España es el tercer país de la UE que más experimenta con animales

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Samuel Martínez

“La experimentación con animales va a ir desapareciendo poco a poco”. Drástica y segura, Carmen Méndez, la presidenta y portavoz de la Asociación de Defensa de Derechos Animales (ADDA), vislumbra el final de la práctica más pronto que tarde y “por una razón muy sencilla”, tal y como afirma ella misma al otro lado del teléfono: “Ya no es por la moral ni por acabar con el sufrimiento animal… Es que ni siquiera es un método efectivo”. No obstante, España realizó en 2018 hasta 836.096 experimentos con animales. Son más que los que se contaron en 2017, cuando se llevaron a cabo 725.833, una cifra que le valió el tercer puesto en la lista de los países de la Unión Europea que más lo hacen, solo por detrás de Alemania y Francia, en cuyos laboratorios se producen 1,8 millones.

No se trata, sin embargo, de un podio meritorio o gratificante. El 22 de diciembre de 2010, la Unión Europea emitió una Directiva —la 22/63/2010— en la que alentaba a los países miembros de forma muy reiterada a que dedicasen medios a la búsqueda y la aplicación de “métodos alternativos de experimentación” y aunque entre 2015 y 2017 en la UE se experimentó con animales en más de 9 millones de ocasiones, la presidenta de ADDA celebra que “la situación es mucho mejor ahora que hace veinte o treinta años”. Sobre todo, insiste en que “es natural que progresivamente se vaya reduciendo”, habida cuenta de que se ha demostrado que la experimentación con animales “no es efectiva para poner solución a las enfermedades de los humanos”. Una rata no es un humano de 75 kg, resuelve.

Su postura se ampara en un estudio del grupo alemán Doctors Against Animal Experiments que afirma que “más del 90% de los medicamentos que resultan efectivos en animales fracasan en las fases clínicas posteriores en los humanos”. Tal y como reza el estudio, en muchas ocasiones los medicamentos que sí han funcionado con ratones, perros, vacas o cerdos no son útiles para los humanos porque “simplemente no generan la reacción esperada o provocan efectos secundarios”. Aunque hay países que encabezan la lucha contra esta especie de maltrato animal, Méndez evita señalar a uno en concreto en el que pudiera reflejarse España para avanzar en el cese de la actividad —”lo que hay que hacer es trabajar en la dirección que señala Europa e invertir en I+D+I para hallar métodos alternativos”—. De todos modos, sí elogia el caso de Holanda, un país que se ha comprometido a prohibir, en los próximos años, prácticamente toda experimentación animal.

El futuro pasa por los 'organoides'

Europa apunta con el dedo a las alternativas que pueden poner solución al sufrimiento animal que provocan dichas prácticas, que todavía en la actualidad son el pan de cada día en industrias como la farmacológica, la médica, la cosmética, la armamentística o la biogenética. Por el momento, el camino que, según los expertos consultados, se descubre como el más prometedor pasa por la creación de una suerte de órganos en miniatura denominados organoides que se generan a partir de células madre. Sustituir los animales por elementos artificiales “no solo sería positivo moralmente”, desliza la portavoz de ADDA, que cree que si fuera simplemente por ayudar a los animales nadie movería un dedo, “sino que también sería más efectivo”. Hasta ahora, continúa, “hemos perdido la oportunidad de poner solución a muchas enfermedades por confiar en un método, el de la experimentación animal, que se ha demostrado erróneo”.

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El animal de laboratorio por excelencia

Pero entretanto, mientras los distintos países no dan los pasos definitivos y por mucho que el estado de la cuestión sea el mejor en mucho tiempo, un gran número de ejemplares continúa padeciendo y muriendo en todo el mundo y, en concreto, en España. El 5,13% de los procedimientos que se aplican a los animales, sin ir más lejos, son tan duros que no permiten su recuperación, es decir, que los llevan a la muerte. Un 8,21%, por otra parte, son severos; un 34,97%, moderados y algo más de un 50% son leves. Por situar un poco los datos, algo más del 65% de las pruebas en nuestro país se realizan con ratones, el animal de laboratorio por excelencia, aunque Méndez aclara que se utilizan “muchas más especies”. En el informe que elaboró el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación con datos del 2017 aparecen hasta 37, entre ellas los perros, gatos, cerdos, vacas o cabras.

Carmen Méndez no echa las campanas al vuelo, porque “por mucho que hayamos avanzado en estos últimos años”, la experimentación con animales todavía es una realidad. Al Gobierno le pide más recursos destinados a la investigación y a la formación de nuevos investigadores, pero es cierto que una de las cosas que más le preocupan, desliza como colofón, “son los lobbies”, unos grupos de poder que, según afirma, podrían retrasar el cambio.

“La experimentación con animales va a ir desapareciendo poco a poco”. Drástica y segura, Carmen Méndez, la presidenta y portavoz de la Asociación de Defensa de Derechos Animales (ADDA), vislumbra el final de la práctica más pronto que tarde y “por una razón muy sencilla”, tal y como afirma ella misma al otro lado del teléfono: “Ya no es por la moral ni por acabar con el sufrimiento animal… Es que ni siquiera es un método efectivo”. No obstante, España realizó en 2018 hasta 836.096 experimentos con animales. Son más que los que se contaron en 2017, cuando se llevaron a cabo 725.833, una cifra que le valió el tercer puesto en la lista de los países de la Unión Europea que más lo hacen, solo por detrás de Alemania y Francia, en cuyos laboratorios se producen 1,8 millones.

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