de la gran mentira". Esta técnica consiste en crear una mentira audaz, simple y masiva para que, a través de su repetición constante en los medios de comunicación y en política, sea creída por todo el mundo. Un claro ejemplo de esto es la teoría conspiranoica mil y una veces repetida por Stone de que Clinton es un violador y Hillary amenaza a las mujeres.
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"Dejad a Trump que sea Trump"
Todas estas peculiares reglas de la contienda política, que recoge Stone en su libro, resultan muy familiares. Su influencia en los modos de hacer, actuar y comunicar del presidente Trump es innegable. "Para ellos no existe ningún límite, deforman la verdad si es necesario y tienen una visión cínica, pervertida y antigubernamental de la propia política", explica la periodista de investigación de The New Yorker Jane Mayer. Los dos personajes, que comparten el gusto por el autobronceado y el pelo rubio casi fluorescente, se conocieron en los ochenta, cuando Trump expandía su imperio levantando casinos en Nueva Jersey y Stone dirigía la campaña del candidato a gobernador en el mismo estado. Ya en aquella época, el asesor animaba a Trump a presentarse como candidato: "Siempre he pensado que tenía las agallas y el coraje para convertirse en presidente. Representa los valores en los que creo: el antielitismo que identificó por primera vez Nixon, fue explotado por Reagan y ahora le caracteriza a él", explica Stone en el documental. Décadas después, en la campaña presidencial, el resto de asesores recomendaban a Trump que debía moderarse. Sin embargo, Stone le miraba y sabía que caería bien al electorado. "Dejad a Trump que sea Trump", les decía. Aunque la relación entre ambos ha sido tormentosa, el presidente ha confiado siempre en los consejos de Stone, quien la mayoría del tiempo le ha asesorado en la sombra.
Sorprende que Trump, a las puertas de unas elecciones, se arriesgue a salvar a su viejo amigo pagando el precio de volver a atraer toda la atención mediática hacia el asunto de la trama rusa. Según los expertos, todo se basa en un juego de intereses. La nefasta gestión de la pandemia y los malos resultados que le están dando las encuestas preocupan tanto al presidente que este mismo miércoles despedía a su director de campaña Brad Parscale. El último sondeo es devastador: el demócrata Biden obtiene el 52% de los apoyos frente al 37% de Trump, una diferencia de 15 puntos, el mayor margen registrado hasta la fecha.
La opinión pública estadounidense aún no se ha recuperado de la última arbitrariedad cesarista impuesta por Donald Trump. Hace apenas unos días echó mano de su prerrogativa presidencial para evitar el ingreso en prisión de su amigo y asesor Roger Stone. El escándalo se ha extendido no sólo a la población demócrata. Hasta el excandidato a la presidencia por el Partido Republicano Mitt Romney ha llegado a decir en Twitter que se trata de una "corrupción histórica sin precedentes: un presidente estadounidense conmuta la sentencia de una persona condenada por un jurado por mentir para proteger a ese mismo presidente".