Dan ganas de subirte el volumen, le comentó una vecina a Angie, tras oírla cantar y tocar el piano a través del sonido mitigado por las paredes de su casa. Era una mañana de enero y, entusiasmada, llamó a Juancho Conejo (Alameda de Osuna, 1987) para contárselo. Ni aquella vecina, ni Angie, ni siquiera él, se imaginaban que, dos años más tarde, este sería el principio de Mundo imperfecto, el primer single de su sexto disco, Ruido de fondo. “Me mató la frase”, afirma mientras hace el gesto de desgarrarse el pecho como si tuviese un puñal en la mano. “Me resultó muy inspiradora. Colgué el teléfono y cogí la guitarra… Tenía que convertirla en canción y dedicársela a ella”.
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Se conocieron en un concierto en la Riviera y, para Juancho, es una compañera musical y de vida maravillosa y una chica con un talento arrollador. “Sin embargo, a veces, como todos, aparece el síndrome del impostor y le entran dudas. Por eso, quería decirle que lo siga intentando porque puede tumbarnos a todos en la industria”, explica emocionado el líder de Sidecars. De eso va su canción: de no rendirse e ir superando miedos para conseguir llenar estadios y romper el techo. Sabe de lo que habla. Él ha tenido que aguantar todo lo que aguante el cuerpo y lo ha intentado una y otra vez. Desde el día en el que tocó los primeros acordes con una guitarra que le regaló su hermano Leiva y montó una banda con varios amigos del instituto: “Sidecars es un ejemplo de que se puede hacer. De que con persistencia, haciendo muchos discos, tocando en garitos… Un día, te pueden salir las cosas. Nos dimos cuenta de que podíamos dejar los curros por horas y vivir, o malvivir, de la música. Fue la mayor sensación de éxito que he tenido en mi vida”.
Bienvenida al escuadrón suicida, bienvenida a este mundo imperfectobienvenida a este mundo imperfecto, dice la canción. Porque en el mundo imperfecto de la música nunca nada es seguro. “Mi mayor miedo es no tener canciones y vivo con la obsesión constante de pensar que todo lo que tengo lo puedo perder. Las canciones vienen de un lugar tan extraño y tan dentro de uno mismo que es muy difícil explicar cómo lo hacemos”, reconoce con la mirada perdida. Pero el día que compuso Mundo imperfecto fue todo rodado. Estaba solo en casa y tenía puesta Friends —la ha visto mil veces—, muy bajita, casi muteada, en la tele. Reclinado en el sofá frente al papel, sujetando la guitarra en su regazo, y con un boli y un cigarro haciendo malabarismos entre sus dedos, empezó a tararear el primer verso. La terminó en solo veinte minutos en una de esas “pocas veces” en las que las canciones salen solas.
Este tema, primer single de su último disco, lanza un mensaje de superación que, reconoce, Sidecars no está acostumbrado a dar: “Mis canciones siempre han sido un poco más cortavenas”, dice riéndose. Sin embargo, la letra, además de lo que significa para ellos dos, encaja perfectamente con la situación anímica que ha provocado en todos nosotros la pandemia: “Ha llegado en un momento en el que hace falta más esperanza que nunca”.
Dan ganas de subirte el volumen, le comentó una vecina a Angie, tras oírla cantar y tocar el piano a través del sonido mitigado por las paredes de su casa. Era una mañana de enero y, entusiasmada, llamó a Juancho Conejo (Alameda de Osuna, 1987) para contárselo. Ni aquella vecina, ni Angie, ni siquiera él, se imaginaban que, dos años más tarde, este sería el principio de Mundo imperfecto, el primer single de su sexto disco, Ruido de fondo. “Me mató la frase”, afirma mientras hace el gesto de desgarrarse el pecho como si tuviese un puñal en la mano. “Me resultó muy inspiradora. Colgué el teléfono y cogí la guitarra… Tenía que convertirla en canción y dedicársela a ella”.