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‘Los Farad’ o cómo acercarse al comercio mundial de armas desde la Marbella de los ochenta

Cartel de la serie 'Los Farad'

Amazon Prime acoge los ocho episodios de la nueva serie de Mariano Barroso, Los Farad. Escrita de nuevo con su colaborador habitual, el guionista y novelista Alejandro Hernández, vuelve a situarse en un pasado cercano, como ya hicieran juntos con la maravilla que fue El día de mañana y en la interesantísima La línea invisible.

En este caso visitan la Marbella de los años ochenta que utilizan como chincheta en un mapamundi desde donde saltar a puntos diversos del planeta. El tráfico de armas al que se dedican los Farad les permite contar a un tiempo las historias de un chaval listo que se busca la vida, de una familia que a su vez es una pequeña empresa, de un oscuro sector comercial y de los conflictos geomilitares internacionales.

Inspirada en los traficantes que vivieron en Marbella

Barroso ha afirmado que quería haber hecho una serie en clave de comedia hasta que se cruzó ante él y Hernández el libro de David López Canales, El traficante. Este material original contaba las conversaciones del autor con el encarcelado Monzer al Kassar, traficante de armas que vivió muchos años en la Marbella de los excesos.

Finalmente, Hernández y Barroso optaron por desarrollar su guion desde la ficción absoluta, aunque utilizando el contexto de una Marbella a la que iba a parar el beneficio del tráfico de armamento de ambos bandos contendientes en la guerra fría.

Un negocio legal hasta que no lo es

Entre los muchos elementos que se rescataron se encuentra la importancia del Certificado de Uso Final, el cotizado documento que permite operar legalmente a los comisionistas del negocio de las armas. Este comercio goza así un aspecto público, aunque, por su naturaleza, en ocasiones acaba convirtiéndose en un tráfico clandestino.

A la serie le cuesta un poco arrancar, porque no empieza en Marbella ni con el tráfico de armas, parece la historia de un chico captado por la mafia y despista no saber si va de nostalgia pop, aeróbic y lujo ostentoso. Poco a poco cuajan los elementos introducidos y los episodios no dejan de mejorar.

Las dinámicas de una familia que trabaja unida

El título subraya la importancia del clan unido por el apellido. Y parte de la energía del guion y el rodaje se dedica a contar el desarrollo de algunos conflictos de los Farad que pueden reconocerse en otras familias. 

El protagonista, la voz que nos cuenta la serie, es un huérfano con talento, Oskar, que busca encajar y recala en un núcleo con una extraordinaria fuerza centrípeta. A la vez se construye la tragedia clásica entre padres, hijos, hermanos, con una ambición y un resentimiento sin solución. De lo mejor de la serie.

En este caso la familia opera como empresa, recuerda en algún aspecto a Succession. No todos colaboran igual, ni siquiera todos suman, pero están unidos por el destino del negocio. Esta no es una actividad cualquiera, se desarrolla con espectaculares beneficios y una competencia peligrosa. 

Dos comerciantes para dos bloques de la guerra fría

En la vida real, en la época que se recoge en la serie, por un lado, desarrollaba su labor Monzer al Kassar, y por otro destacaba la figura de Adnan Khashoggi, también tratante de armas. Barroso y Hernández han imaginado una profunda rivalidad entre el líder de los Farad, Leo, y Abdel Mawad, que llega con sus derivadas al tablero internacional.

Y repasando algunas transacciones se echa un vistazo a los conflictos armados que se daban en aquellos años en el mundo, desde la contra nicaragüense sufragada a espaldas del parlamento americano por la CIA hasta la antigua Checoslovaquia. La guerra de Angola es otra pieza del tablero. El guionista Alejandro Hernández, nacido y educado en Cuba, estuvo en ella durante su servicio militar en el ejército cubano.

Algunos de los hechos que se cuentan reciclan elementos de la realidad o combinan unos con otros para generar algunos nuevos, pero con el aroma inconfundible de la guerra fría. 

Los tratantes de armas a veces se convierten en enemigos de los estados por su colaboración con terroristas o rivales. Pero en otras ocasiones esos mismos estados utilizan las conexiones de los traficantes para sus propias transacciones clandestinas.

Personajes lidiando con la ambigüedad

Alejandro Hernández afirma haber disfrutado de la oportunidad que este negocio ofrecía al guion en una entrevista a Fórmulatv. “A Mariano y a mi nos encanta ese tipo de personaje de esa ambigüedad, esa imprecisión de dónde te mueves y dónde está la línea roja”. 

Destaca el autor, que también colabora recurrentemente con Manuel Marín Cuenca, con Salva Calvo o con Alejandro Amenábar, que “el conflicto más potente es aquel que no tenga una solución racional. Cuanto más difícil de resolver un conflicto más tensión genera”.

Una cara recreación de época

La serie despliega importantes recursos al mover la acción entre varios países y tratarse de una producción de época. Coches, fiestas y ambientación de numerosos emplazamientos. Una labor inacabable en la que el equipo confiesa haberse tomado algunas licencias. 

La mansión de la familia en Madrid, por ejemplo, fue construida años después de aquellos en los que se sitúa la acción, pero gozaba del aspecto deslumbrante que buscaban para entender la mirada del humilde Oskar a los Farad. 

En las escenas de armamento pesado no siempre fue posible conseguir equipamiento de época y de los países de origen con los que supuestamente traficaba la familia. Se ha tratado de esconder los elementos que delatan el error.

Personajes inteligentes

Muere la directora y guionista de cine y televisión Patricia Ferreira

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La serie construye un buen grupo de personajes interesantes, en su mayoría inteligentes, y están magníficamente defendidos por actores como Pedro Casablanc, Fernando Tejero o Nora Navas y especialmente unos atractivos Miguel Herrán y Susana Abaitua entre los principales. 

Aunque ha conseguido mantener un interés constante gracias a unos elementos distribuidos con habilidad, se echan de menos más momentos emocionantes. La serie opta por un tono ligero que puede ser un acierto como base, pero que podría haber estado salpicado por secuencias de mayor intensidad, ya sea de amor, estrés, acción o drama. 

De hecho, cuando en el último episodio se crean un par de ellas la serie alcanza como es lógico mucha más tensión e interés. Tan cansina es una serie que lo subraya todo como monótona una que no subraya nada. Los Farad no llega a tanto, desde luego, pero podía haber dejado una huella aún más profunda. Aun así, ofrece otro magnifico ejemplo del alto nivel de la ficción española para despedir el año.

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