El desempleo es en la UE una cuestión de norte-sur, pero también de género

Un 79,6% de los hombres de la Unión Europea (UE) tienen un empleo. En cambio, la cifra desciende más de 10 puntos —hasta el 68,2%— cuando se habla de mujeres. A menudo, los estudios del estado del empleo tanto a nivel continental como estatal se fijan en las diferencias norte-sur y entre los distintos grupos de edad. Quizás, los datos que mejor ilustran la cuestión —y que aúnan las dos perspectivas— son los del desempleo juvenil por países: España, Grecia e Italia (los tres, al sur de Europa) son los estados que tienen unos datos de paro en jóvenes más altos de la Unión. Digamos, entonces, que un ciudadano español, italiano o griego de menos de 25 años es el perfil de la UE que más difícil tiene penetrar en el mercado laboral. Sin embargo, esto es una verdad, pero solo a medias. Para completarla, es necesario añadir otro input a la ecuación o, mejor dicho, otro rasgo a ese perfil del ciudadano con peor probabilidad de trabajar y no es otro que ser mujer. En España, sin ir más lejos, todas las franjas de edad presentan peores cifras de empleo en la población femenina que en la masculina —en datos de la EPA de 2020— y se trata de una tónica que se repite en todos los países.

El informe Mujeres en el Mercado de Trabajo de la Comisión Europea (2016) apunta a los distintos factores que condicionan la presencia de esa parte de la población en los puestos de trabajo. Son dos, fundamentalmente. Por un lado, señalan que son las mujeres las encargadas, en la mayor parte de los casos, del cuidado de los hijos y del hogar. Además, son también ellas las que dejarían el trabajo ante la eventual invalidez de algún familiar. Datos concretos y cercanos: casi un 50% de la inactividad profesional de las mujeres en España se debe a ese cuidado de menores, discapacitados u otras responsabilidades familiares. Son unas cifras especialmente preocupantes en nuestro país, que, según la Comisión Europea, es el tercero de la UE donde el empleo de las mujeres más depende de las responsabilidades familiares. Por delante, solo Irlanda y Chipre. Pero además del ‘factor cuidados’, el informe también habla de la brecha salarial como uno de los porqués de la menor presencia femenina en la arena laboral. En otras palabras, mientras las mujeres sigan cobrando sistemáticamente menos que los hombres, continuarán siendo ellas las que abandonen su empleo para encargarse de los hijos.

“Cuando se toma la decisión de formar una familia, hay que plantearse cómo conseguir estabilidad económica”, reflexiona una estudiante en la calle Fuencarral de Madrid. “Aunque está claro que lo ideal sería poder compaginar las responsabilidades familiares con la vida profesional”, resuelve. Esas intenciones, aunque más prometedoras ahora que unas generaciones atrás, tendrán que superar la barrera de la brecha salarial para convertirse en realidad. En el conjunto europeo, la brecha salarial se calcula en un 15%, mientras que en España, según datos de la CEOE y PwC, supera el oscila entre el 12% y el 13%. En muchos casos, las mujeres también recurren a la reducción de jornada. Desde luego lo hacen mucho más que los hombres. Mientras que, en 2016, hasta un 31,4% de las mujeres trabaja de forma parcial, el porcentaje cae hasta el 8% cuando se trata de hombres.

Más mujeres jóvenes ‘ninis’

En mayor o menor medida, en casi la totalidad de los países que integran la UE ser mujer es una losa ya desde el preciso momento en que termina los estudios obligatorios. “Las mujeres somos educadas en el cuidado”, responde otra mujer que pasea por Malasaña. Y no le falta razón. Ese es el principal argumento que se esgrime en el informe Urban Europe: Statistics on cities, towns and suburbs para explicar que hasta el 17,9% de las mujeres de entre 15 y 34 años ni estudien ni trabajen, es decir, que sean ninis. En el caso de los hombres, ese colectivo representa un 12,7%. “Una mayor proporción de mujeres toman un descanso en sus estudios o en su carrera para formar una familia”, señala el texto. En este caso, son países como la República Checa, Hungría y Eslovaquia los que presentan una mayor diferencia entre ambos sexos.

Sin embargo, todas las diferencias entre los hombres y las mujeres en el terreno del empleo tienen poco —o nada— que ver con la formación de las mujeres. El informe Mujeres en el Mercado de Trabajo remarca que, en datos del 2016, el nivel educativo de las mujeres supera al de los hombres en el seno de la UE. Así, el 44% de la población femenina tiene un nivel de educación terciaria o superior; mientras que el de los hombres se sitúa en el 34%. Por eso, la conclusión de dicho documento y la de la práctica totalidad de los informes que radiografían el asunto es clara: las responsabilidades familiares y la brecha salarial son las culpables de que las mujeres partan desde posiciones más complicadas en las carreras profesionales y de que muchas de ellas ni siquiera penetren en el mercado laboral. Con todo, si un ciudadano joven del sur de Europa tiene menos probabilidades que el resto de trabajar, una ciudadana lo tiene todavía más difícil. En 2020, el género es un handicap.

Un 79,6% de los hombres de la Unión Europea (UE) tienen un empleo. En cambio, la cifra desciende más de 10 puntos —hasta el 68,2%— cuando se habla de mujeres. A menudo, los estudios del estado del empleo tanto a nivel continental como estatal se fijan en las diferencias norte-sur y entre los distintos grupos de edad. Quizás, los datos que mejor ilustran la cuestión —y que aúnan las dos perspectivas— son los del desempleo juvenil por países: España, Grecia e Italia (los tres, al sur de Europa) son los estados que tienen unos datos de paro en jóvenes más altos de la Unión. Digamos, entonces, que un ciudadano español, italiano o griego de menos de 25 años es el perfil de la UE que más difícil tiene penetrar en el mercado laboral. Sin embargo, esto es una verdad, pero solo a medias. Para completarla, es necesario añadir otro input a la ecuación o, mejor dicho, otro rasgo a ese perfil del ciudadano con peor probabilidad de trabajar y no es otro que ser mujer. En España, sin ir más lejos, todas las franjas de edad presentan peores cifras de empleo en la población femenina que en la masculina —en datos de la EPA de 2020— y se trata de una tónica que se repite en todos los países.

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